Sitna Quiróz
Universidad de Durham
A modo de homenaje, quiero dedicar estas líneas a la memoria de nuestro querido profesor Jesús Ruvalcaba Mercado, cuya partida ha dejado un profundo vacío en mi vida y en la de muchos otros.
El “Profe Jesús”, como yo le llamaba de cariño, fue más que un profesor para mí. Fue un mentor, guía, amigo y un verdadero padre académico. A él le debo gran parte de mis logros y el estar donde estoy hoy: trabajando como profesora e investigadora en la Universidad de Durham en Inglaterra.
Su apoyo y aliento fueron fundamentales para que yo siguiera mi curiosidad académica y antropológica fuera de México. Él, junto con el profesor Juan Manuel Pérez Zevallos, siempre me motivaron a perseguir mis sueños, como estudiar en el extranjero y realizar mi trabajo de campo doctoral en África. El profesor Jesús estaba convencido del valor y la necesidad de expandir los horizontes de la antropología mexicana. El creía en la contribución que las miradas provenientes del llamado “Sur Global” pueden aportar a la antropología mundial, y a los estudios de otras regiones del mundo que comparten un pasado colonial. El camino para llegar hasta aquí no ha sido ni continúa siendo fácil. Pero, a pesar de los obstáculos, el profesor Jesús siempre supo cómo ofrecerme una palabra de ánimo, elevar mi autoestima y recordarme mi potencial para que yo siguiera adelante.
No solo conmigo, sino con todos sus alumnos, el profesor Jesús siempre demostró una gran capacidad para comprender las necesidades de cada uno de nosotros y ofrecernos el apoyo que necesitábamos. Él fue un ejemplo de integridad, sencillez, generosidad y sabiduría. Su dedicación a la antropología, al estudio de la vida rural y los pueblos originarios de México, especialmente de la Huasteca, fue admirable. Pero, sobre todo, su pasión por la enseñanza lo convertía en un maestro excepcional. Él sabía cómo identificar el potencial de cada uno de sus alumnos y alimentarlo para que floreciera. Su único objetivo fue que nosotros nos desarrolláramos personal y profesionalmente, y él siempre estuvo ahí para abrirnos una puerta y ofrecernos una mano. Quien impulsa a otros a ser grandes, es grande en sí mismo.
Conocí al profesor Jesús Ruvalcaba en 1998, cuando iniciaba la licenciatura de Etnohistoria en la ENAH. Al principio a todos nos intimidaba su seriedad, pero pronto descubrimos que detrás de esa fachada se escondía un hombre con un gran corazón y sensibilidad humana. Tanto lo apreciamos que al final de la carrera lo elegimos padrino de generación. Y así, tal cual, como padrino, el día de nuestra graduación nos llevó a todos a cenar a un restaurante argentino en el centro del Tlalpan. Así era él. Era un hombre generoso que disfrutaba de compartir con sus alumnos, ya sea en el aula, en su casa o en un restaurante.
En aquel entonces, al inicio de la carrera en Etnohistoria, yo era una chica tímida e introvertida. Me costaba trabajo participar en clase, y me frustraba no poder entender y leer rápidamente los textos asignados. En una ocasión, el profesor nos dijo: “Esta carrera no es para gente inteligente, sino para gente tenaz, dedicada y trabajadora.” Esas palabras fueron fundamentales para mí. Él supo ver mis ganas de aprender y superarme, y cómo fomentar mi tenacidad. Tiempo después, a menudo me diría: “Ya sabe, hay que apuntarle siempre al cielo, para atinarle un poco más abajo.”
Por ahí del tercer o cuarto año de la licenciatura, me uní al proyecto de Las Huastecas en el CIESAS, dirigido por los profesores Jesús Ruvalcaba y Juan Manuel Pérez Zevallos. Junto con otros dos compañeros de la licenciatura, Alonso y Lizbeth, fuimos de los primeros estudiantes que nos integramos a lo que era entonces el Centro de Documentación de la Huasteca (CENDOC). Nuestro rol era digitalizar documentos fuera de publicación o difíciles de encontrar sobre la Huasteca, para preservar y fomentar el estudio de la región. Poco a poco, se fueron uniendo otros colegas. Después, junto con otros becarios tesistas, el profesor Jesús llego a formar con nosotros una especie de familia académica. Él siempre tenía tiempo para escucharnos, aconsejarnos y compartir momentos de alegría.
Gracias al él y al proyecto de Las Huastecas, pude realizar mi tesis de licenciatura sobre el movimiento de Amalia Bautista, que después se publicaría como libro por el CIESAS. Pero la publicación de ese libro también tiene su historia. Unos años después de mi graduación, el profesor Jesús, junto con el Dr. Juan Pedro Viqueira, identificaron y frenaron un intento de plagio de mi tesis. Durante ese periodo difícil, el profesor Jesús me brindó su apoyo incondicional y luchó por que se hiciera justicia.
Su incondicional apoyo y confianza en mí fueron invaluables. Él siempre me animó a seguir adelante, incluso cuando las cosas se ponían difíciles. Cuando mi solicitud de beca doctoral de CONAHCYT fue rechazada debido a un error administrativo, él me insistió en que no me diera por vencida y que siguiera retando la decisión. Hace unos cuatro o cinco años, cuando pasaba por un periodo personal muy difícil en el trabajo y en el noreste de Inglaterra, el Profe Jesús me animaba y consolaba diciéndome: “No se apure chiquilla, ya sabe que acá la queremos.”
Su partida deja un gran vacío, pero su espíritu y su legado seguirán inspirando a muchos de nosotros. Para mí representa el final de una era. Sin embargo, su recuerdo y su ejemplo me motivarán a seguir adelante. Recuerdo con cariño las ocasiones en que, durante mis visitas a México, me invitaba a hablar con sus alumnos de la ENAH para motivarlos a perseguir sus sueños. Así que ahora me deja el reto de aspirar a ser un poquito más como él: como mentora, guía y apoyo para las nuevas generaciones.
Al menos me queda la tranquilidad de que pude verlo por última vez el 12 de diciembre de 2023, un poco antes de su partida. ¡Quien diría que esa sería la última ocasión que lo vería sonriendo, compartiendo una última comida yucateca, y que nos daríamos un fuerte abrazo!
Lo voy a extrañar inmensamente, Profe Jesús, pero lo llevaré siempre en mis recuerdos y en mi corazón. Así que no digo adiós, sino hasta pronto. ¡Hasta que nos volvamos a encontrar en la otra vida!
Foto: Reunión en la casa del profesor Jesús en 2006.