La despedida desde las orillas

Margarita Hope
Escuela de Antropología e Historia del Norte de México

La Red de Antropología en las Orillas
Foto cortesía de Margarita Hope


A finales del mes de febrero, justo antes de que se instauraran los tiempos pandémicos que ahora nos mantienen en “sana distancia”, tuvo lugar la séptima reunión de la red de Antropología en las Orillas en Mérida, Yucatán. Un grato encuentro entre colegas que compartimos el interés por mirar la antropología desde otros ángulos, con distintas perspectivas. En esta ocasión, el tema de reflexión fue la relación de los pueblos indígenas con el nuevo gobierno (con la 4T). Como suele ocurrir en estas reuniones, el evento se convirtió en un espacio afable y reflexivo, lleno de aprendizajes. Unos meses después, a la luz de los acontecimientos recientes, su relevancia toma una nueva dimensión.

La Red de Antropología en las Orillas tuvo su origen en un simposio organizado por Juan Luis Sariego y Victoria Novelo durante la primera edición del Congreso Mexicano de Antropología Social y Etnología, que fue realizado en los últimos días de septiembre de 2010. Gracias a la invitación que me hizo Juan Luis, en esa ocasión tuve la oportunidad de compartir la mesa con admirables antropólogas y antropólogos: Andrés Fábregas, Ella Fanny Quintal, Séverine Durin, Everardo Garduño y, por supuesto, nuestros convocantes Victoria y Juan Luis.

Bajo el título “La Antropología de las Orillas: Prácticas Profesionales en la Periferia de la Antropología Mexicana” presentamos nuestras reflexiones sobre las particularidades de la antropología que se practica lejos del centro, en donde los vínculos con las sociedades locales imponen lógicas distintas a la investigación y a la docencia. El objetivo del simposio era dar un panorama amplio de lo que ocurre en los márgenes geográficos y epistemológicos de la antropología mexicana.

Fue en ese contexto, en aquel otoño de 2010, que conocí en persona a la doctora Victoria Novelo, su fama la antecedía; a partir de algunas alusiones académicas y relatos anecdóticos que nos compartía Juan Luis[1] y de su reconocida trayectoria como una de las investigadoras más representativas de la antropología del trabajo, su nombre anunciaba a una de las figuras referenciales de la antropología mexicana. Su presencia imponente me intimidó y las prefiguraciones se cristalizaron en la formalidad y la seriedad con la que presentó la mesa y moderó nuestras participaciones, tras lo que siguió su aguda reflexión sobre sus años de trabajo en Colima y los retos de hacer antropología fuera de los centros hegemónicos de producción de conocimiento.

A partir de ese encuentro el grupo de trabajo se consolidó, para después convertirse en la Red de Antropología en las Orillas. Poco a poco, la imagen intimidante de la antropóloga brillante y consolidada que era Victoria Novelo se fue armonizando con la persona cálida, de voz suave y con gran sentido del humor que aparecía en el trato más cercano. El profesionalismo que la caracterizaba y el entusiasmo con el que participaba en todos nuestros encuentros y actividades era para mí un ejemplo de respeto y solidaridad. Siempre atenta, siempre pendiente, nos marcaba la pauta para que las reuniones de nuestra red reflejaran el compromiso mutuo de construir espacios de reflexión y análisis a la altura de las circunstancias.

Victoria Novelo no sucumbió a las mieles del centralismo antropológico, ni a las modas intelectuales que marcaban los intereses temáticos. Preocupada por entender lo que ocurría en los márgenes geográficos, se inclinó también por ampliar las fronteras disciplinarias de la antropología mexicana. Heredó de sus maestros y compartió con sus amigas y amigos la responsabilidad de dar al quehacer antropológico relevancia social.

Con una actitud siempre crítica, pero también propositiva y creativa, abrió brechas para el desarrollo de múltiples investigaciones que cambiarían los escenarios tradicionales del trabajo de campo por los talleres, las minas y las fábricas. Se aventuró también en la exploración de nuevas formas para dar a conocer los resultados del quehacer antropológico con la intención de que alcanzaran a públicos más amplios que la propia academia, como el proyecto Antropo-visiones. Se tomaba muy en serio la divulgación y la difusión pues eran formas de retribución social. Lo suyo no era la antropología autocomplaciente, aunque era una apasionada de lo que hacía.

En marzo de 2015, los antropólogos de las orillas sufrimos la terrible pérdida de nuestro querido Juan Luis Sariego. En octubre de ese año, nos reunimos en Monterrey para hacerle un sentido homenaje del que se desprendió un libro coordinado por Victoria Novelo y Séverine Durin que da cuenta del legado de Juan Luis Sariego a los estudios antropológicos. En noviembre de 2018 ese libro se presentó en el marco de la 6a reunión de nuestra red, que tuvo lugar en la escuela que Juan Luis fundó en la ciudad de Chihuahua.[2]

Con esa reunión se marcó una nueva etapa de la red que consideró pertinente incorporar a nuevos integrantes. Nuestro grupo se enriqueció con la integración de Federico Besserer y Francisco Zapata; fue Victoria Novelo, en su carácter de fundadora, la encargada de darles la bienvenida. También ahí se acordó que la siguiente reunión sería en la otra orilla: Yucatán.

Se cumplió con lo planeado y, los últimos días de febrero de este caótico 2020, nos reunimos con alegría en Mérida para celebrar la séptima reunión de la red. Los organizadores de este encuentro fueron Ella Fanny Quintal, Andrés Fábregas y Victoria Novelo. En el marco de un seminario titulado “¿Hacia un nuevo proyecto de nación?”, participamos quince ponentes que expusimos nuestros análisis y reflexiones sobre los planteamientos de la 4T en relación con los pueblos indígenas. Con una organización impecable, el evento fue un éxito.

Yo participé en la mesa “El nuevo proyecto de nación y los patrimonios culturales” bajo la coordinación de Victoria Novelo, quien con mucha antelación nos hizo llegar a los participantes la información general del seminario, las fechas de entrega, los datos para la estancia en Mérida y demás detalles propios de estos encuentros. Se mantuvo siempre en comunicación con nosotros. En mi caso, incluso me compartió algunos artículos que se relacionaban con el tema que había propuesto presentar.

Desde nuestro arribo a la península, conforme nos fuimos reuniendo los que íbamos llegando, el ambiente festivo se empezó a imponer. Nos veíamos de nuevo después de un año y medio, Mérida fue el lugar ideal para este reencuentro. El seminario empezó la mañana del 27 de febrero con un nutrido grupo de colegas que nos compartieron sus interesantes trabajos, se armaron los debates y también las amistosas conversaciones que surgían mientras disfrutábamos de la deliciosa comida tradicional yucateca.

El 28 de febrero llegó el turno de nuestra mesa, Victoria Novelo tomó el micrófono para hacer la presentación, en tono emotivo nos compartió que se sentía muy contenta de estar ahí, que era para ella como una reunión familiar, una fiesta. Después procedió a dictar su brillante ponencia sobre las artesanías a la luz de los nuevos discursos sobre el patrimonio cultural. La mesa siguió su curso y nos fue presentando de uno en uno. Cuando fue mi turno me senté junto a ella, me tocó levemente el brazo, me presentó y yo inicié la lectura del texto que había preparado. Aquella sensación de intimidación que me invadió en nuestro primer encuentro era ahora un sentimiento de familiaridad y mutualismo.

Esa tarde, cuando el seminario había terminado y sólo quedábamos quienes integramos la red, nos dispusimos a conversar sobre lo que seguía. Vicki nos dijo que ella se sentía un poco cansada y que tal vez esta era su última reunión. Nos comentó que quería dedicarse a disfrutar de su nieto y de su jardín en Tepoztlán. Ir hasta las orillas le costaba ya trabajo. Con el afán de animarla a seguir, le propusimos que nuestro próximo encuentro fuera por sus rumbos: en Tlalpan o en Tepoztlán. No llegamos a ningún acuerdo, nos concentramos en planear la publicación de los trabajos presentados; publicación que, por supuesto, haremos en honor a ella.

Me despedí de Victoria Novelo la mañana del 29 de febrero con un fuerte abrazo. Agradecida por los momentos entrañables, todas sus enseñanzas, su ejemplo y sus cuidados. Nuestra red despidió a Vicki desde la orilla más oriental, su querida Mérida, la tierra de su padre. El vacío que nos deja es enorme, igual que su legado. Los antropólogos de las orillas tendremos siempre en el centro a Juan Luis y a Vicki, como pilares que sostienen nuestra red.

  1. Con Juan Luis Sariego tuve la gran fortuna de participar en diversos proyectos, además de compartir el mismo centro de trabajo: la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (antes ENAH Chihuahua).
  2. La Escuela de Antropología e Historia del Norte de México, antes ENAH Chihuahua.