Javier Hernández Chelico[1]
La Jornada

Fotografía: Daniel Murillo Licea, Centro Cultural El Rule, CDMX, 2024.
Resumen
El artículo presenta algunos aspectos relacionados con las características, orígenes e historia de los Hoyos Fonky en México y el papel del rock mexicano, posteriormente llamado rock urbano.
Palabras clave: Hoyos Fonky, Rock mexicano, Three Souls in my Mind, Rock urbano; Parménides García Saldaña.
A principios de los años sesenta del siglo pasado, jóvenes músicos buscaban espacios en la ciudad de México para mostrar sus propuestas sonoras basadas en un nuevo ritmo llamado rocanrol.
En Inglaterra, The Rolling Stones tocaban su música negra en Station Hotel; en Hamburgo, cuatro adolescentes ingleses iniciaban su camino a la celebridad en un maloliente Cavern Club; en los setenta se inauguró CBGB’s OMFUG, espacio/refugio de futuros personajes como The Ramones, Blondie y The Damned. Todo esto sucedía al margen de las disqueras transnacionales de aquella época.
Mientras en nuestro país, a fines de la década de los años sesenta del siglo pasado, emergieron unos espacios conocidos como hoyos fonky. Al respecto, Parménides García Saldaña[2] escribió:
Con el rock resurgen los hoyos fonkis en la ciudad de México. En la segunda parte de la década de los años cincuenta y la primera mitad de los años sesenta, estos hoyos fonkis asumieron la onda de cafés. A ellos acudían jóvenes proletarios y de clase media […] Poco a poco las autoridades citadinas fueron clausurando tales hoyos, como todos ustedes los apasionados fans del rock saben (Velasco, 2013: 93).
Más adelante, en el mismo texto, Parménides establece: “Funky es el lado hard (macizo), dirty (grosero), heavy (pesado, grueso), del rock. Funky es lo contrario de Straight” (Velasco, 2013: 94). Para situar la época de la publicación de este artículo, basta leer lo siguiente:
Ahora que el rock hizo posible un periódico como Piedra Rodante, los hoyos funkis empiezan a proliferar en los barrios proletarios. Los jóvenes (la chaviza) de esas colonias en torno al monumento a La Raza, se reúnen domingo a domingo a bailar al compás de la música rock de Three Souls in my Mind, Peace&Love, Cherokee, Dug Dugs […].
Revolución, Antonio Caso, Maya, Chicago, Herradero, Cortijo, Las Láminas, JC Caritas, Brasil, Mustang, Mandril, Blow up, Siempre lo mismo, Covadonga, Salón Cristal, Félix Azuela, Club 5 de Mayo, Arena López Mateos, Gimnasio de la Nueva Atzacoalco, el Lienzo Charro de Pantitlán, el Foro Isabelino, el Cosmos 2000, el Balneario de Pantitlán, Chicago, Balderas son sólo algunos nombres de esos lugares donde, con el tiempo, surgió una corriente musical conocida después como rock urbano, subgénero que lideró Three Souls in my Mind, primero, y luego El Tri, cuyo fundador, Alejandro Lora, platica al respecto al recordar su cercanía con Parménides:
Llegó a ir un par de veces con nosotros; nos íbamos atrás —echando caguamas— en una camionetita pick-up Ford de los años ’50 que tenía el maestro Joaquín. Alguna vez nos vimos, un jueves o miércoles, y me dijo ‘¿No van a ir a los hoyos? Invítame’ ¿Hoyos, cuáles hoyos?, le pregunté. ‘A los hoyos fonky’. Ah, a las tocadas. ‘Sí’. Son hoyos fonky, por lo fonky que está allí el ambiente. Son hoyos a donde nos ha mandado el pinche gobierno. Al rocanrol no lo deja sobrevivir más que en los hoyos. Y son fonky, porque la onda está muy grasosa allí (entrevista a Alejandro Lora, por el autor).
Lora sigue el hilo de sus remembranzas:
Sin querer, sin haberlo planeado, el maestro Parménides García Saldaña los bautizó así estando cotorreando con nosotros. Sin siquiera estar en uno de esos lugares. Apenas nos estábamos poniendo de acuerdo para ir allá el fin de semana; tocábamos en tres/cuatro lugares; tocábamos en Tlalnepantla, en Siempre lo mismo, en el Revolución, en Tlatelolco. Andamos en esa camionetita Ford. Allí echábamos los instrumentos y nosotros nos íbamos sentaditos atrás echando caguamas. Fue entonces cuando el maestro Parménides García Saldaña los bautizó sin haberlo premeditado. De hecho, Three Souls in my Mind se dio a conocer en los hoyos, sobre todo después de Avándaro. Sí existían desde antes, pero no tenían tanto auge; también, antes de Avándaro sí había tocadas, pero en lugares más nice. En teatros, en la Arena México, en lugares donde no estaba tan fonky el cotorreo. Pero a raíz del Festival de Avándaro se viene la represión cabrona, entonces, pos no había otra más que regresar a los hoyos. Es entonces cuando nace el verdadero rocanrol callejero y contestatario. Antes, era una música más complaciente: las tocadas eran el CUM, en la Salle, en los frontones de la Roma, de la Narvarte —el Parme era de la Narvarte—. Cuando pasó lo de Avándaro, ya parece que iban a hacer tocadas en el CUM o en la Salle. Nos mandaron a la chingada, o sea, a los hoyos fonky.
Por supuesto, esta situación no se dio con la llegada del rock&roll a nuestro país, porque en su primera etapa el R&R fue admitido como moda musical; artistas consagrados fueron los pretensos rocanroleros: Agustín Lara, Luis Aguilar y Pedro Vargas, por ejemplo, fueron protagonistas de un filme de 1957 titulado, oportunistamente, Los chiflados del rock’n’ roll. Por su parte, la vedete Gloria Ríos hizo el primer cover de un rock&roll famoso: “El relojito”, versión muy libre de “Rock Around the Clock”.
El rocanrol sonó más genuino cuando —ya castellanizado— fue hecho por jóvenes dirigido a jóvenes. Ellos, desde el privilegio de su mocedad cantaban: Voy a decirles unas cosas que no puedo ya por más callar / es imposible que la gente quiera que no cante el rocanrol / y aunque digan los vetarros “música infernal” / pa’ mí es un dulce canto que me hace soñar… letras como estas iniciaron las disputas entre lo nuevo y lo viejo.
Al principio, para escuchar y bailar rocanrol se inventaron las llamadas tardeadas —vigiladas por los mayores— casi siempre realizadas casas particulares; después, la nueva generación de jóvenes (futuros rebeldes sin causa) se adueñaron de los ya existentes Cafés Cantantes —puestos de moda, primero, por existencialistas y beatniks—, lugares con nombres tan clasemedieros como Schiaffarelo, Hullaballo, Cerebrum, A Plein Soleil y el 2+2 eran el refugio y donde se sentía libre aquella generación de púberes rocanroleros.


Carteles de algunas tocadas. Archivo Javier Hernández Chelico
A mediados de los sesenta, el rocanrol dejó de ser rocanrol, para convertirse simplemente en rock. En México se vivió un cambio en diferentes ámbitos. La industria discográfica transnacional intentó crear sus propios ritmos —Yenka, go go, etc.— para imponerlos a los adolescentes. Por un tiempo, algunos espacios como las pistas de hielo Insurgentes y Revolución brindaron cobijo a chamacos con gusto por la música en inglés que no era programada en la radio (Stones, Beatles, The Who, Kinks, Jefferson Airplane, Spooky Tooth, B.B King, James Brown) y por las sonoridades con olor a blues-rock-pop que tocaban músicos mexicanos marginados por televisión, prensa y disqueras: Dug Dug’s, Javier Bátiz, Los Monjes, Los Esclavos, Los Sinners, y demás. Los jóvenes con más recursos económicos podían escuchar esto y más en lugares exclusivos como Los Globos, el Champagne a Go Go y el Terraza Casino; los chavos de barrio, obreros, estudiantes o desocupados tuvieron que inventar dónde ir: salones de fiesta, estacionamientos, bodegas, patios de escuelas, eran habilitados con improvisados escenarios y con equipos de audio elementales; eran conciertos —los asistentes les empezaron a llamar “tocadas”— donde se presentaban conjuntos noveles junto a grupos con cierto renombre en el ambiente subterráneo rocanrolero de finales de los años sesenta del siglo pasado.
Estos lugares florecieron al convertirse en resguardos para jóvenes que no contaban con posibilidades económicas para escuchar “su música”, lejana de las fórmulas mercadológicas de las compañías disqueras; allí, unos tenían identidad y sentido de pertenencia, y, quienes tocaban, libertad creativa: los hoyos fonky se convirtieron en su bunker. Después del festival Rock y Ruedas de Avándaro, los hoyos fonky fueron, nuevamente, el hábitat de músicos y seguidores del rock alejado de lo mediático y prefabricado.
Agrupaciones ya consagradas como Dug Dug’s y Javier Bátiz encabezaban los carteles a principios de los años setenta; igual, El Ritual, Bandido, Tequila, Enigma alternaban con agrupaciones como Factory, Epílogo, Three Souls in my Mind, quienes empezaban su andar por el sinuoso y resbaladizo camino del rock en México. Sitios como el Petunias —después Salón Chicago— el Blow up, y el Romano, iniciaron la tradición en el DF; lugares, estos, donde se presentaban bandas como Love Army —descendente directo de Tijuana Five— donde forjó su leyenda Alberto Pájaro Isordia, quien al referirse sobre el tema señala:
Los hoyos fonky fueron un recurso desesperado para seguir adelante con el entonces naciente rock original en México. Una especie de incubadora para grupos que hacían su propia música en un ambiente de represión y prohibición que comenzó un poco antes de Avándaro, y que después… bueno ya sabemos lo que pasó después. Fuimos como guerrilleros musicales en un país gobernado por una pandilla de idiotas criminales, lo cual, desgraciadamente para México, no ha cambiado mucho a través de los años (entrevista realizada por el autor).
El Pájaro Isordia compuso “Caminata cerebral”, canción clásica de aquellos años: Oye Cristo no regreses / no te vayan a rapar / es la era de acuario / y nadie te entenderá. Otras canciones que quedaron en la memoria colectiva y son estandartes para los chavos de aquellos años son “Nuestros impuestos”, “Easy woman”, “Bajo el signo de acuario”, “La gente”, y “Freedom now”; más recientes, “Él no lo mató”, “El toque mágico”, “Tu mamá no me quiere”, “Abran esa puerta”, “Esta noche es nuestra” y “Aviéntense todos” en versión punk, que, entre muchas otras, son paradigmas sonoros surgidos del rock subterráneo en México.


Carteles de algunas tocadas. Archivo Javier Hernández Chelico
En la actualidad, los hoyos fonky y el rock urbano atraviesan por una crisis generada por diversos factores. Se habla de la carencia de nuevas bandas; de la proliferación de grupos dedicados a hacer cover a baladas de los años setenta; otro motivo es lo repetitivo, en un periodo de muchos años, de los carteles encabezados por grupos como El Tri, Haragán, Liran’rol, Bostik, Tex Tex, Rod Levario, Interpuesto, Sam Sam, Next y Transmetal, agrupaciones con varios lustros en su historial. Al pasar el tiempo, éstas longevas agrupaciones lograron llevar lo fonky a festivales como el Vive Latino y han realizado conciertos en recintos como el Auditorio Nacional, el Lunario, o los teatros Metropolitan y Blanquita, y además han realizado extensas giras en Estados Unidos. Pero una luz de alerta permanece prendida desde hace un tiempo ante evidencias como la poca asistencia de público a festivales y tocadas de fin de semana en los ya no llamados hoyos fonky, y la petición de organizadores y músicos de realizar los conciertos en espacios habilitados para ello.

Cartel de una tocada. Archivo Javier Hernández Chelico.
PD de 2025
El nombre del movimiento conocido al principio como rock mexicano, después llamado rock urbano, fue un término impuesto por la voz del barrio para distinguirlo del rock mediático promovido por disqueras transnacionales y grandes promotoras.
En la actualidad, el rock mexicano o rock urbano naufraga por falta de nuevos talentos que sustituyan en sus carteles a El Tri, El Haragán y Compañía, Liran’rol, Tex Tex, agrupaciones que ampliaron sus horizontes laborales y pocas veces tienen presencia en las tocadas de fin de semana en la periferia de la ciudad.
A lo anterior se suman ausencia de figuras señeras que han dejado este plano terrenal: Lalo Tex, Charlie Montana, o David Lerma, el Guadaña, autor de una de las rolas más icónicas para los asistentes a las tocadas de los inmarcesibles hoyos fonky:
Abran esa puerta,
andan afuera en el talón.
Son aferrados,
a ellos les late el Rock ‘n’ Roll.
Yo he sentido la tensión de estar afuera en la puerta
oyendo la guitarra y a la banda gritar.
He taloneado a la banda para entrar al refuego,
también he armado portazos para poder entrar.
Abran esa puerta y déjenlos pasar.
Organizador, te tienes que alivianar.
La banda está alterada, quiere rockanrolear.
Abran esa puerta y déjenlos pasar.
Organizador, ponte a reflexionar,
nunca te has alivianado con el personal.
Se encuentran a la puerta,
la banda afligida,
no tienen monedas para poder entrar.
Los chavos en las esquinas taloneando a la banda,
a la banda movida, quieren rockanrolear.
Abran esa puerta y déjenlos pasar.
Organizador, te tienes que alivianar.
La banda está alterada, quiere rockanrolear.
Abran esa puerta y déjenlos pasar.
Organizador, ponte a reflexionar,
nunca te has alivianada con el personal,
hasta parece que tienes un hoyo en el alma.
Te gusta que sufran por no poder entrar.
Estás haciendo fortuna caciqueando a la banda,
es tiempo que te alivianes ya con el personal…
Referencias
Velasco, Jorge (comp.), (2013). Rock en salsa verde, Conaculta- Uva tinta.
- Correo electrónico: lacamineralink@gmail.comNota: Una primera versión de este texto apareció en el diario Milenio, el 31 de enero del 2016. El texto fue actualizado para esta publicación. ↑
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Parménides García Saldaña nació en Orizaba, Veracruz, el nueve de febrero de 1944, y murió en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1982. Colaborador sobre temas de rock en Excélsior, El Heraldo de México y Novedades y en las revistas La Piedra Rodante y Pop, fue autor de los libros Pasto verde (1968), El rey criollo (1971), En la ruta de la onda (1974), Mediodía (1975) y un libro póstumo, titulado arbitrariamente En algún lugar de rock. ↑