La afrodiáspora en movimiento: balance contemporáneo
de su movilización sociopolítica en las Américas y el Caribe

José Mario Suárez Martínez[1]
El Colegio de la Frontera Norte

Imagen de Wikimedia Commons 

La etapa de la globalización conlleva un trasfondo cultural que se ha nombrado en innumerables ocasiones como multiculturalismo. Dada su naturaleza paradójica que oscila entre el discurso globalizante y el recrudecimiento de las fronteras, es importante analizar qué tipos de movilizaciones surgen de esta contradicción en clave etno-racial. La movilización de la afrodiáspora es solo un ejemplo de ello. Dos tipos de movilidades a la luz de la afrodiáspora son centrales para entenderla: la movilización política localizada y la movilización forzada. Mientras que la primera surge de los procesos de resistencia política, la segunda nace de la búsqueda de mejores oportunidades socioeconómicas. Si bien estas no están disociadas, y aun por el contrario, en ocasiones se concatenan, se presentan dos ejes como parte de una propuesta para caracterizar la movilización de la diáspora en la era contemporánea.

Introducción

La etapa de la globalización económica trajo consigo discursos nacionales y transnacionales en los cuales se ha promovido la libre circulación de objetos y personas. Estos discursos se fundamentan en tres premisas máximas: 1) Disminución de las capacidades de los Estados. 2) Paulatina eliminación de las fronteras. 3) Intercambios culturales a nivel global. Estas tres premisas han mostrado, a la luz de los fenómenos acontecidos en el Sur Global, que existen efectos particulares de la globalización. Regiones como el África Subsahariana o la parte Centro, Sur y Caribe del continente americano, han mostrado que en la era global los Estados no solo se volvieron más fuertes en relación a la gerencia de su territorio, también en cuanto a los dispositivos de control fronterizo se refiere (Medina, 2022).

Si bien la globalización como proceso tiene una variante propiamente mercantil, esta es multidimensional y puede ser analizada desde diversas disciplinas (De Paz, 2006). En términos culturales, el reconocimiento del carácter multicultural tradicionalmente alude a comunidades indígenas y afrodescendientes. Este reconocimiento nombrado como multiculturalidad, pluriculturalidad, o inclusive plurinacionalidad, ha convivido con procesos paradójicos de destierro de comunidades originarias, gerencia del territorio para capitales transnacionales, configuración de grupos armados en unidades rurales, entre muchos otros procesos que encuentran en las comunidades originarias una de sus más grandes víctimas.

Aunque estos procesos de desterritorialización son constantes, las comunidades se han posicionado a partir de procesos de agenciamiento frente a las estructuras de desposesión. Particularmente, las comunidades afrodescendientes en la región han encaminado con mayor fuerza desde los años 90 procesos de reivindicación de sus características ancestrales que están intrínsecamente asociadas a su territorio. Por otro lado, aparece otro grupo mucho más atomizado, individuos o colectivos afrodescendientes que han decidido emigrar de sus territorios en busca de oportunidades socioeconómicas. Estos dos tipos de movilidad son las dos afromovilidades que definen el presente documento: movilización política negra y transnacionalismo negro.

I) Movilización política negra al interior del estado-nación

La movilización política de la población afrodescendiente en la región puede ser resumida como la reivindicación política histórica por la lucha de derechos que están intersectados por otras categorías como la clase y el género (Paschel, 2018). Si bien el estudio contemporáneo de las poblaciones afrodescendientes conlleva una amplia complejidad dada la configuración sociohistórica en cada contexto (por ejemplo, el componente negro en República Dominicana en comparación con el componente negro en Brasil), es un hecho que el reconocimiento como sujeto político transnacional a partir de la Conferencia de Durban, logró enhebrar discursivamente distintas luchas bajo un origen común: las denuncias sobre la trata esclavista y la perpetuación de la discriminación racial en la era contemporánea.

Las movilizaciones políticas contemporáneas de la población afrodescendiente en la región no pueden entenderse sin aquellas ocurridas en el periodo colonial, y en el periodo de independencia, hasta la era de la configuración multicultural de los estados-nación modernos. A nivel global, uno de los movimientos políticos referentes es la Revolución Haitiana que se remonta a inicios del siglo XIX a través de la proclamación del Primer Imperio de Haití encarnada por los Jacobinos Negros[2] (James, 1938).

Otros movimientos que se tradujeron en procesos institucionales fueron la creación del Partido Independiente del Color en Cuba, movimiento que buscaba la representación política negra en la vida sociopolítica y económica del país. El Frente Negro Brasileño o el Movimiento Negro Unificado como parte del andamiaje de la democracia racial y la influencia de los movimientos afroamericanos de Estados Unidos (Agudelo, 2010). En el Caribe también aparecieron durante finales del siglo XX diversas movilizaciones que remembraban los considerables procesos de desposesión a partir de la llegada de los colonizadores.

Si se parte de los años 90, periodo de instauración plena de la etapa globalizante en la región, es posible observar otras movilizaciones políticas en las que inclusive aparecen otras variantes como el género. Por citar algunos ejemplos está la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y Caribeñas en el año 1992, y, años más tarde, la Red Continental de Organizaciones Afroamericanas aparece en Uruguay (Agudelo, 2019).

En términos estatales, en el año 1991 Colombia reconoció su carácter pluricultural integrando su diferencialidad negra. Este reconocimiento cristalizó diversas luchas que distintas colectividades negras venían realizando tanto en lo rural como en lo urbano.

Aunque el reconocimiento pluri-multicultural ocurrió fundamentalmente en esta década, algunos otros países tardaron en reconocer su carácter afrodescendiente como parte de la identidad nacional. México y Chile hasta el año 2018 reconocieron formalmente la existencia jurídica de población afromexicana y afrochilena. Este reconocimiento solo cristalizó las movilizaciones políticas de diversos grupos a nivel local que desde muchas décadas antes organizaban espacios de resistencia política, combate a la discriminación y recuperación de la memoria histórica.

Finalmente, vale decir que en los últimos 24 años es posible identificar diversas luchas que no solo se posicionan por la defensa política de las colectividades, sino también como parte de una lucha colectiva en contra del capitalismo extractivo (Restrepo, 2021). Estas luchas muestran que el reconocimiento jurídico no agota la continuidad de las violencias simbólicas y materiales dirigidas a la población afrodescendiente. Como la globalización, estas violencias pueden ser trasnacionales dado que en ocasiones participan actores extranjeros, como ocurre con la presencia de grupos armados provenientes de Colombia y Venezuela en el norte de Perú (Esther y Moncada, 2018)

II) Movilidad forzada local y transnacional

La etapa global que primó el valor de las mercancías por encima del sujeto y su entorno generó considerables conflictos tanto en lo rural como en lo urbano. Siguiendo las lógicas de desigualdad propias de la región, estos conflictos acarrearon procesos de expulsión de grupos étnicos diferenciales. La expulsión de las comunidades negras ha sido analizada como procesos de despojo forzado en clave racial (Arboleda, 2018). En respuesta a estas prácticas, la afrodiáspora ha mostrado desde sus movilidades que, inclusive en estos escenarios de destierro, generan prácticas de agenciamiento.

Una de las condiciones suficientes para que se hable de este tipo de movilidades es su condición forzada. La Unidad Política Migratoria define la movilidad forzada como la expulsión de personas de manera obligada (expresa o tácita) de su hogar o lugar de residencia habitual. Es decir, como consecuencia de catástrofes sociopolíticas, económicas, ambientales o individuales. Para el presente escrito, la movilidad forzada contiene dos sub-movilidades: la movilidad de afrodescendientes del Caribe víctimas de los procesos de violencia e inestabilidad socioeconómica y política, y los procesos de expulsión territorial de la población afrodescendiente por conflictos armados.

El primer punto alude a los ampliamente estudiados procesos de emigración, si se piensa en los países de origen, y de inmigración siguiendo los países de tránsito o destino. Siguiendo los apuntes de Morales (2016), la inmigración afrodescendiente también forma un movimiento político, que obedece a “un mecanismo de apoyo, un ejercicio de democracia y una construcción de alianzas para exigir el cumplimiento de sus derechos” (Morales, 2016: 96).

La diáspora haitiana es un claro ejemplo de movilidad forzada pero también de resistencia a través de sus prácticas de subsistencia transnacional. Debido a los múltiples embates sociopolíticos, económicos y ambientales que han permeado su territorio ancestralmente, la emigración haitiana se ha configurado como una de las diásporas más importantes a nivel mundial. Mientras que, en el siglo XX, República Dominicana, Francia y Estados Unidos fueron los territorios de destino más importantes para esta población, en el siglo XXI Brasil, Chile y México se posicionaron como alternativas por los procesos de apertura fronteriza y viabilidad para lograr el tránsito hacia EUA.

La producción espacial de la movilidad haitiana es categorizada como un movimiento de transnacionalismo negro siguiendo los aportes de Glick-Schiller y Fouron (1999). Ellas, siguiendo el análisis de la diáspora haitiana en el espacio estadounidense, demostraron que su movilidad no solo es económica sino también política, dado que se organizan de forma diaspórica, es decir, más allá de sus límites nacionales, para encaminar luchas colectivas.

Esta movilización desde Haití no desconoce la movilizad forzada que acontece en otros países como Martinica, República Dominicana, Guadalupe, Cuba, Santa Lucia, Trinidad y Tobago, entre otros. Entre las dificultades que no permiten realizar un balance general de la forzada movilidad afrolatinoamericana se encuentran a) la ausencia de datos con un perfil la racial en los Estados latinoamericanos, y b) la atención diferenciada en relación con la nacionalidad de las personas. Inclusive en este escenario, la diáspora haitiana se enfrenta a los más altos niveles de vulnerabilidad dado el racismo histórico que ha azotado su territorio.

Aunque la movilización forzada generalmente alude a un desplazamiento internacional, también se encuentra un desplazamiento interno que obliga a la población afrodescendiente a huir de su lugar habitual sin superar las fronteras nacionales (ONU, 1997). Dos de estos ejemplos son los conflictos que acontecen en México y Colombia. En ambos países se desarrolló una estrategia política de combate al narcotráfico que cobró considerables víctimas: el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida, respectivamente.

Estos dos ejemplos son una muestra de que la respuesta estatal de mayor violencia frente al conflicto solo acrecentó el número de víctimas en los territorios históricamente marginados, como el Pacífico colombiano (Garzón, García, Jaimes, y Herrera, 2024). En estos escenarios de conflicto los afrodescendientes son obligados a emigrar ya sea a otros municipios o localidades, estados o departamentos. Como señala Arboleda (2018), el destierro por conflicto armado no solo implica violencias etnoraciales, también depredación del medio ambiente y de otras especies que habitan el ecosistema.

A modo de cierre y de invitación a la reflexión académica cabe destacar que, mientras que para Colombia se han desarrollado innumerables investigaciones que miden el impacto del conflicto para las víctimas afrodescendientes,[3] en el caso mexicano aún resta mucho trabajo por realizar.

Conclusiones

En la etapa global la producción discursiva de la disminución de distancias y fronteras se ha visto contrariada por procesos contradictorios, a partir de los cuales aparecen respuestas como movilizaciones políticas locales y emigraciones forzadas. En este tenor, la afrodiáspora en sus distintas latitudes ha mostrado que la organización colectiva es fundamental para sostener una condición de respuesta.

La movilidad de las personas y comunidades negras en la era contemporánea puede ser caracterizada por 1) la movilización política en un contexto multicultural, y 2) la movilidad forzada en relación a los escenarios de conflicto latente. Ya sea el primero o el segundo, la afrodiáspora reproduce prácticas de resistencia para continuar su ciclo de vida. No obstante, a diferencia de otros grupos en movilidad, sus características etnoraciales observadas y no observadas son claves en la interacción sujeto-sujeto, particularmente para aquellos sujetos que emigran de sus contextos.

Para el neoliberalismo y su complementario relato multicultural, el reconocimiento político es necesario siempre y cuando quepa dentro de los márgenes culturales (Palominos, 2016). Este reconocimiento no cuestiona la sustancia del aparato capitalista que se traduce en prácticas de exterminio en territorios rurales, fuertes procesos de usurpación y despojo residencial en las urbes, o continuación del racismo histórico dirigido hacia países como Haití.

Bibliografía

Agudelo, C. (2010). Movilizaciones afrodescendientes en América Latina: Una visión panorámica de algunas experiencias contra la exclusión y por el derecho a la identidad. Colombia Internacional, (71), 109-126. https://doi.org/10.7440/colombiaint71.2010.06

Agudelo, C. (2019). Paradojas de la inclusión de los afrodescendientes y el giro multicultural en América Latina. Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, 16(2), e37746. https://doi.org/10.15517/c.a..v16i2.37746

Arboleda, S. (2018). Genocidio, etnocidio, racismo, destierro e interculturalidad: los afrocolombianos del suroccidente en el conflicto armado interno. Universidad Andina Simón Bolívar.

Organización de las Naciones Unidas (ONU) (1997). Intensificación de la promoción y el fomento de los derechos humanos y las libertades fundamentales, en particular la cuestión del programa y los métodos de trabajo de la comisión derechos humanos, éxodos en masa y personas desplazadas. https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/BDL/2001/1547.pdf

De Paz, M. (2006). La Paradoja de la Globalización. Universidad de Huelva.

Esther, P., y Moncada, A. (2018). Violencias y resistencias de las mujeres racializadas en los contextos extractivistas mineros de América Latina. Revista Peruana de Antropología, 3(4), 84-96.

Glick-Schiller, N., y Fouron, G. (1999). Terrains of Blood and Nation: Haitian Transnacional Social Fields. Ethnic and Racial Studies, 22(2), 340-366.

Garzón, D., García, P., Jaimes, C., & Herrera, B. (2024). Plan Colombia e Iniciativa Mérida: identificación de los resultados en la lucha contra el problema de las drogas. El Ágora USB, 24(1), 281-306.

James, C. L. R. (1938). The Black Jacobins. Toussaint L’Ouverture and the San Domingo Revolution. Secker & Warburg.

Medina, E. (2022). Límites y retos de la globalización: frontera-horizonte y gobierno de la tecnosfera. Revista Mexicana de ciencias Políticas y Sociales, 68(247), 17-43. https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2023.247.76045

Morales, F. (2016). Inclusión y derechos en disputa. La experiencia del Movimiento Acción Migrante (MAM). En M. E. Tijoux (ed.), Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración (pp. 89-102). Editorial Universitaria (Universidad de Chile).

Palominos, S. (2016). Racismo, Inmigración y Políticas Culturales. La subordinación racializada de las Comunidades Inmigrantes como Principio de construcción de la Identidad Chilena. En M. E. Tijoux (ed.), Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración (pp. 187-212). Editorial Universitaria (Universidad de Chile).

Paschel, T. (2018). Repensado la Movilización Afrodescendiente en las Américas. En A. de la Fuente y G. R. Andrews (eds.), Los estudios afrolatinoamericanos: Una introducción (pp. 269-315). CLACSO.

Quechua, C. (2015). La movilización etnopolítica afrodescendiente en México y el patrimonio cultural inmaterial. Anales de Antropología, 49(2), 149-173. https://doi.org/10.1016/S0185-1225(15)30006-0

Restrepo, E. (2021). Afrodescendientes y minería. Tradicionalidades, conflictos y luchas en el Norte del Cauca, Colombia. Vibrant, 14(21), 1-18.


  1. Doctorado en Ciencias Sociales en el área de Estudios Regionales
    Correo:  jsuarez.dcser2022@colef.mx
  2. Esta lectura histórica no desconoce algunas insurrecciones en el periodo colonial como el acontecido por Yanga en el año 1609 en el antiguo territorio de la Nueva España (Quechua, 2015)
  3. Según la Unidad para las Víctimas de Colombia, para el 31 de agosto de 2024 se identificaban 1,246,931 víctimas negras afrocolombianas, raizales y palenqueras. De estas, el 99% son víctimas de desplazamiento forzado, seguido por la amenaza y el homicidio.