Citlali Quecha Reyna[1]
Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM
Foto: Hugo Arellanes Antonio, fotógrafo afrodescendiente originario de la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero
Presentación
La visibilidad de los afrodescendientes en México ha sido gradual y creciente. Gracias a los esfuerzos articulados de diversas personas e instituciones en nuestro país se han dado pasos importantes para su valoración como parte sustantiva de la nación: hemos podido conocer su trascendencia y aportes, por ejemplo, las realizadas por figuras emblemáticas de la historia nacional como Vicente Guerrero y José María Morelos y Pavón. También es trascendente que en los últimos años se gestara un debate abierto en torno a los procesos de racismo y exclusión que han afectado sus vidas por largos periodos de tiempo.
Tenemos ahora la posibilidad de contar con datos estadísticos que arrojan información sustantiva: que hay personas que se reconocen como afrodescendientes en toda la república y constituyen el 2% de la población total en el país (INEGI, 2020). Igualmente son valiosos los logros alcanzados en materia de participación política formal, como la creación de una instancia de educación superior, la Afrouniversidad Politécnica e Intercultural, y, no menos importante, el hecho de contar con una reforma constitucional donde se les reconoce, como a los pueblos indígenas, como sujetos de derecho público. Lo anterior se llevó a cabo en la coyuntura del Decenio Internacional de los Afrodescendientes “Reconocimiento, justicia y desarrollo” (2015-2024) promulgado por la Organización de las Naciones Unidas. Estamos en la etapa de cierre del mismo y por eso es necesario reflexionar colectivamente al respecto.
En esta ocasión me detendré a compartir algunos datos alusivos a las expresiones religiosas, en particular, las de la zona donde he desarrollado investigación antropológica desde hace casi dos décadas, la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, para dar a conocer de manera general, cómo son sus vivencias al respecto y mostrar la pluralidad religiosa que se manifiesta en la zona. Los datos que nutren esta investigación son resultado de acercamientos etnográficos (trabajo de campo) en diversas comunidades. En la primera parte del texto presento un panorama histórico general sobre la Costa Chica. Es en la segunda donde comparto datos alusivos a las religiosidades practicadas, y concluyo con un apartado de cierre.
La Costa Chica: una región cosmopolita
¿Qué asociamos al cosmopolitismo?, ¿qué lugares nos imaginamos? Quizá pensarán en sitios como Nueva York, la Ciudad de México o Tokio. El término alude a espacios donde confluyen personas de diversos orígenes y costumbres que interactúan cotidianamente, según la definición formal de la Real Academia Española,[2] y no son siempre necesariamente ciudades, por lo cual les invito a considerar otras zonas bajo este término. La región de la Costa Chica cabe en esa definición, porque cuenta con una presencia de grupos sociales diversos que le dotan de una riqueza cultural y diversidad notoria en convivencia cotidiana.
Esta zona se ubica entre dos estados de la república mexicana y comprende el litoral entre los puertos de Acapulco (Guerrero) y Huatulco (Oaxaca). En ella habitan personas indígenas de diversos pueblos originarios: mixtecos, nahuas, amuzgos, zapotecos, tacuates y chatinos, personas afrodescendientes, mestizas y también extranjeros de algunos países europeos, así como estadounidenses.
La presencia de las personas de origen africano (o de la diáspora africana como también se les llama) tuvo su origen con la llegada de los conquistadores peninsulares a América. Una vez ingresando por el puerto de Veracruz —principalmente— eran trasladados a diferentes puntos del Virreinato de la Nueva España para aprovechar su mano de obra en haciendas, en la agricultura y la minería, aunque también realizaron otras actividades económicas en las ciudades. En la Costa Chica, la mano de obra esclavizada de los africanos dinamizó las labores productivas en las plantaciones de algodón, limón y cacao. Aunque es preciso señalar que la cría de ganado caballar y ganado mayor tuvo un papel central como actividad productiva en la zona.
A partir de este momento también se gestaron las disputas por las tierras, la expulsión de los pueblos indígenas de la franja costera, así como transformaciones en el territorio y la demografía por el surgimiento de nuevos asentamientos que con el transcurrir del tiempo le darían a la región su dinámica contemporánea. El aprovechamiento de las tierras y recursos naturales (a través de actividades como la pesca) ha sido el motivo por el cual personas de distintos lugares se han asentado en esta franja. Incluso ya en el México independiente continuó el establecimiento de haciendas limoneras, cuyos dueños eran alemanes o españoles.
Con base en siglos de interacciones permanentes, en esta región se han construido redes familiares, comerciales y de vecindad muy importantes donde participan activamente los afrodescendientes. Es común escuchar a alguien que vive en algún pueblo oaxaqueño referir que su familia es originaria de Guerrero, o viceversa. También es común que algunas personas indígenas vivan en pueblos de mayoría afromexicana que se dedican a la pesca, dada su cercanía con los cuerpos de agua y el mar, lo cual resulta atractivo por los beneficios económicos que se pueden obtener, comparados con los de la siembra de maíz.
Los afromexicanos salen a “ranchear”, es decir, van a los pueblos cercanos a vender productos. Las mujeres, como las vendedoras de pescado o quesos, realizan viajes a las cabeceras municipales regionales, pero también se adentran a la zona de la Mixteca para vender en las ferias realizadas por las fiestas patronales. Todo ello se gesta en un territorio que no está exento de enfrentar contradicciones, tensiones y conflictos. Hacen falta acciones profundas para revertir las condiciones de desigualdad económica y social, así como las expresiones de violencia que también imperan allí. Ese cosmopolitismo costeño está también enriquecido por la diversidad religiosa, como veremos a continuación.
¿Qué religiones practican los afromexicanos de la Costa Chica?
Distintos credos religiosos están presentes en la región, aunque es preciso señalar que el catolicismo es aún el que tiene más adeptos. Es frecuente asociar la idea que las personas de origen africano practican la santería, el palo monte, el candombe, o el vudú, que son reconocidas como religiones afroamericanas. En la Costa Chica, y otras regiones del país con presencia afro, esas religiones no forman parte de su cosmovisión y sentido de pertenencia (Juárez, 2014). Esto obedece a procesos históricos muy específicos. Cuando llegaron a Nueva España los contingentes de personas esclavizadas, en ocasiones habían pasado por un proceso llamado “ladinización”, que consistía en que las y los esclavizados eran llevados a la península ibérica, ahí aprendían el idioma español y eran bautizados como católicos. Tras ese cambio tan importante llegaban a América y participaban como creyentes en diversos espacios, como las cofradías, o como integrantes de hermandades en honor a un santo concreto. El catolicismo fue un pilar fundamental en el periodo novohispano, era una institución central de la Corona española; su imposición y gradual incorporación en la cotidianidad de los pueblos indígenas americanos (y los afrodescendientes) dio pie al surgimiento de nuevas formas de entender y estar en el mundo. En México como país independiente continúo de manera sostenida la religión católica siendo la mayoritaria —con el Guadalupanismo como elemento central—, aunque en el siglo XIX se establecieron en el país otros credos, como el presbiterianismo, el metodismo o la iglesia bautista. De ahí en adelante otras denominaciones religiosas han estado presentes en el país, y, por supuesto, la Costa Chica no es la excepción.
En la Costa Chica hay santuarios y lugares de peregrinación a los que asisten fieles y creyentes (afromexicanos e indígenas) en agradecimiento a las advocaciones por los milagros y favores recibidos, como pueden ser el éxito por el cruce fronterizo hacia Estados Unidos, asuntos de salud o fertilidad, culminación de estudios, mejorías económicas (por poseer una casa, un terreno o estabilidad laboral), encontrar pareja, entre otros múltiples asuntos. Hay visitas constantes a San Gonzalito, San Manuelito, a Tata Chú o a la Virgen de Juquila a lo largo del año, aunque es en las celebraciones patronales cuando podemos ver una mayor presencia de fieles.
San Gonzalito se encuentra en Llano Grande Oaxaca, y se le festeja la semana del 7 al 11 de enero. San Manuelito se encuentra en Boca del Río, municipio de Florencio Villarreal, Guerrero, con diversas fechas de celebración, aunque la de 24 de diciembre es la más importante, ya que fue el día en que lo encontraron en la playa. Tata Chú es un Cristo Negro que convoca a fieles de toda la región y se encuentra en la comunidad indígena de Huazolotitlán, Oaxaca. Sus festejos más importantes son el 8 de agosto. La virgen de Juquila es una advocación mariana que se honra el 8 de diciembre y es visitada por grandes contingentes, no sólo de la región, sino de todo el país. A lo largo de todo el año hay celebraciones por el santoral católico, pero las más importantes para las comunidades afromexicanas son las de San Nicolás Tolentino y el Apóstol Santiago.
La organización de las fiestas católicas en las comunidades afromexicanas se hace a través de las hermandades. Éstas son grupos de personas creyentes de la comunidad que se integran por su devoción e interés personal, o porque fueron beneficiadas por algún milagro concreto del santo en cuestión, o por ser familiares directos de alguien que haya sido antes integrante de las mismas. Estas personas se encargan de cuidar la imagen, lo cual incluye la limpieza del espacio donde habita, y el lavado y cuidado de su indumentaria.
De igual manera regulan y vigilan la correcta realización de rosarios y ceremonias, así como la óptima ejecución de los rituales necesarios para la fiesta mayor. En las hermandades también hay un encargado de la “caja”, es decir, una persona que funge como tesorera y resguarda los recursos económicos que se obtienen por las donaciones y beneficios recaudados en celebraciones. Es importante señalar que las hermandades no funcionan como los sistemas de cargos que están presentes en los pueblos indígenas. Las hermandades afromexicanas están circunscritas a la organización festiva y religiosa y no participan como tales en la organización política de las comunidades.
En las fiestas patronales también se ejecutan las danzas importantes en la zona, como el Toro de Petate y, en festividades como la del Apóstol Santiago, también hay desfiles en el pueblo de “Capitanas” y las Reinas de los Charros (quienes también desfilan en el contexto del 16 de septiembre por las fiestas patrias mexicanas). De esta manera las personas creyentes afianzan su fe y participan alegremente en el calendario religioso de la región.
Cuando hablamos de la Costa Chica también debemos considerar la presencia de personas que practican otros credos religiosos: las que más destacan son las iglesias pentecostales, las adventistas del Séptimo Día, las presbiterianas, los testigos de Jehová, y la iglesia de Jesucristo de los santos de los Últimos Días (Mormones), por citar algunas de las más visibles. Los espacios para la realización de reuniones de culto están presentes en las localidades y varían en tamaño dependiendo de la cantidad de la feligreses y recursos para las construcciones. Su presencia se ha registrado desde mediados del siglo XX, sin embargo, es a partir de los años 80 que han tenido un crecimiento sostenido.
Debemos considerar la importancia de los procesos migratorios y los intercambios inter-regionales para comprender la forma en que se ha gestado la diversidad religiosa en la zona, en el marco de procesos sociopolíticos notorios: como señalé en líneas previas, la presencia de otros credos religiosos en el país data de mediados del siglo XIX. Pero en la década de los 40 del siglo XX llegó a México el Instituto Lingüístico de Verano (ILV). Sus integrantes, (lingüistas que profesaban credos no católicos), través de las traducciones de la Biblia a lenguas originarias, iniciaron una labor misional importante, que dio pie a que personas indígenas adoptaran otros sistemas de creencias religiosas.
Las comunidades mixtecas de Oaxaca, por ejemplo, iniciaron así su proceso de conversión, que más adelante también se vio influenciado por la migración a Estados Unidos, en particular con la implementación del Programa Bracero (1942-1964). Algunas de las personas trabajadoras mixtecas profesaron una nueva fe en Estados Unidos, y al retornar con esa nueva religión fueron impulsores de las conversiones en las localidades. Así, las nuevas iglesias fueron ganando adeptos entre las comunidades con mayor presencia afromexicana. El presbiterianismo en Guerrero acrecentó su ámbito de influencia hasta la Costa Chica desde el puerto de Acapulco y Ometepec (Quecha, 2014).
Cuando los afrodescendientes de la región comenzaron a ir a laborar a Estados Unidos, desde fines de la década de los años 90 del siglo pasado, dio inicio una dinámica paulatina de conversiones religiosas. No quiero decir con esto que todas las personas migrantes hayan pasado por una experiencia así, pero sí consignar que ese hecho (migrar al norte) fue importante para generar otras redes de apoyo y solidaridad fuera de los lugares de origen, ahora basadas en las comunidades de fe. De esa forma podían apoyarse los afromexicanos migrantes en EE. UU. para conseguir empleo y/o enfrentar dificultades de distinta índole.
Justo en esa coyuntura histórica (fines de los años 90) los afromexicanos de la Costa Chica protagonizaron el surgimiento de organizaciones de la sociedad civil que apuntalaban como su principal demanda ser reconocidos en la historia, la narrativa nacional y por tanto como ciudadanos cabales del país. Los resultados de esa gesta organizativa son diversos y coincidieron con la proclamación del Decenio de los Afrodescendientes (Quecha, 2023). Un evento importante en este contexto de movilizaciones ha sido la presencia de la pastoral afro. En el año 2015 el sacerdote Flaviano Cisneros realizó una misa inculturada cuando se inauguró formalmente la parroquia que él encabeza en la localidad de San José del Progreso, Oaxaca. Se nombra así a las misas que incluyen en su realización algunos elementos culturales propios de los pueblos, como los adornos con productos locales (cocos, palmeras, redes de pescar), y se permiten realizar las alabanzas con acompañamientos de baile y entonaciones con ritmos diversos (en el caso de la pastoral indígena, con participaciones en el idioma materno). Esto es importante porque el sacerdote forma parte de la llamada “pastoral afro”, que es una rama del catolicismo que centra su labor religiosa en pueblos adscritos como integrantes de la diáspora africana. También hay órdenes religiosas en la zona (como las Combonianas o las Carmelitas) que siguen en su quehacer religioso algunas de las directrices de dicha pastoral, lo que enriquece aún más la vitalidad organizativa de los afromexicanos y propicia una interacción constante entre diversas religiones.
Para cerrar
En la Costa Chica del pacífico mexicano hay una presencia importante de poblaciones afrodescendientes. Históricamente han convivido con distintos sectores poblacionales. La diversidad que caracteriza esa región se ve enriquecida con la pluralidad religiosa existente, que está sostenida por el respeto mutuo. A diferencia de otras regiones de la república, ahí no se han registrado expresiones de intolerancia que deriven en sucesos violentos o la salida de las comunidades por expulsiones. Podemos señalar que en la región hay un circuito religioso que se sustenta todavía hoy en el catolicismo, al ser la religión más practicada. Aunque cierto es que con el incremento paulatino de conversos deberemos prestar atención a los cambios que se pueden producir en las comunidades.
Las investigaciones realizadas desde la academia (con distintos enfoques y temas de interés) han permitido conocer cada vez más los procesos que caracterizan las vidas de las personas de origen africano hoy en día, lo cual se conjuga con la vitalidad socio-organizativa de los afrodescendientes en el país para lograr mejoras en sus formas de vida y la ejecución plena de sus derechos ciudadanos. El cierre del Decenio centrado en ellos obliga a considerar de manera consciente y profunda cómo nos pensamos como sociedad, cuál es la valoración que otorgamos a la diversidad histórica y cultural con la que contamos. De igual manera, es preciso apuntalar reflexiones y acciones en torno a las dinámicas de desigualdad, exclusión, discriminación y racismo que los afrodescendientes (y otros grupos sociales) han experimentado, y la manera de resarcirlos.
Considero que un paso importante para revertir estigmas y prejuicios es justamente conocer sus historicidades, aportes y formas de vida. El ámbito religioso es significativo porque nos permite acercarnos a distintas maneras de entender las realidades. Los afromexicanos de la Costa Chica, a través de sus vivencias religiosas, han generado formas de organización social que les otorgan un sentido de colectividad y pertenencia que redunda en solidaridades distintas y vínculos con su noción de deidades y divinidades. Esa construcción es en sí misma un elemento que enriquece al mundo, a la vida.
Bibliografía
Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) (2020). Censo de Población y Vivienda 2020. https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/afromexicanos.aspx?tema=P
Juárez Huet, N. (2014). Un pedacito de Dios en Casa. Circulación transnacional, relocalización y praxis de la santería en la Ciudad de México. CIESAS / El Colegio de Michoacán.
Quecha, C. (2023). Decenio Internacional de los Afrodescendientes: reflexiones desde la antropología. Anales de Antropología, (especial 50 Aniversario del Instituto de Investigaciones Antropológicas), 49-57. https://doi.org/10.22201/iia.24486221e.2023.84999
Quecha, C. (2014). Experiencias de conversión religiosa entre los afrodescendientes de la Costa Chica de Oaxaca. El caso de los migrantes de retorno. Dimensión Antropológica, 62, 57-86. https://revistas.inah.gob.mx/index.php/dimension/article/view/5784
Real Academia Española (s. f.). Cosmopolita. En Diccionario de la lengua española. Consultado el 10 de septiembre de 2024. https://dle.rae.es/cosmopolita