Presentación

Un esbozo biográfico nos da cuenta parcialmente de la vida de Ron, de ahí la necesidad de recordar su trayectoria y el impacto que dejó en quienes lo rodearon. Esa es la intención de esta introducción. Como señaló Kippy, su esposa, Ron tuvo tres pilares en su vida, su familia, su trabajo, y su espiritualidad. Se casaron en 1969 y tuvieron dos hijas, Asha y Eimi y un hijo, Ian, que les dieron ocho nietos. Kippy tuvo formación artística, pero ambos eran amantes de la música, así que en su familia la ciencia y el arte se conjuntaron. Ser colega y amigo de Ron significaba entrar en su entorno familiar, compartir no solo el hogar sino La Casa del Pan, el restaurante que, ya convertido en un ícono de San Cristóbal, ha acompañado a la comunidad de CIESAS Sureste en sus citas de intercambios de ideas y de pasiones. Kippy, su pareja por 55 años fue no solo su compañera de vida sino también su colaboradora en múltiples proyectos de agroecología, educación y sostenibilidad. Los huertos demostrativos y su laboratorio de suelos en casa son muestra de esas iniciativas en común. En los testimonios incluidos en esta revista podrán reconocer el relevante papel que ella desempeñó en todos los espacios de la existencia de Ron.

En el terreno laboral, abrigaba un profundo apego a la milpa —la unidad productiva de los campesinos—, concibiéndola como un sistema complejo de cultivo, identidad, biodiversidad y resistencia cultural. Aída Hernández, Concepción Suárez, Ignacio March y Gilles Pollian, lo recuerdan como pionero en agroecología, defensor de la biodiversidad y dueño de una profunda dedicación y compromiso con las comunidades indígenas de Chiapas, especialmente en cuanto a conservación ambiental y justicia social como señalan Salomón Nahmad, Teresita Santiago y María Elena Martínez.

Conocedor del campo y del valor de la palabra de los viejos, compartía sus conocimientos no solo con sus colegas. Su afán por difundirlos hacia un público más amplio lo llevó al establecimiento de huertos demostrativos. Cuando el CIESAS adquirió el amplio predio que ocupa actualmente, Ron instaló un huerto demostrativo que sirvió como un espacio educativo. Irónicamente, este espacio no echó muchas raíces, pues las autoridades del CIESAS de entonces decidieron quitarlo para construir la actual biblioteca.

Fue un amante del trabajo de campo, de documentar y de transmitir los saberes científicos y populares, lo que hizo a través de las milpas educativas fue encaminar a la enseñanza intercultural y la protección ambiental. Raúl Gutiérrez, Helda Morales, Lourdes de León, Rita Valencia y Arturo Lomelí narran su labor educativa no solo con la población campesina adulta, sino también con los niños, como muestra su participación en la conformación de la Unión de Educadores de la Nueva Educación para México (UNEM), integrada por organizaciones de maestros indígenas y comunidades tsotsiles, tseltales y ch’oles de Chiapas, que buscan alternativas a la educación oficial fomentando la arraigada en las culturas locales, e incorporando conocimientos en agroecología, lingüística, y etnografía para promover la identidad y autonomía comunitarias. También participó en la Red de Educación Inductiva Intercultural (REDIIN), surgida como una evolución de los trabajos de la UNEM y que ha procurado promover la educación intercultural y contextualizada, implementando proyectos de educación bilingüe y agroecología, como las ya mencionadas milpas educativas. Ron fue, como señala Freire, un educador educando y un educando educador.

Recientemente, Ron nos propuso entusiasmado incluir como marco contextual de la línea procesos socioambientales y salud la perspectiva de ‘Un Mundo/Una Salud’, reconociendo la necesidad de abordar la interconexión entre la salud humana, la salud animal y la integridad de los ecosistemas, en un contexto de cambio ambiental acelerado y de creciente globalización. Enfoque integrador que permite una comprensión de la interdependencia entre especies y ecosistemas, dentro de los marcos culturales, ecológicos, biológicos y ambientales, en el desarrollo y el control de las enfermedades.

Como señalaron en su despedida desde San Cristóbal del pasado 2 de noviembre de 2024, Ron fue un viajero del conocimiento, y no solo hacia el pasado sino hacia el futuro. Pionero en nuestro medio del uso de la internet a mediados de los 90, predijo la importancia que tendría la plataforma del Google a inicios del siglo XXI e incursionó con la llegada del Internet y la disponibilidad de datos de GPS en los Sistemas de Información Geográfica (SIG). Se interesó en el conocimiento de los ancestros, pero también fue un curioso acerca de las ideas y teorías emergentes en el ámbito contemporáneo. Ron comenzó a trabajar con el microscopio para profundizar en el estudio de la bioquímica de los suelos y del microbioma del suelo, explorando de cerca las complejas interacciones entre microorganismos y compuestos químicos que determinan la fertilidad y salud del suelo. Eso que los viejitos denominan “los invisibles”, como bien narra Concepción Suárez en su relato de “Que gringo tan chiapaneco”.

El tercer pilar en la vida de Ron, mencionado por Kippy en la conmemoración, fue su condición espiritual, que se reflejó en su respeto, empatía, compromiso social y profunda conexión con la naturaleza y el conocimiento indígena.

En una ocasión, participábamos en una álgida reunión académica en la sede del CIESAS Sureste. Entre dimes y diretes, de los cuales él se constituyó en un mero observador, se volvió hacia mí y en voz baja me comentó: “yo ya no entiendo a esta generación”. Más que un problema generacional, creo que lo que me dijo revelaba que sus preocupaciones, energía y luchas estaban en otro lado. Su sentir con respecto al ámbito académico lo podemos vislumbrar en la contribución de Alma Amalia González colaboradora cercana de Ron que lo define como generoso, respetuoso, alentador; como alguien que veía el lado positivo de las cosas, pero también modesto y humilde.

Pero hay otras contribuciones en esta revista como las de Renzo D’ Alessandro, Ángel Zarco, Jaime Huerta y Rita Valencia que dan cuentan de este pilar espiritual que lo caracterizaba. Colegas y estudiantes señalan como una de sus virtudes su impulso alentador para con quienes se rodeaba. También lo describen como visionario, comprometido con la justicia ambiental, generoso con sus conocimientos, defensor de la biodiversidad, perseverante, apasionado por el aprendizaje, humilde, y respetuoso hacia las culturas indígenas. Y yo agregaría: paciente, sabio, sereno en momentos de frustración y enfocado en la educación de las nuevas generaciones.

Que la tierra que tanto amaste te abrace con la misma paz que nos regalaste.

Graciela Freyermuth
CIESAS Sureste