El sistema de escritura ñuiñe: avances y retos

Laura Rodríguez Cano [1]
ENAH

—¡Ah, es usted!
—Es demasiado técnica al escribir.

Doctor Javier Delgado Gamboa
cronista de San Juan Ixcaquixtla
In memoriam

Figura 1. Museo Regional de Huajuapan. Sala de arqueología. Lápidas de estilo ñuiñe procedentes de Chilixtlahuaca, Cerro de las Minas y Tonalá. Fotografía Proyecto Geografía Histórica de la Mixteca Baja 2010.


Los registros de escritura ñuiñe del noroeste de Oaxaca y suroeste de Puebla son parte del patrimonio arqueológico e histórico de la Mixteca, que se puede conocer a través de los museos de la región de la Mixteca Baja, como son el Museo Regional de Huajuapan, el Museo comunitario de Tequixtepec (figuras 1 y 2), el Museo de la Casa de la Cultura de Juxtlahuaca, y el Museo de Acatlán de Osorio; también en los museos a nivel estatal y nacional como el Regional de Oaxaca y el Nacional de Antropología. Cada vez más, dentro de la museografía sobre la riqueza arqueológica de Oaxaca, se destina un espacio para los restos arqueológicos de estilo ñuiñe, algo que todavía no ocurre en los museos en el extranjero donde se encuentran exhibidas algunas de estas inscripciones de la Mixteca Baja (Caso, 1956; Urcid, 2001, Rodríguez, 1996). A más de medio siglo de haberse reconocido con ese término, y a poco más de 25 años de haberse incorporado al discurso arqueológico de los museos nacionales, estatales y locales, consideramos importante hacer un balance de los avances y retos que se tienen con respecto a los estudios sobre este sistema de escritura, aunado al viejo problema de los arqueólogos entre estilo y cultura en las evidencias materiales.

Figura 2. Museo comunitario de San Pedro y San Pablo Tequixtepec. Fotografía: Proyecto Geografía Histórica de la Mixteca Baja 2000.


La Mixteca Baja antes del estilo ñuiñe

Las primeras evidencias de inscripciones en esta región fueron reportadas por Dupaix en 1806, tanto en el cerro de la Tortuga en Chila de las Flores, Puebla, como en el cerro Tallesto en Huajuapan de León, Oaxaca (en Alcina 1978). De la primera, sólo conservamos el registro de Dupaix, pero de la segunda, sabemos que se resguarda en el acervo del Museo Regional de Huajuapan de León (figura 5), aunque existen registros previos de ella que la ubicaron en la presidencia municipal de esa población (Paddock, 1965; Moser, 1975, 1977; Rodríguez, 1996).

Los mayores registros los tenemos en la segunda mitad del siglo XIX, cuando Manuel Martínez Gracida, por sus diferentes cargos en el gobierno y su interés en la historia y costumbres de Oaxaca, obtuvo información y dibujos de varias inscripciones de esta región de la Mixteca de lugares como San Pedro y San Pablo Tequixtepec, Santiago Miltepec, San Juan Bautista Suchitepec, Santiago Juxtlahuaca, Santa María Mixquixtlahuaca; varios de estos registros de Martínez hoy en día se encuentran en los pueblos en que los documentó, pero no necesariamente en los mismos espacios en que los identificó, como es el caso de una inscripción de Tequixtepec (TEQ.37)[2] que ahora está en la zona arqueológica de Teotihuacán (Rodríguez, 1999b), o bien, como la piedra de la caja de Mixquixtlahuaca que ha sido posteriormente hallada en el pueblo (Ortiz et al., 2019); otras, como las de Suchitepec, ya no están empotradas en la pared de una de las casas de la plaza, sino que ahora se encuentran a los lados del asta bandera frente a la presidencia municipal o las de Juxtlahuaca que estaban en el quiosco y ahora se resguardan en el Museo de la Casa de la Cultura (figura 6).

Figuras 3 y 4. Estelas ñuiñes. Arriba Museo de Pigorini, Roma, Italia. Abajo Rosario Micaltepec, Puebla. Fotografía: Proyecto Geografía Histórica de la Mixteca Baja, 2019 y 2005, respectivamente.


Ya en el siglo XX, y con el desarrollo de la arqueología, la región de la Mixteca Baja fue explorada por Alfonso Caso en 1936, cuando consideró que el dintel de Huajuapan de León era una escritura de tipo teotihuacana; posteriormente, en su texto sobre la escritura mixteca, propone que en la región se desarrolló una escritura particular durante el Clásico Tardío y registra algunas inscripciones en Huajuapan, Miltepec, Tequixtepec y en museos extranjeros (figura 3; Caso, 1956). Por su parte, entre 1946 y 1970, Lorenzo Gamio hizo algunos registros y exploraciones de sitios en Chazumba, Lunatitlán y Juxtlahuaca, Oaxaca (en Rodríguez, 1996; Rivera, 2007). Pero no es hasta mediados de los años sesenta que las evidencias arqueológicas del Clásico Tardío de esta región se definen como estilo ñuiñe.

 

Figuras 5 y 6. Inscripciones ñuiñes. Arriba Museo Regional de Huajuapan. Abajo Museo de Juxtlahuaca. Fotografía: Proyecto Geografía Histórica de la Mixteca Baja 2010 y 2012, respectivamente.


La definición del estilo ñuiñe

En la segunda mitad del siglo XX, John Paddock, a partir de una serie de recorridos y salvamentos arqueológicos en la Mixteca Baja oaxaqueña, reconoce una serie de características particulares en los restos del Clásico Tardío (400-900 d. C.) que los agrupa bajo el nombre de “estilo ñuiñe”, utilizando para ello la denominación del topónimo mixteco de la región de la Mixteca Baja, conocido desde el siglo XVI como «Tierra caliente» (Reyes, 1593). Los rasgos considerados de estilo ñuiñe fueron la cerámica naranja micácea, las urnas de base cuadrada, las ollitas de borde almenado y asa vertedera, las cabecitas colosales y las piedras grabadas (Paddock, 1966).

Más adelante, a fines de los años ochenta, cuando cerro de las Minas fue excavado sistemáticamente, se incorporó a las características de estilo ñuiñe, el sistema constructivo tipo bloque-laja y se pusieron en duda otras particularidades que son compartidas también en la Mixteca Alta, como las ollitas de borde almenado y asa vertedera (Winter, 1991-1992). Con los recorridos de patrón de asentamiento entre Chazumba y Tequixtepec se logran definir mejor los tipos de sitios de la fase ñuiñe, encontrando centros rectores de mayor rango con inscripciones como Cerro de la Caja y sitios de menor rango como Cerro Amarillo, lo que nos da un panorama de su distribución y composición, la cual incorpora en sus sistemas constructivos el empleo de patios hundidos, plazas con adoratorio, juego de pelota, entre otras edificaciones (Rivera, 1999).

Sin embargo, llama la atención que no hay tantos registros de inscripciones con escritura más allá de los reportados por catálogos previos, como se pudiera pensar con los recorridos sistemáticos, lo mismo nos ha pasado con los recorridos realizados en el proyecto de Geografía Histórica de la Mixteca Baja: toponimia y espacio político del siglo VII al XVIII de la ENAH, donde tampoco hemos logrado muchos registros de estas inscripciones (Rodríguez, 2015), esto plantea repensar ¿dónde se encuentran?, ¿para qué se escribía?  

Los estudios sobre el sistema de escritura ñuiñe

Uno de los primeros estudios sistemáticos sobre la iconografía y la escritura de las inscripciones de estilo ñuiñe fue el realizado por Moser (1977), quien organizó un catálogo de piedras grabadas de la región de la Mixteca Baja y a partir de la información clasificada y con un método comparativo con evidencias de Mesoamérica del Clásico Tardío, propuso un catálogo de signos e identificó días, meses, años y algunos títulos o cargos en los mensajes representados. Así mismo, uno de los estudiosos sobre la iconografía de Teotihuacan, Hasso Von Winning, reportó, a fines de la década de los setenta, dos estelas en las poblaciones de Rosario Micaltepec (figura 4) y Guadalupe Santa Ana, en Puebla, que se asemejaban en estilo a Xochicalco. Más adelante Urcid, en 1992, incorpora algunas inscripciones de estilo ñuiñe a su estudio sobre la epigrafía zapoteca por considerarlo una extensión del mismo sistema (Urcid, 2001).

Posteriormente Rodríguez, en 1996, amplió ese catálogo de inscripciones, modificó varias de las interpretaciones ya propuestas, pues se redibujaron las inscripciones, ya que las fotografías con luz rasante permitieron ver otros signos que no se habían identificado y se rectificaron otros. La metodología empleada en ese estudio priorizó la evidencia intrínseca que mostraban las inscripciones, y eso permitió reconocer mejor las recurrencias y asociaciones de los glifos que componían los mensajes plasmados en los grabados, proponiendo que su contenido era de carácter público y contenía información calendárica, toponímica, antroponímica y de acciones relacionadas con eventos de poder.

Así mismo, se propuso que dentro de la misma fase ñuiñe existen signos más tempranos que otros, como el caso del glifo del año y su asociación con determinados portadores (Rodríguez, 2008b); y también encontró que dentro de la región de la Mixteca Baja existen áreas en las que se priorizan unos mensajes sobre otros, así como la forma de presentarlos, siendo la preferencia las estelas hacia el suroeste de Puebla y los sillares al norte de Huajuapan (Rodríguez, 1996, 2008a). Por su parte, los formatos en lápidas son utilizados más para espacios privados o de contextos funerarios, donde los registros son de tipo calendárico o antroponímico en relación con los entierros encontrados (Rivera y Rodríguez, 1997). El estudio de Rodríguez reconoció un inventario de 66 signos diferentes empleados para formar los mensajes en las inscripciones de estilo ñuiñe, lo que ha permitido definir algunas características del sistema de escritura en contextos calendáricos y no calendáricos, así como un área aproximada de extensión (Rodríguez, 1996, 2008a, 2018).

Los estudios posteriores de Rodríguez, así como de otros estudiosos, han continuado con la documentación de inscripciones de estilo ñuiñe, no sólo en piedra, sino también en otros soportes como en cerámica (Winter, 1994), en madera (Rivera y Alfaro, 2013), en concha (Rivera y Malbrán, 2003-2006), así como pintados en afloramientos rocosos como en Tepelmeme (Urcid, 2005) o en el cerro de la Lumbre en Ixitlán (Rodríguez y Rosas, 2015); además de que la extensión de los registros se ha ampliado hacia el norte con lo hallado por García (2018) en Otlaltepec, Puebla, y, junto con los cronistas del Consejo de la Crónica del Estado de Puebla, las evidencias encontradas hacia Huehuetlán el Chico, Cohetzala e Ixcamilpa de Guerrero en el suroeste poblano (Rosas y Rodríguez 2016) modifican la propuesta original de su extensión hacia la Mixteca Baja poblana. Estos nuevos registros que, sin lugar a dudas, aumentan el catálogo de las inscripciones de este sistema de escritura, ayudan, por un lado, a confirmar los signos reconocidos inicialmente y sus combinaciones, pero también, por otro lado, han llevado a identificar nuevas variantes e incluso nuevos signos que amplían el corpus glífico inicial.

¿Qué sabemos del sistema de escritura ñuiñe?

El corpus de inscripciones de estilo ñuiñe está conformado principalmente por grabados en piedra, sillares en su mayoría, pero también lápidas y estelas, que se encuentran fuera de su contexto original, han sido reutilizadas desde el periodo colonial, como material de construcción de edificaciones religiosas y civiles hasta el día de hoy; solamente un porcentaje muy reducido es el que se ha encontrado in situ.

En muchos pueblos de la Mixteca Baja es posible admirar este patrimonio arqueológico incorporado en los monumentos, plazas y casas de los pueblos, sobre todo aquellos sillares grabados que tienen la peculiaridad de tener un canal lateral de alrededor de 10 cm que va de extremo a extremo, ubicado en la cara posterior al grabado; son estos sillares los que son expuestos en las plazas de forma vertical debido a que estas piezas son resignificadas como los seres antediluvianos, y el canal representa “su cuellito”, por ello podemos observar que muchas veces los grabados pueden estar invertidos o girados pues lo que es importante es que el canal se encuentre hacia arriba como si estuvieran de pie (figura 7).

Figuras 7. Sillar con canal posterior en una inscripción de Suchitepec (SUC.2). Fotografía: Proyecto Geografía Histórica de la Mixteca Baja, 2011.


Estos sillares, que presentan grabados de estilo ñuiñe en su contexto original, formaron parte de los muros y esquinas de las distintas plataformas de los asentamientos que se desarrollaron entre el 400 y el 900 d. C. en la región de la Mixteca Baja. En cambio, las estelas se encontraban exentas de las edificaciones, pues muchas veces dos de sus caras contrarias o todas sus caras pueden presentar grabados; y las lápidas, siempre en contextos funerarios, tienen un formato semejante que indica una fecha anual muy elaborada.

El estudio de los tipos de signos, sus asociaciones y combinaciones llevó a reconocer que la mayoría de los mensajes tienen presente una fecha del ciclo de 260 días o del de 365 días. Estos contextos calendáricos se reconocen por el empleo de un sistema de puntos y barras para denotar numerales entre el uno y el trece, así mismo hay 20 signos diferentes con variantes alternativas para indicar los nombres de los días (figura 8) y cuatro de esos signos funcionan como cargadores anuales, cuando éstos, además, tienen el glifo del año en cualquiera de sus versiones de perfil, de frente como rayo trapecio o de lazo, los portadores identificados pueden ser del grupo II (viento, temblor) o III (búho, caña). Las fechas pueden estar resaltadas con cartuchos circulares o cuadrangulares, con el glifo R26 (fauces) y/o con el R27 (semejante al W entre los zapotecos) e incluso con el R28 (caracol cortado) (Rodríguez, 1999a, 2008a, 2008b, 2017).[3] 

Figuras 8. Columna basáltica con inscripción calendárica de estilo ñuiñe. Fotografía: Proyecto Geografía Histórica de la Mixteca Baja, 2010.


Los mensajes no calendáricos representan al menos dos temáticas recurrentes: la de los topónimos, en la que aparece una plataforma escalonada especificando un lugar determinado, y la de las acciones, en las que aparecen manos ofreciendo o empuñando objetos. La figura humana es muy poco representada y en varios mensajes aparecen felinos con tocados de plumas quienes, con vírgulas de la palabra, llevan una serie de signos que indican lo que expresan. Dentro de este tipo de mensajes, los avances en su desciframiento, han permitido proponer los nombres de lugares representados y la ubicación de ellos de acuerdo con el patrón de asentamiento reconocido entre Chazumba y Tequixtepec, dado que la mayoría de las temáticas toponímicas se concentran en ese sector. Los mensajes plasmados nos dan cuenta de aspectos de la dinámica política de la región, así como de los orígenes de las élites gobernantes que a través de diversas fuentes arqueológicas, históricas y etnográficas se pueden tener indicios de ellos (figura 9).

Figuras 9. Inscripción del cerro de la Caja (CAJ.2) consigna otro origen de los mixtecos. Fotografía de Laura Rodríguez Cano, 1995.


Retos en el desciframiento del sistema de escritura ñuiñe

Si partimos de que un sistema de escritura, de acuerdo con Gaur (1990), es una forma de almacenar información mecánicamente sobre cualquier tipo de soporte, que puede ser recuperada y usada en cualquier momento por aquellos que sean capaces de consultarla y decodificarla, ya que sus códigos están sujetos a las necesidades de una sociedad, entonces, en el caso ñuiñe tenemos un buen corpus de soportes con un sistema de comunicación que tiene mensajes formados por signos (pintados o grabados) cuyas combinaciones siguen reglas y convenciones.

La continua documentación de ejemplares permitirá con el tiempo conocer y reconocer las composiciones de los mensajes y precisar, en aquellos de tipo calendárico, de mejor manera la lista de los 20 signos de los días y sus variantes, en la que aún nos faltan algunos signos como las posiciones 7, 8 y 18. Además de completar la secuencia de los cargadores anuales y precisar si los signos que tenemos asociados a numerales son días o también podrían considerarse “meses” en el caso de que aparezcan coeficientes mayores a trece, dado que el único ejemplar que tiene un numeral mayor a trece está fragmentado y no se conoce qué signo tenía asociado.

Ese sistema es de tipo logográfico, cuyos principios son tener un repertorio de signos abiertos, tener signos principales y secundarios, así como variantes, que se combinan de acuerdo con la estructura de la lengua, tienen una morfología y sintaxis, presentan rotación y tamaño diferente de los signos que indican orientación de lectura, recurren al principio de la parte por el todo, es decir, se selecciona alguna característica del signo, presentan yuxtaposición, sobre posición o fusión, también pueden recurrir a la sustitución, es decir, signos diferentes que por el lugar que ocupan tienen la misma función, pueden presentar determinativos semánticos o complementos fonéticos de acuerdo con la gramática de la lengua en que estén escritos.

Entre los mayores retos que enfrentamos para descifrar la escritura es conocer qué lengua se empleó para escribir los mensajes de estas inscripciones, sobre todo en un área cada vez más amplia, que involucró diversos grupos con idiomas diferentes, entre ellos el mixteco y el popoloca. Varios estudiosos consideran que tanto los datos glotocronológicos como los arqueológicos sobre la conformación de los centros urbanos, permiten suponer que en la región tenemos ya grupos de habla mixteca y popoloca (Rodríguez, 2001), los cuales son factibles candidatos en la creación de este sistema de escritura. Una de las propuestas que ha dado resultado en los registros toponímicos de las inscripciones es considerar que la lengua involucrada en el sistema de escritura es el mixteco, pues sigue en parte los principios de su gramática; sin embargo, hay sectores de la región que presentan variantes de signos y formatos de composición de los mensajes un poco diferentes, que podrían estar señalando la interacción en la escritura de otros grupos con idiomas distintos. Incluso esto puede notarse en asentamientos contemporáneos de la fase ñuiñe que incorporan un inventario sígnico y una composición de los mensajes de forma distinta al sistema ñuiñe, como son los sitios hacia el suroeste poblano, es el caso de la Peña de Huehuepiaxtla, o bien, se comparten ciertos signos del sistema en las relaciones con sitios cercanos en lo que hoy es Morelos y Guerrero (Rodríguez, 2013). Entonces, otro de los mayores retos es profundizar en las investigaciones arqueológicas de la Mixteca Baja para comprender la dinámica política de la región entre la cultura material que muy probablemente fue compartida por varios grupos con idiomas distintos; entender estas diferencias entre estilo, cultura y lengua nos permite continuar con el desciframiento epigráfico del sistema de escritura ñuiñe.


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[1] laurarcano@hotmail.com

[2] Esta clave es la que se utilizó para clasificar a las inscripciones de estilo ñuiñe y se compone de las tres primeras letras del nombre indígena de la comunidad y un número consecutivo de acuerdo al número de inscripciones que se localiza en esa población (Rodríguez 1996).

[3] Todos los signos de estilo ñuiñe, independientemente de su interpretación, se les asignó una clave que se compone del nombre del apellido de quien propuso la clasificación y un número consecutivo (Rodríguez 1996).