La limosna forzosa en Yucatán: motivo de disputa y causa de resistencia maya en la época colonial

Irais Alquicira Escartín
Egresada CIESAS Peninsular | iraisae@gmail.com


En la actualidad la limosna se percibe como una donación que se da a alguna institución o persona por caridad, pero durante la época colonial su connotación era totalmente distinta, ya que eran aportaciones obligadas y exigidas por la Iglesia a los mayas a lo largo del año. Dichas limosnas jugaron un papel importante dentro de la sociedad colonial, pues fueron la exacción que permitió a los eclesiásticos, tanto regulares como seculares, su manutención, creando e imponiendo diferentes mecanismos para acceder a la producción indígena. Su imposición en los pueblos de indios se convirtió en una carga forzosa más que generó una dinámica propia al tener que pagar los naturales montos estipulados en tiempos precisos a lo largo del año.

Las limosnas eran aportaciones obligadas dadas por los mayas a lo largo del año que podemos resumir de la manera siguiente. La llamada limosna principal, equiparable al tributo, se daba dos veces al año, un pago en la fiesta del patrón de cada pueblo y otro general en la celebración de finados. Se tasaba el monto por cabeza, una pierna de patí[1] la mujer y una libra de cera el varón, de acuerdo con las matrículas. A esta cantidad se añadía una aportación en los mismos géneros dada por la comunidad, generalmente con nombre de mulsil o regalo. También había limosnas en otras festividades importantes, que podían ser cinco o seis al año entre las que se incluían las tres pascuas. Al tiempo de cosechas se daban cargas de maíz, una cantidad recolectada por cabeza y otra aportada por la comunidad. Esto mismo sucedía con el chile y el frijol. Se daban diversos géneros todos los jueves del año y además en eventos frecuentes como la notificación de las fiestas al párroco y la elección de mayordomos de cofradía. Otra aportación que pesaba sobre las comunidades de los pueblos era la comida para el cura cada vez que acudía a administrar sacramentos o decir misa.

Una fuente muy importante para aproximarnos al ciclo anual de la limosna la constituyen las frecuentes peticiones que presentaban los indios que incluían relaciones de todo lo que entregaban a sus ministros por este concepto, con la intención de solicitar rebajas en el monto. En estos escritos se pone de manifiesto ‒a decir de los propios naturales‒ que las exigencias excedían en mucho la capacidad productiva de los indios y, por lo tanto, los pueblos eran agraviados por la dificultad de entregar las limosnas con la frecuencia y los montos exigidos por los doctrineros.

En estas peticiones se observan los distintos argumentos que manejaron los naturales para contrarrestar los abusos que se cometían en la imposición de la limosna que en la mayoría de las veces fue por la excesiva cantidad de los géneros pedidos. Así encontramos detalladas relaciones de todo lo que cada pueblo entregaba tanto de manera individual como colectiva, además del valor da cada artículo, así como de las dificultades que enfrentaban para comprar, elaborar o recolectar cada producto. Tal fue el caso presentado en el año de 1663 cuando regidores y alcaldes de cuarenta y tres pueblos pidieron al defensor de indios se les fueran rebajadas las limosnas por ser sumamente cuantiosas. Expusieron que, al estar pobres, no las podían entregar y muchos se huían “de la misa y doctrina” escondiéndose en donde no padecieran más por estas cargas.[2] Para sustentar sus alegatos, los pueblos hicieron un detallado informe de todo lo que proporcionaban a su doctrinero durante algunas de las fiestas principales, mismas que se observarán en la tabla 1, en donde se detalla lo que entregaban en tres parcialidades durante todo el año que se presenta a continuación:

Tabla 1

Limosnas anuales de los pueblos de Maní, Teabo y Motul en el año de 1663

Festividad Maní Teabo Motul
Fiesta de advocación
  • 1 libra de cera cada casado
  • 1 pierna de patí
  • 2 cebones
  • 3 sillas
  • 10 gallinas de la tierra
  • 2 gallos

Mulsil:

  • 40 patíes
  • 2 petates
  • 20 candelas
  • 3 tinajas
  • 6 ollas
  • 6 comales
  • 2 piernas de patí
  • 1 libra de cera
  • 12 patíes
  • 1 arroba de vino o 6 pesos
  • 1 cebón
  • 2 gallos de la tierra
  • 4 gallinas de la tierra
  • 4 ollas
  • 2 cantaros
  • 1 tinaja
  • 1 arroba de miel
  • 2 piernas de patí entre marido y mujer
  • 1 cebón de 6 pesos
  • 9 gallinas de la tierra
  • 1 gallo
  • 15 patíes entre todo el pueblo
  • 1 silla
  • Fruta
  • Petates
  • Cantaros
  • Tinajas
  • Ollas
Conmemoración de difuntos  
  • 1 jícara de miel entre dos
  • 1 almud de chile
  • 1 almud de frijoles
  • 1 libra de cera
  • 1 candela
  • 1 real cada casado
  • Patíes
  • 2 piernas entre marido y mujer
  • 1 real
  • 9 arrobas de miel
Fiesta del pueblo
  • 3 tostones o 10 cacaos
  • 1 gallina de la tierra
  • 20 candelas
  • 1 carga de plátanos
  • 9 patíes
  • 12 reales para candelas
  • 3 botijuelas de miel
  • 3 gallinas de la tierra
  • 4 pesos y medio
  • 6 almudes de maíz
  • 1 almud de chile
  • 2 reales de miel
 
Pascuas
  • 12 pesos
  • 10 gallinas de la tierra
  • 2 gallos
  • 2 puercos
  • 2 cebones
  • 1 carga de maíz entre dos indios
  • 1 almud de frijol
  • 3 reales de miel
  • 2 reales para pescado
Resurrección:

 

  • Vino
  • Cebón 6 pesos
  • 15 patíes
  • 9 gallinas de la tierra
  • 1 gallo
Adviento
  • 80 iguanas
  • 80 huevos
  • 7 arrobas de pescado o 7 pesos
  • 1 arroba de manteca
  • 1 onza de hilo delgado
  • Pescado 44 pesos
  • Otras cosas
  • 1 venado
  • Maíz colmado entre dos
  • Frijol
  • Chile
  • Sal
  • Chile amax
Monumento
  • ½ libra de cera
  • 1 onza de hilo
  • 5 botijas de miel
  • 1 libra de cera
  • 1 libra de cera entre cinco personas
Cada semana o jueves
  • 1 venado o 6 reales
  • 80 iguanas
  • 1 arroba de manteca
  • Huevos
  • Iguana 50 pesos
  • Manteca
Aguinaldo    
  • 3 pesos
  • 1 onza de hilo cada india

Fuente: AGI, México 308, Peticiones de indios al gobernador por el cobro excesivo de las limosnas, marzo de 1663, ff. 53v-153r.

Como se podrá observar, era constante y cuantioso todo lo que proporcionaban de manera anual, por lo que los indios pidieron al defensor se “duela de ellos y vea lo mucho que padecen sobre las limosnas que dan al ministro doctrinero”.[3] También se quejaron de que el padre doctrinero no ajustaba las limosnas, pues en el pueblo de Maní muchos indios se habían huido a los montes y aun así seguía pidiendo la limosna aunque ya no estuviesen los contribuyentes en sus pueblos y los principales se veían en la necesidad de entregarla de “su sangre y de sus bienes”.[4] Por otro lado argumentaban que nunca veían exactamente a donde iban a parar los artículos que entregaban, por ejemplo, en la conmemoración de difuntos daban un real además de nueve arrobas de miel entre hombre y mujer que se decía era para la tumba pero “que sabe Dios donde se halla”. Las quejas eran por un reciente aumento en los montos, porque en estas peticiones dejaron claro que no se negaban a seguir pagando la limosna sino lo único que pedían era que se siguiera dando como antes pues, por ejemplo, la libra de cera que era exigida para el monumento antes se recolectada entre cinco personas y a petición del religioso al momento se hacía entre dos.[5]

Es necesario señalar que las limosnas fueron al mismo tiempo el hilo conductor de los muchos motivos que propiciaron disputas y apuntalaron la conflictiva relación que había entre los grupos de poder que convivían en la sociedad colonial de Yucatán, en su intento por acceder a los beneficios que la producción indígena generaba, en específico aquellos que se destinaban a las limosnas, unos defendiendo su derecho a percibirlos y otros denunciando excesos en el cobro, en donde cada grupo justificaba su vía propia de exacción de riqueza y cuestionaba las demás.

Las disputas y las quejas entre los diferentes grupos fueron una constante durante toda la época colonial, teniendo en muchas ocasiones como principal motivo la administración de la población indígena y los beneficios que ésta generaba, en este caso las limosnas. Pero las mismas disputas, al tener que ventilarse en las instancias superiores de gobierno, ayudaron a que se emitieran órdenes reales para reglamentar esta carga y paliar los abusos que se cometían, aunque también esta limitación a la limosna ofrecía la oportunidad de canalizar la capacidad productiva que se liberaba de la obligación hacia otros mecanismos de exacción como repartimientos y servicios personales varios.

El conflicto más grave que se dio al interior de la Iglesia yucateca fue el proceso de la secularización. La importancia y auténtico monopolio que los franciscanos tuvieron en un principio por ser la única orden encargada de la evangelización, les permitió ser los beneficiarios de una gran parte de los recursos que los indios daban en calidad de limosna. El crecimiento de la Iglesia secular devino, de una posición marginada, a reclamar un mayor espacio y el acceso a la administración de las doctrinas alegando que el cristianismo estaba ya establecido y las órdenes sólo debían dedicarse a la conversión de infieles y neófitos. Pero no hay que perder de vista que, al cambiar de manos la administración de una doctrina, el cura beneficiado siguió percibiendo el beneficio de las distintas limosnas, aunque en el siglo XVIII se les cambiaran de nombre, y ese fue sin duda uno de los motivos que animaron el proceso secularizador.

No obstante, es importante señalar que los indios no sólo se quedaron como meros espectadores de estas controversias, sino que participaron en ellas, tanto a través de las instancias legales por la vía de su defensor presentando peticiones y quejas para obtener algún beneficio o aminorar las cargas que padecían, como por otras manifestaciones de resistencia más abiertas: la huida y la sublevación.

La respuesta de los mayas ante la carga que la limosna representaba osciló entre estrategias que buscaban la sobrevivencia de la población como grupo social y diversas formas de resistencia más activas. Estas formas de resistencia ante la colonización se manifestaron durante todo el periodo colonial, aunque se hacían más visibles cuando el pacto social[6] que se dio entre colonizadores y colonizados era cuestionado. Es indispensable mostrar cómo la llamada resistencia negociada trató de moderar montos y maneras de cobro, aunque nunca cuestionó el pago en sí, y ver a la huida y la rebelión como otras formas de resistir que sí rechazaron la entrega de recursos que implicaba la explotación impuesta por los españoles, a través de las cargas forzosas, entre ellas el cobro de las limosnas y obvenciones. La intención es dar a conocer el relevante papel que las denuncias, la huida y la sublevación jugaron dentro de la dinámica social colonial, pues los naturales se valían de estas estrategias para lograr su sobrevivencia como grupo y salvaguardar aspectos fundamentales de su cultura.

La resistencia negociada fue la forma privilegiada de manifestarse de los indios que no optaron por la huida y la dispersión, sino que se quedaron en los pueblos sujetos por los españoles. Esta manera de expresarse en contra de los abusos a que eran sometidos fue la que permitió la sobrevivencia de la sociedad y la cultura maya durante toda la colonia, tarea que recayó en la élite indígena y la capacidad que tenía de proporcionar “estabilidad y cohesión a las comunidades indígenas”.[7] Asimismo, era el grupo que representaba los intereses de cada uno de sus pueblos y tenía comunicación y diferentes relaciones no sólo con el obispo sino también con los distintos grupos de poder y este papel de intermediación validaba su posición al interior de sus pueblos. Esta dirigencia indígena para lograr cierta estabilidad se valió de estrategias adaptativas, lo que le permitió enfrentarse a las nuevas condiciones que implicaba el dominio español. Una de estas tácticas adoptadas fue utilizar el aparato legal y administrativo recurriendo a diversas instancias con quejas y denuncias ante abusos en el cobro de las limosnas, es decir, cuando se rompía con lo socialmente establecido la élite gobernante buscaba la manera de evitar dichos abusos y con ello buscaba restablecer el precario equilibrio que permitiera el margen requerido para la reproducción del grupo.

Aunque esta supervivencia también se debió a la forma de organización al interior de la sociedad maya, organización que se fundaba en el sistema de ayuda mutua ante la adversidad, con lazos de cooperación generados en la familia y la comunidad. Este apoyo colectivo permitía enfrentar constantes y recurrentes eventos negativos a que estaban expuestos (epidemias, desastres naturales, hambrunas, etc.) y transitar por estas calamidades permitiendo a los sobrevivientes recrear su sociedad y esta misma forma de organización. Pero esta supervivencia colectiva basada en la cooperación también tenía como objetivo unir los esfuerzos de todos sus miembros para compartir y afrontar las diferentes cargas que pesaban sobre ellos, entre ellas las limosnas, obvenciones y demás obligaciones que les eran exigidas como el mulsil y la comida de los religiosos.

En el caso de la resistencia abierta, manifestada en la huida y la sublevación, Pedro Bracamonte considera que tenían rasgos económicos y sociopolíticos en donde destaca a) los aumentos absolutos o relativos en el grado de la explotación b) modificaciones en los mecanismos de la compulsión extraeconómica, c) la persecución religiosa y cultural, y d) los cambios desfavorables en la estructura social y política con el consecuente deterioro del papel desempeñado por las élites locales en el contexto del sistema social en su conjunto.[8] En estos mecanismos de resistencia aflora el rechazo tajante a los onerosos pagos que la colonización implicaba y constituían válvulas de escape que si bien no tuvieron la capacidad de transformar radicalmente la estructura social o de influir decididamente en los niveles de la opresión, coadyuvaron a la sobrevivencia cultural y étnica.

Siglas y Bibliografía


AGI: Archivo General de Indias, Sevilla, España.

Bracamonte y Sosa, Pedro (2004), La encarnación de la profecía Canek en Cisteil, México, CIESAS-Instituto de Cultura de Yucatán-Miguel Ángel Porrúa.

Farriss, Nancy (1992), La sociedad maya bajo el dominio colonial. La empresa colectiva de la supervivencia, Madrid, Alianza Editorial.

García Bernal, Manuela Cristina (2005), “El gobernador de Yucatán, Rodrigo Flores de Aldana”, en Economía, política y sociedad en el Yucatán colonial, México, Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, pp 141-260.

  1. Los patís eran telas de algodón, pero la segunda era más tosca formada por cuatro tejidos de dos varas de largo y dos tercios de ancho, cuyo precio en la provincia era de un peso, llegando a alcanzar dos pesos en la época de escasez. Manuela Cristina García Bernal, “el gobernador de Yucatán Rodrigo Flores de Aldana”, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, p . 169.
  2. AGI, México 308, ff. 58r, Petición del pueblo de Kanasín ante el defensor de los indios sobre las limosnas que pagan a su doctrinero, Mérida 3 de marzo de 1663.
  3. AGI, México 308, Petición al defensor de los indios por principales del pueblo de Teabo sobre el cobro de las limosnas, Mérida 3 de marzo de 1663.
  4. AGI, México 308, ff. 54r-55r, Petición ante el defensor de los principales del pueblo de Maní, para que les sean rebajadas las limosnas, 3 de marzo de 1663.
  5. AGI, México 308, ff. 56r-57r, Petición de los naturales del pueblo de Uquí ante el defensor de los indios, Mérida 2 de marzo de 1663.
  6. Este pacto fue un acuerdo no establecido en ninguna ley, pero aceptado por las dos partes (españoles e indios), en donde las repúblicas aceptaron entregar buena parte del excedente económico a cambio de importantes espacios de autonomía política. Pedro Bracamonte, La conquista inconclusa…, p. 38.
  7. N. M. Farriss, La sociedad maya bajo el dominio…, p. 357.
  8. Este autor añade a su análisis los rasgos culturales en donde destaca: a) un anclaje en la interpretación cíclica del tiempo y la historia, b) una tendencia nativista a la segregación o al exterminio de los españoles y de sus obras, c) la expresión de las llamadas profecías katúnicas y d) la presencia del mito del retorno de un hombre-dios libertador de origen mesoamericano que se puede identificar con Kukulcán, Itzamná o Moctezuma. Bracamonte y Sosa, Pedro, La encarnación de la profecía…, cap. 1.