Manuel A. Hermann Lejarazu[1]
CIESAS Ciudad de México
Códice Nuttall, Lado 1, Lámina 78. El Señor 8 Venado, Garra de Jaguar, enciende el fuego junto con 4 Jaguar, después de entregar ofrendas al dios del Sol. Fuente: Hermann, 2006.
Los antiguos códices mesoamericanos siempre ejercieron en mí una particular fascinación debido al gran colorido que los caracteriza. Desde luego, otros elementos como la representación de los dioses, el calendario y el registro de la historia, me llevaron a introducirme no sólo al estudio de las pictografías, sino también al del México prehispánico a través de la carrera de Historia. No obstante, al momento de elegir un tema para realizar la tesis de licenciatura, me surgieron varias ideas que eran prácticamente irrealizables, como, por ejemplo, “estudiar todos los sistemas de escritura que hay en los códices”.
Ante tal dificultad para centrarme en una problemática en particular, fue mi profesor de la entonces ENEP Acatlán de la UNAM, Federico Nagel Bielicke, quien me motivó a leer el artículo “El Mapa de Teozacoalco” (escrito por el eminente arqueólogo Alfonso Caso), para encontrar un tema que me ayudara a definir mis inquietudes. De esta manera, se abrió para mí un nuevo campo de estudio, pues si bien ya conocía los códices mixtecos, no había logrado comprender su importancia como el único corpus de manuscritos de contenido histórico que había sobrevivido a la conquista española —pues los códices mayas y los códices adivinatorios del grupo Borgia son de carácter religioso—. Si bien los códices mixtecos fueron ampliamente analizados por Alfonso Caso, sentí que aún existía una gran veta de investigación que había quedado truncada tras su fallecimiento en 1970.
Un paso muy importante en mi carrera para el estudio de los códices fue mi primera visita a la región mixteca, en donde la reconocida investigadora norteamericana Nancy Troike ofreció un curso de códices mixtecos a un grupo de jóvenes que asistimos a sus clases en 1993. Este contacto con la especialista, y el haber visitado la pequeña ciudad de Huajuapan de León y sus alrededores en la Mixteca Baja, fue el paso definitivo para dedicarme al estudio de la Mixteca (considerándola tanto como una región, como también como el escenario en donde ocurrieron los hechos y narraciones representados en los códices).
El estudio de la toponimia mixteca y los glifos que componen estos nombres fueron los principales temas de mi interés en los que podría, quizá, contribuir al desciframiento de la escritura plasmada en las pictografías. Pero llegó el momento en que no solamente me interesó el poder descifrar o leer jeroglíficos, sino también captó mi atención el aspecto antropológico, histórico y arqueológico de las sociedades o grupos que crearon y pintaron esos documentos, por lo que mi perspectiva de estudio de la Mixteca se amplió aún más. Quise entrar al estudio de la toponimia no sólo para saber los aspectos lingüísticos de un idioma ancestral, sino también para adentrarme en los tipos de asentamientos que se representan en los códices. Los glifos de nombres de lugar también contribuyen al conocimiento de los sistemas de organización política y social que existían en la Mixteca antes de la llegada de los españoles, por lo que son elementos fundamentales para entender las concepciones territoriales que los propios mixtecos tenían sobre su entorno.
Códices y territorios
Habitualmente, se tiene la idea que los códices prehispánicos de la Mixteca tratan meramente sobre asuntos genealógicos y políticos, cuyo trasfondo histórico daba legitimidad a los grupos de poder que se encuentran representados a través de los linajes y pueblos más importantes. Esto, sin embargo, es sólo un aspecto, pues existen otros elementos que me han llevado a comprender la razón de su manufactura.
A través de los estudios que he realizado en los últimos años, puedo visualizar un poco que el ámbito territorial fue muy importante para los mixtecos antiguos, pues los glifos de nombres de lugar no solamente se plasmaron para registrar el apelativo de un pueblo, sino también para representar las dinámicas territoriales que subyacían a las alianzas políticas y matrimoniales que deban fundamento al sistema. Las imágenes de los gobernantes mixtecos siempre están acompañadas del asentamiento o lugar al que pertenecen, pero no tanto para mostrar el dominio que ejercían sobre un lugar, sino para señalar la alianza que se establecía con el pueblo o lugar de su esposa, pues esto mostraba un cambio en la dinámica territorial que no siempre permanecía estable, ya que las alianzas cambiaban con el tiempo, con el paso de una generación a otra, y se fomentaba ese dinamismo para evitar el dominio absoluto de un pueblo sobre otro.
Los matrimonios de los integrantes de un linaje o una genealogía no fueron siempre regulares. Es decir, las esposas de una línea de descendencia de gobernantes, nunca procedían del mismo pueblo, sino cada nueva generación tomaba esposas de un pueblo distinto al de su predecesor, por lo que las dinámicas territoriales permitían un libre intercambio entre muchísimos pueblos. Desde luego, sí existían guerras y conflictos entre los mixtecos por el dominio de nuevos territorios, pero en realidad no existieron tantos como la historiografía tradicional de la Mixteca ha interpretado, sino que, más bien, las dinámicas territoriales permeaban las relaciones políticas y comerciales de la región, pues al establecerse cambios constantes entre los matrimonios de los gobernantes, se mantenía una mayor pluralidad entre los intercambios de las comunidades.
Los estudios interdisciplinarios
Esta nueva propuesta para el estudio de los códices mixtecos no hubiera sido posible sin el enfoque o perspectiva interdisciplinaria que he establecido para el análisis de la Mixteca prehispánica y colonial temprana. Más allá del estudio de los códices, me he interesado también en comprender los cambios y continuidades que experimentaron las poblaciones mixtecas al momento del contacto con el mundo europeo, por lo que era necesario introducir nuevas perspectivas de análisis.
Como historiador, observé que las herramientas y metodologías tradicionales para el análisis de los datos documentales ya no eran suficientes para encontrar nueva información que me ayudara a comprender mejor las sociedades mixtecas de la época prehispánica y colonial temprana. Por esta razón, decidí abrir el paradigma de mi disciplina histórica y aplicar tecnologías, conocimientos y terminologías que no son empleadas comúnmente por los historiadores. De esta manera, apliqué los análisis geográficos a los estudios del territorio que me interesaba definir desde una perspectiva diacrónica. Recurrí a los Sistemas de Información Geográfica (SIG) para llevar a cabo análisis espaciales de los asentamientos prehispánicos y coloniales tempranos localizados en códices, mapas y documentos coloniales en general. Por lo tanto, diseñé una nueva metodología para el estudio de las fuentes pictográficas y documentales de la Mixteca que denominé Arqueología de las fuentes históricas, que consiste, básicamente, en un análisis geográfico de las fuentes históricas y pictográficas producidas en dicha región y en recorridos sistemáticos llevados a cabo en campo. De estas fuentes, he extraído la información geográfica, histórica e iconográfica para poder identificar antiguos asentamientos o sitios arqueológicos que correspondan con las descripciones registradas en dichos documentos. Pero la relevancia de esta propuesta metodológica no estriba en sólo haber encontrado, por cierto exitosamente, sitios o ciudades arqueológicas desconocidas, sino en los resultados detrás del análisis de los datos o materiales encontrados en campo. En efecto, la verdadera aportación está en la reconsideración teórica sobre el tipo de asentamientos que al parecer existían al momento del contacto con el mundo europeo, pues más allá de los modelos tradicionales de arqueólogos e historiadores basados en los señoríos o cacicazgos, mi propuesta estriba en diseñar una nueva caracterización de los asentamientos del Posclásico tardío en la Mixteca, y de los cambios o continuidades que aún es posible observar en los pueblos del periodo colonial temprano.
El vínculo con la geografía y los estudios de frontera se realiza a través de una detallada cartografía elaborada por un grupo de colaboradores tanto del propio CIESAS como del Instituto de Geografía de la UNAM quienes han realizado mapas tanto de contenido histórico como topográfico, geomorfológico, climatológico, hidrológico, de vegetación, etcétera, que nos ayudan a determinar el entorno geográfico y ambiental de los sitios estudiados y hallados en campo. Entre estos especialistas se encuentran Rubén Langlé, Oralia Oropeza Orozco, Silke Cram Heydrich, José Manuel Figueroa Mah Eng, Pilar Fernández Lomelín, entre otros más, como los arqueólogos Leonardo López Zárate, Ismael Vicente Cruz, Betsabé Piña Morales y Karla Itandehui Aguilar.
Como resultados de estas investigaciones, también nos hemos acercado a las comunidades indígenas mixtecas, pues, por medio del trabajo de campo, se realizan actividades para acrecentar los saberes tradicionales de las comunidades estudiadas. Como coordinador del proyecto, me he puesto en contacto con numerosas comunidades de la Mixteca Alta, para explicarles los objetivos y los alcances en términos históricos, geográficos y ambientales que pudieran beneficiar a los pueblos. Desde que inició formalmente el proyecto “Sociedad, gobierno y territorio en los señoríos de la Mixteca. Siglos XVI-XVIII”, en el año 2011, se ha logrado la recopilación de datos geográficos e históricos que nos han permitido conocer ampliamente los municipios bajo estudio, con recorridos de campo que coordiné personalmente con mi equipo de trabajo desde los años 2011 a 2015 y de 2017 a 2020. Casi a la par, comenzaron también los trabajos del equipo de investigadores del Instituto de Geografía de la UNAM, quienes iniciaron sus recorridos en los municipios de Santo Domingo Yanhuitlán, San Bartolo Soyaltepec, Santo Domingo Tonaltepec, entre otros, en los cuales se hizo la apertura del primer Geoparque en México con reconocimiento por parte de la UNESCO. El conocimiento de la geografía y de los aspectos geológicos de la Mixteca han repercutido favorablemente en la creación de este nuevo concepto para visualizar un territorio.
Con los estudios en campo y la atención a las comunidades, logramos muy importantes avances en el conocimiento integral de su territorio. La participación y los saberes tradicionales de muchos pobladores de la Mixteca, me ayudaron infinitamente para redescubrir siete sitios arqueológicos desconocidos y no registrados hasta el momento, y, regresando al pasado y a la historia, me ha sido posible reconstruir las dinámicas territoriales de los antiguos señoríos mixtecos desde el Posclásico tardío hasta finales del siglo XVI.
Aún quedan muchos aspectos más por seguir trabajando. Existe, hoy en día, un gran precedente en este tipo de estudios, por lo que el futuro para la investigación en la Mixteca se vislumbra favorable.
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