Jesús Ruvalcaba: el amigo entrañable

Gabriela Solís Robleda
CIESAS Peninsular

Conocí a Chuy al ingresar en 1980 al CIESAS, incorporándome a un proyecto de Hildeberto Martínez en la entonces Área de Etnohistoria, en la cual participábamos. Muy pronto construimos una estrecha y profunda amistad que perduró hasta su reciente fallecimiento que, aunque doloroso, me deja agradecida por todo lo que significó su presencia en mi vida.

Esa amistad se basó en ideas compartidas sobre el trabajo académico y sobre la vida misma. De aquí que las amenas y constantes charlas que sostuvimos girasen en torno a una gran variedad de temas sociales, académicos y personales. Uno de esos temas frecuentes era la literatura, y así Chuy me introdujo a la lectura de géneros literarios y de autores a los que de otra manera difícilmente hubiese accedido. Con frecuencia me regalaba libros que luego comentábamos y el último de ellos, sobre los inicios del cristianismo, lo recibí apenas el diciembre pasado.

Creo que para todos es patente el apasionado interés que Jesús tenía por el comportamiento ético en la vida académica y personal. Por esta pasión es que a veces le decía —desde luego en broma— que era un Savonarola, pero en nada se parecía su afán ético al ánimo inquisitorial. Y es que nunca desperdiciaba su tiempo en hablar mal de las personas ni juzgar actos concretos, sino en sostener —sin claroscuros ni tibiezas y de manera tajante— la necesidad de observar los lineamientos básicos que dicta la ética. Nada de chismes, pues, sino pláticas enriquecedoras. Preñado de este interés, publicó su libro sobre metodología de la investigación, mismo que ha resultado muy útil para los alumnos del Posgrado en Historia. Chuy llamaba a las cosas por su nombre y decía de frente lo que pensaba, y no en lo obscuro ni susurrando. Esta manera directa de hablar en ocasiones trae animadversiones de quienes privilegian otro tipo de comunicación.

Agradezco a las circunstancias de la vida que me permitieron disfrutar de una comida con Chuy en el centro de Tlalpan la última vez que acudí a reunión del CTC, el 29 de agosto pasado. Más aún de agradecer fue su última visita de varios días a Mérida para el Coloquio de Doctorado el pasado septiembre, de las muchas que hizo en su muy presente apoyo a este programa, al participar en el núcleo de profesores, en comisiones de ingreso y en el Colegio Académico. Durante esa estancia compartimos comidas, cenas y una agradable reunión con alumnos y profesores a la orilla del mar. Lo voy a extrañar mucho y envío mis condolencias a Aleksandra, Itzel y Emilian por tan dolorosa pérdida.