En tiempos de muerte: emociones y antropología para la vida

Carolina Elizabeth Díaz Iñigo[1]
CIESAS Golfo

Por medio de una invitación de mujeres organizadas contra el despojo llegué a la región del Soconusco de Chiapas para realizar una investigación antropológica, un territorio asediado por la minería, los monocultivos y, hoy, por la creciente presencia del crimen organizado que reorganiza el espacio a su conveniencia y a costa de la vida de las y los migrantes, pero también de las y los locales. En este panorama adverso, hombres y sobre todo mujeres han buscado formas sutiles de enfrentar las violencias, el extractivismo y las enfermedades causadas por los agrotóxicos y la minería.

Al poner el cuerpo y los afectos en la investigación con mujeres que resisten en este territorio, emergieron las siguientes preguntas, que nos servirán de guía para el desarrollo del presente texto: ¿Cómo resistir en este contexto sin perder la vida? ¿Son las emociones relevantes en esta resistencia por la vida en la frontera sur de México? ¿De qué manera el cuerpo y las emociones potencian una antropología comprometida con la vida?

El cuerpo y el despliegue de la sensibilidad antropológica

Para introducir la relevancia del cuerpo y las emociones en la investigación antropológica parto de cuatro fuentes. En primer lugar, la antropología encarnada (Esteban, 2004) donde la conciencia sobre el cuerpo y las emociones sostienen en gran medida el proceso y la forma de hacer investigación. De acuerdo con Susana Rostagnol, “hacer etnografía implica arriesgarnos a sentir, a dejar que las emociones afloren, pasa por el cuerpo; en tanto experiencia, es inscripción y registro.” (2019: 3). En segundo lugar, la antropología de las emociones que se interesa por conocer el lugar de las emociones en las relaciones sociales y como parte constitutiva del proceso cultural en donde aprendemos a sentir (Le Breton, 2012; Flores, 2010; Ahmed, 2015). Además, las emociones son vitales para la movilización social y los procesos de resistencia (Jasper, 2011) pues son parte de las contiendas políticas y de la formación de comunidades político-emocionales (De Marinis y Macleod, 2019). Por último, el territorio cuerpo-tierra (Cabnal, 2019), como categoría analítica y herramienta que emerge de los feminismos comunitarios, sitúa al cuerpo en relación con los territorios en disputa, y como espacio de resistencia individual y colectiva que emerge en procesos de extractivismo.

En sintonía con lo anterior, la búsqueda de sanación en el contexto donde se desarrolló la investigación fue primordial para la consolidación del liderazgo de mujeres que luchan en contra del despojo y contaminación de sus territorios en la región del Soconusco de Chiapas. El cuerpo y las emociones de las mujeres que resisten fueron herramientas que favorecieron y potencializaron la construcción de conocimiento, y factores fundamentales para la movilización política.

El Soconusco de Chiapas: despojo, enfermedad y resistencia político emocional

La región del Soconusco, compuesta por 16 municipios, abarca una geografía de montañas y costa, su colindancia con Guatemala la aproxima a la frontera sur de México. Cabe resaltar que parte de esta geografía anteriormente pertenecía al estado guatemalteco, hasta su adhesión al territorio mexicano en el año 1882, lo que provocó una fuerte mexicanización forzada de población guatemalteca (Álvarez, 2016), y el fortalecimiento de la identidad mestiza como política estatal, sobre todo en la región costa.

En la frontera sur la securitización y la violencia han formado un binomio que ha provocado diversos procesos de persecución y criminalización hacia la población migrante, en su mayoría proveniente de América del Sur y Centroamérica, que intenta llegar a Estados Unidos y transita temporal o permanentemente en el territorio mexicano. El tráfico de personas con fines de explotación sexual, el tráfico de órganos, así como la circulación de mercancías ilegales originan la disputa territorial y sobre los cuerpos por parte del crimen organizado y de las estructuras del Estado.

Otra característica que impacta en la vida cotidiana de sus habitantes es la creciente contaminación del agua provocada por los agrotóxicos usados en los monocultivos de mango, plátano, papaya, etcétera, así como por la industria minera que contamina los suelos provocando males como el cáncer. Es así como la salud y la defensa del territorio se han convertido en ejes indispensables para el sostenimiento de la vida.

La presencia de la minería es una de las principales causas de despojo y contaminación. Sin embargo, la resistencia colectiva llevó a la población de algunos municipios a lograr expulsar dos empresas mineras, y posteriormente las mujeres consideraron oportuno defender la salud a través de las plantas medicinales, para ello, crearon un espacio para su conocimiento y rescate.

En este proceso, el encuentro entre mujeres estuvo acompañado de diversas emociones, como el miedo a la represión por parte de los emisarios de las empresas mineras, pero también, la alegría de estar juntas y de resistir ante el despojo. El encuentro alrededor del rescate y conocimiento de plantas medicinales también se convirtió en un motor para la organización y resistencia: “Las mujeres han confirmado con mayor fuerza que las plantas son las mejores aliadas, si no hay médico están las plantas, son nuestras guardianas, las mujeres dicen: “No estábamos equivocadas ¡Que razón tenían las abuelas!” (Leonora. Soconusco, junio de 2021, citada en Díaz, 2023).

Foto 1. Ofrenda a la Madre Tierra y a los abuelos. Díaz, 2019.


Para hacer frente a la explotación de la naturaleza es necesario comprender que existe una dimensión emocional y cultural que sostiene y alimenta a las relaciones de explotación en el capitalismo, lo que Eva Illouz (2007) llamaría capitalismo emocional, o lo que Patricio Guerrero (2010) denominaría como colonialidad de la naturaleza, que se sostiene por el dominio y explotación de los bienes naturales, el despojo, y la contaminación del medio ambiente. Esta dimensión de la colonialidad del poder (Quijano, 2000) ha propiciado una relación específica con la tierra que se basa en la opresión por parte de los seres humanos.

En este sentido, la lucha de las mujeres por obstruir la explotación minera se asociaba a sostener la vida no solo de sus familias y de ellas mismas, sino del territorio en el que habitan. Esta resistencia cuenta con una dimensión emocional para enfrentar la colonialidad de la naturaleza. Así, la resistencia se compone por emociones como el amor al territorio y el deseo de salud y bienestar, afectos colectivos que permiten la reproducción de la vida. De esta manera, el rescate de las plantas medicinales les permitió vigorizar este lazo emocional con la tierra y con elementos como el agua, pues “el agua es vida”.

Sanación y resistencia

Los megaproyectos como la minería, el fracking, las hidroeléctricas, los agronegocios afectan directamente al territorio cuerpo-tierra. De acuerdo con Iconoclasistas (2021) la megaminería puede provocar enfermedades respiratorias, lesiones en la piel, daño ocular y genético, tumores, problemas cardiovasculares, afecciones en la salud mental, etcétera. En consecuencia, esta relación territorio cuerpo-tierra es relevante para comprender los entrecruces entre la violencia del despojo y la violencia contra los cuerpos de las personas. En palabras de Lorena Cabnal, “toda forma de explotación de los bienes naturales es una forma de violencia contra la tierra y contra las mujeres y hombres que convivimos con ella.” (2010: 24).

El territorio cuerpo-tierra expresa de manera precisa las configuraciones en que las violencias estructurales sobre las mujeres y sobre los territorios que habitan están íntimamente conectadas y, en consecuencia, hace posible el entrecruce entre el racismo, extractivismo y la militarización en la vida de las mujeres y sus territorios. Los cuerpos y los territorios son espacios donde se disputa el poder y donde el capitalismo pretende aterrizar para convertirlos en mercancías. Así, de acuerdo con Lorena Cabnal (2019) el cuerpo de las mujeres es el primer territorio en disputa, al igual que la tierra.


Fuente: Elaboración propia.

Foto 2. Mujeres visitan el huerto de plantas medicinales. Díaz, 2019.


Recuperar el territorio cuerpo-tierra significa defenderlo frente a la explotación, el racismo, y, también, frente al extractivismo. Por ello la participación de las mujeres en la defensa de la salud y del cuerpo se convirtió en una posibilidad de enfrentar la muerte y sobrevivir. Sin embargo, a pesar de la resistencia y organización de las mujeres, la falta de acceso a la salud, los índices de enfermedades como el cáncer, así como la amenaza de la presencia de otras empresas mineras se convierten en elementos que circunscriben las posibilidades de resistencia por parte de las mujeres y sus comunidades.

Sanar el cuerpo es sanar el territorio frente a los proyectos de muerte y destrucción

Fuente: Elaboración propia.


En el libro La resistencia de la sutileza. Mujeres y emociones contra el despojo (Díaz, 2023) desarrollé la categoría de sutileza para describir la resistencia de las mujeres en este contexto de múltiples violencias. Esta resistencia cobijada en los intereses y emociones de las mujeres sostuvo el trabajo por la salud comunitaria como una forma de enfrentar al despojo y de cuidar la vida ante el peligro de muerte. Si bien la sutileza cuenta con varias dimensiones (Díaz, 2023: 217), para este texto quiero resaltar la dimensión espiritual. En esta dimensión el rescate de las plantas medicinales, y el amor al territorio, tratan de promover una conciencia comunitaria sobre la relación entre la protección de la tierra y la defensa de la salud, y la vida.

La dimensión espiritual de la sutileza en la resistencia contra el despojo

Fuente: Elaboración propia.


La dimensión espiritual de la sutileza se caracteriza por el amor al territorio en contraposición a la colonialidad de la naturaleza y al desprecio por la vida, y por el esfuerzo de las mujeres por el rescate y construcción de una espiritualidad propia, donde las plantas medicinales son primordiales para la recuperación del territorio y la salud del cuerpo.

Foto 3. Paisaje del Soconusco. Díaz, 2019.

El cuerpo y las emociones para una antropología comprometida con la vida

En momentos de crisis las respuestas se tambalean y las certezas se derrumban ¿de qué manera se realiza investigación social en contextos de incertidumbre y muerte? ¿qué herramientas nos permiten llevar a cabo investigaciones que intenten superar las lógicas del extractivismo y cuáles son sus limitantes en contextos de profundas crisis?

Para transitar a una antropología comprometida con la vida es urgente la deconstrucción de nuestra propia opresión. En esta deconstrucción es preciso reconocer que las emociones fueron en gran medida negadas durante el desarrollo de la disciplina antropológica. Este silenciamiento obedeció a la búsqueda de objetividad, herencia de la dicotomía cartesiana razón/emoción que provocó que las emociones se percibieran como una especie de neblina que nos impedía ver la claridad del sol. Todo ello hasta la llegada del denominado “giro afectivo” en las Ciencias Sociales y la irrupción de la antropología de las emociones.

Esta dicotomía razón/emoción hizo poco viable el despliegue de investigaciones comprometidas y encarnadas. Las dicotomías mente/cuerpo, razón/emoción obstaculizan el desarrollo de metodologías decoloniales que apuesten por la creación de alianzas político-afectivas en las luchas por la vida.

Atrevernos a sentir es parte del desafío de las investigaciones en contextos de muerte, pero no solo, es necesario también ser parte de lo que Jimeno (2010) denominó como comunidades político-emocionales, que fortalezcan las alianzas estratégicas entre diversos sectores que resisten al imperio de la muerte. Como lo evocó una mujer del Soconusco cuando reconoció la relevancia de la sanación de las mujeres en los procesos organizativos y de resistencia: “Tenemos que sanar”. La sanación en la disciplina antropológica puede presentarse como una metáfora para enfrentar la violencia y la crisis actual. Sanar nos plantea la oportunidad de crear nuevas metodologías que tomen en serio el papel del cuerpo y las emociones en la construcción de conocimiento, y la posibilidad de crear redes políticas y de afecto para hacer frente a la incertidumbre y la muerte.

Bibliografía

Ahmed, Sara
2015 The Cultural Politics of Emotions, Nueva York / Londres, Routledge.

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Cabnal, Lorena
2019 “El relato de las violencias desde mi territorio cuerpo-tierra”, en Xochitl Leyva Solano y Rosalba Icaza (coords.), En tiempos de muerte: cuerpos, rebeldías y resistencias, tomo IV, San Cristóbal de Las Casas / Buenos Aires, Cooperativa Editorial Retos / CLACSO / Institute of Social Studies-Erasmus University Rotterdam, pp. 113-126.

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2019 “Colonialismo patriarcal y patriarcado colonial: violencia y despojos en las sociedades que nos dan forma”, en Xochitl Leyva Solano y Rosalba Icaza (coords.), En tiempos de muerte: cuerpos, rebeldías y resistencias, tomo IV, San Cristóbal de Las Casas / Buenos Aires, Cooperativa Editorial Retos / CLACSO / Institute of Social Studies-Erasmus University Rotterdam, pp. 297-310.

De Marinis, Natalia y Morna Macleod
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Díaz, Carolina
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  1. Investigadora Posdoctoral en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS Golfo) Correo: carolinalive3@hotmail.com