Nadia Reyes Arroyo[1]
El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR)
Vera Camacho Valdez[2]
Cátedra-Conacyt, El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR)
Fotografía de Julio César García en Pixabay
Hoy en día es común recibir información, a través de distintos medios, acerca de la continua degradación de los ecosistemas a nivel global y su efecto en el bienestar de las poblaciones humanas. Basta con echar un vistazo, por ejemplo, a las redes sociales más populares para reparar en ello. A partir de esto se ha manifestado una especie de pánico colectivo seguido por una ola de entusiasmo por parte de grupos e individuos de la sociedad civil, así como movimientos políticos para implementar cambios en distintos ámbitos de la vida social. Sin embargo, poco se ha profundizado en los mecanismos bajo los cuales la continua degradación del ambiente natural es posible. Estos se han basado históricamente en el pensamiento pragmático, es decir, en la extracción de beneficios económicos para los grupos de poder a costa de la naturaleza y la humanidad. Por otra parte, tampoco existe una plena consciencia colectiva en torno a la estrecha interdependencia humano-naturaleza manifiesta en los sistemas socio-ecológicos. A raíz del contexto de las crisis ambientales emergentes a nivel global, en el ámbito científico y académico comenzó a gestarse a partir de la década de los setenta un concepto que destaca precisamente el vínculo que existe entre la conservación de los ecosistemas y los beneficios que reciben las poblaciones humanas a partir de ello: los servicios ecosistémicos (SE).
Servicios ecosistémicos
Los SE, de acuerdo con el trabajo publicado por Burkhard y Maes en 2017, son las contribuciones de la estructura y función de los ecosistemas al bienestar humano. Actualmente, no existe un consenso en la definición y el sistema de clasificación de los SE. Sin embargo, la Clasificación Internacional Común de Servicios Ecosistémicos (CICES, por sus siglas en inglés), publicada por Haines-Young y Potschin-Young en 2013, es una de las más recientes y utilizadas en el ámbito científico y propone tres categorías:
- Servicios de aprovisionamiento: todas las salidas nutricionales, materiales y energéticas de los sistemas vivos (ej.. alimentos).
- Servicios de regulación y mantenimiento: todas las formas en las que los organismos vivos pueden mediar o moderar el ambiente que afecta al rendimiento humano (ej. ciclos biogeoquímicos).
- Servicios culturales: todas las salidas no materiales y, normalmente, no consumibles, de los ecosistemas que afectan los estados físicos y mentales de las personas (ej. espiritualidad).
Desde su aparición, este concepto ha sido incluido continuamente dentro del discurso de la sustentabilidad, convirtiéndose en el foco central de la agenda política ambiental, particularmente a partir de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio que congregó a 1,360 expertos de 95 países del 2001 al 2005.
La dimensión socio-cultural de los SE: más allá del lenguaje monetario
Para hacer frente a los desafíos de la degradación ambiental y con el motivo de vincular la conservación y el manejo sustentable de los ecosistemas con el bienestar humano a través del estudio de los SE, lo más común ha sido aproximarse y medir tales contribuciones por medio de marcos metodológicos e instrumentos propios de las ciencias naturales y la economía, destacando estos últimos en la toma de decisiones. No obstante, los aspectos sociales y culturales relacionados con los SE han sido poco explorados, aunque a la fecha existen estudios que señalan la importancia de incluir la dimensión sociocultural en las evaluaciones de los servicios ecosistémicos. Esto se debe, principalmente, a que existen aspectos de índole intangible asociados a los SE que no pueden ser medidos o cuantificados (ej. la espiritualidad) pero cuya visibilización es esencial para comprender, en primera instancia, la importancia y el valor que tienen los ecosistemas para el bienestar de las poblaciones humanas y, por ende, el óptimo funcionamiento de los sistemas socio-ecológicos. En ese sentido, los valores socioculturales revelan las actitudes y percepciones que tienen los usuarios en torno a los SE. Tales percepciones no responden únicamente a la asimilación cognitiva de la estructura y función de los ecosistemas, es decir, sus atributos físicos, sino que implican una complejidad mayor. Los valores socioculturales se construyen a partir de diversas concepciones del paisaje tales como sus funciones, su forma, sus cambios espacio-temporales, su significado y las interacciones que los individuos tienen con éste. Según diversos autores, visibilizar esta dimensión tiene el potencial de informar y apoyar la toma de decisiones en términos de manejo ambiental desde la perspectiva de los usuarios o dependientes directos del ecosistema en cuestión. En la literatura existen aplicaciones potenciales, como las cinco mencionadas por Walz y colaboradores en 2019: surgimiento de la consciencia, contabilidad ambiental, establecimiento de prioridades, desarrollo de instrumentos y litigación. Por ejemplo, incluir esta dimensión podría ser útil a escala local para prevenir desastres naturales. En esencia, los análisis socioculturales de los SE tienen el potencial de influir en el desarrollo de políticas que impliquen un beneficio tanto para la naturaleza, como para las poblaciones humanas. Por otra parte, incluir las visiones y preocupaciones de los dependientes directos de los ecosistemas podría ser una vía útil para vincularlos posteriormente en los proyectos y prácticas dirigidos al manejo ambiental.
No obstante, es común en la literatura científica que aquellos estudios de SE considerados sociales y culturales no lo sean en realidad, pues según lo reportado por Felipe-Lucía y colaboradores en 2015, tienden a utilizar herramientas cuantitativas y, aunque estén basados en análisis de preferencias sociales, los indicadores monetarios son los que predominan. Es decir, el lenguaje económico permea incluso dentro del ambiente científico, por lo que no hay una verdadera integración de las múltiples dimensiones que comprenden los sistemas socio-ecológicos desde los procesos de evaluación y valoración de los mismos. Para superar tal limitación, en términos metodológicos, es recomendable combinar técnicas cuantitativas y cualitativas, pues los datos derivados de ambas aproximaciones se complementan entre sí. Con respecto a las cuantitativas, Schmidt et al. en 2017, enfatizan la utilidad de las clasificaciones no monetarias o escalas de valor. Por otra parte, los métodos cualitativos incluyen narrativas (Ramírez et al. 2015) y escucha libre (de Souza-Queiroz et al. 2017). De acuerdo con Lau, et al. (2019) éstos últimos son de gran utilidad para revelar información esencial acerca del contexto de las interacciones humano-naturaleza en determinada área, así como visiones divergentes sobre una misma problemática, y también para capturar el razonamiento detrás de la importancia o valor asignados a SE específicos.
Es indiscutible que los ecosistemas de los que depende la humanidad para su bienestar están en continua decadencia. Por ello, se requieren cambios profundos en la forma de utilizarlos, pero también en la forma de aproximarse a ellos desde la academia y los responsables de la toma de decisiones en materia ambiental para efectuar diagnósticos realmente integrales, así como para la propuesta y ejecución de estrategias de manejo congruentes con la naturaleza basadas en una verdadera integración de la complejidad de los sistemas socio-ecológicos. Esto requiere un esfuerzo por deconstruir los esquemas y estructuras aprendidos dentro del ámbito científico, cuya tendencia ha sido, hasta ahora, la separación/segregación de las distintas disciplinas del conocimiento, en lugar de su integración/unificación para el beneficio de la humanidad y la naturaleza.
Referencias
Burkhard Benjamin y Joachim Maes (2017), “Mapping ecosystem services”, en Advanced books, vol. 1, Bulgaria, Pensoft p.e12837.
de Souza Queiroz, Luciana, et al. (2017), “Neglected ecosystem services: highlighting the socio-cultural perception of mangroves in decision-making processes”, en Ecosystem Services, vol.26, pp. 137–145. <doi:10.1016/j.ecoser.2017.06.013>
Felipe-Lucía, María R, Francisco A. Comín, y Javier Escalera Reyes (2015), “A framework for the social valuation of ecosystem services”, en Ambio, vol. 44, núm. 4, pp-308–318. <doi:10.1007/s13280-014-0555-2>
Haines-Young, Roy y Marion Potschin, (2013), “Common International Classification of Ecosystem Services (CICES): Consultation on Version 4, August-December 2012” en European Environment Agency, Framework Contract No EEA/IEA/09/003 (Download at www.cices.eu or www.nottingham.ac.uk/cem)
Lau, Jacqueline, et al. (2019), “What matters to whom and why? Understanding the importance of coastal ecosystem services in developing coastal communities”, en Ecosystem Services, vol. 35, pp. 319–330.
Ramirez-Gomez, Sara Ol, et al. (2015), “Analysis of ecosystem services provision in the Colombian Amazon using participatory research and mapping techniques” en Ecosystem Services, vol. 13, pp. 93–107. < doi:10.1016/j.ecoser.2014.12.009>
Schmidt, Katja, et al. (2017), “Testing socio-cultural valuation methods of ecosystem services to explain land use preferences”, en Ecosystem Services, vol. 26, pp. 270–288. <doi:10.1016/j.ecoser.2017.07.001>
Walz, Ariane, et al. (2019), “Sociocultural valuation of ecosystem services for operational ecosystem management: mapping applications by decision contexts in Europe”, en Regional environmental change, vol.19, núm. 8, pp. 2245–2259.
<doi:10.1007/s10113-019-01506-7>
- Estudiante del Doctorado en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable nadia.reyes@estudianteposgrado.ecosur.mx ↑
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Investigadora Cátedra-Conacyt en El Colegio de la Frontera Sur-Unidad San Cristóbal de las Casas y miembro del SNI-1, vcamacho@ecosur.mx ↑