Miguel Lucero Rojas
El Colegio de la Frontera Norte
miguellucero.rojas@gmail.com
Foto: Miguel Lucero Rojas, Tijuana, México, 2018.
Introducción
Estamos aquí, pero parece que no nos ven, no nos escuchan, les hablamos, les manoteamos y nada. Pues ahí dentro, parece que no existes, que te quieren borrar, sientes miedo, que nunca vas a salir, que te hacen sentir como abandonada, como si no fueras persona. Pero yo decía, voy a salir, voy a aguantar, he pasado por cosas peores. Esto no me vence, y mírame, salí, que fea cosa es ahí… (Melisa, salvadoreña, 25 años)
Los estudios de migración han abonado a problematizar, sin duda alguna, las desigualdades y las formas de opresión que se generan a través de los Estados y sus políticas que implementan para el control de las movilidades en las fronteras. Estas movilidades se realizan con mayor regularidad de los sures hacia los nortes globales. Las investigaciones y análisis académicos, abarcan una pluralidad de aristas temáticas que nos deberían de permitir reconocer la reproducción de condiciones de explotación, violencia, discriminación y pobreza que se generan en ciertos espacios, para expulsar a miles de personas cada año en búsqueda de condiciones de vida que vayan más allá de la sobrevivencia.
Este texto, así como mi perspectiva de análisis, se basa en reconocer y situar la valía de las voces y experiencias de las personas que han tenido que migrar de sus lugares de origen como potencias analíticas per se. El trabajo que se realiza con las personas que se han movilizado está compuesto por críticas y discursos que reconocen la realidad de los regímenes y controles fronterizos (Andrijasevic, 2010). Es decir, de los dispositivos, acciones y omisiones que se colocan en cada uno de los países por donde han tenido que atravesar.
En la época actual, hemos atestiguado las maneras en que las fronteras se endurecen y castigan más a las personas que migran o buscan asilo en otro país. Y entre más cercanos se vuelvan a ese lugar destino, la realidad de los regímenes despliega condiciones de mayor vulnerabilidad y peligro para quienes transitan, pues pretenden desalentar a aquellxs[1] a quienes desean y buscan tener una vida digna.
Dar la escucha activa de la potencia de nombrar y cuestionar
Si la realidad se nos presenta como una emergencia constante y latente, habrá que tener una mirada reflexiva que nos permita atender y reconocer hacia dónde se dirige esa imagen de urgencia. Principalmente porque estos esfuerzos se han dirigido a trastocar la vida de miles de personas que no están de acuerdo con los lugares que se han impuesto como destino por parte de las políticas capitalistas que despojan y vulneran la vida de miles de personas (Valverde, 2015). Ante esta realidad, nos es necesario reconocer las formas en las cuales se resiste, prestar la atención necesaria a las denuncias que se hacen desde las personas que enfrentan los regímenes fronterizos para dar lectura a los procesos que van despolitizando lo colectivo y la colectividad (Ortiz, 2017: 13).
Sin embargo, la realidad coloca una serie de matices que afectan de manera diferenciada a ciertos sectores, uno de éstos ha sido la población LGBTI+, que atraviesa cotidianamente múltiples violencias que están sedimentadas en la normalidad de su reproducción en distintas esferas sociales. El contacto y cercanía con mujeres trans que decidieron movilizarse hacia Estados Unidos, principalmente originarias de Centroamérica, me permitió reconocer la complejidad con la que las violencias se manifiestan en todo momento. La transfobia es una variable que las ha acompañado a lo largo de su vida. Como lo expresa Marlene Wayar, es una situación a la que las mujeres trans enfrentan en todos los espacios, pero también es algo que debe de cambiar y, en última instancia, dejar de existir:
No quiero que las travestis tengamos que andar como rebaño de zona roja en zona roja porque si te corrés de ahí, estás pendiente de ser cruelmente asesinada. Me parece que hay que hacer borrón y cuenta nueva. Quiero que a las demás personitas que están viniendo a este mundo no les toque lo que vivimos nosotras. No quiero heredar esto, no quiero heredar la pobreza. No quiero dejar como herencia un territorio contaminado, pero, sobre todo, que el territorio de lo humano sea lo más previsible posible. Quiero dejar de mostrar los dientes, dejar de tener la estrategia para zafar, dejar de cruzarme de vereda porque hay dos caminando que son dos más grandotes que yo (Wayar, 2018: 98-99).
No podemos evadir la mirada ante la complejidad de situaciones, acciones y omisiones en las cuales se presenta la violencia. Su reconocimiento, análisis y visibilidad, no es con un afán de revictimizar, es un ejercicio que permite el reconocimiento y denota una potencia para exigir que se dejen de naturalizar las situaciones que colocan en riesgo la vida de miles de personas. Hablar y enunciar la violencia es un acto de desobediencia ante el silencio que se impone desde estos órdenes e invita a la acción, señala la posibilidad y desestabiliza la imagen de la imposibilidad.
En este sentido, se reconoce que la violencia se manifiesta en múltiples esferas, que la violencia, para el caso de las migrantes trans, se presenta en las casas, en las calles, en las instituciones, en las fronteras, en los albergues, en los refugios, en los centros de detención, en todos lados. La violencia es una situación que está presente y que poco se aborda en los análisis que retoman el asilo, el refugio, la movilidad. ¿Acaso quienes investigamos hemos interiorizado y normalizado esas situaciones de violencia?
No podemos mantener el silencio y nadie debe hacerlo, la resignación es la trampa del discurso que dice firmemente: “Es que las cosas son así”, “No se puede hacer nada”, “No hay de otra”. En las caravanas realizadas por miles de personas provenientes de Centroamérica en el 2018 y 2019 se lograron enunciar y nombrar estas violencias. Pero fueron las mujeres trans quienes con mayor potencia identificaron y señalaron la complejidad de aquello que ha sido denominado como violencia. A través de sus relatos y de su enunciación, denunciaron y develaron las formas en las cuales la violencia se fragmenta y atraviesa los cuerpos, de tal manera que normaliza que dichas acciones sucedan para ciertas poblaciones.
Y, ¿Qué pasó con las caravanas del 2020 y 2021?, ¿qué decimos ante la contención por parte de los Estados que han desestabilizado la organización migrante transacional? Parece que, ante la puesta en práctica de los controles fronterizos en nuestras propia cara y en los cuerpos de quienes migran, no somos capaces de aclarar la mirada y la lectura que sedimenta la violencia que se ha desatado en las fronteras. Necesitamos enunciar estas situaciones, necesitamos pensar las formas en que se desorganiza, se securitizan y se criminaliza la migración y la movilidad de las personas.
¿Pero no se supone que ellas (las personas que trabajan en instituciones para protección a personas solicitantes de refugio en México) trabajan para cuidar de nosotras? Fue un cuestionamiento recurrente de las mujeres trans con quienes compartí los tiempos de espera que se desarrollan para la obtención de permisos de movilidad al interior de México. Un cuestionamiento que coloca en el centro las formas en que se desarrolla el quehacer de las entidades gubernamentales, como el Instituto Nacional de Migración o el de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados. No son instituciones que ayuden u orienten a las personas, son instituciones que reproducen también la violencia y, muchas veces, fomentan el lucro de la desesperación y los sueños de las personas que migran.
Quisiera que este texto lograra los matices necesarios para no caer en la desesperanza. Pero siento la urgencia de escribir desde la rabia, sobre todo al estar en un país que mantiene una violencia constante hacia la mayor parte de las poblaciones, un país donde se desaparecen personas, se les explota, se les asesina, se les viola, se les mutila. No podemos seguir evadiendo esta violencia en el silencio y la complicidad, lo repito una vez más, no podemos seguir haciendo que se nos mantenga en el anonimato y en la desconexión colectiva.
Nos queda pensar en colectivo, nombrar, enunciar, probar e intentar. Tal como lo hacen las mujeres trans en sus movilidades y desplazamientos, manteniéndose en todo momento alerta, para saber si es necesario salir, quedarse, callar, hablar, gritar o correr. La escucha que mantuve con ellas ha sido potente y por ello es importante seguir fomentando estas escuchas, darles los espacios que les corresponden para alumbrar otras posibilidades.
Reflexiones que permanecen y abren posibilidades
La escucha con las interlocutoras, la capacidad de replicar sus voces, el acompañamiento a sus procesos me permitió entender las formas en que las políticas migratorias y los controles fronterizos mantienen órdenes que no rompen con el continuum de la violencia que se ejerce en otros espacios y esferas. Pero, sobre todo, esta acción reflexiva de acompañamiento invita a escribir y enunciar para que nada quede en el olvido o en el silencio que mantiene la impunidad de las violencias.
Como escribió alguna vez Walter Benjamin, “La salvación pende de la pequeña fisura en la catástrofe continua.” Nos queda pensar y entretejer posibilidades que se abren y se presentan en los momentos de reflexión que tratan de arrebatar los embrujos que este sistema nos ha lanzado y mantiene en la inacción (Stengers y Pignarre, 2017).
La invitación sigue siendo en afán de organizar el hartazgo, el cansancio, la tristeza, la apatía, la inmovilidad. De organizarnos y mantener una vigilancia que alumbre las posibilidades del hacer, del decir y del pensar las movilidades en el mundo. Escapemos también de la resignación que coloca la inclusión como la salida de las violencias institucionales que se reproducen, porque son ficciones que mantienen estructuras de desigualdad para otros cuerpos, otras personas y otras vidas. Mantengámonos alerta ante las políticas punitivistas y de control que se despliegan en nuestras cotidianidades, seamos capaces de seguir cuestionando los órdenes y controles que someten a los cuerpos en las violencias múltiples que nos aquejan.
Bibliografía
Andrijasevic, Rutvica (2010), “From Exception to Excess: Detention and Deportation across the Mediterranean Space”, en Nicholas de Genova y Nathalia Peuts (eds.), The Deportation Regime: Sovereignity, Space, and The Freedom Of Movement, Durham, Duke University Press, pp. 147-165.
Ortiz Maldonado, Natalia (2017), “Embrujos y contraembrujos”, en Isabel Stengers y Phillipe Pignarre, La brujería capitalista, Buenos Aires, Hekht, s.p.
Stengers, Isabel y Phillipe Pignarre (2017), La brujería capitalista, Buenos Aires, Hekht.
Valverde Gafell, Clara (2015), De la necropolítica neoliberal a la empatía radical, Barcelona, Icaria.
Wayar, Marlene (2018), “Sin eufemismos. Palabras vivas y vividas para una descolonización”, en Marlene Wayar, Travesti. Una teoría lo suficientemente buena, Buenos Aires, Muchas Nueces, s.p.
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Este texto está escrito desde el reconocimiento de la importancia de la escritura como medio para transgredir los silencios de la escritura universalista masculina, por tal motivo, el uso del * en las palabras es para incluir a todas las personas, sin importar si se reconocen o no dentro de un género. ↑