Ana Isabel León Fernández[1]
UAM-I
La exhibición de cine en Veracruz ha permanecido por mucho tiempo enmarcada por la centralización de las ofertas culturales. Hasta el momento se ha naturalizado que los cines, la mayoría de ellos pertenecientes a las cadenas comerciales, se localicen en las ciudades o poblados más urbanizados. Así, en muchas localidades y comunidades rurales se ha carecido de oportunidades para acceder al cine de manera cotidiana, ya que asistir a una función de cine implica para las personas no solo el gasto de taquilla y dulcería, sino el del transporte, así como la organización de sus tiempos.
Partiendo de este contexto, en el que resulta fundamental replantearnos el derecho cultural a acceder a ofertas de cine de una manera más democrática, fue que, en 2014, en Xalapa, Veracruz, surgió el colectivo Cinema Colecta. Nacido de la motivación de un grupo de estudiantes de antropología de la Universidad Veracruzana, el colectivo desde un inicio se ha caracterizado por su itinerancia. Conforme Cinema Colecta se fue consolidando, nos aventuramos a llevar proyecciones de cine en poblaciones rurales y semi rurales de Veracruz. Si bien la curaduría se realizaba de acuerdo con los intereses y perfiles de los asistentes, la mayor parte del tiempo es el cine latinoamericano, mexicano y local (es decir, en este caso, veracruzano), el que ha acaparado nuestro tiempo y corazón, pues creemos que el cine debe no solo ser el “reflejo” de nuestras realidades, sino también estar en constante diálogo, generando nuevas conexiones, significaciones y cuestionamientos sobre nuestros propios procesos sociales y culturales.
Cinema Colecta realizó una alianza con el Festival Afrodescendencias para participar de la primera convocatoria del Apoyo a la Exhibición de Cine Veracruz (2023), creada por el Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC). Con un resultado positivo, en el equipo de trabajo del Festival pudimos pensar la curaduría para las proyecciones también desde la oportunidad de tener invitadas e invitados especiales, para mesas de diálogo posteriores a las funciones de cine. Si bien las funciones con conversatorios en donde participan tanto personas del crew de la película, o del elenco, es algo ya acostumbrado dentro de las prácticas de los festivales de cine y los cineclubes, para el caso particular del cine afrodescendiente implica un gran paso, pues la invisibilización en la que históricamente se ha mantenido a los pueblos y personas afrodescendientes y afromexicanas, había hecho que, hasta hace poco, fuera impensable que se realizara tanto este tipo de cine como mesas de diálogo en torno a él.
La tarea de localizar dichos trabajos afroveracruzanos no resultó sencilla, debido a que hay un corpus reducido de materiales sobre la temática, a lo que se suma que la mayoría de las producciones sobre afrodescendencia se enfocan en la región conocida como la “Costa Chica”. Sin embargo cabe subrayar la grata experiencia de, en esta búsqueda, lograr vincularnos con agentes culturales, internos y externos a las comunidades, que poseen una gran motivación por hacer cine afroveracruzano con ímpetu y respeto, a pesar de los retos que ello implica.
Los ejes centrales para hacer la selección de materiales audiovisuales fueron la memoria, las artes, la música, el rol de las mujeres y las narrativas horizontales y críticas sobre las identidades afrodescendientes en las localidades en las que se llevó a cabo el Festival. En este tenor, para el primer día, se programó la muestra Relatos de Yanga y San Basilio, Colombia.
La experiencia de la proyección en el centro de Yanga, Veracruz, se vivió con interés y sorpresa por parte del público. Cuando se hacen proyecciones al aire libre cerca del parque central, muchos de los transeúntes que por casualidad pasan por el lugar, observan con sorpresa el montaje que conlleva una función al aire libre: las sillas cuidadosamente colocadas, el proyector que resplandece al ir cayendo la tarde y que arroja su luz al lienzo blanco de la pantalla inflable. En este sentido, la experiencia cinematográfica que se vivió fue cercana a otras experiencias de proyecciones en pequeñas urbes, que fungen como centros capitales, pero no lo necesariamente grandes para ser considerados por las grandes cadenas comerciales de cine.
El segundo día del Festival, el sábado 3 de junio, la exhibición de cine se realizó en la comunidad de Mata Clara, Veracruz, localidad que ha sido sumamente activa en cuanto a la movilización afrodescendiente, funcionando como nodo de diversas actividades y encuentros del movimiento afrodescendiente en Veracruz. La muestra se nombró Cine desde adentro.
En un inicio, nos emplazamos con el equipo de proyección a un costado del parque central de Mata Clara. Sin embargo para el mes de junio la región se ve nutrida de lluvias constantes, y, en ese momento, se advertía que llovería. Nos trasladamos entonces al interior de la Casa del Campesino, un salón amplio en el que cómodamente quedó instalado todo para la exhibición.
La sesión fue extensa, acompañada del característico clima cálido de la zona. Se hicieron presentes, principalmente, personas de la comunidad, así como asistentes de otras latitudes que llegaron específicamente a las actividades del Festival. Resultó significativo el proyectar películas comunitarias, en un espacio tan activo para las comunidades afroveracruzanas. La itinerancia del cine muchas veces implica el acoplarse a los retos propios de los lugares, tanto espaciales como climatológicos. Pero eso no apaga el agrado con el que se observa en pantalla a personas de la propia localidad, como fue el caso de los cortometrajes de Mata Clara, que por primera vez se exhibieron en colectividad.
La mesa Cine desde adentro resultó muy significativa para el Festival, pues las representaciones de los pueblos y personas que se asumen como afrodescendientes deben nacer de su propia mano, evitando narrativas externas o enajenadas que no se vinculen a las perspectivas de las comunidades, y que muchas veces conducen por caminos de exotización o de extractivismo cultural.
Una experiencia singular fue la vivida durante el tercer día, el domingo 4 de junio, en la cancha de la capilla de la comunidad de El Mirador, Veracruz. Dicha localidad es pequeña y rica en un paisaje natural que, para ese momento, estaba cubierto de verde. Para este último día la muestra se enfocó en las mujeres, por lo que fue nombrada Mujeres en el arte afromexicano.
Desde que llegamos a instalar el equipo técnico, un par de horas antes de la función, nos vimos sorteando nuevamente las dificultades de proyectar al aire libre en comunidad, ya que al principio hubo fallos en la luz, que prontamente se vieron resueltos.
En esta última exhibición hubo una nutrida asistencia de infantes, muchos de los cuales, al vivir retirados de las ciudades que albergan salas cinematográficas, no habían asistido nunca a una función colectiva de cine. Desde que se comenzó a inflar la pantalla hubo gran alegría y curiosidad por aquel novedoso artefacto. Una vez comenzada la función, se proyectó de manera no programada Viaje a Marte (Bárbara Moreno, 2018), ya que el público infantil lo hacía muy pertinente.
Las niñas y niños, sentados en primera fila, disfrutaron del corto de ficción, que, a su vez, plantea la posibilidad a las infancias afromexicanas de hacer cine, sin limitarse a los temas documentales y etnográficos, sino también crear futurismos, desde sus propias concepciones ontológicas. Posteriormente, se visionó el resto del material, culminando con la mesa de diálogo, en la oscuridad de la cancha de la capilla, solo alumbrados por las luces para grabación, y con la amenaza constante de una tormenta, con truenos y relámpagos.
Considero significativo el haber cerrado el programa de actividades con una mesa compuesta en su totalidad por mujeres, ya que, hoy en día, la movilización por la lucha por los derechos de las poblaciones afromexicanas va liderada por colectivas y grupos de mujeres que no solo reflexionan en torno al racismo y el reconocimiento de sus identidades afrodescendientes, sino que, al mismo tiempo, se hacen cuestionamientos y luchan desde sus trincheras interseccionales, para dar batalla a otras problemáticas como el machismo, la violencia de género, las maternidades, etc. Todo esto forma parte de la manera en cómo se autoafirman a sí mismas como mujeres afromexicanas.
Como parte de la organización del Festival, nos sentimos emocionados cada vez que fuimos testigos de la fuerza del cine para reunir a las personas, tanto infantes como adultos. La potencia que para las comunidades representa verse a sí mismas en pantalla grande, o personas y realidades que empatizan con sus experiencias y luchas cotidianas, reafirma el papel central que ocupa la muestra de cine en el Festival Afrodescendencias.
Desde el nacimiento del cine, ha sido utilizado por los grupos de poder para reproducir representaciones que reafirmen las situaciones de desigualdad de los grupos afrodescendientes. Después de un largo proceso de critica al colonialismo de los medios audiovisuales, que hoy en día continua, somos afortunados de seguir dibujando, junto a las comunidades afroveracruzanas y de otras latitudes, los caminos que la producción y exhibición de cine afrodescendiente han de recorrer, siempre en búsqueda de la dignidad y celebración de los pueblos que se identifican con la historia y existencia de la diáspora africana.
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Doctorante del Posgrado en Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma Metropolitana- Unidad Iztapalapa.
Contacto: anantrophos@gmail.com ↑