Omar Ilich López Aguirre[1]
Estudiante de la licenciatura en Antropología Social de la UAM Iztapalapa
La tierra veracruzana sorprende por su fertilidad. En ella habita una gran variedad de insectos y animales, también brotan todo tipo de árboles frutales y plantas que alimentan a sus pobladores. Sin duda, las plantaciones de caña son uno de los paisajes más impresionantes y representativos de las comunidades de Yanga, Mata Clara y El Mirador. Pensar en la caña puede nos puede rememorar a quienes históricamente han trabajado en estos lugares, a través de ella podemos acercarnos a la historia de la afrodescendencia en nuestro país. En estas comunidades los pasados dos, tres y cuatro de junio de 2023 se realizó el Tercer Festival Artístico Audiovisual Afrodescendencias.
Así como la caña nos remite a la historia, podemos reflexionar en torno a la afrodescendencia desde diferentes ángulos. Por un lado, nos permite pensar en aquello que hoy en día nos compone, nos recuerda que buena parte de nuestras prácticas culturales tienen un anclaje en las sociedades que desde hace años se han venido desarrollado en lo que hoy conocemos como África, prácticas que, además, vinieron acompañadas de rasgos fenotípicos y herencias genéticas. Por otro lado, debemos pensar en aquello que provocó ese desplazamiento de personas. Me refiero ahora al colonialismo, que fundamentándose en la diferencia esclavizó y extirpó de sus lugares de origen a miles de personas para, por medio de los más diversos tipos de violencia, utilizar su fuerza de trabajo en busca del enriquecimiento y la acumulación del capital.
A través de esas dinámicas de construcción de un otro racializado se estableció una división racial del trabajo, en la cual la negritud siempre fue colocada al margen. Sin embargo, las poblaciones afectadas no son actores pasivos, cada día se emprenden distintos tipos de lucha para acabar con las estructuras de la desigualdad. La lucha puede ir desde un cimarronaje que derive en la liberación como fue el caso de Yanga, hasta la organización y reflexiones derivadas de intervenciones como el festival que provoca este artículo. Ante esto, cabe preguntarse: ¿por qué abordar temas como este desde la actividad artística?
Para responder a esta pregunta evocaré lo que Enrique Díaz Álvarez ha nombrado herida platónica, la cual se abre en el momento que Platón expulsa a la poesía de su sociedad ideal a través de los diálogos contenidos en La República. Es así como en el pensamiento occidental se inician una serie de antagonismos, entre la poesía y la filosofía, el arte y la ciencia, o la mentira y la verdad.
El problema con esa jerarquización del conocimiento está en que nos conduce a olvidar que todo fenómeno social es complejo, que —siguiendo a Lévi-Strauss— se encuentra hojaldrado. En este sentido el arte tiene la capacidad de mostrarnos aquello que muchas veces desde las ciencias sociales olvidamos, esa parte en el hojaldre de la experiencia humana que solemos nombrar como subjetiva.
A través de la proyección de materiales audiovisuales, muestras fotográficas y conversatorios, el Festival propició reflexiones en torno a lo que significa asumirse afrodescendiente. De igual manera, se llevaron a cabo talleres de grabado, muralismo, jarana, tambores africanos y cartografías corporales, a través de los cuales los asistentes y talleristas pudieron explorar estos lenguajes para expresar su relación con las comunidades a las que pertenecen y la historia que encarna esclavitud, pero también lucha y la búsqueda de libertad.
Como continuación del esfuerzo por sanar heridas es que, desde el Laboratorio de Antropología Audiovisual de la UAM Iztapalapa, ofrecemos la siguiente selección de fotografías, así como el material audiovisual Memorias del III Festival Artístico Audiovisual Afrodescendencias.
Foto del Conversatorio Cine Desde Adentro, Mata Clara.
Foto de Don Oscar en el Mural de El Mirador.
Foto del Taller de Grabado en El Mirador.
Foto del Taller de Percusión en El Mirador.
Fotos del Taller de Danza en El Mirador.
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Correo: ilichomar99@hotmail.com ↑