Indigenismo e historia cultural. Su importancia para la licenciatura en Lengua y Cultura en dos Universidades Interculturales

Felipe Javier Galán López[1]
 Universidad Veracruzana

Introducción: las Universidades Interculturales y el indigenismo, un asunto histórico

Las Universidades Interculturales (UI) oficiales en México están cumpliendo sus primeros veinte años, cuentan con logros y aciertos, pero también con enormes retos y profundas problemáticas. Una de ellas tiene que ver con que son producto de un largo proceso histórico relacionado con el indigenismo, por lo que requieren entre sus programas educativos, contar con una preparación en historia cultural para sus comunidades de estudiantes, principalmente para quienes se forman como profesionistas en el programa educativo de Lengua y Cultura, que es central para la mayoría de estas universidades. Entre los objetivos más importantes que tienen está el darle respuesta a un problema añejo: el derecho a la educación con pertinencia social y lingüística para la población indígena en el nivel superior, lo que tiene que ver con la historia.

Su finalidad es preparar a jóvenes y adultos indígenas para que sean agentes activos de transformación de su entorno, a través de nuevas oportunidades de educación que vinculen saberes y experiencia acumulados con las nuevas oportunidades de desarrollo que ofrece la sociedad actual. (Casillas y Santini, 2006: 22)

Durante el siglo XX, México fue un estado esencialmente nacionalista, por lo que se diseñaron programas para alfabetizar e integrar a las comunidades indígenas a un proyecto político moderno y de progreso a través de un modelo educativo racionalista. También se crearon políticas asistenciales, Centros Coordinadores Indigenistas, subsistemas como el de Educación Indígena, y en general hubo muchas acciones aplicadas entre 1920 y 1990, encabezadas por funcionarios del extinto Instituto Nacional Indigenista (INI) (Olivera 2019, Salmerón 2019). Muchos de ellos fueron antropólogos e historiadores. Guillermo Bonfil Batalla, en la década de 1970, enunciaba lo siguiente:

En este proceso se formaron los indigenistas mexicanos más notables, desde Manuel Gamio hasta Gonzalo Aguirre Beltrán. Era un ambiente de euforia revolucionaria, explicable por la curva todavía ascendente del proceso iniciado en 1910. Se estaba “Forjando patria” (Gamio), “substanciando la idea de nación” (Aguirre Beltrán). Toda la sociedad mexicana se transformaba mediante convulsiones, muchas veces violentas, para dar lugar a un nuevo país, que se quería mejor, más moderno, más rico y feliz. (Bonfil, 2022: 43)

En su mayoría las acciones no fueron pensadas ni diseñadas por indígenas, tal como lo propuso Aguirre Beltrán el indigenismo “no está destinado a procurar la atención y el mejoramiento del indígena como su finalidad última sino como un medio para la consecución de una meta mucho más valiosa: el logro de la integración y el desarrollo nacionales” (Aguirre Beltrán, 1992: 28). La educación superior para regiones indígenas como producto de una política indigenista de corte intercultural fue posible hasta inicios de siglo XXI, cuando se fundaron las primeras UI.

La relación entre historia, indigenismo e interculturalidad en la actualidad es estrecha, por lo que es importante que se hagan reflexiones y que se discuta constantemente sobre su impacto en los programas de estudio, ya que una formación en historia cultural sobre las UI para sus jóvenes y docentes, permitirá una mejor planeación y diseño de sus carreras.

A pesar de que las UI están íntimamente relacionadas a procesos temporales, no se encuentran el conocimiento histórico, la reflexión crítica, y su importancia, en sus programas de estudio; las escasas asignaturas, cursos especializados o experiencias formativas relacionadas con la historia ponen en escena un problema que tiene que ver con la existencia de vacíos temporales. La reflexión crítica sobre la historia debería ser algo prioritario para la población joven que se forma en estas universidades.

Para este artículo, me concentro en analizar esta problemática desde una postura personal, basada en la experiencia de más de 15 años como profesor investigador en dos UI y en una revisión de los programas de estudio de la Licenciatura en Lengua y Cultura en donde fui profesor. Entre 2007 y 2010 participé en la primera unidad académica en Oxolotán, Tacotalpa, de la Universidad Intercultural del Estado de Tabasco (UIET), y entre 2019 y 2022, en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla (UIEP), unidad sur, ubicada en la localidad de San Marcos Tlacoyalco, Tlacotepec de Benito Juárez, en donde fui profesor de la primera generación de la licenciatura en Lengua y Cultura.

Los posicionamientos que presento en este artículo son sobre la importancia de entender al indigenismo intercultural desde una dimensión histórico-antropológica, para analizar dos programas educativos actuales en Lengua y Cultura, en los que no existen cursos ni asignaturas en Historia Cultural, lo que lleva a proponer que deben ser considerados, ya que el paso entre el indigenismo nacionalista y el indigenismo intercultural requiere de una revisión histórica. La licenciatura tiene como finalidad formar profesionistas e intelectuales que incidan a través de proyectos de intervención, de gestión cultural, e investigación, para generar cambios en y para sus comunidades, y eso tiene que ver con la historia.

1) Universidades Interculturales e historia cultural, algunas de sus paradojas

Las UI son producto de varias paradojas. Muchas tienen que ver con la historia: su surgimiento está relacionado con un largo camino sinuoso y contradictorio, en el que su proceso histórico, que en apariencia rompe con el indigenismo mexicano, tiene un paso incierto, paradójico.

A principio de siglo XXI, en el contexto de cambio de poder político a nivel nacional, nacieron las primeras UI. El proyecto del que se derivan tuvo un fuerte empuje de parte de grupos y organizaciones sociales que se habían venido movilizando desde la década de 1970. Una de sus exigencias era contar con educación superior para los pueblos indígenas.

Las luchas sociales se fortalecieron cuando el conflicto armado encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) dio a conocer sus demandas en enero de 1994. Muchas de ellas eran históricas, principalmente la de educación en y para sus pueblos.

El fin de siglo trajo consigo el aparente ocaso de un proyecto histórico revolucionario que mantuvo en el poder al Partido Revolucionario Institucional (PRI) por más de siete décadas. En ese devenir histórico, la propuesta para la educación hacia los pueblos indígenas mexicanos consistió en integrarlos, modernizarlos y otorgarles educación racionalista y científica, que se desarrolló en el área básica esencialmente. Aunque hubo Escuelas Normales en regiones rurales, estas no estuvieron pensadas en la interculturalidad; tuvieron otros fines e intereses.

La política indigenista puso en riesgo a las lenguas indígenas, porque se impuso al español como lengua oficial, lo que representó una de las grandes paradojas del indigenismo mexicano del siglo XX, pues, mientras florecía una política nacionalista, en muchas de las comunidades hablantes de lenguas originarias se impuso un modelo excluyente, en el que no hubo lugar para las lenguas originarias. Los antropólogos indigenistas mexicanos habían planteado y discutido sobre sus principales retos. Por ejemplo, en 1970, Margarita Nolasco propuso que, a pesar de las grandes problemáticas, la antropología aplicada en México era indigenista (Nolasco, 2022: 64-88).

Fue hasta el periodo de gobierno de Vicente Fox (2000-2006) que se fundaron en localidades y municipios con presencia de pueblos indígenas, las primeras UI: en el Estado de México, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Sinaloa, Guerrero, Michoacán, y Puebla. En el presente existen 17 con más de 30 unidades académicas, además de las iniciales las hay en Quintana Roo, Hidalgo, San Luis Potosí, Campeche, Colima, Tlaxcala, Baja California, Guanajuato y en el Pueblo Yaqui (DGESUI, 2023).

El gobierno creó la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe (CGEIB) y propuso una nueva política para atender a los pueblos originarios (Olivera, 2019). Entre las principales acciones para atender dichas demandas, el gobierno se dio a la tarea de crear un subsistema educativo, que retomó de manera parcial algunas demandas que habían sido propuestas en los diálogos de San Andrés Larráinzar, en 1996. “Con los planteamientos del Programa Nacional de Educación 2001-2006 (Pronae) se abrieron perspectivas para buscar posibles soluciones a la problemática que provocó inequidad en el acceso de la población indígena a la educación superior” (Casillas y Santini, 2006: 20).

Una gran paradoja a la que trató de dar respuesta el proyecto educativo intercultural fue la de apropiarse de las demandas de autonomía indígena, que se fortalecieron durante los meses en que los representantes del EZLN y el Gobierno Federal se reunieron en el municipio de San Andrés Larráinzar, Chiapas, entre 1995 y 1996, para discutir sobre las principales problemáticas históricas de los pueblos originarios, entre las cuales estaba la educación pluricultural. Pero ni en la CGEIB ni en las UI iniciales se ha reconocido la importancia de lo discutido en San Andrés; los funcionarios y principalmente los rectores actualmente niegan o evaden hablar sobre la relación histórica con el zapatismo en el presente. Esto se debe también a que los rectores de las UI son nombrados por los gobiernos estatales, por lo que, como la mayoría de los funcionarios públicos, intentan no tocar temas que se relacionen con los movimientos sociales y menos relacionado con el EZLN.

Las UI en México, aunque no son exclusivas para los pueblos indígenas, si tienen una fuerte carga histórica, ideológica y política centrada en la atención a la diversidad lingüística y étnica. En el diseño, trabajo, planeación, objetivos, metas, vinculación y difusión, retoman el problema añejo histórico del indigenismo mexicano, y ha sido su prioridad. Así lo plantearon las autoridades de la CGEIB en sus normativas, por ejemplo, según lo establecido por Lourdes Casillas y Laura Santini en su libro en el año 2006.[2] Al revisar los propósitos iniciales de las UI, queda muy claro que se trata de un neoindigenismo intercultural, marcado por la política del desarrollo, de las competencias, de la gestión y la diversidad cultural, pero que aborda de manera muy somera el asunto de la historia.

Dietz y Mateos (2011) denominan como “interculturalización de las demandas indígenas” al proceso que pasaron las UI en sus primeros años, en el que intervinieron miembros de las comunidades donde se sitúan estos centros educativos: “Es desde esta reivindicación de la autonomía comunal o regional desde la cual los actores indígenas replantean el debate sobre la educación bilingüe bicultural, que desde el último sexenio se comienza a denominar educación intercultural bilingüe” (2011: 89).

Los funcionarios que propusieron el modelo educativo intercultural tomaron del indigenismo histórico gran parte de su infraestructura, incluyendo los discursos fundacionales con los que paradójicamente, a la vez, intentaron romper, pues implicaban una integración a modelos de desarrollo y de competencias, por lo que el giro principal tuvo que ver con darles un enfoque hacia la multiculturalidad y centradas en la diversidad lingüística. En esos aspectos se concentran sus principales conflictos con la historia, pues entre una implementación inicial, en la que sus primeros profesores tuvieron que aplicar un proyecto para muchos de ellos desconocido, a la par formaron a las generaciones iniciales en un nuevo modelo educativo intercultural de competencias, que choca constantemente con la realidad de los estudiantes de comunidades indígenas.

Una de las problemáticas centrales de estos centros educativos por lo tanto es histórica. Sin embargo, por no existir asignaturas o cursos en historia en la mayoría de las licenciaturas que ofrecen, el problema queda en gran medida invisibilizado, lo cual no sólo es parte del problema sino una paradoja en su centro.

A lo largo de casi veinte años, han sido modificados los programas de estudio en algunas licenciaturas y sustancialmente se han rediseñado, pero en esencia se ha mantenido el programa educativo en Lengua y Cultura, pues fue creado para atender la diversidad lingüística y étnica en cada una de las regiones culturales en donde se encuentran las universidades. Lo que en este artículo se expone tiene que ver con que en los actuales programas de Lengua y Cultura de la UIET y UIEP, los cursos de historia cultural no existen, salvo algunas asignaturas de historia general, casi siempre optativas.

La práctica de la historia cultural para comprender el origen y desarrollo de las UI debería ser parte de los programas de estudio, ya que una reflexión histórica crítica permite una mejor comprensión de las regiones culturales en las que se encuentran ubicadas. La historia se vuelve una disciplina primordial para entender los grandes problemas que se viven en las localidades y municipios en los que se forman las nuevas generaciones de estudiantes interculturales.

Peter Burke sobre la relevancia de los historiadores durante el siglo XX afirmo lo siguiente: “la labor de los historiadores culturales individuales ha de insertarse en una de las varias tradiciones culturales diferentes, generalmente definidas atendiendo a criterios nacionales” (Burke, 2006: 14). En México la historia cultural tiene una relación muy estrecha con la antropología y con la interculturalidad.

A pesar de las grandes críticas a la antropología mexicana del siglo XX por parte de quienes propusieron el modelo educativo intercultural, una visión crítica sobre el indigenismo será de gran apoyo y ayuda para proponer mejores políticas con enfoque intercultural. Al no existir programas de estudio con este enfoque en las distintas licenciaturas y programas de posgrado, el vacío histórico para comprender a las regiones y comunidades donde se han colocado las UI se vuelve un problema.

México es una nación diversa, que requiere ser comprendida, explicada y analizada desde la historia cultural, para las generaciones de estudiantes que se forman en las UI esto debe ser elemental. En regiones como la tabasqueña donde se encuentra la UIET y la poblana donde se ubica la UIEP, buena parte de los problemas se resuelven a partir de la solidaridad y de los lazos entre pueblos, es decir existe una fuerte carga histórica que es determinada desde lo cultural. Que los estudiantes conozcan y discutan acerca de la construcción de los discursos históricos es muy importante, no debe darse por sentado. Frente a todo lo anterior es necesario volver a la práctica de descripciones de las comunidades, y descripciones históricas para comprender los procesos simbólicos de los pueblos. Es decir, resulta necesario dotar a la formación de las nuevas generaciones de estudiantes en Lengua y Cultura, de un enfoque histórico y antropológico.

2) Lengua y Cultura y la ausencia de la asignatura de Historia Cultural

Lengua y Cultura es una de las licenciaturas iniciales que está presente en la mayoría de las UI. En este programa educativo, el elemento histórico debería ser central. Sin embargo, no ha sido así y entre las reformas recientes a los programas de estudio de esta licenciatura, destaca la ausencia de cursos de historia, como el caso del programa educativo en la UIET. En el caso de la UIEP, solo existe como una materia optativa en el séptimo y otra en octavo semestre. Existen programas educativos en Lengua y Cultura en varias de las UI iniciales, por ejemplo, en Puebla (que tiene dos unidades académicas en Huehuetla y en Tlacotepec de Benito Juárez) y Tabasco (que tiene tres unidades académicas (Oxolotán, Villa Vicente Guerrero y Tamulté de las Sabanas).

Las UI tienen un enfoque antropológico, afirma Dietz (2017), pero también obedecen a un resultado histórico, ¿por qué no existen programas educativos, o experiencias académicas en historia cultural? Esto se debe a que, para el proyecto educativo de competencias, tanto el elemento antropológico como el histórico-cultural, resultan ser incómodos por críticos.

El enfoque antropológico ha logrado sobrevivir a los constantes ataques, principalmente de funcionarios públicos, de rectores, de administrativos, de economistas y pedagogos, pues resulta indispensable para su continuidad. En esencia, al ser un enfoque intercultural, mantiene una relación directa con la ciencia antropológica y con el concepto de cultura. Además, las UI, aunque sus funcionarios, los rectores y gran parte de sus autoridades académicas lo nieguen, tienen una herencia histórica de la antropología indigenista, que fue aplicada durante todo el siglo XX y que retomaron en el nuevo siglo.

La historia es una disciplina científica que permite el pensamiento crítico. A muchos de los funcionarios, administrativos y rectores de las UI, un posicionamiento crítico les resulta incómodo y molesto. A lo largo de sus casi veinte años de existencia, en muchas de estas universidades han existido intentos de movilizaciones sociales, y casi todos han sido contra rectores. Por ejemplo, en la UIET en Tabasco hubo movilizaciones sociales contra el entonces rector José Félix Lourdes, entre los años 2012 y 2013 (Escobar et al., 2020), en Puebla, como lo presenta el estudio de Huerta (2021), muchas de las acciones políticas comunitarias han sido contra sus rectores.

Para entender mejor la propuesta de incluir un enfoque histórico-cultural, es necesario revisar de manera general cómo están estructurados los programas de estudio en la UIET y en la UIEP. El caso de la UIET, su misión y visión es la siguiente:

Misión de la UIET

Formar profesionistas intelectuales que contribuyan a elevar el nivel de desarrollo humano de su región mediante la generación y gestión de proyectos autogestivos que promuevan la conservación y difusión de su patrimonio cultural y natural, respetando la diversidad cultural y su entorno.

Visión de la UIET

Ser la mejor Institución de Educación Superior con el reconocimiento académico a nivel nacional por la calidad y excelencia de sus egresados, con una formación integral en las disciplinas científicas, y la preservación y la difusión de las manifestaciones culturales y su contribución al desarrollo humano regional

Fuente: página web de la UIET, https://uiet.edu.mx/cMisionvision.php.

En el caso de la UIEP, los objetivos de la licenciatura de Lengua y Cultura son:

Formar profesionales e intelectuales con una visión crítica y analítica de su realidad, fortaleciendo los conocimientos, teóricos, metodológicos, técnicos y prácticos que, conjugados con los saberes propios del entorno comunitario, permitan colaborar ética y solidariamente en la solución de problemas de comunicación oral y escrita, de educación pertinente y socioculturales coadyuvando al ejercicio de los derechos lingüísticos de los pueblos originarios con ello al desarrollo social, político, económico y cultural de sus regiones. (UIEP, 2023)

Los programas de estudio en Lengua y Cultura en ambas instituciones están estructurados de manera similar y coinciden en no tener cursos de historia, cuando deberían tenerlos porque su planteamiento general es histórico-antropológico.[3]

En el programa de estudios de la UIET existen seis ejes de formación: 1) lengua, 2) vinculación/gestión, 3) sociocultural, 4) pedagógico, 5) traducción/interpretación, y un sexto eje de especialidad. La carrera está diseñada para hacerse en ocho semestres. Los anteriores programas de estudio de Lengua y Cultura, en los que participé como profesor entre 2007 y 2010, contaban con tres cursos de historia: 1) Historia de los pueblos originarios, 2) Historia regional y local, y 3) Historia de la Educación Indígena (Escobar et al., 2020), además de asignaturas relacionadas a la antropología que ya no existen en el programa. En su lugar fueron colocadas las siguientes: 1) Cosmovisión, 2) Sujeto y colectividad, 3) Estado, globalización y cultura, 4) Teoría de la Cultura, 5) Filosofía de los Pueblos Originarios, 6) Género, desarrollo y relaciones interculturales y 7) Temas actuales de México.

El programa actual, a diferencia de los anteriores, carece ya de una perspectiva y de un posicionamiento histórico crítico. Aunque hay un acercamiento al pensamiento indígena en toda la carga de materias, no hay una perspectiva de historicidad y menos de historiografía que permita a los estudiantes comprender el proceso temporal, político y cultural desde la dimensión de larga duración de los pueblos originarios. Para la próxima reforma al programa de estudios en Lengua y Cultura de la UIET, propongo que se agregue una asignatura en Historia Cultural que permita a los estudiantes conocer la construcción temporal de las regiones culturales en Tabasco y en general en México.

En el programa de Lengua y Cultura vigente en la UIEP, la estructura es por ejes: 1) metodológico, 2) sociocultural, 3) disciplinar y 4) de lenguas, con siete sub-ejes: 1) vinculación con la comunidad, 2) cultural, 3) traducción e interpretación, 4) lingüístico, 5) educativo, 6) investigación y 7) lenguas.

Los estudiantes deben cumplir con 56 asignaturas, con horas teóricas y prácticas. En este programa algunos de los cursos tienen que ver de forma escueta con elementos históricos, pero ninguno desarrolla un planteamiento de larga duración y que explique la historia cultural y al indigenismo mexicano en su paso hacia la interculturalidad de manera directa. Tampoco se explica el proceso de larga duración por el que han pasado los pueblos originarios en Puebla y en México, y mucho menos se profundiza en los elementos temporales que han dado forma a las regiones culturales en donde se sitúan las unidades académicas de esta Universidad.

Los cursos más cercanos son “Políticas educativas en México” y “Antropología sociocultural”, pero los planteamientos de ambos cursos no tienen un punto de partida historiográfico, tampoco historicista, y mucho menos desde un enfoque histórico cultural. La propuesta que hago en este artículo es que se agregue una asignatura de historia cultural, para el eje sociocultural en el programa educativo de la UIEP que permita a los estudiantes de las regiones totonaca y popoloca conocer y profundizar en su propia historia.

Las únicas asignaturas relacionadas con la historia en el programa de estudios de Lengua y Cultura de la UIEP son optativas, y se llevan en los últimos semestres, estas son: 1) Etnohistoria, y 2) Historia Oral. La propuesta de este artículo es la de integrar una asignatura en Historia Cultural que aborde entre sus temas, y explique, al indigenismo mexicano, que presente una discusión sobre la historia cultural. Esto puede quedar inserto en una línea sociocultural, en la que dicho curso sea secuencia de las asignaturas de Antropología Sociocultural y Etnociencia, que llevan los estudiantes en los primeros dos semestres, pero no como asignatura optativa, pues para un profesional en Lengua y Cultura la formación antropológica e histórica es elemental.

Conclusiones

Desde el primer proyecto educativo intercultural en San Felipe del Progreso, en el Estado de México, hasta los más recientes en los estados de Tlaxcala, Campeche y Colima, pasando por los de Tabasco y Puebla, la historia de las UI ha tenido que ver con un neoindigenismo con enfoque intercultural, que retomó del indigenismo nacionalista la propuesta política de las regiones de refugio que diseñó e impulsó Gonzalo Aguirre Beltrán, y que a su vez retomaba la ya añeja idea que, décadas atrás, intentó impulsar Manuel Gamio cuando proponía estudiar para alfabetizar a las regiones culturales con presencia indígena. Dietz (2017), ha hecho hincapié en la importancia de la antropología para la construcción de una interculturalidad crítica. Esto es fundamental y complementario con un enfoque de historia cultural.

Tomando en cuenta mi experiencia como docente-investigador en las dos UI en las que participé, pude darme cuenta de que para quienes diseñan los programas de estudio bajo un modelo de competencias, como es el caso de la licenciatura en Lengua y Cultura, la reflexión histórica crítica resulta amenazante, lo mismo que para los funcionarios que desde las coordinaciones nacionales están a cargo de la aprobación de dichos programas de estudio, y para rectores, secretarios académicos y jefes de carrera. Para ellos siempre es una amenaza tener a estudiantes con enfoque crítico. En particular hay un constante miedo a que en las comunidades y localidades indígenas donde están ubicadas las UI se formen cuadros de estudiantes críticos, y se tiene mucho temor a las movilizaciones sociales.

Desde una posición personal como profesor, considero que el rompimiento con el indigenismo mexicano que presumen constantemente las autoridades desde la Dirección General de Educación Superior Universitaria e Intercultural (DGESUI), así como los rectores y directores académicos, es algo todavía inacabado, que está en proceso. Mientras tenga que ver con la tutoría directa del Estado mexicano y la educación intercultural no sea autónoma, difícilmente se podrá lograr la separación entre el indigenismo y la interculturalidad, ya que las aspiraciones políticas de muchos funcionarios públicos de quienes dependen los recursos económicos de las UI tienen que ver con el mismo objetivo del siglo XX: la integración del mundo indígena a un proyecto moderno, de desarrollo, pero ahora intercultural. Si en verdad las UI buscan construir alternativas en sus comunidades, deben de integrar y discutir los enfoques que ha desarrollado la Historia Cultural.

Cabe destacar que estas Universidades nacieron en un modelo educativo neoliberal y de competencias, esto está planteado en el libro Modelo Intercultural, publicado en 2006 por Lourdes Casillas y Laura Santini. Dicha obra contiene el planteamiento normativo que todas las UI oficiales han seguido desde entonces. Me parece que es momento de que la población de las comunidades de estos centros educativos, sus generaciones de egresados, sus profesores indígenas y sus funcionarios tomen la batuta de la normatividad indígena y propongan nuevos esquemas, pues desde 2018 un gobierno distinto está frente a una nueva relación con los pueblos originarios. Es una deuda histórica. Reitero mi propuesta para que se tome en cuenta a las asignaturas de Historia Cultural, desde una perspectiva crítica, pues ésta resulta esencial para formar a las nuevas generaciones.

La estructura de las UI ha ido caminando a la par del nuevo milenio, tienen el reto de la consolidación frente a modelos tradicionales de educación superior universitaria, pero estas universidades no son autónomas y el Estado deberá permitir que sus comunidades tomen la batuta de su propia historia, su presente y futuro. Las localidades y en los municipios donde se encuentran las UI cuentan con condiciones críticas, de pobreza extrema y de altos índices de marginación. Por ejemplo, la región del sureste de Puebla es una región precaria (González y Doulos, 2024).

En muchas comunidades además existen organizaciones comunitarias, colectivos por la defensa de la tierra, de la educación, y en lugares que pueden ser campo de cultivo de luchas sociales. Es por todo lo anterior que, tanto para el Gobierno Federal como para los gobiernos estatales, controlarlas se vuelve algo esencial. Ese es el principal reto y resulta una enorme paradoja para sus comunidades estudiantiles y sus profesores, ante el futuro incierto, y en sus veinte años de vida. Indudablemente, se trata de un asunto que tiene que ver con la historia.

Bibliografía

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  1. Facultad de Antropología | Correo: fegalan@uv.mx

  2. El libro se puede descargar en este enlace: https://www.unich.edu.mx/wp-content/uploads/2012/04/Modelo2.pdf.

  3. Los programas pueden ser consultados en https://uiet.edu.mx/docs/mapacurricular/MapaPALYCPlanCRev.pdf (Programa de Lengua y Cultura vigente en la UIET), y https://www.uiep.edu.mx/2020/Plan%20de%20Estudios/MAPA_CURRICULAR_2020_LYC.pdf (Programa de Lengua y Cultura vigente en la UIEP).