El intento de abandonar la ingesta de alcohol de manera definitiva, en contextos caracterizados por la normalización de altos niveles de consumo masculino de bebidas alcohólicas, conlleva una serie de dificultades que constituyen una porción importante del padecimiento de la abstinencia. Resaltan especialmente las presiones ejercidas por parte de los grupos de pertenencia que constituyeron la red social para diversas actividades signadas por el consumo de bebidas y la embriaguez consecuente. Ésta es una de las consecuencias negativas del dejar de beber que implica un cierto tipo de aislamiento social y la exclusión y el alejamiento de las actividades que en tiempos anteriores de ingesta habitual constituían las diversas dinámicas de la vida social.
El contexto de investigación en el que estos varones intentaban transitar su abandono de la bebida, la región mazahua y mestiza del Estado de México, se caracteriza por altos niveles de consumo en múltiples circunstancias y con diferentes tipos de bebidas, así como por altas cifras de mortalidad por ese consumo, en particular por cirrosis hepática.
El consumo de bebidas alcohólicas — y con frecuencia la embriaguez masculina se produce en esta región en diversos contextos de interacción social: durante y después de los encuentros dominicales de futbol; en el transcurso del trabajo agrícola y en los talleres de oficios, en la albañilería y en la industria citadina; también en la calle, en los terrenos baldíos y a las puertas de las tiendas del trago al paso. Con la intermediación de la bebida se cierran y se cumplen acuerdos económicos y políticos; se juega baraja y dominó en las cantinas aminorando el tedio masculino. En este sentido, la sociabilidad y el entretenimiento son consecuencias positivas del consumo alcohólico colectivo de los hombres — aunque éste encierre la potencialidad de las consecuencias negativas —.
Las prácticas normalizadas durante los primeros momentos de la embriaguez masculina permiten acercamientos afectivo-corporales entre varones, entre padres e hijos, que difícilmente ocurrirían fuera de ese estado. Pero también detona acciones violentas que tienen en su base conflictos previos al consumo alcohólico. Acciones que pueden derivar en el homicidio intragenérico de los varones alcoholizados y en golpes, humillaciones y abusos sobre las mujeres y/o los hijos.
En este espacio social la abstinencia del alcohol permite al bebedor y su entorno eludir importantes consecuencias negativas pero, simultáneamente, aísla a los hombres de las relaciones sociales con los otros hombres y los enfrenta al tedio de una vida sin escapes, sin el instrumento legal para alterar la conciencia, o en términos de G. Bateson corregir la defectuosa sobriedad, frente a trabajos monótonos y/o dependientes o a la carencia de recursos para vivir frente a horizontes estrechos en sus posibilidades. Y, junto a todo esto, coloca a los varones ante la dificultad que implican las ironías provenientes de sus redes masculinas anteriores respecto a su virilidad y su pertenencia religiosa, es decir, sobre aspectos importantes de su identidad. Para sus amigos, que continúan en la carrera de la ingesta, es una suerte de traidor y un testigo incómodo.
Dentro del contexto que nos ocupa, son pocos los que arriban al continente de Alcohólicos Anónimos (aa) para encontrar a los pares de padecimiento y acompañarse en el dificultoso e incierto trayecto de la abstinencia y así evitar el agravamiento de las consecuencias negativas sobre ellos mismos.
Los cuadros siguientes muestran las representaciones que diversos sujetos de esta investigación manifestaron como consecuencias positivas y negativas, de diferente tipo, dentro del periodo de ingesta alcohólica y del periodo de abstinencia.
Cuadro 1 Representaciones de los alcohólicos en abstinencia respecto a las consecuencias negativas y positivas del periodo de ingesta |
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Consecuencias negativas |
Consecuencias positivas |
1) Consecuencias físicas, orgánicas y psíquicas (6) |
1) Pulque como alimento, medicamento y energizante sexual (2) |
2) Accidentes y violencias sobre sí mismos (6) |
2) Pertenencia, diversión y sociabilidad masculina. Afectividad (6) |
3) Miedo y angustia (6) |
3) Seguridad en la relación con mujeres (6) |
4) Deterioro de su economía. Robos, estafas y deudas (6) |
4) Cierre de acuerdos económicos y sociales (1) |
5) Daños a otros (violencias, deterioro del bienestar familiar) (6) |
5) Alteración de la conciencia para evadir realidades laborales, sociales y familiares* (6) |
6) Rechazo social. Regaños y castigos. Desacreditación social según grupos (6) |
6) Tocar fondo cuando el mismo conduce a aa o a otras organizaciones que posibilitan la abstinencia* (7) |
Fuente: entrevistas y testimonios en juntas cerradas. Cuadro de elaboración propia. Los números entre paréntesis indican el número de informantes que se refirieron a cada consecuencia.* Consecuencias no mencionadas de manera directa por los informantes, pero posibles de rastrear y reconstruir en sus narrativas. |
Cuadro 2 Representaciones de los alcohólicos en abstinencia respecto a las consecuencias negativas y positivas del periodo de abstinencia |
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Consecuencias negativas |
Consecuencias positivas |
1) Pérdida de espacios masculinos de sociabilidad y diversión. Tedio y monotonía (6) |
1) Recuperación del bienestar físico, orgánico y psíquico dentro de los límites de los daños irreversibles (7) |
2) Cuestionamiento a su identidad masculina por no beber y por evitar respuestas agresivas ante provocaciones (5) |
2) Serenidad y control de lo que cada uno entiende por violencia (7) |
3) Culpa por consecuencias negativas sobre otros durante su periodo de ingesta (6) |
3) Restauración de los vínculos familiares y construcción de parejas. Importancia de la reparación de daños (5) |
4) Conflicto familiar —especialmente con la cónyuge— por concentración sobre sí mismo y dedicación a aa (2) |
4) Satisfacción por el cumplimiento de responsabilidades sociales, como las laborales, familiares y de cuidado y atención de otros (5) |
5) Sometimiento y conformismo en relación con el uso social de sus antecedentes alcohólicos (4) |
5) Recuperación del bienestar económico dentro de los límites de su pertenencia social y de los daños incapacitantes (5) |
6) Frustración frente a los límites de sus posibilidades económicas y sociales. No hay alteración de conciencia por ingesta de alcohol (3) |
6) Aceptación ambigua de su derrota frente al alcohol y valoración de los logros y vínculos afectivos dentro de aa (6) |
Fuente: Elaboración propia con base en entrevistas y testimonios en juntas cerradas. Los números entre paréntesis indican el número de informantes que se refirieron a cada consecuencia. |
Para que el ingreso a aa se continúe en prácticas de permanencia, asistencia, participación y desempeño de servicios no existe ninguna otra condición que haber llegado al fondo de sufrimiento, al fondeo en las consecuencias negativas de ingerir alcohol que posibilitará el querer dejar de tomar. Esta condición que implica un alto nivel de padecimiento del sujeto es necesaria, pero de ninguna manera suficiente. Muchos bebedores mueren o sufren severas consecuencias incapacitantes transitando ese fondo de sufrimiento sin tener información, conocimiento o posibilidades sociales y culturales de acceder a un grupo de aa y/o a otros grupos de ayuda mutua. O no pueden tomar la decisión, por lo general ambigua, de dejar de beber.
Otros ingresan a aa con el objetivo de conseguir algo a cambio de estar en un grupo en cumplimiento de compromisos establecidos: lograr un trabajo, cumplir con presiones familiares o con alguna modalidad de la libertad carcelaria condicional, entre otras razones. Estas puertas de entrada no parecen dar muy buenos resultados en términos de dejar de beber y de comenzar la construcción de la abstinencia dentro de esta comunidad.
Puede ocurrir — y no es raro — que los familiares de los alcohólicos de escasos recursos, molestos, y muchas veces desesperados ante las consecuencias negativas sobre ellos y sobre el bebedor, los ingresen a grupos de aa 24 horas. Y aquí el futuro parece ser incierto según las características de cada uno de esos grupos, de los servidores a cargo y del ejercicio o no de la violencia sobre los internos.
El fondo de sufrimiento no está caracterizado por aa como una serie de aspectos a cumplir. Cada enfermo alcohólico tendrá sus propios límites a partir de los cuales no aguanta más. Cuanto menos avance en el periodo del beber y más breve sea el lapso en que fondée, menos daños sufrirá y, quizá, tenga más posibilidades de recuperación de los distintos aspectos de su vida. Ese lugar profundo del pozo y la carrera alcohólica que lo llevó a él, desempeñarán un importante papel en la dinámica grupal dentro del ritual de aa, principalmente en los inicios del proceso de producción de la identidad de enfermo alcohólico; es decir, de aquél que tiene y tendrá que abstenerse definitivamente de beber alcohol. Identidad que se va construyendo paulatina y cotidianamente a partir del cumplimiento de las etapas rituales y de la interacción cotidiana entre los miembros del grupo dentro de las mismas, entre las que destaca el compartir los relatos, emociones y afectividades acerca del padecer de la carrera de la ingesta, los logros y dolores de la abstinencia y los peligros y temores de las recaídas. Cabe reiterar que en esos historiales se destacan las consecuencias negativas de la primera y las consecuencias positivas de la segunda.
Dentro de esta dinámica y junto con la construcción de la identidad de enfermo alcohólico en recuperación se va promoviendo el distanciamiento respecto de las relaciones sociales anteriores vinculadas al consumo de bebidas alcohólicas y propiciando la participación dentro del grupo, el desempeño de los diferentes servicios grupales y los inicios y continuidades con las relaciones sociales ausentes de alcohol. Esta intensificación de los vínculos entre los miembros tiende a producir una fuerte religación afectiva dentro del grupo a partir de la ayuda mutua y la consecuente reciprocidad entre ellos, las que se practican a partir de las diarias relaciones cara a cara mediante el habla en el intercambio de las experiencias del padecer, las aportaciones económicas de la séptima tradición para el logro de la autonomía económica y los servicios — en un principio dentro del grupo y posteriormente en los distintos niveles de la organización de aa — y al llevar el mensaje de esta comunidad a los enfermos que aún están en el camino de la bebida. Prácticas estas últimas que conllevan también la reciprocidad de la ayuda mutua ya que relatar las experiencias, realizar los servicios y llevar la información influyen de manera positiva en la recuperación — siempre permanente — de quienes las realizan.
Simultáneamente, en estas acciones se va concretando una de las nociones centrales de aa: el poder superior que reside en el grupo de manera inmediata y en esta comunidad como un todo de manera mediata. Poder superior que es fundamental para todos los miembros, independientemente de la presencia o ausencia de creencias religiosas en cada uno de ellos.
La mayor parte de los autores consultados coinciden con esta síntesis respecto al funcionamiento de los grupos de aa. Sin embargo, tiendo a pensar que en grupos con escaso número de miembros y con diferencias socioeconómicas y culturales importantes se pueden manifestar liderazgos conflictivos respecto a interpretaciones diferentes de las dinámicas grupales, al tipo de lenguaje utilizado, a la importancia de superar o no la etapa del historial. En el caso de nuestra investigación esto se articuló con la ruptura de uno de los principios fundamentales de AA y recurso central para el logro de la religación entre los miembros y la construcción del poder superior grupal: el anonimato interno. Al colocar junto a las metas no operativas de la abstinencia del alcohol — y la modificación de prácticas y valores — la meta no operativa del éxito económico y social — articulada con la dependencia del poder político y la consecuente pérdida de autonomía — se produjo una fractura que terminó con el grupo.
Las desigualdades entre los miembros en términos socioeconómicos — y las desventajas acumuladas para algunos de ellos — asociadas al establecimiento de relaciones de dependencia económica y social y de reciprocidades desiguales dentro de dinámicas clientelares con el poder político, tanto en términos individuales como grupales, colocan a este tipo de grupos y sus miembros en situaciones de vulnerabilidad. Misma que puede conducir a la desaparición grupal, a partir de procesos similares a los que he descrito, dejando a los miembros más carenciados sin la posibilidad de acceso a otros grupos por la escasa existencia de los mismos y su concentración en las localidades más urbanas.
Es importante señalar que las dependencias de los grupos de instancias ajenas a aa no tienen siempre la misma calidad ni el mismo derrotero. Aunque no es la situación ideal para el fortalecimiento de la autonomía, existen grupos cuyos locales se insertan en instituciones solidarias que no condicionan — al menos en la información que tengo — su existencia y su futuro.
Las representaciones de los miembros de aa respecto a las causas del alcoholismo y el reconocimiento de ser alcohólico son de las más influidas por la pertenencia a esta institución. Según las representaciones de mis informantes, fue en los grupos de aa por los que transitaron, donde encontraron el diagnóstico más acabado y totalizador respecto a su tipo de ingesta: enfermos alcohólicos. Diagnóstico realizado por otros enfermos alcohólicos. Sin embargo, los más jóvenes de los miembros de esta institución y los que menos antigüedad tienen, resisten ambiguamente el diagnóstico institucional de ser enfermos alcohólicos y circunstancialmente tienen el chispazo esperanzador de poder controlar su ingesta y beber con moderación.
Una de las dificultades que tuvieron estos hombres para reconocer los diagnósticos implícitos o explícitos, que diferentes instancias les proponían en el transcurso de las fases más severas de su carrera de ingesta, era su intento de mantenerse, como diría Goffman (1986), en el terreno de los desacreditables y no entrar plenamente en la categoría de los desacreditados. Esta última, colocada en la figura del teporocho, del borracho perdido, vagabundo y portador de signos identificables, permitía una frontera diferenciadora, un más acá del ser alcohólico.
La normatividad de aa, y su actualización en la dinámica grupal, desalienta con firmeza los énfasis puestos — por miembros de los grupos, allegados y/o investigadores — en la causalidad del alcoholismo enraizada en la historia personal y en la construcción económica y social del mismo. Si bien el historial es un paso ineludible del programa, se intenta restringir la práctica del mismo al momento del apadrinamiento, al vínculo periódico con el padrino y a los inicios participativos en el grupo y, en términos de contenidos, a las consecuencias negativas del periodo de ingesta.
Es innegable que el consumo de alcohol — y la constelación de prácticas asociadas con el mismo — invadió a partir de algún momento, la vida de estos hombres. Sin embargo, los sentimientos, lazos afectivos, representaciones, memoria de aspectos de un lejano pasado sin alcohol, influyeron positivamente en los intentos para dejar de beber. Vivir en abstinencia no es lo mismo que vivir en actividad y quizá la abstinencia, en parte, se va logrando porque hay partes del sujeto que no son alcohólicas. Partes que estuvieron impregnadas de alcohol pero que son o pueden ser sin él. Estos hombres sufren una enfermedad en un mundo que les fue y les es hostil, aburrido y abusivo, incierto y monótono y que, al mismo tiempo, les ofrece como alternativa un mundo alcoholizado.
Ellos no serían lo que son hoy sin su incorporación a aa — o a otras instituciones similares de pertenencia —. Tampoco esta comunidad o equivalentes lograrían lo que, con grandes esfuerzos, obtienen sin esas partes de ellos que los definen como bastante más que ser alcohólicos.
En los contextos sociales de promoción diversificada de la ingesta alcohólica en los que se inserta aa, algunos bebedores quisieron y continúan queriendo salir del sometimiento a la propuesta alcoholizadora y no pudieron — o no pueden — lograrlo; ni pueden ni puede aa. Muchos mueren porque a pesar de los esfuerzos de esta comunidad — y de otras instituciones similare s— así como de sus relaciones sociales más cercanas, perseveran en una ingesta de riesgo en situaciones poco seguras — propicias para los accidentes y la violencia en las que se embriagan —; o porque su cuerpo ya no tolera seguir recibiendo más alcohol o por la violencia autoinflingida al finalizar la embriaguez y el estado alterado de conciencia y sobrevenir la depresión de la resaca, frente a la realidad sobria que se les presenta. Otros, venturosamente, van logrando la abstinencia tanto en los grupos de ayuda mutua como en un proceso individual de saturación de la bebida y abandono de la misma.