Escribir desde el vestir. Aproximaciones a las economías textiles y al racismo multicultural[1] 

Tajëëw Díaz Robles
Colectivo Colmix

Modelo: Esmeralda Martínez. Bordadora: Adelaida Orozco Jiménez
Fotógrafa: Nereyda Pérez.


Cuando en 2015 nos enteramos y se denunció el plagio de la blusa de Tlahuitoltepec por parte de dos empresas francesas,[2] no faltó quien nos dijo que deberíamos agradecer que una diseñadora francesa se hubiera fijado en nuestra blusa y que la haya mejorado y que ahora se vendiera en tiendas “caras”. Ese tipo de comentario, además de condescendencia, tiene implícitas ciertas ideas racistas y clasistas sobre los textiles que vestimos y creamos en los pueblos indígenas de México. Para nuestra fortuna, cada vez más hay personas de los mismos pueblos que están investigando sobre sus propias comunidades, ya sea sobre su organización política, su historia, sus recursos naturales, y claro, sus textiles. Estos trabajos de investigación no sólo se limitan a la descripción histórica del uso o de las técnicas para su elaboración, sino también abordan sobre las complejas relaciones económicas y sociales que se entretejen con los hijos y los lienzos, no sólo hacia afuera de la comunidad sino también al interior. Estos trabajos son tan complejos de hacerse como la realidad que se pretende analizar, pues no sólo es desde nuestro papel de investigadoras sino también se reflexiona desde nuestra pertenencia comunitaria o los vínculos que tenemos con los procesos, ya sea como usuarias, promotoras e incluso como creadoras. En mi caso, escribo desde mi ser migrante-itinerante mixe de Tlahuitoltepec, promotora de los textiles que uso y disfruto y también desde mi pertenencia a diversos espacios colectivos de reflexión que me ayudan a construir y tejer tramas de pensamiento y también a elegir cuidadosamente qué se escribe en qué espacios y qué se deja únicamente para la reflexión interna y local.

En junio de 2022, leímos en las redes sociales: “¡Tiembla, Yalitza! Ya llegó la mujer que luce el huipil mejor que nadie.”[3] haciendo alusión a la actriz originaria de la mixteca oaxaqueña  Yalitza Aparicio y a la actriz Ludwika Paleta. Si bien decir que algo se ve mejor es una opinión subjetiva, la reacción, por lo menos en redes sociales, nos mostró claramente cómo las narrativas racistas y clasistas se siguen reproduciendo; ya en 2019, la investigadora zapoteca, Ariadna Solís planteaba una pregunta pertinente en un contexto en que a través de las redes sociodigitales comenzamos a ver mayor oferta de textiles: “¿Qué cuerpos pueden vestirse con textiles sin vivir la discriminación diaria? Cuerpos hegemónicos, blancos.”

Las situaciones que enunciamos aquí no son nuevas, no por ello debemos dejar de señalarlas ni perder de vista que estas manifestaciones son posibles porque vivimos en un sistema capitalista que promueve un liberalismo multicultural racista, como ha apuntado la investigadora Ochy Curiel, en el que ciertas prácticas son promovidas como parte de culturas particulares y como folclor, mientras que las luchas por defender los recursos naturales, que también han permitido la existencia de los textiles no sólo por las materias primas sino porque forman parte de la vida de las comunidades en las que las creadoras habitan, siguen siendo criminalizados.

El huipil tejido en telar de cintura es testimonio vivo de la resistencia y la lucha por la vida de los pueblos y comunidades indígenas, en un sistema que ha negado y combatido sistemáticamente la existencia de los pueblos, negando y desvalorizando sus lenguas, sus conocimientos, el hecho de que en muchas comunidades todavía exista es gracias a la defensa de la vida y  la resistencia cotidiana, sobre todo de las mujeres. Por tanto, el que se enuncie y se promueva la narrativa de que a una mujer no indígena se le ve mejor un huipil que a mujeres de los mismos pueblos indígenas, o que requerimos de diseñadoras extranjeras para que nuestros textiles sean apreciados, no es más que muestra de la continuidad del mismo sistema que desapareció no sólo técnicas textiles, sino que sigue combatiendo lenguas indígenas y apropiándose de recursos naturales de los pueblos y comunidades indígenas.

En la actualidad en México, al menos en el centro y sur de México, hay un auge en la promoción del uso de prendas #artesanales, por lo menos en los últimos 10 años, los discursos de valorización y de su uso, se han promovido no sólo desde espacios de la sociedad civil y comunidades, sino también desde instituciones del gobierno. Campañas en redes sociales  como #viernestradicional, #huipildeldia, #yonoregate, desde diferentes espacios han promovido el uso de textiles que se confeccionan y crean en comunidades, sobre todo, de pueblos indígenas, y también las ferias de artesanías que se realizan en diferentes espacios y convocadas por diferentes espacios, oficiales e independientes, y que cada vez cuentan con mayor diversidad de textiles. La última gran expo-venta nacional de textiles tuvo lugar en el Centro Cultural Los Pinos en noviembre de 2021, al que no sólo fueron invitadas las artesanas, diseñadoras y gestoras culturales sino también marcas extranjeras, entre ellas la de Isabel Marant, una de las protagonistas del plagio de la blusa de Tlahuitoltepec.

Todos los esfuerzos y discursos sobre valorar y promover el arte textil o las artesanías ha tenido repercusiones concretas en el trabajo cotidiano de las artesanas y artesanos y en todo el ecosistema que coexiste para hacer llegar una prenda desde el telar hasta las manos de la persona que lo portará o guardará para una colección. En la época posrevolucionaria textiles de algunas comunidades formaron parte del trabajo de los artistas de la época como Frida Kalho y Diego Rivera, éstos no necesariamente adquirieron los textiles directamente sino que hubo intermediarios que les acercaron además de los textiles, también otros trabajos hechos en comunidades indígenas, los intermediarios han existido en diferentes niveles, para que un textil llegue a su destino, pasa no sólo a través de las manos de una persona, sino que puede haber una cadena larga que encarece la prenda y cuyo beneficio mayor generalmente no será para la persona creadora.

Las dinámicas comerciales locales, tanto en las comunidades como fuera de ellas, están en constante cambio, sobre todo en aquellas comunidades donde hay cada vez más posibilidades y acceso a infraestructura, como mejores caminos hacia las ciudades o la creación o acceso a los mercados cercanos, también la disposición de la materia prima, además claro, de acceso a tecnologías de la comunicación y las redes sociales. Este nuevo auge aparente está llevando a que las nuevas generaciones se interesen, por lo menos es el caso de Tlahuitoltepec, donde a través de redes sociales podemos conocer el trabajo de iniciativas como “los semilleros creativos”, programa de la Secretaría de Cultura, en los que podemos conocer la historia de las niñas y niños que están aprendiendo a confeccionar prendas en máquinas de coser. El aumento de los establecimientos de los comercios dedicados a la venta de textiles es notorio, no sólo en la ciudad de Oaxaca sino también en las mismas comunidades. Una línea de investigación muy importante será analizar las dinámicas económicas en las comunidades, como referencia podemos mencionar que cuando comenzaron los programas de transferencias condicionadas de los gobiernos federales hubo un cambio muy notorio en las dinámicas del campo en la sierra mixe, las personas que usualmente trabajaban de jornaleros comenzaron a tener un ingreso fijo y ya no requerían trabajar muchos días para completar el dinero necesario para sus gastos, lo que llevó a la escasez de trabajadores y, por tanto, al encarecimiento del jornal, así como los gobiernos, los programas han cambiado de nombre y de reglas y la inflación le ha quitado valor a ese dinero, por tanto, las dinámicas económicas se siguen transformando en ese sector. En cuanto a los textiles, se puede hacer una observación similar, al menos en Tlahui.

Al aumentar la demanda, porque a decir del investigador Nicholas Johnson “Comprar o usar una blusa de Tlahui se ha vuelto una cuestión de orgullo nacional”,[4] ha aumentado la producción de todo tipo de textiles, incluso de las faldas, huaraches y ceñidores. No sólo ha aumentado la demanda que se satisface a través de intermediarios locales y externos a la comunidad, sino también se han creado canales de venta directos a través de las redes sociales y páginas web que promueven cada vez más profesionalmente, pues también se han apropiado de estrategias y herramientas como la fotografía de producto para promover sus creaciones y también a través de rifas (giveaway) entre sus clientes y seguidores de redes sociales.

En años anteriores, si querías encargar una blusa o una falda de Tlahui en fechas cercanas a las fiestas de la comunidad, la respuesta es que no podían, ya sea porque cumplían con encargos de las personas que tendrían alguna participación en las festividades o porque tendrían ellas mismas alguna participación en la fiesta, por lo que sus tiempos ya estaban comprometidos. En estos días, hacer un pedido especial puede implicar la espera de semanas o meses, en cualquier momento del año, pues ya hay un mercado que satisfacer no sólo en México sino también en países como Europa. Algunas de las preguntas que planteo a nivel local son ¿cómo está afectando esta productividad de los talleres a las familias en cuanto a la economía familiar? Al ser un trabajo sobre todo realizado por mujeres, el hecho de que las ventas aumenten ¿impacta directamente en la calidad de vida de las mujeres creadoras? ¿Impacta esta actividad económica en la reducción de la migración de las generaciones más jóvenes? ¿Cuánto tiempo puede mantenerse esa demanda para garantizar los trabajos que ahora se han generado? ¿El aumento en los costos de las prendas en el exterior puede tener un impacto negativo en el uso cotidiano de alguna parte de la población con menos poder adquisitivo?, en tanto que hacia fuera será preciso conocer ¿cuáles son los canales de comercialización y quiénes se encargan de sostenerlo (intermediarios)? ¿Cuáles son las implicaciones para la comunidad de la aparente visibilidad y simbolismo de la blusa de Tlahuitoltepec en el exterior? ¿Cómo se negocian las colaboraciones con diseñadores no mixes o no tlahuitoltepecanos? Podría continuar el listado de preguntas que podría guiar una serie de investigaciones para entender cómo funciona en este caso el multiculturalismo racismo en el caso concreto de Tlahuitoltepec, hasta ahora, el hecho de que se haya vuelto una prenda tan solicitada, tanto que en 2019 durante un evento sobre casos de apropiación digital una persona que también comercializaba textiles en el evento mencionó que quien había ido a ese evento y no tenía o no había comprado una blusa de Tlahui, era como si no hubiera ido. En el mismo sentido, una de las señoras de Tlahui que llevó blusas para vender al mismo evento, al terminar el evento mencionó que le habían vendido a todos los que estaban en el evento así que ya no había más clientes que esperar.

Para finalizar, si bien cada vez las personas de las comunidades tienen canales más directos hacia una parte del mercado no podemos obviar que siguen existiendo intermediarios, y hasta dentro de los intermediarios se debe hacer una diferenciación, todo el trabajo textil de las comunidades todavía no cruza hasta ahora, las barreras de la industria de la “alta costura” en la moda. Por eso mismo, el hecho de que los textiles tengan un mercado dentro del capitalismo obedece a una lógica multicultural racista, más que a una consciencia sobre su importancia o significados, de otra manera no podríamos explicarnos que por un lado se promulguen leyes que en el discurso se promueven favor de los pueblos y comunidades indígenas mientras que por el otro, se siguen validando ciertos cuerpos sobre otros a la hora de vestir los huipiles e incluso se promueven espacios y eventos con dinero público para propiciar formas legales de despojo bajo los discursos de colaboraciones éticas y justas.

Infografía elaborada por el Colectivo Colmix.


[1] Retomo el término de “racismo multicultural” de la conferencia magistral  de la doctora Ochy Curiel durante el Congreso de la Unión Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas (IUAES) realizado del 9-13 de noviembre de  2021 y transmitido por su canal de Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=a5EhjoOj0bA
[2] En 2015 se difundió, primero en redes sociales y luego en medios de comunicación, el plagio de la empresa Isabel Marant, y posteriormente se conoció el plagio por parte de la empresa Antik Batik, este último caso menos difundido.
[3] Esta nota fue publicada en el portal del periódico El Heraldo de México, ante la denuncia en redes sociales, el medio eliminó la nota y publicó disculpas por considerar que su publicación iba en contra de sus principios..
[4] Refiriéndose al escándalo mediático que hubo por el plagio, volviendo a la blusa de Tlahui como un símbolo nacional en contra de una empresa extranjera.