R. Indira Valentina Réquiz Molina[1]
Especialista en literatura coreana
La diáspora coreana a Latinoamérica ha sido estudiada como un fenómeno importante en la reconstrucción de la vida del pueblo coreano. Sin embargo, en Venezuela no se habían realizado investigaciones sobre la comunidad coreana, en parte porque los estudios migratorios en el país se enfocan en otras comunidades como los vecinos colombianos o la comunidad europea (Rey, 2011).
Esta investigación exploratoria parte de la necesidad de contar esa parte del viaje del pueblo coreano que nos permitirá comprender un poco más de su travesía y su búsqueda de identidad.
Venezuela siempre fue un país abierto a los migrantes, cabe destacar que desde 1830 existía una conciencia de personas extranjeras como necesarias para la construcción de la República; pero los conflictos y guerras internas evitaron que el país recibiera grandes flujos migratorios. Hasta 1894 cuando se crea una ley de inmigración, que buscaba, por un lado, incentivar la llegada de pobladores que contribuyeran al desarrollo agroindustrial del país y por el otro, controlar el ingreso de extranjeros no europeos. Motivo por el cual de 1820 a 1920 el territorio venezolano no fue considerado como un lugar atractivo para los asiáticos (Chi-Yi y Picouet, 1979).
Si bien existían prohibiciones y obstáculos, en 1915 comenzaron a llegar de manera indocumentada los primeros migrantes asiáticos a Venezuela. Primero los chinos (Spavieri, 2008), luego los japoneses (Noguchi, 2008), y con ellos algunos coreanos con identidad japonesa. Ejemplo de ello fueron las comunidades de trabajadores asiáticos provenientes del Perú y los buques pesqueros que llegaron inesperadamente desde Panamá.
Este periodo podríamos denominarlo como premigratorio, porque gracias al espacio que construyeron estos migrantes se abrió una oportunidad para que otros coreanos pudiesen emprender el viaje hacia el Caribe.
Los asiáticos que llegaron entre 1915 y 1940 fueron considerados como un solo grupo. De manera que, en los pocos registros de ingreso de la época, contadas veces se escribía la verdadera procedencia del migrante. Esto determino que, a pesar de sus diferencias, las distintas comunidades asiáticas se identificaran como “chinos” y, a partir de esa etiqueta, sus miembros empezaron a convivir y a colaborar entre ellos para conseguir integrarse mejor a la sociedad venezolana.
En 1940 inicia una nueva política migratoria por parte del gobierno venezolano, lo que fomenta la llegada de personas a los campos y áreas provinciales de Venezuela (Zawisza, 1975). Posteriormente con la gran ola de refugiados de guerra en 1945, Venezuela logra ganarse la fama de ser un país abierto a los migrantes. Así, de 1915 a 1960 hubo una gran transformación en el país a partir del arribo de inmigrantes. Posteriormente, y gracias a las políticas establecidas entre el gobierno venezolano y la naciente Corea del Sur, surge la migración surcoreana a Venezuela (Molina, 2015).
El 3 de marzo de 1950, el gobierno venezolano reconoce oficialmente a Corea del Sur. Lo que, aunado a la ley de emigración coreana promulgada en 1962, da una base firme para la llegada de coreanos al país.
La diáspora surcoreana en un principio tenía como objetivo el establecimiento en Estados Unidos. De manera que los países como Venezuela eran vistos como un lugar de tránsito y no como un destino. Esto era propiciado especialmente por la bonaza petrolera, pues en estos espacios se concentraron gran parte de los migrantes coreanos con el fin de obtener la estabilidad económica necesaria para una re-migración.
En 1964 llega a Venezuela el primer surcoreano registrado: Hoe-Nyu Chiong Han. Este joven estudiante de español de la Universidad de Hankuk de Estudios Extranjeros (한국외국어대학교) se instala en el Estado Zulia, estudia ingeniería petrolera y se convierte en el primero de muchos coreanos en trabajar en la empresa estatal de Petróleos de Venezuela (PDVSA) (Hoe, 2019) Además del Estado Zulia, la comunidad coreana se estableció en las zonas cercanas a la industria petrolera al oriente de Venezuela: en el Estado Anzoátegui. Allí podemos encontrar restaurantes, comercios, fábricas y hasta el barrio coreano; ubicado en la ciudad de Barcelona.
La migración familiar es el siguiente estadio de la diáspora coreana en Venezuela, donde parte de la población asentada entre 1963 y 1980 invita a sus familiares al territorio venezolano.
Al viaje de Chiong se unen otros miles. Sin embargo, la estadística migratoria de la comunidad coreana realizada en 1987 nos muestra que en ese momento ésta era conformada por 925 personas; cuyo estatus migratorio correspondía a una residencia legal de más de cinco años. Además, se sabe que la mayoría de estos migrantes provenía de Hwaseong, Busan y Seúl (Hyon, 1976).
Entre 1980 y 1990 la comunidad dobló su tamaño y se expandió a diversos lugares de Venezuela. Aunque durante este peiodo se mantuvo la idea de considerar a Venezuela como un lugar de paso. Por ello, muchos de los tránsitos registrados no son considerados como migración por tener una duración mejor a cinco años.
En 1991 inician una serie de conflictos sociopolíticos del país. Eventos como el aumento de los precios de la gasolina, la nacionalización de las industrias básicas y el intento de golpe de Estado por parte de Hugo Rafael Chávez Frías junto al grupo de paracaidistas MBR-200d del ejército contra el presidente Carlos Andrés Pérez en 1992 (Pino Iturrieta, 2018). Durante la siguiente década se genera un periodo inestable para la comunidad inmigrante; pues ésta no tenía cabida dentro de la nueva construcción identitaria creada a partir del chavismo.
La población coreana empieza a reducirse como consecuencia de estos conflictos, pero no es sino hasta 1999, con la llegada del chavismo al poder, que gran parte de los coreanos se trasladan a otras comunidades coreanas en Latinoamérica; especialmente a las de Argentina, Brasil y México, donde las circunstancias políticas y económicas eran más favorables (Kim, 2016). Así, entre 1999 y 2017 la comunidad coreana migra de nuevo y deja vacíos muchos de los espacios que había ocupado, y los censos nos muestran a una comunidad establecida con una población de aproximadamente 320 personas de acuerdo con la embajada de Corea del Sur en Venezuela y el KOSIS (Korean Statistical Information Service).
Los centros de actividad de la comunidad coreana en Venezuela se ubican en: la capital, Caracas; el estado Aragua, en la zona central del país, donde los centros de medicina y acupuntura coreana fueron bien recibidos por la comunidad venezolana.
Además de la medicina, campos como el deporte se vieron ampliamente influenciados con la introducción del taekwondo en la década de 1970. Este crecimiento deportivo fue casi simultaneo en varios estados del país de la mano de Chong Koo Lee (estado Carabobo), Chang Ok Jui (estado Yaracuy) Howo Kan (Distrito Capital) y Hung Ki Kim (Estado Anzoategui) (Mendés, 2012); quienes construyeron escuelas y formaron la Federación Venezolana de Taekwondo en 1984. En estas escuelas coreanas se formaron medallistas y campeones olímpicos venezolanos, pero principalmente se crearon espacios para la formación ciudadana y allí muchos valores coreanos fueron asimilados a la cultura venezolana (Márquez, 2011).
La fe es otro aspecto importante en la diáspora coreana, pues éstos son en un 80% cristianos (bautistas y adventistas). El crecimiento de las creencias originadas en Corea en Venezuela se debe al establecimiento de misiones e iglesias por todo el país, incluso en zonas indígenas o muy alejadas de las grandes ciudades.
En un 90%, la comunidad coreana se ha integrado a la sociedad venezolana a partir de las áreas de servicio, manufactura y alimentos. Tanto así que en los mercados como el famoso «Cementerio», ubicado en la ciudad de Caracas, podemos encontrar un área de coreanos; la marca de motocicletas más conocida es una empresa coreano-venezolana; y la industria del petróleo y construcción cuenta con grandes especialistas de origen coreano.
Si bien la comunidad nativa coreana en Venezuela es pequeña, de acuerdo con la embajada coreana es de aproximadamente mil personas para 2020 (Lando, 2017), las relaciones entre ambos países permitieron el desarrollo de una nueva identidad: los coreano-venezolanos.
Los coreano-venezolanos son una generación nacida en la época de abundancia y nacionalización petrolera de Venezuela. Pues, si bien el petróleo fue descubierto en Venezuela en 1914; éste no fue nacionalizado sino hasta 1976, cuando inicia la bonanza a partir de la creación de la petrolera PDVSA. Lo que convierte al país en el centro de nuevas dinámicas en las que se moderniza la infraestructura e instituciones. La abundancia de recursos provenientes de esta bonanza duró hasta mediados del 2014, cuando el barril pasa de 100 a 50 dólares (Iturrieta, 2018: 196-229).
Por toda esta experiencia, esta generación tiene no sólo dos naciones sino dos visiones del mundo. Para identificar el impacto de su estancia en Venezuela; hemos entrevistado a 15 coreano-venezolanos de entre 30 y 40 años que han migrado de nuevo desde Venezuela. Un 30% de ellos regresó a Corea, y un 70% fue a lugares diversos como EE. UU. y países europeos. Contrario a lo que podría pensarse, ellos no sólo llevan consigo la cultura de sus padres, sino que también sienten como suya a la cultura venezolana. Si bien, éstos se identifican como coreanos, también afirman que la forma de vida, la comida, la música y español venezolano son elementos constituyentes de su identidad.
Esto ha resultado así porque en la mayoría de los casos y con los años, se perdió la práctica de la cultura coreana como una condición para pertenecer a la comunidad; por el contrario, se impuso la idea de integración y hermandad con el país de acogida. Esto se evidencia en la crianza.
Por último, resulta curioso que la comunidad coreana en Venezuela sea tan dada a integrarse, cuando desde afuera se percibe como una comunidad aislada o cerrada. Pues si bien nadie elige irse de su Patria, elegir a Venezuela como un nuevo hogar fue una decisión fácil para la mayoría de los entrevistados. Al final, el paso de la comunidad coreana por Venezuela parece ser una aventura y un recuerdo cálido en el corazón de aquellos que en alguno momento pisaron esa tierra.
Bibliografía
Chi-Yi, Chen y Michel Picouet (1979), Dinámica de la población, caso Venezuela, Caracas, UCAB-ORSTROM.
Hoe Chiong Han (2019), «Corea del Sur apoyará financiera y materialmente en la reconstrucción de Venezuela», en Revista Gente que Construye, año 1, núm. 3, pp. 4-9.
Hyon, Kyo-whan (1976), [en coreano] History of Korean Wanderers and Emigrants, Seúl, Omungak.
Kim, Chong-Sup y Eunsuk Lee (2016), «Growth and Migration to a Third Country: The Case of Korean Migrants in Latin America», en Journal of international and Area Studies, vol. 23, núm. 2, pp. 77-87.
Lando B., Mariángela (2017), «Surcorea se mantiene estable y no ha cambiado sus políticas», entrevista a Hwang Kyung Tae, embajador de Surcorea en Venezuela. El Universal, 26 de febrero de 2017. https://web.archive.org/web/20171229233429/http://www.eluniversal.com/noticias/internacional/surcorea-mantiene-estable-cambiado-sus-politicas_641393
Márquez, Luisa (2011), Historia del taekwondo, s.l., Editorial Arwen.
Mendes, Jhonny (2012), Gente que hace escuela (comp.), Caracas, Comunicaciones de Banesco Banco Universal, C.A. y la Fundación Artesanogroup, pp. 24-33.
Molina Medina, Norbert (2015), Historia de las relaciones diplomáticas Venezuela – Corea (1965-2015), Mérida, Venezuela, Universidad de Los Andes.
Noguchi, Shigeru (2008), «Historia de los inmigrantes japoneses en Venezuela antes de la Segunda Guerra Mundial», en Humania del Sur, año 3, núm. 5, pp. 27-42.
Pino Iturrieta, Elías (coord.) (2018), Historia mínima de Venezuela, México, El Colegio de México.
Rey González, Juan Carlos (2011), Huellas de la inmigración en Venezuela, Caracas, Fundación Empresas Polar.
Spavieri Mora, Simonetta, Víctor González y Oscar Aguilera (2008), «Los chinos en Mérida», en Fermentum. Revista Venezolana de Sociología y Antropología, vol. 18, núm. 52, mayo-agosto. pp. 433-446.
Zawisza, Leszek (1975), Colonización agrícola en Venezuela. Boletín Histórico, s.l., Fundación John Boulton, número 33, pp. 15-59.
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Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela y en Estudios Coreanos por la Universidad del Salvador |valentinarequiz@gmail.com ↑