Hildeberto Martínez

Pedro Yaopain Makoto Martínez Yoneda

Hildeberto Martínez. Foto: Yao Martínez (2016)


Hildeberto Isaías Martínez Martínez; amigo, colega, compañero, vecino o simple conocido dependiendo de quién esté pensando en él, fue mi padre. De sus orígenes solamente mencionaré que nació en Naolinco, un pueblo sumamente pintoresco cercano a Xalapa, capital del estado de Veracruz, y que hoy ostenta el privilegio de ser considerado Pueblo Mágico.

De su trabajo no puedo comentar gran cosa, ya que tanto él como mi mamá siempre me permitieron ir en busca de mis propios intereses, y no me fue impuesto el tener que aprender sobre lo que ninguno de ellos estudiaba o trabajaba. Es por ello que me enfocaré en describir más bien a la persona, en tratar de dar a conocer cómo era, sus intereses fuera de su trabajo, lo que según yo lo definía como ser humano.

Desde muy chico me tocó viajar con mis padres a diferentes pueblos. Muchos de esos viajes se realizaron por investigación de parte de ellos, pero para mí no eran otra cosa más que un paseo. Recuerdo que ambos cargaban con cámara fotográfica, sobre todo para esas salidas con el objetivo de averiguar algo, y en algún momento me fue entregada una con la que comencé a aprender de fotografía. Ellos fueron mis primeros maestros en el uso de la cámara.

Keiko Yoneda e Hildeberto Martínez en Naolinco (Veracruz). Foto: Yao Martínez (s/f)


A mi papá le gustaba mucho conocer pueblitos, en parte por la naturaleza de su trabajo, pero también porque se le notaba muy cómodo relacionándose con la gente sencilla de esos lugares. Para él era más cómodo platicar con gente de pueblo que con gente de ciudad. Sin embargo, pudo adaptarse muy bien a la vida en la Ciudad de México. Seguramente esta cualidad le permitió indagar muchas cosas en sus investigaciones de campo.

Disfrutaba hacer cosas por los demás, al menos siempre hizo todo por mi mamá y por mí, al grado de que cuando venía a Xalapa y mientras le fue posible, todas las mañanas él era quien preparaba el café. También le gustaba la cocina, y disfrutaba viendo programas en los que pudiera aprender recetas nuevas, o también buscaba en internet otras opciones para cocinar, y nos preparaba esos platillos que le interesaban. Yo le ayudaba lavando trastes y con las tareas previas, pero la preparación corría a su cargo.

Le gustaban las plantas, y siempre estaba pendiente de abonar las macetas, cambiarles la tierra o guardar las semillas de las que más le gustaban. De haber tenido espacio suficiente, seguramente habríamos tenido un pequeño huerto. También disfrutaba de los animales, y todo el tiempo preguntaba por los dos gatos y el periquito australiano que tenemos. Le gustaba platicar con ellos y consentirlos, y de igual manera estaba pendiente de su estado.

Siempre fue muy sano y gustaba mucho de caminar, tenía un paso veloz y caminaba más rápido que yo. A pesar de haber sido delgado, era muy fuerte, y de no ser porque enfermó, seguramente hubiera podido vivir otros diez años gozando de muy buena salud. Nunca estaba quieto, siempre encontraba algo que hacer.

Trataba amablemente a todas las personas, siempre fue agradecido y en todo momento pensaba en los demás, era muy empático y no trataba de imponerse solamente porque sí. No le gustaba el conflicto, y en la medida de lo posible siempre trató de evitar cualquier problema. Eso sí, era de carácter fuerte, pero en realidad difícilmente se enojaba, al menos ya no en sus últimos años. Fue sumamente inteligente pero nunca lo escuché alardear de ello, incluso me atrevería a decir que no lo consideraba así.

Estos últimos años ya estaba planeando jubilarse y venir a vivir con nosotros a Xalapa, pero lo pospuso en varias ocasiones porque tenía la intención de terminar algunos trabajos antes de hacerlo. Eso demuestra el amor que le tenía a su trabajo. Quería que viviéramos juntos los tres nuevamente y pasar el tiempo que le restara con nosotros.

Sé que se me escapan muchos detalles que podrían describir mejor a mi papá, porque él fue la persona más amable que pude haber conocido, de una nobleza y un corazón enorme, lleno de vitalidad y muy inquieto por esa hambre de conocer, aprender y enseñar, amante de los animales, las plantas y la naturaleza en general, aficionado al basquetbol (que jugó un tiempo), y otros deportes, sencillo en su trato y necesidades. En definitiva, un excelente ser humano.

Muchas gracias, mamá, elegiste muy bien a tu compañero de vida. Tuvimos el privilegio de conocer, tratar, convivir y aprender de una extraordinaria persona. Yo aún no sé por qué razón mi papá siempre estuvo orgulloso de mí, pero me siento muy afortunado de que así haya sido, fue un excelente padre y ahora en su ausencia nos toca demostrar que fuimos buenos alumnos de él. Quizás esto suene muy pretencioso, pero pienso que todos aquellos que conocimos a mi papá, de una u otra forma somos bastante afortunados. Te amamos infinitamente, pa, algún día volveremos a estar juntos.