La labor de una educadora en confinamiento: tiempos
de pandemia

María de Lourdes Salazar Silva[1]
Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 097 Sur

El presente artículo aborda el relato de vida de una educadora de preescolar de un colegio privado al sur de la Ciudad de México (CDMX), la profesora Alid. El momento histórico en el que se sitúa este relato es el de la pandemia de Coronavirus del 2020. La intención del escrito es mostrar cómo vivió su trabajo docente esta educadora en confinamiento durante ese tiempo y las implicaciones para su vida cotidiana.

Como sabemos, los estudios biográficos, aun cuando abordan la vida de personas particulares, arrojan luz sobre momentos históricos específicos, sobre hechos sociales, evidenciando con ello el vínculo indisociable entre lo individual y lo social. Al respecto, Arfuch (2002: 22) habla de “un espacio geográfico que se transforma […] en un punto de partida y no de llegada, en una dimensión de lectura de un fenómeno de época”, y Ferrarotti (en Iniesta y Feixa, 2006: 8) aconseja: “habría que partir en primer lugar de las historias de vida, para que los problemas emerjan y se definan en las mismas palabras de los actores”.

En este sentido, este relato muestra la situación de precariedad y abuso laboral en la que las educadoras de instituciones privadas tuvieron que ejercer la docencia. Es una práctica común en este tipo de escuelas no otorgar seguridad social ni laboral a su personal.

Las experiencias que se develan en este relato constituyen solo un ejemplo de lo que vivieron muchas educadoras en colegios privados durante la pandemia. Se seleccionó el relato de Alid de un total de quince relatos biográficos que se construyeron a partir de entrevistas en profundidad realizadas en los meses de abril y mayo del 2022 a profesoras de educación básica en servicio que estudiaban la licenciatura en educación preescolar en la Universidad Pedagógica Nacional, unidad 097 sur. En esos relatos se repetían acontecimientos como la reducción de sus sueldos, la intensificación de sus trabajos, la ampliación de sus jornadas laborales, o la invasión del espacio público de la escuela al espacio privado de sus hogares.

Sin la pretensión de generalizar los hallazgos, sí se destacan patrones o similitudes en las experiencias vividas de un sector de profesionales de la educación durante la pandemia de COVID-19.

Las situaciones que vivieron las educadoras de esos centros educativos en la CDMX no se visibilizaron, ni se visibilizan en la actualidad. Durante la pandemia, en las mañanera informativas del expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se mencionaba que la educación en México no se había detenido, que se estaban impulsado programas como aprende en casa y que la Secretaría de Educación Pública (SEP) hacía su mayor esfuerzo desde las instancias de gobierno para que la educación de la población escolar no se detuviera. Nunca escuché, en este medio ni en ningún otro, que se mencionará la situación que vivían estas profesoras, y me preguntaba entonces ¿por qué las autoridades educativas del país o de la CDMX no hacían un seguimiento de lo que acontecía en este sector de la educación?

México, igual que otros países en el mundo, tomó medidas sanitarias como el confinamiento (Jornada nacional de sana distancia) para evitar la expansión del coronavirus que estaba cobrando innumerables vidas y amenazaba con colapsar los sistemas de salud. Esta medida entró en vigencia en marzo de 2020. Muchos sectores de la economía, los considerados no esenciales, entre ellos el educativo, suspendieron actividades presenciales. Esto repercutió en la economía de los mexicanos que laboraban en el sector informal, así como en las personas que no trabajaban en dependencias gubernamentales, y por ende, no tenían un salario garantizado mensualmente. Entre otras consecuencias, lo anterior tuvo un impacto negativo en las escuelas privadas de todos los niveles educativos, su matrícula disminuyó y algunos dueños de esos establecimientos redujeron los sueldos de las y los profesores, en ocasiones hasta en un 50%, argumentando que los padres de familia se negaban a pagar colegiaturas porque las clases no eran presenciales, o bien, porque ya no contaban con recursos para pagarlas.

Si el personal de estos colegios quería conservar su trabajo, debía aceptar esa disminución salarial, además de realizar actividades que no les correspondían como docentes, como atender a los alumnos en sus casas, elaborar material didáctico con sus propios recursos monetarios —disminuidos por la reducción de sus sueldos—, comunicarse constantemente desde sus teléfonos con los padres de familia, grabar sus clases en videos e implementar distintas estrategias con la finalidad de que la matrícula no siguiera disminuyendo, porque ello traería como consecuencia el despido o una nueva disminución salarial. Todo ello impactó negativamente en su salud. Padecimientos psicológicos como la ansiedad y el estrés hicieron su aparición, había preocupación por la posibilidad de perder su empleo y no poder solventar sus gastos de alimentación, el estudio de sus hijos, y demás gastos que enfrentamos cotidianamente todas las personas.

El relato biográfico de Alid

Alid tenía 56 años de edad cuando se entrevistó, es originaria de la Ciudad de México y contaba con 22 años de antigüedad en la docencia. Estudiaba la licenciatura en Educación Preescolar en la Universidad Pedagógica Nacional, y en su centro laboral atendía alumnos de educación preescolar. Cuando inició la Jornada nacional de sana distancia, su escuela, como otras de la iniciativa privada, continuó dando clases de manera clandestina en la casa de alguna de las profesoras, a petición de las personas que las empleaban. Evidentemente no podían hacerlo en las instalaciones educativas:

bueno, originalmente, cuando, este […] nos avisan la situación de que íbamos a trabajar desde casa, nosotros íbamos a trabajar a través de videos, ajá, hacíamos tres videos por semana y los temas que teníamos que impartir se los enviábamos a los papás, este, por correo, ya posteriormente empezamos a dar clases presenciales, tres veces por semana, pero nada más a los papás que necesitaban el servicio, entonces, en ese caso yo iba a la casa de una compañera y ahí les impartíamos clases, ella su clase de inglés y yo de español, a los niños que iban, entonces… yo daba clases a niños de kínder 2 y a niños de kínder 3 […] en la casa de la compañera que ofreció su casa, porque pues en la escuela no podíamos hacer eso, porque estaba prohibido, entonces pues ahí la directora se puso, pues no se, buscó la forma pues para que también no los padres de familia no dieran de baja a su pequeños y entonces, les dio ese servicio. (Todas las citas son del relato de vida de Alid)

La profesora refiere que sólo daban clases presenciales a aquellas personas que necesitaban el servicio, al resto del alumnado lo atendían mediante videos que ellas mismas elaboraban y enviaban por correo a los padres de familia. Así trabajaron de marzo a julio. Cuando la pandemia alcanzó un nivel más crítico por el número de casos y decesos, le avisaron que tenía que trabajar desde casa, y ella y sus compañeras empezaron a trabajar únicamente a través de los videos que elaboraban. Tenía que realizar tres videos por semana sobre temas a impartir con las y los niños. Así trabajaron de septiembre a diciembre.

En enero del 2021 empezaron a dar clases en línea sólo dos días a la semana pero los papás exigieron más días de clases virtuales. La maestra no contaba con el equipo necesario para esas clases, sólo contaba con su teléfono celular y una computadora de escritorio sin cámara, tenía que grabar los videos con su celular, y refiere que batalló pues el teléfono se apagaba constantemente y tenía que reiniciar las grabaciones.

En el mes de septiembre se decidió que teníamos que ir a dar clases, de septiembre a diciembre y ya en enero no dimos porque como se vino la ola del semáforo rojo entonces los papás decidieron que pues, ya no querían arriesgar, no tanto a los niños, sino ellos con nosotros. Claro, porque a lo mejor salimos de vacaciones, o a lo mejor no tuvimos las medidas suficientes, entonces, prefirieron llevar a sus niños y de esa fecha para acá ya no damos clase, entonces se optó por ya dar clase en línea, primero se daba clase los lunes y los miércoles, pero luego los papás nos pidieron que diéramos más días, entonces ya estamos dando lunes, martes, miércoles y viernes y ahorita regresando ya vamos a dar el jueves o sea ya vamos a dar toda la semana clases en línea.

Una de sus hermanas la apoyó comprándole la cámara de video para su computadora. La profesora tampoco tenía las condiciones de espacio en su hogar, tuvo que reacomodar algunos de sus muebles y cuadros para poder dejar libre una pared que utilizó como pizarrón. Al principio improvisó el pizarrón con una cartulina o mica, pero de nuevo su hermana le brindó apoyo comprándole un pizarrón, pues ella no tenía la posibilidad de adquirirlo.

Cuando yo empiezo, cuando me dicen que vamos a dar clase en línea, dije bueno, lo voy a hacer en mi celular, pero vi que era más complicado entonces, pues este, lo quise hacer a través de la computadora, pero casualmente mi computadora no tenía cámara de video, entonces pues viendo la necesidad pues bueno, mi hermana me apoyó en comprarme una cámara de video, para que yo pudiera dar las clases en línea porque mi computadora no tenía esa herramienta, entonces, mientras pude lo hice en el celular pero luego se me recargaba, se me apagaba, entonces era más complicado en el celular dar clases […] ha sido difícil porque no es como en la escuela que tienes como que todo el material a la mano y lo puedes ocupar, porque está adecuada precisamente como escuela y aquí no, aquí tienes que quitar cuadros yo tuve que quitar cuadros, por ejemplo, mi pared se va despintando cada vez que pego, quito y pongo [una cartulina o mica] pero en si, sí tuve que adecuar esa parte, ya después que mi hermana también me vio, me dice, ¿cómo es que estas ocupando una mica? Y pues es que no tengo, ella también me compró el pizarrón, porque yo no tenía la posibilidad.

La maestra dice que era más trabajo, pues además de los videos tenía que hacer planeaciones y láminas que debía entregar a los padres de familia todos los viernes. Los videos los tenía que enviar el sábado, ella considera que trabajaba más tiempo que cuando laboraba de forma presencial en la escuela.

quiera que no, sí, es como, mi trabajo era de lunes a domingo o sea siento que sí […] en la semana sí le invierto más que eso, una vez que yo termino de dar clases me dedico a ver ¿qué voy a ver mañana? ¿qué necesito?, lo empiezo a hacer y todo eso, entonces, pues ya el quehacer pues no es para mí tan urgente, tan importante, sino lo que voy a hacer y preparar para el día siguiente porque pues yo no soy de las que lo hago al aventón o como sea porque finalmente pues es mi ética, ¿cómo quedó frente a los papás, frente a los niños? y no me gusta ser así, o sea, ser como dicen pues al ahí se va, pues no, no me gusta, me gusta ser bien hecha en ese sentido, desde que planeo ¿qué necesitan los niños, cómo los puedo apoyar? entonces sí me lleva más tiempo.

Preparar sus materiales significó un gasto extra, la escuela no le daba material para su elaboración, no contaba con impresora en su casa y debía ir al café internet a imprimir, en ocasiones terminaba de planear las actividades muy noche y ya no podía salir al café internet, entonces tenía que calcar y colorear a mano algunas imágenes para explicarlas a los niños y niñas al día siguiente.

cuando estuvimos dando clase esté, físicamente este […] sí físicamente sí nos daba que el resistol, que las pinturas, que el foamy, no sé, pero ahorita […] porque también es otra, a los papás les cobró dinero por el material pero nada más seis meses, entonces a partir de enero ella dijo, pues como los papás no dieron para el material y se tienen que comprar las cosas pues ahora sí que háganse bolas, entonces si nosotros le pedimos a la dueña oye dame foamy, nos pregunta ¿pero para qué? ¿qué quieres hacer? es que lo voy a ocupar, pero ¿no puedes ocupar otra cosa?, entonces se pone como muy especial y yo digo, la verdad es que para estar esperando a que me dé una hoja de foamy, porque ni siquiera es un pliego, se ve más complicado, entonces yo trato de invertir en eso.

Su labor en confinamiento le pareció complicada no solo por el espacio, sino por el tiempo que empleaba para buscar la canción o la imagen adecuada que captara la atención del alumnado. Alid cuenta que debía suplir el material lúdico de la escuela con otro que ella misma hacía, como títeres, dados, pelotas, etcétera. Esto implicaba más horas de trabajo previo para las sesiones en línea con los niños y niñas. Además, se traducía en gastos extras. Refiere que, al inicio de la pandemia, cuando trabajaban en casa de alguna maestra, la directora le daba algunos materiales como resistol, el foamy, masking tape, etcétera, pero cuando se fue a trabajar a su casa ya no le daba ningún material, a pesar de que al inicio del ciclo escolar los papás habían dado dinero para ello.

bueno, antes yo podría decir que le dedicaba, no sé, a la semana planeaba qué iba a dar y qué iba a utilizar y eso, pues así a lo mucho, unas tres, cuatro horas, para toda la semana, en el caso de ahorita, entre que el video, entre que las cositas que hay que hacer, yo sí podría decir que le dedico en tiempo, prácticamente como tres días, porque no es nada más de, por ejemplo, ahorita yo llevo desde la mañana hasta ahorita, todo este tiempo haciendo mi planeación porque tengo que estar viendo, a ver, por ejemplo, ya nosotros les mandamos láminas, no usamos el cuaderno pero les mandamos láminas, por ejemplo, qué es lo que yo necesito que ellos aprendan, pero qué necesitan ellos ¿no? Entonces, busco las imágenes, busco qué es lo que van a hacer, no tiene que ser todo exactamente escrito, hay que ver si tengo que hacer juegos, voy buscando las canciones, no son siempre las mismas, entonces soy muy, muy, en ese sentido soy como muy, muy perfeccionista.

El trabajo en casa y el tiempo invertido implicaron modificar ciertas rutinas de la vida cotidiana como el aseo de la casa y la preparación de alimentos. Por ejemplo, prefería hacer comida para tres días y así tener más tiempo para preparar sus clases, además de postergar un poco la limpieza de su departamento. Implicó también trabajar en sus días de descanso, por indicación de sus autoridades: los sábados o domingos por la mañana debía mandar los videos a los padres de familia. Cuando algunos papás tenían problemas para abrir los videos, le hablaban por teléfono sábado y domingo, a cualquier hora, para que los apoyara, de tal forma que estaba pendiente del celular todo el tiempo.

desafortunadamente ha impactado mucho, porque a veces […] pues lo que se necesita trabajar en la planeación, las láminas que tengo que entregar y otras actividades que tengo que hacer a veces, sí, a veces tengo que cocinar para dos días, porque digo, no puedo perder tiempo, porque digo esto es para mañana o porque la junta técnica o porque ya me pidieron esto. Ajá […] y entonces le dedico más tiempo a esto, y que por ejemplo, lo básico que es la comida, busco lo más fácil o busco para que haga para dos, tres días, para que no me entretenga, no, para que el cocinar y eso no me entretenga, por ejemplo, la limpieza y todo eso, a lo mejor antes sí me daba más tiempo y ahora no, o sea, ahora tengo que estar, digo no es mi exageración, ni quejarme, pero creo que sí, no, no es lo mismo porque yo llegaba de la escuela, pues ya descansaba, ya limpiaba ya levantaba, ya cocinaba, ¿no? o sea, era como esa parte, pero ahorita no tengo tiempo, como, bueno, en la mañana cocino, mañana, bueno después hago la planeación, después de clase hago la planeación, no, después de clase es cuando tengo que dedicarme, a ver, ya hice mi planeación, ¿qué voy a enseñar mañana?, después de que di clase ¿qué voy a hacer para el otro día?

Su sueldo se redujo un 30% como consecuencia de la disminución de la matrícula y además no les pagaban a tiempo.

¡hijo! y en cuestión del sueldo no pues ahorita me están pagando, estoy hablando que me redujeron como un, pues como un 30% de sueldo, entonces este, la verdad es que sí, sí ha sido complicado ir sobrellevando esta parte porque, aparte, no es que nos paguen a tiempo, no, a veces pasan 2, 3 días y nos tenemos que esperar porque dice que no hay dinero, entonces eso también, a eso me he enfrentado a veces porque no nos pagan a tiempo, aparte de todo ya no nos pagan a tiempo, entonces son situaciones que sí, sí nos ha cambiado en todos los sentidos y, lo que le decía, que a veces cómo nos afecta esa parte ¿no?, de que nos empezaron a bajar el sueldo pero a veces ni siquiera nos avisan y entonces son cosas que, detalles que, hijo, nos desaniman. […] sí, o sea, yo he entendido esa parte de que ha bajado la matrícula, pero, aunque ha bajado la cantidad de niños tranquilamente nos puede pagar el sueldo que nos pagaba al principio y pues ella [la dueña] se agarra de ahí y pues, yo sigo haciendo mi trabajo porque me gusta, porque para eso estudié y pues la experiencia que me ha dado la vida en este sentido como docente, como profesora, me ha ayudado a que no me importe porque ellos, los niños, siguen para mí y me gusta trabajar con los pequeños, me gusta estar con ellos, me gusta aprender de ellos, me gusta, este, apoyarlos, o sea pues, mi trabajo me gusta, entonces pues, realmente mientras me permita sobrevivir, por lo demás pues yo voy a hacer mi trabajo, finalmente los niños no tienen la culpa, no, este, los papás tampoco, pues yo hago mi trabajo, me gusta hacerlo así.

La maestra habla del miedo que tenía a contagiarse cuando daban clases presenciales de manera clandestina, pues no contaban con seguridad social, y también estaba presente el miedo a morir.

bueno, primero yo creo que entre lo primerito, lo primerito, el problema que surgió a raíz de la pandemia pues fue el miedo ¿no?, primero como ser humano, como persona ¿no?, a contagiarme, el miedo a que pues no tenemos seguro social y el miedo a que este, pues, me fuera a morir no, porque pues tantas cosas que se oían en ese sentido no, esa es una, […] bueno finalmente después de que, pues me dijeron que íbamos a dar clases presenciales, también me surgió el miedo, pero también, como me decían, pues tienes que salir, entonces pues me atreví a dejar de tener miedo ¿no? porque me fuera a contagiar en el pesero, en el metro y todo eso y pues sí, gracias a dios no me he contagiado, y pues bueno, estar ahorita como al pendiente de pues tomar otras medidas como usar el cubrebocas, que pues ya cuando salgo a algún lado, pues, cargar el gel, por ejemplo no puedes comer en la calle.

Cuando las autoridades educativas del país decidieron el regreso presencial a las aulas, la escuela en la que trabaja Alid ofertó un ciclo escolar más y al concluir, la escuela cerró sus puertas definitivamente, después de 18 años de labor educativa. La profesora actualmente sigue impartiendo clases a niños de preescolar en el sector privado.

Termino este artículo señalando la importancia de los relatos de vida del profesorado en dos sentidos principalmente:

  1. Para sacar a estos profesionales de la educación del anonimato, para escuchar su voz, para visibilizar su labor cotidiana. Ivor Goodson plantea que “el estudio de vida del profesorado debe representar un intento de generar una contracultura basada en un modo de investigación que tenga en cuenta a los profesores y profesoras y se plantee como objetivo escuchar la voz del docente” (2004: 55).
  2. Para posibilitar a los protagonistas de los relatos de vida resignificar lo vivido, hacer suya la experiencia de lo vivido, y de esa forma construir una experiencia comunicable a otros, en el sentido de Benjamín (1989).

Referencias bibliográficas

Arfuch, L. (2010). El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Fondo de Cultura Económica

Benjamin, W. (1989). Experiencia y pobreza. En Discursos interrumpidos I, Filosofía del arte y de la historia (pp.165-173). Taurus.

Iniesta, M. y Feixa, C. (2006). Historias de vida y ciencias sociales, entrevista a Franco Ferrarotti. Perifèria: Revista de Recerca i Formació en Antropologia, 5(2), [14 pp.]. https://repositori.udl.cat/items/e0e98d9a-edf1-4f08-b1b3-3ebb1d79ab1d

Goodson, I. F. (2004). Profesorado e historias de vida. Un campo de investigación emergente. En I. F. Goodson (ed.), Historias de vida del profesorado (pp.45-62). Octaedro / EUB.


  1. msalazar@upn.mx