Mauricio Sánchez Álvarez
Laboratorio Audiovisual-CIESAS
No es la primera vez que en una película hollywoodense del oeste se escucha hablar una lengua de la Norteamérica aborigen, pero quizás sí sea la primera vez que el personaje que la habla es una niña rubia y ojiazul llamada Johanna, hija de padres alemanes y a quien encuentra por casualidad el Capitán Kidd, un contador de noticias que va de pueblo en pueblo leyendo artículos de periódico a la gente en el Texas posterior a la Guerra de Secesión (1860-1865). Johanna ha sido criada por una comunidad kiowa, gente que a su vez sufre los embates de la expansión territorial de colonos y compañías. El recorrido del capitán y Johanna en busca de un lugar adecuado para ella se convierte en un serie de encuentros con una realidad sociocultural no muy distinta a lo que puede estar ocurriendo aún hoy en el sur de Estados Unidos: discriminación étnica y racial, depredación de recursos naturales (ejemplificado aquí por el búfalo) y, sobre todo, desinformación deliberada. Mientras que en el ámbito interpersonal, el viaje es una búsqueda mutua por encontrar un puente comunicativo iniciada por el capitán y seguida por Johanna, por el que cada uno trata de aprender palabras de la lengua del otro mientras le enseña la propia.
Interlingüismo e interculturalidad, nada menos, condensada en una frase que el capitán dice para caracterizar a Johanna: “Ella es algo entre medio”.
Me permito entonces evocar una suerte de dictum que emanó de la escuela boasiana de antropología a principios del siglo XX, y que sirvió, entre otras, para cuestionar cualquier tipo de determinismo a ultranza en la disciplina: raza no determina cultura. Y que hoy en día está más en boga que nunca. Qué bueno que un medio tan masivo e influyente como el cine de las grandes producciones introduzca elementos que al menos insinúen, pero a la vez reiteren, la importancia de este breve y claro señalamiento.
Lo cual marca más de una diferencia lingüística y cultural. Muestra la validez de ese dictum que Franz Boas volvió una regla de la antropología