Guillermo Bonfil Batalla[1]
CIS-INAH[2]
Foto: Instalaciones del CREFAL tomada de su sitio web.
El jueves 12 de julio se inauguraron formalmente los cursos de este programa en el auditorio del Centro Regional de Educación de Adultos y Alfabetización Funcional para América Latina (CREFAL), en Pátzcuaro, Mich. Asistieron a la ceremonia los señores Fernando Solana, Secretario de Educación Pública, Roger Díaz de Cossío, Subsecretario de Cultura y Recreación, Ignacio Ovalle Fernández, Director General del Instituto Nacional Indigenista, Rodolfo Stavenhagen, Director General de Culturas Populares, Salomón Nahmad, Director General de Educación Indígena, Gilberto Garza Falcón, Director interino de CREFAL, así como un representante del Gobernador del estado de Michoacán, el Dr. Guillermo Bonfil, Director del CIS-INAH, el Mtro. Luis Reyes García, Coordinador del Programa, y un crecido número de invitados especiales.
El Lic. Víctor de la Cruz Pérez, integrante del programa, actuó como maestro de ceremonias e hizo la presentación de los miembros del presídium y de los representantes de cada uno de los siete grupos lingüísticos indígenas que participan en el programa, quienes dieron un mensaje de bienvenida en sus respectivas lenguas: maya, mixteco, nahua, otomí, purépecha, totonaca y zapoteca. El representante del grupo tarasco habló en español a nombre de todos sus compañeros. A continuación, el Dr. Guillermo Bonfil Batalla y el Lic. Ovalle tomaron la palabra y el Lic. Solana declaró inaugurados los cursos. Reproducimos a continuación el discurso del Dr. Guillermo Bonfil:
Señor Secretario de Educación Pública,
Señor Subsecretario de Recreación y Cultura de la SEP,
Señor Director del Instituto Nacional Indigenista,
Señor representante personal del Gobernador de Michoacán,
distinguidos invitados,
compañeros participantes en el Programa de Formación Profesional de Etnolingüistas,
amigos todos:
Desde hace casi 500 años, cuando los españoles invadieron el territorio que hoy es México, se estableció un sistema de dominación sobre la población llamada (a partir de entonces) india o indígena; ese sistema todavía no ha sido erradicado de manera total y definitiva. Un recurso importante de esa estructura de dominación colonial ha sido siempre la educación, diseñada para los indios, pero nunca por ellos mismos. Una educación que en la época virreinal no ocultó ni enmascaró sus propósitos de convertir a la población nativa, a los pueblos indios, en dóciles instrumentos para producir una riqueza que les estaba vedada; una enseñanza con contenidos ajenos y enajenantes, encaminada a borrar la memoria histórica; a fomentar, no lealtades, sí sumisión; una educación, en fin, que lejos de proponerse el desarrollo libre de las capacidades sociales e individuales, castraba esas potencialidades e imponía una conciencia de inferioridad ante la cultura europea, la religión católica, la raza blanca y todos los atributos que los colonizadores se asignaban a sí mismos y que consideraban, por razón divina o por la simple fuerza, definitiva e incuestionablemente superiores a los de los pueblos conquistados.
La independencia política y los grandes movimientos sociales que de manera significativa han modificado las condiciones de la nación mexicana, no se han traducido en forma automática en una descolonización real de la población indígena. La educación misma, a pesar de haber cambiado radicalmente de propósitos y de orientación, no ha podido eliminar, en cuanto a la educación indígena se refiere, la enorme carga irracional que acumuló durante el virreinato: los prejuicios, las valoraciones negativas, el paternalismo, la imposición de ideas y modelos que sin ningún análisis crítico se afirman como superiores. Es verdad: hoy, a diferencia de hace apenas unas décadas, hay más de veinte mil maestros y promotores bilingües empeñados en la tarea de llevar la escuela a las comunidades indias; es verdad, también, que se han multiplicado los servicios escolares en las regiones indígenas y que hay un creciente número de jóvenes de esas etnias que han terminado o están cursando los ciclos de enseñanza media y superior; es verdad que se han hecho esfuerzos por producir materiales didácticos bilingües para adecuar la enseñanza de los primeros grados a las condiciones culturales, sociales, económicas y lingüísticas de los grupos indígenas mayoritarios. Es verdad: el esfuerzo ha sido grande y los resultados son visibles. Pero también es verdad, y es indispensable reconocerlo así, que, salvo aislados, aunque muy significativos ensayos, en toda la concepción de la educación indígena los indios siguen siendo la población a educar. No se ha planteado seriamente el problema de que ellos mismos tienen mucho y muy importante que decir sobre qué tipo de educación requieren, con cuáles contenidos y modalidades; por otra parte, no se ha asumido tampoco el hecho de que las culturas indias poseen un caudal riquísimo de conocimientos acumulados históricamente, que no ha podido florecer más debido a la opresión a que están sujetos, en todos los órdenes de la vida, los pueblos que las portan y las trasmiten. Esas culturas no son reliquias históricas ni curiosidad folclórica: son la base, el tronco en el que deberán injertarse los conocimientos y tecnologías universales, si se quiere que ese trasplante fructifique. Son culturas vivas y dinámicas, con la misma potencialidad que cualquier otra cultura. Si aparentan ser-conservadoras y estáticas, es porque desde hace casi cinco siglos han sido asediadas, agredidas y discriminadas; se les ha obligado a estar a la defensiva, convertidas en culturas de resistencia cuya función primordial es garantizar la supervivencia del grupo social. Pero estas culturas, como los pueblos que las comparten, tienen todas las capacidades para desarrollarse en el mundo de hoy, para actualizarse históricamente y aportar alternativas para la solución de problemas comunes. Más aún: tienen el derecho a probarlo y a probarse a sí mismas.
Estas ideas generales, breves y toscamente expuestas aquí, están en la médula y en la raíz del Programa de Formación Profesional de Etnolingüistas, que hoy se inaugura. Queremos colaborar en un esfuerzo colectivo encaminado a estimular el desarrollo étnico y lingüístico de los pueblos indios de México.
La iniciativa para organizar este programa fue del Instituto Nacional Indigenista y, de manera más precisa, de su Director General, el Lic. Ignacio Ovalle Fernández. En este caso, por fortuna, junto con la iniciativa vino la decisión del propio INI de apoyar totalmente al programa y financiar sus costos directos. La Secretaría de Educación Pública, por acuerdo de su titular el Lic. Fernando Solana, apoyó de inmediato el proyecto; la Dirección General de Educación Indígena participó activamente en su formulación y concedió las comisiones de 69 maestros bilingües y la Secretaría de Educación Pública gestionó que el CREFAL pusiese gentilmente a disposición del programa los locales necesarios y otros recursos de apoyo y colaboración. El CIS-INAH aceptó con entusiasmo y convicción la responsabilidad de llevar a cabo el programa, lo que implica un compromiso de fondo con el que todos los participantes nos sentimos y declaramos incondicional y definitivamente solidarios.
¿De qué se trata? ¿qué se pretende con el Programa de Formación Profesional de Etnolingüistas? En pocas palabras, aspiramos a crear un espacio intelectual y de acción práctica en el que un grupo de estudiantes que son originarios de diversas comunidades indígenas, que manejan tanto su lengua materna como el español, que conocen su cultura y se interesan en ella, que han concluido al menos los estudios medios superiores y, sobre todo, que se mantienen identificados con los problemas de sus propios grupos y están dispuestos a comprometerse en la búsqueda y puesta en práctica de soluciones para ellos; se trata de que ese grupo, digo, junto con un equipo de profesores especialistas en distintas disciplinas sociales y un cuerpo de jóvenes egresados de diversas carreras, intercambien experiencias y conocimientos, se apoyen y orienten mutuamente, enseñen y aprendan de manera simultánea, para lograr, como primer objetivo, que los estudiantes alcancen una formación profesional en nuevo campo que, convencionalmente, estamos llamando Etnolingüística. Esta disciplina profesional está compuesta por conocimientos de la lingüística, la antropología social y la etnohistoria, que deberán integrarse en la perspectiva que emerge de la cultura y la experiencia histórica de cada grupo étnico representado en el curso.
Necesitamos ser coherentes con los planteamientos iniciales y queremos avanzar por el camino de la descolonización intelectual. Por eso, no aceptamos de antemano que la antropología, la historia y la lingüística que se han construido a partir del estudio (por otros) de los pueblos indígenas, sean necesaria e incuestionablemente las únicas ni las más válidas desde la perspectiva de los propios pueblos indígenas. Ya se ha dicho muchas veces: la historia la escriben los vencedores; la antropología es hija directa del colonialismo, etcétera. Necesitamos otra cosa. Este espacio intelectual y práctico que es el programa quiere crear las condiciones para lograr una asimilación discriminada, crítica, de los conocimientos y procedimientos útiles de esas disciplinas, a partir de las prioridades y perspectivas de cada grupo, de cada cultura. Se trata de contribuir a crear, en base a una reflexión y un análisis colectivo y sistemático, una ciencia plural, ajustada a las necesidades y las condiciones concretas de cada grupo, válida, eficaz y legítima en los términos universalmente aceptados, pero a la vez profundamente arraigada, y por eso, original. Es, en fin, un proceso de apropiación intelectual, no de imitación y mucho menos de imposición.
Quienes hemos participado en la formulación inicial de este programa estamos profunda y absolutamente convencidos de que este camino conduce a la formación de cuadros intelectuales y profesionales que son indispensables en esta etapa del desarrollo del país y, especialmente, de los grupos étnicos indígenas que de él forman parte. También estamos convencidos de que no es el único; pero queremos recorrerlo.
Por su propia naturaleza, este es un programa abierto, que deberá irse creando diariamente, contando cómo única guía inalterable con sus objetivos finales. No admitimos improvisaciones, pero sí afirmamos la necesidad de innovar y corregir las ideas que surgieron tras una mesa de trabajo, conforme lo recomiende la experiencia cotidiana.
Nuestro programa ha sido objeto de críticas de diverso orden desde el momento mismo en que se comenzó a planear. Hemos recogido todas esas críticas y las tomamos en cuenta. Algunas las hemos incorporado, porque enriquecen y mejoran el programa. Otras no pretenden eso, porque parten de la negación absoluta de los objetivos propuestos, desde posiciones de principio que no reconocen trascendencia alguna al fenómeno del pluralismo étnico y, en consecuencia, rechazan cualquier proyecto que, como éste, concibe que la solución de los problemas indígenas exige la participación efectiva de los propios indígenas y en sus propios términos, es decir, pasando por su especificidad histórica y cultural. A quienes sostienen tales puntos de vista contrarios sólo podemos remitirlos a los resultados que aquí se obtengan; antes de eso, no parece haber terreno común para una discusión fructífera.
Afirmamos que todos los sectores que forman la sociedad mexicana, y en este caso especialmente los grupos étnicos indígenas, tienen derecho a participar en los análisis, las decisiones y la ejecución de las medidas encaminadas a resolver sus problemas; y que esa participación exige la formación y el reconocimiento de sus propios cuadros técnicos, profesionales e intelectuales, que sean propios no sólo por el hecho biológico de haber nacido en su seno, sino porque asuman la función de formular, en sus respectivos campos de acción y de interés, las estrategias adecuadas, a partir de la perspectiva que demandan las condiciones concretas (históricas, sociales, ideológicas, económicas) de sus propios pueblos.
Quiero, para concluir, extender la más cordial bienvenida a los estudiantes del programa. Nuestro compromiso de principio ante ellos, sobre el que descansa todo lo demás, es el de garantizarles que nunca serán el objeto, sino el sujeto de este programa.
Muchas gracias a todos por su asistencia a este acto inaugural.
Fuente: Noticias del CIS-INAH, vol. II, núm. 3 (9), mayo-junio-julio, 1979.
- Director del Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (CIS-INAH). Discurso pronunciado con motivo del Programa de Formación Profesional de Etnolingüistas el 12 julio de 1979 en Pátzcuaro, Michoacán. ↑
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En 1980 el CIS-INAH cambia su nombre a Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). ↑