La emergencia educativa: recuento de daños de los efectos negativos de la pandemia por Covid-19 en la educación y algunas recomendaciones

Felipe Hevia
CIESAS Golfo


La pandemia del COVID-19 ha causado la mayor disrupción que ha sufrido nunca la educación […] Ya antes de la pandemia sufríamos una crisis de la educación. Más de 250 millones de niños en edad escolar no estaban escolarizados. Y, en los países en desarrollo, solo la cuarta parte de los alumnos de secundaria dejaban la escuela con competencias básicas. Ahora nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas […] Las decisiones que los gobiernos y los asociados tomen ahora tendrán un efecto duradero en cientos de millones de jóvenes, así como en las perspectivas de desarrollo de los países durante decenios […] Ahora que el mundo enfrenta niveles insostenibles de desigualdad, necesitamos la educación ̶el gran igualador ̶ más que nunca.

Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas (Guterres, 2020).

Dicen que un pesimista es un optimista con datos. La información disponible para el campo de la educación muestra un panorama devastador de la pandemia de la Covid-19 que tendrá efectos en el mediano y largo plazo en nuestros sistemas educativos y en la sociedad en su conjunto. Para afrontar esta emergencia, existen algunas salidas que tienen que ser implementadas cuanto antes por gobiernos, escuelas y la sociedad en su conjunto, teniendo como principales aliadas las evidencias disponibles. Este documento es una primera sistematización de los efectos negativos del cierre de las escuelas producto de la pandemia en varias dimensiones, con información actualizada a septiembre de 2020, y de las principales recomendaciones que organismos internacionales ofrecen para afrontar esta emergencia educativa y reducir sus daños presentes y futuros a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes del planeta.

El tamaño y la gravedad de la emergencia educativa

Según Naciones Unidas, la pandemia Covid-19 representa la mayor perturbación de los sistemas educativos en la historia, afectando a cerca de 1 600 millones de estudiantes en 190 países. El 99% de la población estudiantil mundial se ha visto afectada por los cierres de escuelas y otros espacios de aprendizaje (United Nations, 2020: 2).

Esta perturbación encuentra a los sistemas educativos ya en una situación de crisis de los aprendizajes, puesto que a nivel mundial el 53% de niños de países de bajos y medianos ingresos (incluyendo a México), a pesar de estar yendo a la escuela (World Bank, 2019; UNESCO, 2018). El Proyecto MIA, muestra que en la península de Yucatán, el 57% de niños y niñas de 3º de primaria no pueden comprender una lectura simple, y el 66.7% no pueden resolver restas de dos dígitos (MIA, 2019).

Efectos asociados al cierre de las escuelas

Según la Unesco, el cierre de las escuelas producto de la pandemia tiene las siguientes características y consecuencias negativas: interrupción del aprendizajes, falta de preparación de los padres, aumento de confusión y estrés de los maestros, aumento de estrés de los padres, aumento de probabilidad de abandono escolar, aumento de probabilidades de malnutrición infantil por falta de acceso a comidas escolares, dificultades para el cuidado infantil, mayores costos económicos y desafíos para mantener y mejorar aprendizaje a distancia (IES-UNESCO 2020, 3; UNESCO 2020a). Veamos algunos más en detalle:

Abandono y exclusión educativa

Uno de los efectos del cierre prolongado de escuelas es el riesgo de abandono educativo, esto es, de que niños, niñas, adolescentes y jóvenes interrumpan su trayectoria escolar, sean excluidos de la escuela. Al respecto, Unesco estima que 23.8 millones de niños y jóvenes podrían abandonar o no tener acceso a escolarización sólo por la crisis económica asociada a la pandemia (UNESCO, 2020b) de los cuales 3.13 millones están en América Latina y el Caribe (UNESCO, 2020b, 11). Y este abandono y exclusión tendrá efectos desproporcionados para niñas y mujeres (GPE, 2020). La información disponible muestra que estas cifras incluso son optimistas. En agosto de 2020 la Secretaría de Educación Pública (SEP) calculó que un 10% de estudiantes del nivel básico y el 8% en nivel medio superior abandonaron sus estudios a causa de la pandemia de coronavirus, un problema que ya venía siendo de los más graves en el país, en particular en Educación Media Superior y en Secundaria (Arellano, 2020).

Rezago y pérdida de aprendizajes

El segundo desafío es lo que se conoce como el rezago de aprendizajes, que se define como la carencia de aprendizajes esperados respecto a la edad y grado escolar de los educandos (Vergara-Lope y Hevia, 2018: 47). Este rezago es un problema mundial que antes de la pandemia afectaba a 617 millones de NNA en el mundo, incluyendo a aquellos que van regularmente a la escuela pero que no aprenden lo necesario para continuar con trayectorias educativas exitosas (UIS-UNESCO, 2019). En México, según TERCE, el 33.1% de estudiantes de 3º de primaria en lectura y el 30.3% en matemáticas se encontraban en esta situación en 2015. Y de los estudiantes de 6º de primaria, el 9.6% en lectura y el 23% en matemáticas estaban en esta situación (UNESCO, 2015).

A este problema se suma la “pérdida de aprendizajes” (learning loss), producto de la larga ausencia en las escuelas y que impacta directamente en el rezago de aprendizajes. Existe amplia documentación sobre esta pérdida en vacaciones de verano (Kuhfeld, 2019), pero también se ha estimado un incremento importante de esta pérdida entre niños que no asisten a la escuela por un periodo prolongado (Sabates y Carter, 2020). Para el caso del cierre de las escuelas por la pandemia, los primeros resultados disponibles son muy preocupantes: Estimaciones diversas generadas por el Banco Mundial sugieren que 25% de los estudiantes “pueden caer por debajo del nivel básico de competencia necesario para participar eficaz y productivamente en la sociedad, y en el aprendizaje futuro, como resultado únicamente del cierre de escuelas” (United Nations, 2020, 8; Iqbal, et al., 2020). En Canadá, se estima un aumento de cerca del 30% en las brechas de aprendizaje en aptitudes socioeconómicas (Haeck y Lefebvre, 2020).

Azevedo y sus colegas estiman que, en un escenario realista, el estudiante promedio perderá 16 puntos PISA como resultado del cierre de escuelas, o el equivalente a poco menos de medio año de aprendizaje en un país típico; en un escenario optimista, los estudiantes perderán 7 puntos PISA, y en un escenario pesimista, 27 puntos PISA (Azevedo et al., 2020: 22). El cierre de las escuelas permite estimar un aumento importante en las brechas de aprendizajes y en la severidad de estos rezagos. Usando PISA, en América Latina y el Caribe antes de la pandemia ya había un rezago de 53%. En el escenario optimista sugiere que este rezago podría aumentar hasta 60% y en el pesimista, hasta 68% de estudiantes incapaces de poder seguir trayectorias escolares y ubicarse por debajo del mínimo esperado (Azevedo et al., 2020: 24).

La pérdida y el rezago de aprendizajes fundamentales tiene un efecto a largo plazo en la trayectoria escolar. Así, sin cursos remediales, lo que los niños de 3º de primaria dejen de aprender por tener sus escuelas cerradas durante tres meses, hasta el 72% de los estudiantes se quedarán tan atrás que para el décimo grado habrán abandonado la escuela o no podrían aprender lo mínimo en ella (United Nations, 2020, 9; Kaffenberger, 2020).

Pérdida de años de escolarización

Otro factor asociado al cierre de escuelas por la pandemia de Covid-19 podría resultar en una pérdida de entre 0.3 y 0.9 años de escolarización ajustada a la calidad, reduciendo los años efectivos de escolarización básica que los estudiantes alcanzan a lo largo de su vida de 7.9 años a entre 7.0 y 7.6 años (Azevedo et al., 2020: 1).

Efectos económicos medidos por pérdidas futuras

Los efectos económicos asociadas al cierre de las escuelas se calculan en pérdidas futuras asociadas al costo de oportunidad y a los retornos económicos asociados a los años de escolarización. Así, se calcula que a nivel mundial, la pérdida futura de ingresos por el cierre de escuelas representan entre el 12 y el 18% del PIB mundial actual, con mayor impacto en los paísies de ingresos bajos, donde las pérdidas representarán entre el 43% y el 61%, y de pasíses de ingresos medios, con pérdidas entre 15 y 22% en términos del PIB actual (Psacharopoulos et al., 2020: 9).

¿Qué se puede hacer para afrontar esta emergencia educativa?

Como puede verse, la intensidad y profunidad de la crisis es severa y, si sumamos los potenciales efectos de la crisis económica asociada a la pandemia, pueden agravar aún más estos escenarios. Ante este escenario, Naciones Unidas hacen cuatro grandes recomendaciones generales, cada una de ellas con estrategias específicas:

1) Surprimir la transmisión del virus y planificar la reapertura de las escuelas; 2) proteger el financiamiento a la educación y coordinarse para el impacto; 3) construir sistemas educativos resistentes para un desarrollo equitativo y sostenible y; 4) reimaginar la educación y acelerar el cambio en la enseñanza y el aprendizaje (United Nations, 2020: 3̶ 4).

En lo que queda de este documento, queremos centrarnos en una estrategia que nos parece fundamental para afrontar esta crisis y que ya estamos implementando desde el CIESAS, por medio del Proyecto Medición Independiente de Aprendizajes (MIA), a saber: fortalecer acciones remediales para afrontar la pérdida de aprendizajes.

En efecto, junto con las recomendaciones sanitarias fundamentales para suprimir la transmisión del virus ̶que implica importantes desafíos para que las escuelas cuenten con agua, jabón, medidas higiénicas y de sana distancia necesaria ̶ Naciones Unidas plantea que es fundamental “centrarse en abordar las pérdidas de aprendizaje y prevenir el abandono escolar, en particular de los grupos marginados”. Esta aproximación permite que, al mismo tiempo que las autoridades educativas se basan en las lecciones positivas ̶y toman en cuenta las negativas ̶ de la crisis, se necesita fortalecer acciones en torno a tres prioridades: i) recuperar el retraso en el aprendizaje, ii) devolver a la escuela a los alumnos que corren el riesgo de abandonar los estudios, y iii) centrarse en el bienestar social y emocional de la población estudiantil, los profesores y el personal (United Nations, 2020: 24).

Algunas estrategias basadas en evidencia que han mostrado efectividad para reducir estas pérdidas de aprendizaje son los “cursos de verano” (summer courses) que se llevan tradicionalmente a cabo en países como Estados Unidos o Canadá en el periodo de vacaciones (Kim y Quinn, 2013). Otra estrategia basada en evidencia es “Enseñar en el nivel adecuado” (Teaching at the Right Level-TaRL) desarrollada en India por la organización civil Pratham y que hoy se está aplicando en diversos países de África y Asia (Azzi-Huck y Shmis, 2020; Banerjee et al., 2016).

En un documento reciente, explicamos cómo podrían estas innovaciones aplicarse en México en el contexto de pandemia. Junto con Samana Vergara-Lope y Anabel Velásquez propusimos convertir el regreso a clases en una oportunidad para abatir el rezago de aprendizajes básicos por medio de tres pasos: 1) centrarnos en aprendizajes básicos ̶ciudadanía, lectura y aritmética básica ̶ más que en aprendizajes esperados, 2) dotar a docentes y escuelas de herramientas diagnósticas que identifiquen de manera simple y clara el rezago y la pérdida de aprendizajes básicos producido por el confinamiento, y 3) utilizar metodologías basadas en evidencia, como la estrategia de “Enseñar en el Nivel Correcto (TaRL)” para maximizar los cursos de nivelación que se proponen para agosto de 2020. Si las autoridades educativas confían en los maestros, y les confieren autonomía y herramientas pedagógicas pertinentes a sus contextos, podremos disminuir significativamente el rezago en aprendizajes (Hevia, Vergara-Lope, y Velásquez, 2020).

Estas acciones serán necesarias, pero no suficientes, para hacer frente a esta emergencia educativa, y se necesitará el compromiso de gobiernos, escuelas, maestros, estudiantes y docentes, académicos y de la sociedad en su conjunto para que la esperanza nos mantenga optimistas y podamos superar esta emergencia.

Por último, quiero dedicar este pequeño recuento a mi papá, Patricio Hevia, quien falleció durante estos tristes meses de pandemia, y que era un gran optimista con datos.

Bibliografía

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