Edgar Delgado Hernández
Posgrado en Antropología Social, CIESAS Pacífico Sur | edgar.dh@outlook.com
Fachada del Centro de Almacenamientos de Desechos Radiactivos ubicada en el municipio de Temascalapa, Estado de México. Foto: Edgar Hernández.
En los primeros cuatro meses en México, a causa de la cuarentena por el Covid-19, surgieron numerosos talleres y seminarios por parte de diversas instituciones, centros de investigación y universidades de distintos lugares del mundo. Por mencionar algunos, por ejemplo, la serie de videos organizados por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM titulada Etnografía en tiempos de COVID-19 o el extenso trabajo recopilatorio titulado Doing fieldwork in a pandemic elaborado por la socióloga y antropóloga Deborah Lupton. En dichos espacios se discuten los retos, dilemas éticos, el aporte de diversas herramientas metodológicas al quehacer de las y los científicos sociales para elaborar el trabajo de campo y el acceso diferencial a diversos recursos para elaboración del trabajo de campo.
En este contexto, en junio de 2020 comenzaba a preocuparme por la incertidumbre que representaba hacer o no trabajo de campo para mi investigación en dos comunidades que se situaban contiguas a un Centro de Almacenamientos de Desechos Radiactivos (CADER) llamadas Santa María Maquixco y San Juan Teacalco, ubicadas en el municipio de Temascalapa, Estado de México, México; el propósito de la investigación era analizar cómo es que las personas de Santa María Maquixco y San Juan Teacalco configuraban sus percepciones sociales de riesgo y las experiencias de sufrimiento socioambiental.
Mi participación dentro de aquellas comunidades era la de un foráneo, un externo. Yo vivía en un municipio llamado Zumpango en el mismo estado. Se encontraba a unos 30 minutos en transporte público y me había interesado por el tema en 2016, desde que realicé un trabajo hemerográfico en la universidad en donde estudiaba, el Centro Universitario UAEMex de Zumpango. Desde ese entonces, me vi envuelto por los temas relacionados con los cambios y conflictos socioambientales y cómo es que las personas sortean y sufren esos problemas.
La pandemia puso en duda el trabajo de campo in situ lo cual trajo una serie de reajustes del protocolo de investigación, por lo que se vieron modificados a último momento varios apartados en el capítulo metodológico. Las preguntas que me hacía en ese entonces eran ¿Cómo me iba a acercar a las comunidades siendo externo a ellas? ¿Cómo articular y prever la posible negativa de hacer trabajo de campo?
El trabajo de campo virtual se había desarrollado con anterioridad en el campo de las ciencias sociales y los retos de hacer trabajo de campo in situ siempre han estado presentes, por el tema de la inseguridad o la violencia que enfrentan las y los investigadores en sus lugares de estudio en México, sin embargo, el contexto de la sindemia de Covid-19 abría las puertas para los avances, retos y reflexiones sobre el quehacer socioantropológico en otros términos metodológicos y teóricos.
Para mi caso en particular, tenía que lidiar con los efectos diferenciales de la pandemia en términos personales y académicos (Castro, 2020). En primer lugar, dentro del documento de mi trabajo de tesis tuve que pensar cómo acércame a las personas de aquellas localidades. Para ello tuve que idear una combinación de dos niveles de análisis: el “trabajo virtual” y uno presencial, este último estaría condicionado bajo la comisión de riesgo que se había creado en el CIESAS-PS, la cual evaluaba las posibilidades de hacer o no trabajo de campo in situ.
Para el trabajo virtual, recurrí a la recolección de datos “secundarios”, los cuales estuvieron alimentados por una gran cantidad de documentos oficiales, revisiones hemerográficas, revisión de bases de datos, entre otros. Estos datos recabados sirvieron para acercarme y problematizar acerca de cómo el Estado es un agente que configura la percepción social de riesgo, misma estrategia que utiliza Gupta (1995) para acercarse al Estado y a su narrativa en la construcción de la corrupción del Estado en la India, aunque para este caso me daría luz sobre la participación del Estado en la construcción del riesgo por desechos radiactivos.
La revisión no únicamente se habría quedado en periódicos, sino que eché mano de diversos elementos que había disponibles, como comentarios y videos de Facebook, reportajes en YouTube y demás documentos disponibles en internet. Sin embargo, a la par que hacía este “trabajo de campo virtual” me encontraba buscando algún cuarto o departamento cerca de las comunidades de Maquixco y Teacalco.
Lo anterior me lleva a hablar sobre el segundo problema con el que me encontré. Una vez aprobada la solicitud para realizar trabajo de campo in situ por la comisión de riesgo del CIESAS-PS, en su momento fue difícil encontrar algún lugar para rentar en el municipio de Temascalapa. Existía un aire de desconfianza en las comunidades hacia las personas que venían de fuera, como yo, algunas personas de esas comunidades me comentaban que “son los de afuera los que llegan a contagiar [de Covid-19] a la gente”, lo cual provocaba que muchas veces me negaran la renta cerca de las dos comunidades. Con retardos y contratiempos pude conseguir un cuarto a las afueras del municipio.
Cuando llegué a rentar un cuarto en septiembre de 2020 tuve el problema de que no tenía conexión a internet porque me encontraba fuera de la cobertura de los servicios de internet de la zona, esto me retrasó alrededor de un mes para continuar con el “trabajo de campo virtual”. Tuve que contratar un servicio de internet por satélite que tenía un costo muy elevado de tres mil pesos, más los cuatro mil pesos que tuve que dejar para la renta y el depósito del lugar en donde me quedaría. Al mismo tiempo, tenía que solucionar y aportar algunos ingresos a mi casa en donde vivía mi madre, ya que se había quedado sin empleo a causa de la pandemia. Tuve que gastar mis ahorros de la beca que había juntado hasta ese momento para continuar con el trabajo de campo y apoyar a mi familia.
Mientras me encontraba ya establecido en Temascalapa, me preocupaba por mi estado de salud, pasaba por mis pensamientos las preguntas de ¿qué pasaría si me enfermo de Covid y contagio a otras personas de las comunidades o si contagio a mi madre o a mi hermana? También me decía a mí mismo “No puedes enfermar ahora como están las cosas en casa” o “Si te enfermas ya no podrás seguir con tu trabajo”, “¿Cómo consigo algunos informantes antes de que acaben los tres meses y medio que quedan para hacer el trabajo de campo?” Esta situación me provocaba inquietud y estrés.
Mina cancelada por los habitantes de San Juan Teacalco y Santa María Maquixco, ambas localidades de Temascalapa, Estado de México. Foto: Edgar Hernández.
Para aminorar el riesgo de contagio de Covid-19, las medidas que tuve durante todo el trabajo de campo fueron entregar reportes de todo lo que hacía semanalmente a mi directora de tesis y revisar contantemente los casos activos de Covid-19, portar siempre cubrebocas y gel antibacterial extra para ofrecer a las personas en cada interacción, en dado caso de que no tuvieran alguno de los informantes, asimismo, tratar de hacer las entrevistas en lugares abiertos o bien ventilados. Sin embargo, la preocupación siempre estaba presente, tenía miedo de contagiar a las personas con las que tenía contacto y también por mi familia. Afortunadamente pude concretar por lo menos 15 entrevistas y múltiples conversaciones informales, las cuales obtuve tocando puerta por puerta o por las amistades que formé a mi paso por aquellas comunidades.
Sin embargo, la última semana de noviembre de 2020 caí enfermo de una fuerte gripe. En ese entonces pensé lo peor, el Covid. Inmediatamente concluí con el trabajo de campo, fui a hacerme la prueba de Covid-19 en el municipio en donde vive mi familia, en Zumpango, Estado de México. Cuando fui a hacerme la prueba, se encontraban agotadas, y las pruebas que realizaban en los laboratorios privados eran demasiado caras, llegaban a un precio de más de dos mil pesos. No puede hacérmela en su momento, lo único que hice fue dejar el campo, regresar a casa, tratar de sistematizar el trabajo de campo y guardar reposo. Me hice la prueba a finales de diciembre, en ese entonces me encontraba mejor, el resultado salió negativo para Covid-19.
Hacer ajustes al trabajo de investigación y pensar en alternativas para la realización del trabajo de campo dada la contingencia sanitaria que ocurre en todo el mundo supone retos importantes para la realización del trabajo etnográfico, no obstante, también significan oportunidades para la imaginación socioantropológica y para buscar otras vías para acercarse al objeto de estudio. Por mi parte, recurrí a estos dos niveles de análisis, el primero, bajo una búsqueda virtual de información de datos “secundarios”; y el segundo, alimentado por las observaciones etnográficas y las entrevistas semiestructuradas.
No obstante, las dificultades en el acceso a diversos recursos ponen en desventaja a cualquier persona que esté realizando un trabajo de investigación lo cual trae consigo dificultades subjetivas y objetivas que tienen que ser reflexionadas en profundidad para el ejercicio de la investigación.[1]
La sindemia de Covid-19 visibilizó y acentuó las desigualdades y vulnerabilidades presentes en diferentes grupos de personas, en este sentido, en esta breve reflexión traté de recuperar un poco de mi experiencia durante mi trabajo de campo en donde hago énfasis en que estas vulnerabilidades que se acentúan en estas situaciones no sólo tienen que ver con las personas “otras” que investigamos, sino también con las desventajas que nos atraviesan como estudiantes, investigadoras, hermanas, madres o vecinos situados en las periferias urbanas o en las lejanías de comunidades rurales, lo cual nos coloca en posiciones diferenciadas en el campo académico.
Bibliografía
Lupton, Débora (coord.) (2020), Doing Fieldwork in a Pandemic. Recuperado de https://docs.google.com/document/d/1clGjGABB2h2qbduTgfqribHmog9B6P0NvMgVuiHZCl8/edit
Castro, Arachu (2020), “Respuesta a la pandemia de COVID-19 en poblaciones urbano-marginales y rurales en América Latina”, | PNUD en América Latina y el Caribe. Recuperado de: https://www.latinamerica.undp.org/content/rblac/es/home/blog/2020/respuesta-a-la-pandemia-de-covid-19-en-poblaciones-urbano-margin.html
Gupta, Akhi (1995), “Blurred Boundaries: the Discourse of Corruption, the Culture of Politics, and the Imagined State», en American Ethnologist, vol. 22, núm. 2, pp. 375-402.
Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, (2 de septiembre, 2021), Etnografía en tiempos de COVID-19, página web https://www.iis.unam.mx/blog/etnografia-covid-19/
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Aquí me refiero a la posición de clase, género y etnia-raza, bajo el supuesto que no todas y todos nos encontramos en una posición privilegiada dentro de la academia lo cual nos hace más vulnerables ante la realización del trabajo de campo en un contexto como este o en cualquier otro. ↑