Emergencia comunitaria de género. Respuesta de las mujeres indígenas a las múltiples violencias y el despojo del territorio

Fabiola Del Jurado Mendoza
Norma Don Juan Pérez
Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami) México
Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas Región México

La Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami) México es un proyecto político de mujeres indígenas que nació en agosto de 1997 para articular y fortalecer procesos organizativos en los que las mujeres tienen un papel activo y protagónico, que nacen en los espacios comunitarios cuyas banderas de lucha aún son la libre autodeterminación, autonomía, justicia y respeto a la pluriculturalidad y el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres y pueblos indígenas; desde su conformación la Conami se integró al Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), que es una de las organizaciones indígenas más importantes del movimiento indígena internacional, y ha sido un espacio de permanente construcción de propuestas para el desarrollo de políticas globales a favor de los pueblos indígenas.

Desde y como integrantes de ECMIA consideramos que “la violencia contra las mujeres y las niñas, adolescentes y jóvenes indígenas es: política, social, económica, espiritual, física, sexual, psicológica y medioambiental y tiene múltiples dimensiones: interpersonal y estructural, pública y privada, estatal y no estatal. Su análisis en los espacios públicos, deberían abarcar en lo posible todos estos modos de percibirla, de ello la necesidad de enfocar la violencia como las violencias”.[1]

El contexto de las violencias contra las mujeres indígenas en México se remonta a la época de la invasión y colonización que “significó la confrontación cultural e histórica entre las identidades europeas y de los habitantes de estos territorios a los que se les consideraba ignorantes y bárbaros y que por lo mismo debían ser tutelados y educados cristianamente justificando con ello el uso de la violencia y las condiciones de esclavitud en la que nuestros pueblos vivieron durante siglos y que moldearon nuestra propia identidad. Esta colonización implicó la invasión de nuestros territorios y cuando digo territorios incluyo nuestros propios cuerpos, nuestra espiritualidad, mentalidad y todos los ámbitos de nuestra vida individual y colectiva, la concepción de dualidad femenino-masculino fue desplazada por la jerarquización de los sexos siendo el hombre el dominante, en su papel de protector adoptó el papel de tutor de la mujer, nos convertimos en propiedad de los hombres y la sociedad y de esta manera somos violentadas en los espacios públicos y privados”.[2]

Para poder entender el actual contexto de violencias que vivimos es necesario conocer la historia de discriminación y colonización a las que hemos estado sujetas las mujeres y pueblos indígenas, razón por la cual es indispensable construir nuestra memoria colectiva.

En épocas recientes, el sexenio de 2006-2012, en el que Felipe Calderón Hinojosa fue presidente de México, el decreto de la guerra contra el narco trajo consigo una escalada de violencia nunca antes vista, los homicidios dolosos se duplicaron de 9.3 en 2007 a 18.3 para 2012;[3] en cuanto al feminicidio aunque no había cifras claras, ya que ni siquiera estaba tipificado como delito, se reconocía su aumento en estados como Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Estado de México, Veracruz, Quintana Roo, así como en Ciudad de México y Ciudad Juárez.[4]

Ante este panorama, mujeres feministas, académicas e indígenas del Estado de México demandaban la Alerta de Violencia de Género; paralelamente en Chihuahua había una fuerte denuncia sobre los feminicidios, y en Morelos, Guerrero, Michoacán y Oaxaca también había un movimiento fuerte que denunciaba la violencia hacia las mujeres. Sin embargo, las mujeres indígenas sentíamos que a pesar de los esfuerzos de las organizaciones, de la academia y del movimiento feminista, aun éramos invisibles en la cifras que se reportaban sobre feminicidio y la violencia de género. Ante esta situación decidimos crear Emergencia Comunitaria de Género (ECG), como una respuesta para hacer frente a la negativa de los gobiernos de las entidades federativas de México a reconocer los altos índices de violencia y su incapacidad para brindar protección y justicia a las mujeres en general y específicamente a las mujeres indígenas.

En el marco de un diplomado que realizó la Conami, en coordinación con la asociación civil Comunicación Intercambio y Desarrollo Humano para América Latina (CIDHAL), el 25 de noviembre de 2013 se realizó la primera marcha y una rueda de prensa para visibilizar las violencias que vivimos las mujeres indígenas: fue la primera acción como y desde Emergencia Comunitaria de Género.

Los objetivos de Emergencia Comunitaria de Género son los siguientes:

  • Visibilizar las violencias contra las mujeres indígenas y entender cuál es la particularidad de estos hechos en contra de ellas y sus pueblos.
  • Reconocer las violencias contra las mujeres indígenas como el resultado de una concatenación de condiciones históricas y hechos, y que las violencias contra las mujeres y los pueblos indígenas van entrelazadas y no pueden tratarse por separado.
  • Generar políticas públicas pertinentes culturalmente para la erradicación de las violencias, incorporando el pluralismo jurídico, los principios, valores y prácticas de los pueblos originarios para la prevención, protección, acceso a la justicia y reparación del daño.

Es una propuesta que surge con tres acciones específicas:

  • Un medio para la denuncia pública de los casos de violencia hacia mujeres indígenas y/o violación de derechos humanos, así como para sistematizar los casos.
  • Talleres de autodefensa en las comunidades.
  • Folletos informativos para prevenir situaciones de riesgo.

Metodología

De las tres acciones específicas, la que tiene mayor avance es un espacio virtual en Facebook en el cual todas las afiliadas y compañeras de la Conami alimentan este sitio con notas periodísticas y denuncias públicas que circulan en las redes para documentar y difundir el recrudecimiento de las condiciones de violencias que enfrentan las mujeres indígenas; desde esta plataforma damos seguimiento en una base de datos de Excel, y en el marco del 25 de noviembre de cada año hacemos un corte de la información para dar un reporte que difundimos principalmente desde el perfil de Facebook.

Resultados, aprendizajes y desafíos

Contamos con un acervo de notas periodísticas recopiladas de 2013 a la fecha, mismas que no hemos podido sistematizar en tiempo y forma debido a las cargas de trabajo y responsabilidades personales y organizativas que tenemos, lo cual nos desafía a involucrar a un mayor número de compañeras especialmente en la parte de sistematización e interpretación de la información.

El contacto y manejo de estas notas nos ha llevado a profundizar en el conocimiento y reflexión sobre la problemática de violencias: hemos comentado y definido que para nosotras las violencias tienen que ver con la violación de derechos humanos; es decir, partimos de una definición amplia, donde caben situaciones de desplazamiento, despojo territorial, despojo de recursos naturales, entre otros temas, que no son prioridad en las agendas feministas; para nosotras, las mujeres indígenas sí lo son, al igual que el feminicidio, la violencia física y psicológica, etcétera. Porque no podemos separar nuestros derechos específicos de los derechos colectivos de los pueblos indígenas.

Es un aprendizaje reconocer la diversidad de miradas y formas de significar estas violencias desde nuestros entornos y un desafío dialogar sobre el feminicidio, desaparición forzada, trata de personas y otras formas de violencia que se desconocían y por lo tanto no se nombraban en los espacios comunitarios; para nosotras esta es la base de la movilización y activismo para la erradicación de las violencias: hay que darle un sentido político para evitar que el miedo nos inmovilice, reconocer que las violencias contra las mujeres indígenas son una afrenta contra los pueblos que nos daña y lastima a todos, que no se puede construir ni fortalecer el tejido comunitario si no se detienen las violencias.

Territorial o espacialmente, también nos ha llevado a reconocer que hay que ampliar nuestras miradas a los ámbitos urbanos en donde cada vez tenemos más presencia principalmente a través de nuestras juventudes que migran en busca de empleo y educación: en función de que están expuestas a mayores niveles y formas de violencias con menores elementos para enfrentarlas al no contar con su entorno familiar y comunitario, la violencia que los invade y coloniza en las ciudades la llevan consigo al espacio familiar y comunitario, con lo que lastiman y dañan todo lo que hay alrededor. Por eso es urgente visibilizar a través de la documentación.

Ante este crudo panorama es un desafío fortalecer el trabajo colaborativo con feministas y académicas que nos permitan, por un lado, acercarnos a los conceptos y teorías que han aportado para establecer un diálogo de saberes ¾con el fin de que las teorías que se generen sean incluyentes y representativas de la diversidad que somos¾, por otro lado, utilizar herramientas y metodologías que den un mayor soporte a la recopilación, sistematización, interpretación y difusión de la información que manejamos, y por último, enmarcar estos hechos desde una mirada política y crítica que haga al Estado responsable ante hechos de impunidad y/o coadyuve en eliminar las condiciones de riesgo al reconocer, y por lo tanto integrar, nuestras cosmovisiones, prácticas y saberes para la prevención, atención, justicia y reparación del daño en las políticas públicas.

Es decir, reconocernos como personas protagónicas para la erradicación de las violencias y no sólo como receptoras o beneficiarias: tenemos capacidades, conocimientos y prácticas que pueden aportar a la atención integral de las problemáticas, y con esta convicción suscribimos la frase “nada sobre nosotras, sin nosotras”.[5]

Prospección a futuro

Generar diálogos entre mujeres indígenas para profundizar en la reflexión conceptual sobre las violencias para darle un sentido político que oriente el activismo e incidencia.

Pulir metodológicamente instrumentos y recursos humanos para sistematizar información sobre violencias contra mujeres indígenas.

Fortalecer alianzas con CIESAS y CALACS para desarrollar investigaciones colaborativas que nos fortalezcan mutuamente y permitan generar insumos para la reflexión y el debate público.

Agradecemos la invitación a compartir nuestra palabra y sobre todo la convicción de que otros mundos son posibles.

¡Por nuestras raíces, por nuestros territorios, por la vida!

¡Nunca más un México sin nosotras!


[1] ECMIA (2013), Violencias y mujeres indígenas, Chirapaq, Lima, Perú .

[2] Participación de Norma Don Juan Pérez en el Foro Virtual de las Américas, auspiciado por CALACS y que se llevó a cabo del 6 de febrero al 10 de marzo 2017.

[3] Macedo Serna Israel (2017 )“,Calderón o Peña, ¿quién tuvo el México más violento?, Nación 321, pp. 11-27.

[4] Hernández Julian Ana Leticia (2012), “Feminicidios, otra deuda del sexenio de Calderón; organismos internacionales piden ponga orden”, SinEmbargo, 16 de agosto.

[5] Se dice que esta frase se acuñó en Europa central a mediados del siglo XIX, y que se popularizo en la década de los setenta cuando el movimiento mundial a favor de los derechos de las personas con discapacidad la utilizó.