Alberto Aziz Nassif
CIESAS Ciudad de México
Fuente: «2 de Julio 2006» by tj scenes is licensed under CC BY 2.0
La sucesión presidencial de 2018 marcó un fuerte realineamiento político en el país. México regresó a los formatos de un partido dominante, con un gobierno que logró mayorías en el Congreso por primera vez desde 1997, cuando empezaron los gobiernos divididos (sin mayoría en el Congreso). AMLO y su partido Morena, con un registro que obtuvieron en 2014, ganaron en todos los estados del país, con la excepción de Guanajuato.
Sin embargo, uno de los signos políticos más destacados de nuestra época es la volatilidad, además de que los contextos en los que se ejerce el voto se mueven de forma rápida, lo cual presenta una oportunidad para que los que perdieron el capítulo anterior se puedan reponer en la siguiente pelea por la representación popular. Así hay que entender la lógica de estas elecciones intermedias.
Se puede debatir lo que pasó con la transición democrática en el país, se pueden reconocer sus méritos indudables y sus enormes pendientes, pero lo que no puede quedar de lado es que los tiempos y ritmos de los procesos electorales no volverán a los viejos formatos del partido hegemónico. Los triunfos y derrotas en las urnas tendrán una temporalidad de corto plazo y serán respuestas múltiples a las condiciones sociales, económicas y políticas del país y de las regiones en concreto.
Resulta complicado entender lo que pasó el 6 de junio de 2021 sin tener en cuenta lo que ha pasado en estos dos años y medio del gobierno de la 4T. El proyecto gubernamental es una construcción política que postula cambiar la racionalidad neoliberal, sobre todo en la dimensión que se encontraba capturada y privatizada. El acento se centra en la recuperación de las empresas energéticas del sector público, Pemex y CFE. Frecuentemente se afirma que el proyecto no tiró el neoliberalismo a la basura, sino sólo trata de modificar algunas partes. Por ejemplo, AMLO afirma con mucha frecuencia que el neoliberalismo ha quedado atrás, en el pasado, sin embargo, se reconoce que muchas piezas de las políticas públicas siguen como en los gobiernos anteriores, como la estabilidad macroeconómica, el cuidado de la inflación o el nuevo tratado internacional con Estados Unidos y Canadá, T-MEC.
La coalición que impulsa el bloque de la 4T es un proyecto que tiene contradicciones, inercias y también cambios importantes. Desde el inicio del gobierno se ha visto que hay una narrativa que ha llevado a una enorme polarización en el país, entre algunas de las élites económicas y el presidente. La confrontación cotidiana se alimenta de una dinámica del discurso cotidiano de AMLO en las conferencias mañaneras, en donde se hacen señalamientos en contra de un bloque opositor denominado como “conservadores”, el cual se integra por algunos medios, diarios como Reforma y líderes de opinión, así como instituciones que son organismos autónomos como el INE, el INAI o la Cofece. Pero una cosa es el discurso y otra la política. El discurso alimenta y nutre la polarización y las respuestas se reciben también de forma cotidiana en las titulares de los diarios o en las redes sociales. Ya se ha formado un bloque que genera desplegados públicos con cientos de nombres de los “abajo firmantes”, que protestan por los supuestos atentados en “contra de la libertad de expresión”, el “autoritarismo”, y “el país de un solo hombre”. Esta dinámica de polarización fue una parte sustantiva de las campañas electorales.
Llegamos a las elecciones intermedias con dos bloques que en un sentido se tradujeron en una suerte de bipartidismo, a pesar de que había diez partidos en la competencia. Ese fue el eje que estructuró una parte significativa de los mensajes de las campañas. Esta lógica fue la que ordenó la competencia electoral, a pesar de la novedad de tener elecciones locales en 30 de las entidades federativas del país, de las cuales hubo 15 gubernaturas en disputa. En este sentido, es posible plantear como una hipótesis el siguiente planteamiento: no es desde el sistema de partidos en competencia que se puede explicar lo que sucedió con este proceso electoral. Si nos quedamos en ese mirador lo que vemos son alianzas extrañas, intenso chapulineo y fracturas de múltiples trayectorias. Hay una desestructuración del sistema de partidos, como lo conocimos durante más de tres décadas, en donde el juego era entre el PRI, PAN y PRD. Ahora decidieron ir en alianza, porque el 2018 los dejó en posición minoritaria frente al partido gobernante, Morena.
Estos cambios llevaron a nuevas identidades que no pasaron por los perfiles tradicionales de cada uno de los partidos. Desde la perspectiva de AMLO ese bloque ha representado los mismos intereses, por eso les han llamado el PRIAN, y a ellos se les sumó el PRD, el partido de “izquierda” que se quedó fuera de la coalición morenista y se redujo a una mínima expresión, es decir, un partido que se mueve en el filo de perder o conservar el registro. Lo que llamamos en su momento la “aritmética del pragmatismo”, fue una alianza que se construyó con el nombre de Va por México, para enfrentarse al gobierno de la 4T y su coalición, que formó otra alianza con el PVEM y el PT, Juntos hacemos historia. Quedaron fuera los tres nuevos partidos, que no pueden ir en alianza en sus primeros comicios y MC, que decidió ir solo a la contienda.
Estas alianzas no fueron totales, Va por México tuvo 219 diputaciones de los tres partidos y Juntos Hacemos Historia 183. Para el bloque opositor su objetivo principal fue detener a la 4T, de la misma forma, el lado gubernamental consideró que su campaña era para defender su proyecto y consolidar los cambios realizados, sobre todo en relación con los programas sociales y el fortalecimiento de las empresas públicas.
Estas alianzas fueron la expresión electoral de los dos bloques en pugna que se disputan la hegemonía en el país y los comicios fueron el lugar, el motivo y el momento para la lucha por el poder. Muchos se preguntaban ‒antes de las elecciones‒ cómo era posible que AMLO tuviera tanto apoyo, a pesar de la crisis de la pandemia, la inseguridad y el aumento de la pobreza; en los resultados del 6 de junio se tiene una respuesta. Un supuesto es que el presidente logró establecer una dirección intelectual y ha mantenido la unidad en amplios sectores de la ciudadanía. En el otro lado, el bloque opositor no logró contrarrestar de forma importante una contra-hegemonía, según reportaron las encuestas previas a las elecciones, que publicaron una aprobación presidencial de alrededor del 60%.
¿Las elecciones intermedias formaron coaliciones eminentemente pragmáticas para recuperar o mantener el poder, o se trató de una batalla de fondo para definir el proyecto de país en los siguientes tres años? A pesar de que en los estados la pelea por los votos tenía una lógica local, en la mayoría de las elecciones la confrontación estuvo en sintonía con la dimensión nacional, es decir, con una polarización entre dos bloques, entre dos proyectos de país.
En los dos bloques en pugna se utilizó el recurso de un “regreso al pasado” para descalificar al contrario. La 4T califica a sus adversarios de conservadores porque quieren regresarnos al pasado inmediato, al neoliberalismo. El bloque opositor afirma que AMLO no lleva a los años setenta del siglo pasado. Durante las campañas hubo un exceso de adjetivos para ‒supuestamente‒ explicar lo qué pasa en México en estos tiempos: por una parte escuchábamos que había un “autoritarismo presidencial”, que AMLO es un “populista de libro de texto”, que estaba empeñado en una “destrucción institucional”, con sus “ataques a la democracia” y una “militarización del país”. Del otro lado se hablaba de un “conservadurismo neoliberal”, “adversarios enojados por la pérdida de privilegios”, “prensa fifí” y “democracia auténtica”. Los spots, los desplegados y las redes sociales estuvieron impregnados de emocionalidad y drama.
Los dos proyectos en pugna se pueden visualizar en dos proyectos de país, por una parte, en el Pacto por México que empujaron PRI, PAN y PRD en el sexenio de Peña Nieto, y por la otra, el proyecto de Morena y la 4T, que ha desmontado varias de esas reformas, la educativa, la energética y la eléctrica. El Pacto derivó en una serie de cambios constitucionales limitados por las leyes secundarias. El arreglo reforzó lo que ya era un modo de operar de esa clase política, una partidocracia que no tenía contrapesos reales. La coalición gobernante impulsa un regreso del Estado, con soberanía alimentaria y energética, una redistribución presupuestal envuelta en una política de austeridad severa.
Las encuestas previas a la elección dieron aproximaciones y un pulso sobre las intenciones del voto. Una elección tan grande como ésta nos lleva a una enorme cantidad de resultados, por lo que sólo haremos mención de algunos balances globales.
Las buenas noticias son importantes para valorar el proceso electoral. Si durante las etapas de preparación y campaña hubo diversos acontecimientos de confrontación y, sobre todo, de violencia que son altamente tóxicas para una democracia, el día de los comicios, con pequeñas excepciones, se pudo observar un país que ejerció el derecho del voto en condiciones de normalidad democrática.
Hay dos noticias positivas que podemos destacar: una fue el desempeño institucional del INE, que pudo cumplir con su tarea en la instalación y funcionamiento de las mesas de casilla en todo el país, con cifras de más de 99% de las 162 570 casillas. El mismo día de la jornada electoral el INE hizo el anuncio de los conteos rápidos que permitieron, a las 23 horas del mismo 6 de junio, conocer los rangos de participación, la votación de cada partido y las proyecciones del número de diputaciones federales; de la misma forma, hubo conteos rápidos para las 15 gubernaturas, que fueron dados a conocer por las autoridades locales. Esta dinámica de información sirvió para detener la ola de declaraciones triunfalistas de líderes de partido y de candidatos que obsesivamente salieron a los medios a declarar victoria sin tener datos firmes y resultados, con lo cual se inundó de declaraciones entre las 6 de la tarde y las diez de la noche del día de los comicios. También, como ya es una regla, desde las 20 horas, hora del centro de México, empezaron a funcionar los sistemas de resultados preliminares, los famosos PREP. De esta forma, todos los sistemas del INE funcionaron con regularidad para construir la certidumbre en estas elecciones. La comparación entre los conteos rápidos, el PREP y los cómputos distritales son resultados muy similares, lo cual genera una dosis importante de confianza en las elecciones. Otro ejemplo de los sistemas que da mucha certeza son las actas, del 100% no tuvieron recuento un 39.7% y las actas recontadas llegaron a un 60.1%. Hubo 32 actas de casillas no instaladas y 261 actas de casillas instaladas cuyos paquetes no fueron recibidos (INE, 2021).
Otra noticia positiva fue la participación ciudadana fue de 52.6%, con un total de 47 millones 464 mil personas acudieron a las urnas, lo cual no sucedió en las pasadas tres elecciones intermedias (2003, 2009, 2015). Sin duda, hubo características singulares para alcanzar este nivel, como la concurrencia de los comicios locales en 30 estados y las 15 gubernaturas, junto a la renovación de la Cámara de Diputados.
Las primeras reacciones de AMLO al día siguiente de la jornada electoral en su conferencia mañanera, completaron un cuadro positivo sobre el resultado de los comicios y la participación de la ciudadanía. Al día siguiente de los comicios, el 7 de junio, los mercados y las finanzas dieron su aval, porque se apreció el peso, subió la bolsa de valores, como señal de que los resultados eran aceptables para el mundo económico.
Un aviso de que la polarización no terminaría después de las elecciones fueron las dos visiones sobre los resultados: el bloque opositor, sus voceros y animadores, consideraron como un éxito su pragmática alianza que, sin tener una agenda definida, salvo detener a la 4T, supuestamente habían logrado su objetivo de generar un contrapeso en el Congreso. Por el otro lado, los voceros del oficialismo, consideraron como un triunfo conservar la mayoría absoluta en el Congreso y, por supuesto, las once gubernaturas que ganó Morena.
El PRI subió de 47 diputados a 70; el PAN pasó de 80 a 111; el PVEM, un extraño negocio que gana y hace trampa, en esta ocasión de nuevo con la compra de influencers, pasó de 16 a 43. MC bajó de 28 a 23; el PRD bajó de 20 a 15. Los tres nuevos partidos, RSP, FM y el PES, perdieron el registro por no obtener el 3% necesario. En este mapa Morena pasó de 247 diputaciones a 199. La coalición gobernante, Juntos Hacemos Historia logró 281 diputaciones, el 56.2%, que le da la mayoría absoluta, lo cual se había adelantado en muchas encuestas como el escenario más probable. La alianza opositora Va por México logró 196 diputaciones con un 39.2% y MC el 4.6% restante. (INE, 2021)
Cuando se inicie la nueva Legislatura vendrá el reacomodo de las alianzas y las coaliciones, y lo más probable es que cada reforma, proyecto legislativo o iniciativa, tenga una base de apoyo específica. Por lo pronto Morena y su coalición logran mantenerse como se presentaron en las elecciones, podrán seguir con el control del presupuesto, que es uno de los principales instrumentos de la política pública.
Las gubernaturas ampliarán la presencia morenista en el país de forma importante, porque sólo renovó en Baja California y ahora tendrá 10 estados más (Baja California Sur, Colima, Campeche, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Sonora, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas) que se pintarán de guinda. El PAN se queda con dos estados en los que ya gobernaba, Querétaro y Chihuahua; San Luis Potosí se va para el Verde, en alianza con el PT y Nuevo León para MC.
Uno de los resultado contrastantes con el mapa de gubernaturas fue el muy sorpresivo resultado en la Ciudad de México, en donde Morena se queda sólo con siete alcaldías (Gustavo A. Madero, Iztacalco, Iztapalapa, Milpa Alta, Tláhuac, Venustiano Carranza y Xochimilco); y pierde 6 alcaldías (Azcapotzalco, Álvaro Obregón, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Magdalena Contreras y Tlalpan), más tres que ya estaban en manos de la oposición desde 2018 como bastiones: el PRI en Cuajimalpa, el PAN en Benito Juárez y el PRD en Coyoacán. Quizá no se evaluó tanto la gestión de Claudia Sheinbaum, sino los efectos múltiples de las campañas de polarización que pegaron sobre todo en los sectores medios y altos. La ciudad quedó dividida territorialmente entre oriente y poniente.
Para leer los resultados se pueden establecer algunas preguntas sobre lo que dejaron las urnas:
¿Quién ganó? Los resultados para la nueva cámara de diputados, la 65 Legislatura (2021-2024) son: Morena 199, MC 23, PVEM 43, PT 39, PRD 15, PRI 70, PAN 111, (INE, 2021). El bloque opositor a Morena celebró su triunfo y festinó que habían detenido a la 4T y que le habían puesto un alto al poderoso presidente, del que dicen que es casi un dictador y que este es el gobierno “de un solo hombre”. Incluso varios medios de información se atrevieron a decir que a Morena se le había quitado la mayoría calificada (334 diputados, con lo que se puede cambiar la Constitución). Realmente están bastante alejados de la realidad. Algunos liderazgos panistas sí reconocieron que en realidad no había mucho que festejar porque el bloque opositor no había logrado vencer a Morena, ni presentar un proyecto alternativo, ni tener una narrativa que moviera de forma importante el balance de fuerzas a su favor.
En 2018 Morena no sacó la mayoría calificada, sin embargo, entre la elección y la 64 Legislatura hubo muchos movimientos de chapulines y tránsfugas para agrandar la coalición gubernamental, incluso operó un indebido mecanismo de sobrerrepresentación, que ahora no habrá. Lo cierto es que Morena y su coalición lograron de nuevo la mayoría absoluta. El partido gobernante perdió 48 escaños, pero respecto a las últimas cinco elecciones intermedias, tuvo la menor pérdida como coalición gobernante: Zedillo perdió el 32.8%, Fox el 34.8%, Calderón el 29.6%, Peña Nieto el 30.5% y AMLO el 17.1% (Información presentada en la conferencia mañanera de AMLO del 9 de junio de 2021). Con esos números Morena y la 4T podrán aprobar el presupuesto y sacar leyes secundarias sin el bloque opositor, sin embargo, para las reformas constitucionales tendrán que negociar con las otras fracciones en las dos cámaras. En el espacio local prácticamente nadie puso en duda el enorme avance de Morena: con 11 gubernaturas, diez más y 18 congresos.
¿Quién legisla? Las alianzas electorales difícilmente se mantendrán como coaliciones legislativas. Como ya lo señalamos, es probable que se formen coaliciones singulares con cada reforma y los votos dependan de los compromisos específicos de cada partido con la coalición gobernante. El Partido Verde quedó en una posición de bisagra, así como MC, veremos cómo se reacomoda este partido-negocio.
Resulta interesante observar que en la Legislatura que termina hubo 6 655 iniciativas presentadas y 519 aprobadas, es decir, el 7.7%. Pero no todas fueron del bloque gobernante: Morena presentó 2 141 iniciativas y le aprobaron 154, un 7.1%. El Ejecutivo presentó 29 y le aprobaron 24, un 82.7%. El PAN presentó 1 056 y le aprobaron 99, un 9.3% y el PRI presentó 659 y le aprobaron 57, un 8.6% (Sistema de Información Legislativa, Segob, entre el 1 de septiembre de 2018 y el 5 de junio de 2021). El gran legislador fue el presidente, pero el resto de los partidos también tuvieron su contribución. En la Legislatura que viene lo más probable es que se dé un escenario parecido, lo cual expresa a un Congreso dinámico y plural.
¿Voto de castigo o abandono de la 4T? En la Ciudad de México se pueden plantear algunas hipótesis para interpretar los resultados y el fenómeno de una ciudad con varios rostros. a) Las derrotas de Morena se dieron en los territorios con mayor nivel económico y hubo una baja del voto en los grupos con mayor escolaridad (preparatoria y universidad). Quizá porque la agenda de la 4T se ha concentrado en lo social, “primero los pobres”, lo que ha dejado de lado una agenda cultural progresista para las clases medias (medio ambiente, diversidad, feminismo, derechos humanos). b) En las alcaldías que ganó el PAN y el bloque opositor hubo un mayor rango de participación (por ejemplo, Benito Juárez 63.7%, Cuajimalpa 63.6%, Miguel Hidalgo 60.9%). En cambio, las que ganó Morena tuvieron menor participación (Iztapalapa 45.3%, Tláhuac 44.8%, Xochimilco 46%). Hubo castigo y abandono en la Ciudad de México.
Finalmente, con estos votos de la elección intermedia de 2021, la más grande, se gobernará la segunda parte del sexenio, quizá la más complicada. La polarización seguirá y tendrá sus alzas con la consulta popular del 1º de agosto; la probable revocación de mandato en 2022, discusiones sobre la clase media, en la lucha para la sucesión presidencial de 2024 y lo que se acumule para alimentar la confrontación. Entre los resultados electorales y las coaliciones legislativas habrá diferencias y reacomodos entre los dos bloques que se disputan el proyecto de país, y veremos diversos reacomodos políticos en el Congreso de la Unión. Ya se anuncian reformas que generarán polémica: en materia político-electoral, con la ubicación de la Guardia Nacional y una reforma-miscelánea fiscal. Pero esa será otra historia…