La importancia de la casuística: oposición y reconciliación cultural en dos películas de Akira Kurosawa

Mauricio Sánchez Álvarez[1]
CIESAS-Laboratorio Audiovisual

Ilustración Ichan Tecolotl

La coexistencia de grupos culturales históricamente distintos entre los que no necesariamente hay un diálogo o un eventual proyecto civilizatorio colaborativo en común de algún tipo, sino que guardan, más bien, trayectorias paralelas, puede dar lugar, evidentemente, a problemáticas muy diversas e incluso disímiles. Y para ilustrar este punto desde la perspectiva del cine y lo audiovisual he escogido dos ejemplos de cintas realizadas por un mismo director: Derzu Uzala (1975) y Rapsodia en agosto (1991) del japonés Akira Kurosawa. Aunque Derzu Uzala ya fue reseñada en un número del Ichan dedicado a temas de geografía, aquí se hará hincapié más en cómo cada película describe problemáticas multiculturales muy diferentes, y que dicha variabilidad situacional hace conveniente que la multiculturalidad también se piense a partir de situaciones específicas, es decir: desde la casuística.

Tanto Derzu Uzala como Rapsodia en agosto abordan asuntos que son de una gran preocupación en el mundo actual. La primera trata acerca de la oposición entre las sociedades tribales, particularmente las cazadoras recolectoras que viven en y de los bosques, y la sociedad occidental expansionista. Mientras que la segunda plantea la importancia de una cierta reconciliación entre japoneses y estadounidenses en torno a la tragedia ocasionada por la explosión nuclear en Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. Dos grandes temas: la cuestión humanoambiental (antes de que el tema del cambio climático fuese tan actual y álgido) y el resarcimiento de heridas después de una guerra y acontecimiento catastrófico.

Aun cuando Derzu Uzala toca el contraste civilizatorio en materia ambiental, situándolo en los momentos en que la rusia zarista se expandía hacia el extremo oriente del país a fines del siglo XIX, su meollo (por así llamarlo) realmente no es este contraste sino la posibilidad de una hermandad entre personas de distintas culturas, por encima de las diferencias entre ambos. En este sentido, su mensaje es el mismo que Rapsodia en agosto. Sólo que llama la atención en Dersu Uzala esta suerte de brecha insalvable entre un modo de estar en el entorno y otro, lógica que curiosamente permea mucho la discusión actual acerca de las relaciones entre sociedades tribales y (lo genéricamente llamado) Occidente. Como si no hubiera también relaciones de interdependencia y mutua afectación entre los dos ámbitos socioculturales. En la película esto queda plasmado en dos momentos. Primero, en cómo el cazador Derzu Uzala conoce mucho mejor el entorno de la tundra y los bosques siberianos que el grupo de exploradores militares que ha sido enviado a cartografiarlos y, segundo, en la profunda melancolía que Derzu siente una vez que ya no puede seguir cazando en los bosques porque está perdiendo la vista, por lo cual se ve obligado a pasar sus últimos años en la casa del capitán en una pequeña ciudad que la expansión rusa ha levantado recientemente.

Por su parte, Rapsodia en agosto le da un giro particular a lo que sería el terrible final de la confrontación nipona-estadounidense al hacer que un joven estadounidense, descendiente de japones migrantes a Hawaii, visite a parientes suyos que viven en las afueras rurales de Hiroshima. Una de estos parientes es una mujer anciana, hermana del padre del estadounidense visitante y abuela de primos de éste, quien vio y vivió la explosión desde su casa (escena que recrea la película). La idea de la reconciliación se acentúa, incluso, cuando también se muestra los cuidados que los habitantes de la ciudad de Nagasaki le deparan al pequeño jardín que acompaña los esqueléticos restos de edificios que aún testimonian la tragedia. Pero me parece que también Rapsodia de agosto se adentra en el dolor profundo e inefable que la gente local experimentó ante la tragedia, cuando en la escena final, en medio de una fuerte tormenta, la abuela sale corriendo hacia el camino que conduce a la ciudad de Nagasaki, seguida de sus tres nietos (todos tropezándose con el vendaval y el agua), mientras la banda sonora deja oír una canción infantil que dice así: el niño vio una rosa/ una rosa erguida en el campo/ florecía en toda su inocencia/ Esa imagen le provocó a él/ una inmensa fascinación/ por el color carmesí/ de la rosa erguida en el campo. Es decir, si bien la reconciliación es un puente clave para superar adversidades u odios previos, bien puede existir otro componente de significación, no menos importante, por el que cada parte expresa su sufrimiento (y al que ciertamente tiene derecho). Y es esta expresión de dolor lo que quizás le cuesta ver a la otra parte (posiblemente porque también está sumida en su propia versión trágica y dolorosa). De tal modo, como reza la canción, no nos queda sino contemplar la versión del otro con inocencia, en vez de suspicacia (que es el acicate de un conflicto mutuo).

Y volviendo a la multiculturalidad: un examen crítico de la misma implica y requiere, en mi opinión, de mirar más allá de las políticas y las interacciones. Un diálogo profundo requiere mirar más allá de las razones propias que se tienen para participar en él, acercándose a lo que el Otro no necesariamente expresa directamente.


  1. Correo: msa@ciesas.edu.mx