La educación minera en el México del siglo XIX

Lucero Morelos Rodríguez[1]
Instituto de Geología – Acervo Histórico | luceromr@geologia.unam.mx


Palacio de Minería, fachada, INAH, SINAFO. Fototeca Nacional. https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia%3A396119


La riqueza mineral latente

México es un territorio rico en recursos minerales y naturales que posee un linaje minero ancestral que se remonta a las prácticas y saberes milenarios de las culturas nativas en la búsqueda y explotación de metales y vidrios preciosos, como la obsidiana (Pastrana et al., 2018; Cruz Pérez et al., 2021). Tras la conquista y el descubrimiento de las minas en los actuales estados de Guerrero, Estado de México, Zacatecas, Chihuahua, Guanajuato e Hidalgo, los filones minerales fueron explorados y explotados de manera intensiva; la riqueza mineral latente distribuida y descubierta a lo largo de la Sierra Madre Occidental permitió al Estado español acumular durante trescientos años cantidades exorbitantes de plata e insertarse en los circuitos comerciales ultramarinos. Desde hace cinco siglos, México destaca como el primer producto de plata en el mundo (Probert, 1987).

Los conocimientos en la extracción y beneficio mineral fueron saberes heredados por los gremios de operarios y prácticos. Durante el siglo XVIII, las monarquías europeas impulsaron la creación de las Academias de Minas, establecimientos donde se formarían funcionarios expertos en la explotación de los recursos minerales. La primera en su tipo fue fundada en 1765 en Freiberg, Sajonia, cuyo modelo educativo sería replicado en países como Austria, Rusia, Francia, España y sus colonias.

Con la implantación de las reformas borbónicas en el reino de la Nueva España, la modernización al ramo minero se puso en marcha: en 1777 quedó erigido el cuerpo y Tribunal de Minería y en 1783 se expidieron las Ordenanzas de minería, un código para su ejercicio con vigencia de casi un siglo. En cumplimiento del título XVIII de las Ordenanzas, se estableció el Real Seminario de Minería, plantel impulsado por el gremio minero con el fin de formar profesionales en el ramo. Tras la muerte de su fundador e iniciador, don Joaquín Velázquez Cárdenas de León (1732-1786), correspondió al metalurgista español Fausto de Elhuyar (1755-1833) desempeñar la dirección del cuerpo de la minería y del Real Seminario de Minería, la primera escuela de ingeniería de América. El objetivo de este texto es ofrecer un recorrido por la historia de la educación técnica en México, a partir de las escuelas prácticas de minas creadas en Fresnillo y Pachuca durante el siglo XIX, que dependieron del Colegio de Minería, así como la Escuela de Minas de Guanajuato, que existió en paralelo a la Escuela Imperial de Minas durante el Segundo Imperio de Maximiliano.

El Real Seminario de Minería

Hace 229 años, el 1 de enero de 1792, se inauguró el Real Seminario de Minería, en el antiguo Hospicio de San Nicolás, en la calle de Guatemala 90 en el centro histórico de la Ciudad de México. Entre 1797 y 1813 fue construido exprofeso su majestuoso edificio, el Palacio de Minería. Este icónico establecimiento es la piedra de toque de la educación minera en el país, ya que es la primera escuela de minas, la cuna de la ingeniería y de las ciencias de la Tierra en el continente americano. Su fundación respondió al interés de la Corona española en la formación de jóvenes capaces de mejorar la explotación de la riqueza del reino, en particular la plata y con base en materias fundamentales como las matemáticas, la física, la química, la metalurgia y la mineralogía ‒la cátedra vertebral‒, siguiendo el modelo de las Academias de Minas de Freiberg y de París basado en la explotación minera por la vía científica. Durante cuatro años, los alumnos debían realizar un informe de los aspectos geognósticos y de explotación o beneficio para obtener el título de Perito facultativo de minas o Perito beneficiador de metales (Ramírez, 1890; Izquierdo, 1958; Escamilla y Morelos, 2017)

Los egresados de las escuelas mineras representaron un nuevo actor, un artisanal scientific expert (oficial gremial/ingeniero/científico) figura que en México dio paso a los ingenieros científicos en el siglo XIX (Klein, 2012). Estos profesionales fueron pioneros en la introducción de mejoras técnicas en la explotación y el beneficio, y al mismo tiempo, iniciaron el estudio científico de los recursos naturales y minerales, de tal suerte que pueden ser considerados ingenieros de minas/geólogos.

A lo largo de su historia, la institución minera tuvo diferentes denominaciones y estuvo adscrita a diferentes instancias oficiales. Tras la Independencia se le llamó Colegio Nacional de Minería; posteriormente, Escuela Imperial de Minas; a partir de 1867, Escuela Especial de Ingenieros y durante el Porfiriato, Escuela Nacional de Ingenieros. Desde su fundación en y gran parte del siglo XIX, el establecimiento se posicionó como la única y principal institución educativa minera y metalúrgica, pese a que sus estudiantes enfrentaron la falta de práctica en las labores mineras, que suscitó críticas al momento de su contratación en las negociaciones mineras. Esta situación se buscó subsanar con la apertura de una escuela experimental, dependiente de la de la capital, donde los alumnos pudieran estudiar in situ las labores de explotación y metalurgia, visitar las instalaciones mineras y metalúrgicas y realizar viajes de exploración geológica, durante dos años.

La primera escuela práctica minera fue fundada en Fresnillo, Zacatecas, estando en funcionamiento regular entre 1853-1858; posteriormente fue trasladada al mineral de Pachuca entre 1861 y 1863. Durante el Segundo Imperio (1864-1866) fue creada la Escuela Práctica de Minas en Guanajuato, y en 1877, fue reabierta la Escuela Práctica de Minas y Metalurgia de Pachuca, que tuvo su ocaso en 1914. Estas escuelas, unidas al Colegio de Minería/Escuela Nacional de Ingenieros, recibieron el apoyo de las compañías y negociaciones mineras de las regiones que se tradujo en el auspicio económico y la libre entrada a las minas y haciendas de beneficio a los alumnos (tabla 1).

Tabla 1. Escuelas de minas en América (siglos XVIII-XIX).

Lugar Fecha
México 1792
Fresnillo 1853-1858
Escuela itinerante 1860-1861
Pachuca 1861-1863
Copiapó, Chile 1857
Guanajuato Febrero de 1864
Columbia, EE. UU. Noviembre de 1864
Missouri, EE. UU. 1871
Colorado, EE. UU. 1874
Lima, Perú 1876
Ouro Petro (Brasil) 1876
Michigan, EE. UU. 1885
Medellín, Colombia 1887
Nuevo México, EE. UU. 1889

Fuente: Escamilla y Morelos, 2017: 155.

Las Escuelas Prácticas de Minas: Fresnillo, Guanajuato y Pachuca

Durante los primeros sesenta años, el sistema de enseñanza minera en el Colegio de Minería se caracterizó por ser altamente teórico; aunque los alumnos realizaban prácticas en zonas de explotación minera al concluir cuatro años de cursos teóricos en la capital, éstas no se llevaban a cabo bajo la dirección de los profesores, situación que derivó en que los empresarios prefirieran a los empíricos para ocupar cargos importantes en la explotación y beneficio. Dadas estas circunstancias, desde los años cuarenta del siglo XIX, este sistema preponderantemente teórico fue criticado por los miembros de la propia escuela. La jubilación de Andrés del Río (1764-1849), catedrático de Mineralogía en 1846 y el relevo generacional fueron factores determinantes para la reforma de la enseñanza minera teórico-práctica.

El ingeniero Antonio del Castillo (1820-1895), profesor sustituto de Del Río, se desempeñó de manera simultánea como diputado. Desde esta posición, en 1851 propuso el establecimiento de un ministerio de obras públicas, la carrera de ingeniería civil y la creación de una Escuela Práctica de Minas y Metalurgia para el entrenamiento práctico de los estudiantes del Colegio de Minería de la Ciudad de México. Esta idea fue una realidad en 1853 con la creación del Ministerio de Fomento, bajo sus auspicios, al año siguiente la Escuela inició actividades en el mineral del Fresnillo en Zacatecas con apoyo económico de la Compañía Zacatecano-Mexicana. El cuerpo docente quedó conformado por los ingenieros Pascual Arenas (ca. 1830-1875), Miguel Velázquez de León (1830-1890) y Antonio del Castillo, quienes durante un lustro dictaron cátedra, antes del traslado del plantel a otras sedes.

Los alumnos debían permanecer dos años en la Escuela Práctica. En el primero cursaban explotación, análisis químico, dibujo y legislación de minas, y en el segundo, metalurgia, mecánica aplicada a la minería, principios de construcción y dibujo de máquinas, además realizaban viajes de exploración a las minas y haciendas de beneficio dirigidos por los profesores. Contó con un edificio construido exprofeso que incluyó colecciones de minerales y máquinas, espacios para la experimentación y una biblioteca especializada. Su éxito fue tal, que incluso dos de sus mejores alumnos se integraron al cuerpo académico. Tal fue el caso de Mauricio Rafael Arriaga (1832-1861) y Diego Velázquez de la Cadena (1834-1871). El funcionamiento regular del plantel puede ubicarse en el lustro que comprende los años de 1853 a 1858, cuando la Compañía Zacatecano-Mexicana vivió un auge productivo que después decaería, razón por la cual la Escuela perdió una importante parte de su sustento económico (Flores, 2001). Esta situación impactó a la Escuela, lo que derivó en una institución itinerante: realizaron viajes a los estados de Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato, el actual Hidalgo y Ciudad de México, entre diciembre de 1858 y noviembre de 1859, donde visitaron instalaciones mineras y metalúrgicas y estudiaron los sistemas de beneficio como el de patio.

Posteriormente, por invitación del gobernador Manuel Doblado, el cuerpo académico (profesores y alumnos) se trasladó en abril de 1860 a la ciudad de Guanajuato, donde permaneció hasta febrero de 1861. Este político fungió como benefactor de su primer órgano impreso de expresión: Anales de la Minería Mexicana. Para ese periodo, el Ministerio de Instrucción del gobierno de Benito Juárez decretó el cambio de sede de la Escuela al mineral de Pachuca, donde funcionó desde junio de 1861 hasta mayo de 1863, cuando las fuerzas imperialistas tomaron la Ciudad de México (Morelos, 2015; Escamilla, 2015). Durante el Segundo Imperio, se fundó la Escuela de Minas de Guanajuato el 1 de febrero de 1864, establecimiento independiente de la Escuela Imperial de Minas, otrora Colegio de Minería, que representó la tercera de su tipo fundada en América, detrás de la de México en 1792 y la de Copiapó, Chile, en 1857. Fue dirigida por Diego Velázquez de la Cadena, quien seleccionó como catedráticos a ingenieros de minas formados en la Escuela Práctica de Minas de Fresnillo y en el Colegio de Minería, entre los que destacaron Pedro López Monroy y Manuel Urquiza. En los 34 meses de existencia de la escuela, de febrero de 1864 a noviembre de 1866, se matricularon para la carrera de minas 57 alumnos. Los factores que influyeron para su cierre fueron: la falta de recursos, la amenaza de la entrada de las fuerzas republicanas a Guanajuato y el retiro de las tropas imperiales en diciembre de 1866 (Escamilla y Morelos, 2017).

Entre 1866 y 1877, la enseñanza práctica de la minería padeció un vacío al no contar con un establecimiento experimental. Con el triunfo de las fuerzas republicanas, en 1867 el Colegio de Minería se transformó en Escuela Nacional de Ingenieros, ampliando su oferta educativa a otras especialidades de la ingeniería. Cuando el ingeniero Antonio del Castillo se desempeñaba como director, en 1877 impulsó la reapertura de la Escuela Práctica en Pachuca y el apoyo de la Compañía de Real del Monte y Pachuca. A partir de ese momento se generó la última etapa de gran actividad que continuó hasta 1909, cuando la escuela se convirtió en un plantel ambulante al considerarse que la enseñanza que se impartía era insatisfactoria y porque convenía que los alumnos que siguieran la carrera practicaran en minerales de diferentes localidades; finalmente reabrió sus puertas en Pachuca en 1911. José María César, Luis Carrión y Miguel Bustamante hijo, dirigieron el establecimiento hasta el cierre definitivo en 1914, debido a los altos costos que representaba para la Escuela de Ingenieros su sostenimiento, la baja matrícula de esta especialidad frente a la ingeniería civil y a una serie de factores científicos y tecnológicos, como la introducción del método de beneficio de cianuración por las empresas de capital extranjero (Salinas, 1911).

Entre el último tercio del siglo XIX y hasta las dos primeras décadas del siglo siguiente, diversas voces del gremio minero se pronunciaron por la carga enciclopedista de los alumnos de minas, la falta de una escuela de minería moderna y la carencia de personal capacitado para la evaluación y exploración de minerales industriales.

Los egresados

Entre 1854 y 1914, obtuvieron su título cerca de 300 ingenieros de minas y metalurgistas. De esta constelación de hombres egregios, destacan los protagonistas en el proceso de profesionalización de las ciencias geológicas y mineras: Antonio del Castillo, Santiago Ramírez, Pascual Arenas, Miguel Velázquez de León, Mauricio Arriaga, Pedro López Monroy, Próspero Goyzueta, Diego Velázquez de la Cadena, Manuel Urquiza, José María César, Baltasar Muñoz Lumbier, Luis Carrión, Miguel Bustamante hijo, Edmundo Girault, Carlos F. de Landero, José Guadalupe Aguilera, Andrés Aldasoro, Eduardo Martínez Baca, Leopoldo Salazar, Juan de Dios Villarello, Constantino Pérez Duarte, Manuel Balarezo y Manuel Santillán. Esta pléyade formó parte del cuerpo académico (profesores y alumnos) de las escuelas de minas mexicanas, que combinó su labor profesional con la carrera docente mediante la impartición de conocimientos en el aula, museos y laboratorios, en funciones públicas ‒como diputados, senadores, ministros de Estado, gobernadores‒ y la difusión e impulso de los estudios mineros con la preparación de las primeras revistas mineras mexicanas impresas: los Anales Mexicanos de Ciencias (1860) y los Anales de la Minería Mexicana (18961), donde colaboraron profesores y alumnos del Colegio de Minería y de las Escuelas de Minas.

Se agremiaron y fundaron sociedades mineras y científicas, tales como la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México (1867), la Sociedad Mexicana de Minería (1883), la Sociedad Científica Antonio Alzate (1884), la Asociación de Ex Alumnos del Colegio de Minería (1878) y la Sociedad Geológica Mexicana (1904). Se desempeñaron como empleados de secretarías y dependencias de gobierno, en particular en el Ministerio de Fomento, Industria, Colonización y Comercio, en el marco de comisiones científicas de exploración, que arrojaron como resultado informes técnicos, estudios científicos, monografías y mapas. Parte de su obra fue difundida en boletines, revistas e impresos nacionales y del extranjero, que forma parte del patrimonio bibliográfico científico mexicano. Estos hombres cosmopolitas, se caracterizaron por estar al día en las novedades científico-técnicas de su profesión; participaron en las ferias y exposiciones nacionales y universales, congresos, asociaciones e instituciones especializadas y relacionadas con las ciencias mineras, entre ellas el Instituto Geológico Nacional (1888), la Cámara Minera de México (1906) y el Instituto Mexicano de Minas y Metalurgia (1909) (tabla 2).

Tabla 2. Alumnos titulados en las Escuelas Prácticas Mineras en México

Escuela Número de alumnos Fechas
Colegio de Minería 12 1846-1849*
Escuela Práctica de Minas del Fresnillo, Guanajuato y Pachuca 30 1854-1860
Escuela Teórico-Práctica de Guanajuato 57 1864-1866
Escuela Práctica de Minas de Pachuca 197 1877-1914

* Primeros alumnos del ingeniero Antonio del Castillo que realizaron las prácticas con la idea de fundar la Escuela Práctica. Fuente: Escamilla y Morelos, 2017:  219-225.

Epílogo

La historia de la educación minera en México desde el punto de vista historiográfico ha sido escasamente abordada. Sigue pendiente el estudio de la mayoría de los protagonistas por medio de las trayectorias socio-profesionales de sus egresados, su participación en las compañías mineras, el impacto en la generación de tecnología y conocimientos sobre la actividad, así como las conexiones con el gobierno y la crítica y reformas a la enseñanza minera que propusieron diversos miembros de la corporación de ingenieros. Asimismo, aún falta estudiar el impacto de la enseñanza minera en la implantación en las empresas y negociaciones en las que participaron sus profesores y egresados.

Bibliografía


Cruz Pérez, Miguel Ángel, Carles Canet, Alejandro Pastrana, Silvia Domínguez Peláez, Lucero Morelos Rodríguez, Luis Carcavilla, Erika Salgado Martínez, Peter Krieger, Eduardo J. García Alonso, Raymundo G. Martínez Serrano, Sara I. Franco, Telma G. Castro Romero, Miriam V. Núñez Velázquez, Maite Garcia Vallés, Juan Carlos Mora Chaparro (2021), “Green and Gold Obsidian of ‘Cerro de las Navajas’, Hidalgo (México): Geoarchaeological Heritage That Deserves International Recognition”, Geoheritage, vol. 13. https://doi.org/10.1007/s12371-021-00610-7

Escamilla González, Francisco Omar (2015), “La Escuela Práctica de Minas en Fresnillo, Guanajuato y Pachuca (1858-1863), una institución itinerante”, en José Alfredo Uribe Salas, Eduardo Flores Clair (coords.), Comercio y minería en la historia de América Latina, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Instituto Nacional de Antropología e Historia, pp. 465-482.

Escamilla González, Francisco Omar, Lucero Morelos Rodríguez (2017), Escuelas de Minas Mexicanas. 225 años del Real Seminario de Minería, México, UNAM, División de Educación Continua y a Distancia, Facultad de Ingeniería.

Flores Clair, Eduardo (2001), “Un experimento educativo: la Escuela Práctica Minera de Fresnillo (1851-1860”, en Dimensión antropológica, vol. 23, pp. 7-31.

Izquierdo, José Joaquín (1958), La primera casa de las ciencias en México: el Real Seminario de Minería, 1792-1811, México, Ediciones Ciencia.

Klein, Ursula (2012), “Artisanal-scientific Experts in Eighteenth-Century France and Germany”, en Annals of Science, vol. 69, núm. 3, julio, pp. 303-306.

Morelos Rodríguez, Lucero (2015), “Contenidos de enseñanza práctica minera en dos revistas paradigmáticas: Anales Mexicanos de Ciencias y Anales de la Minería Mexicana (1860-1861)”, en José Alfredo Uribe Salas, Eduardo Flores Clair (coords.), Comercio y minería en la historia de América Latina, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto Nacional de Antropología e Historia, pp. 483-506.

Pastrana, Alejandro, Maite García Vallés y Lucero Morelos Rodríguez (2018), “La obsidiana: un vidrio precioso milenario”, en Carles Canet (coord.), Guía de campo del Geoparque de la Comarca Minera, pp. 93-106.

Probert, Alan (1987), En pos de la plata, México, Compañía Real del Monte y Pachuca.

Ramírez, Santiago (1890), Datos para la historia del Colegio de Minería, México, Imprenta del Gobierno Federal en el ex Arzobispado.

Salazar Salinas, Leopoldo (1911), “La educación práctica de los ingenieros de minas en México”, Memorias de las Sociedad Científica Antonio Alzate, t. 31, México, Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento, pp. 393-466.

  1. Este trabajo está basado en Francisco Omar Escamilla González y Lucero Morelos Rodríguez, Escuelas de Minas Mexicanas. 225 años del Real Seminario de Minería de México, México, UNAM, Facultad de Ingeniería, División de Educación Continua y a Distancia, 2017.