El infierno es una chica adolescente

Gabriela García Gorbea
Estudiante de la Maestría en Antropología Social, CIESAS Ciudad de México


Pósters oficiales de las películas Raw y de Jennifer´s Body.

El cine ha aprovechado la curiosidad que despierta el canibalismo para generar diversas representaciones, ya sea bajo la forma de tribus aisladas, psicópatas sofisticados, muertos vivientes o mutantes producto de la radiación atómica. Sin embargo, el caníbal ha adoptado una nueva forma: la de una chica adolescente. ¿Cómo es que uno de los peores tabúes pasó a ocupar apariencias y corporalidades pretendidamente inocentes?

La imagen de una persona devorando a otra solía estar rodeada de un aura exótica, que evocaba a culturas perdidas ‒por el tiempo o las condiciones geográficas‒ y a lo prohibido. Actualmente, el tema continúa remitiendo al peligro, pero a uno más visceral y cercano. Así, el cuerpo del hombre con dentadura filosa se torna borroso, y conforme se van delineando sus bordes, da origen a algo diferente: un ente femenino, a medio camino entre la niñez y la madurez, de cuya boca pende un hilo de sangre.

En las siguientes líneas analizo la construcción de la figura de la mujer caníbal como un momento de transición entre la adolescencia y la edad adulta, a partir de la comparación de dos filmes: Jennifer’s Body[1] y Grave.[2] Los dos filmes provienen de géneros y tradiciones cinematográficas distintas, el primero es un híbrido de terror y comedia y el segundo una mezcla de terror y drama, pero ambos abordan este momento liminal desde la perspectiva de las mujeres, al ser pensados por y sobre ellas.

Jennifer’s Body se estrenó en 2009, con un guion de Diablo Cody, llevado a la pantalla por Karyn Kusama; Grave llegó a las salas en 2016, con una historia y dirección de Julia Ducornau. Estas películas rompen con el estereotipo del caníbal como un ser sofisticado con complejos raros a lo Hannibal Lecter o el ente deforme de The Hills Have Eyes para dar espacio a una nueva representación, en la que el cuerpo devorador es a su vez consumido por pulsiones que le resultan extrañas y que no es capaz de controlar.

La antropofagia en estas películas emerge como resultado natural del paso a la madurez y va de la mano con el despertar sexual de las protagonistas. Incluso se podría decir que son representaciones con tintes feministas, que resignifican la transición a la edad adulta y se alejan del discurso tradicional de las cintas del género coming-of-age.

En Jennifer’s Body, la historia gira en torno a una adolescente que se transforma en un súcubo[3] devora hombres, luego de ser sacrificada por una banda de rock que busca alcanzar la fama. Jennifer es la chica más atractiva y popular de la escuela, por lo que no encuentra obstáculos a la hora de encontrar víctimas para satisfacer su apetito. Si bien esta película cae en clichés y le otorga un tinte sobrenatural al canibalismo, ofrece ideas interesantes sobre el culto a la belleza, así como el miedo a ésta.

Por otro lado, Grave asume el tabú como una metáfora del paso a la edad adulta. La película trata sobre Justine, una joven que cursa el primer año de la universidad en Francia. Es una estudiante brillante, que proviene de una familia de vegetarianos y espera seguir los pasos de sus padres y hermana al estudiar veterinaria, hasta que su sueño se ve interrumpido por un ritual de iniciación. Tras ser obligada a consumir carne cruda, Justine experimenta dos despertares: el de su esencia caníbal y el de su sexualidad. La pulsión por la carne ‒en sentido literal y metafórico‒ la consume por completo y la enfrenta cara a cara con un mundo para el que no está preparada.

El componente sexual es de vital importancia en los dos filmes; una de las chicas lo utiliza como una especie de freno o sustituto de sus deseos, mientras la otra lo usa como herramienta para matar. El motivo de fondo en ambos casos parece ser el temor a la mujer, o con mayor exactitud, el miedo a que descubran y se apropien de su sexualidad. Dicho horror es una constante patriarcal en la historia humana, encarnado en el mito de la “vagina dentada.”[4]

Si antes la vagina con dientes estaba directamente ligada al acto sexual, hoy está más relacionada con el miedo hacia las mujeres poderosas, aquellas que no son sumisas y que con su independencia castran o emasculan al hombre. La figura de la vagina dentada era utilizada para simbolizar un rito de paso para los héroes masculinos, pues vencerla significaba derrotar a la fémina-madre amenazadora, al vientre destructor y emerger como un hombre. En Grave y Jennifer’s Body se invierten los roles y las jóvenes aprovechan el acto de “castrar” o devorar al hombre para asumirse totalmente como mujeres. De este modo, un mito tan misógino se resignifica en un contexto feminista.

Aun cuando la castración se suele relacionar sólo con los hombres, también se puede aplicar a las mujeres. De acuerdo con Freud, existen tres salidas para el complejo: la no envidia hacia el pene, el deseo de estar dotada de uno y los deseos de encontrar un sustituto del falo. Esta última salida está presente en Jennifer’s Body, ya que la protagonista deja de ver al sexo como un fin y lo utiliza como un medio para alcanzar su nuevo objeto de deseo: la carne humana. Aunado a esto, experimenta un cambio de la zona erógena, en donde perforar el tejido muscular y paladear la sangre es lo que le brinda placer.

En el caso de Grave, la situación es más compleja; Justine descubre el sexo y la antropofagia al mismo tiempo, por lo que libra una batalla constante para mantener ambas pulsiones bajo control. Por ejemplo, en la escena en la que Justine tiene sexo por primera vez, siente un impulso de devorar a su compañero, pero decide morderse el brazo para no lastimarlo y mejor concentra su atención en el acto sexual. A diferencia de Jennifer, en Justine no se observa un cambio de la zona erógena, sino una batalla permanente entre dos áreas de atracción.

También es posible ahondar en la representación estética de ambos filmes bajo un marco de pensamiento feminista. En Feminist Aesthetics, Carolyn Korsmeyer propone que el simple hecho de apreciar una obra de arte o un filme está influido por los roles de género y que aquel que mira forzosamente adopta un punto de vista masculino o “male gaze”.[5] Es decir, que a las mujeres se les asigna el rol pasivo de dejarse observar, mientras que el hombre es quien observa activamente. Esto no significa que las mujeres no puedan apreciar el arte, pero para hacerlo la tradición dicta que se deben ceñir a un punto de vista masculino.

En las artes visuales es constante la reproducción de una imagen específica de la mujer, haciendo de todo su cuerpo un festín sensorial dirigido al hombre. De ahí que películas como Grave busquen invertir los papeles y transformar a la mujer de motivo de contemplación a objeto activo. La mirada de Julia Ducornau en Grave presenta una visión del canibalismo totalmente alejada de lo sensual, en la que el hambre de carne humana es apenas una de las preocupaciones para una joven en su camino hacia la vida adulta.

¿Cómo es que para las mujeres el paso hacia la madurez puede resultar más terrible que comerse a una persona? Porque una vez que se convierten en adultas, son presionadas para lucir, actuar y pensar de cierto modo. Sólo durante la infancia es posible escapar de las expectativas de una sociedad que hipersexualiza el cuerpo femenino y le impone cientos de reglas, ningunas tan estrictas como aquellas relacionadas con el físico. Llega un punto en que la presión del entorno es tal, que se desarrollan comportamientos anormales y dañinos, que por un momento dan la ilusión de tener control. Ante este panorama, el canibalismo no suena tan descabellado.

Desde una edad temprana, Jennifer se ha visto forzada a cumplir con las expectativas de una sociedad que la cataloga como un modelo a seguir. Pertenecer al equipo de animadoras, mantener una piel perfecta, un cuerpo delgado y agradar a los hombres son sólo algunas de las obligaciones que le han sido impuestas y que significan su perdición. Jennifer es la encarnación de la mujer objeto, cuya percepción de sí misma está tan influida por expectativas externas, que deja de tener sentido y se torna en un cascarón vacío. Cuando se convierte en un súcubo, se da cuenta de que su nueva condición no sólo le permite cumplir con sus “obligaciones” de manera sencilla, sino que también le permite llevar a cabo una venganza. En el pasado, toda la vida de Jennifer giraba en torno a agradar a los hombres, así que, al transformarse en caníbal, los elige como presa para saciar su apetito. Y existe otro aliciente: la sangre de aquellos que le exigieron ser perfecta es lo que ahora le permite seguir siéndolo.

A diferencia de ella, Justine ha pasado la mayor parte de su vida sin preocuparse por la apariencia física, aunque esto cambia al llegar a la universidad. Para la joven, el descubrimiento de los lineamientos a los que está sujeto el cuerpo femenino llega de la mano con su primer bocado de carne humana.

En una escena memorable, Alexia, su hermana, la recrimina por no depilarse el área del bikini y se ofrece a quitarle el vello. Al principio todo marcha bien, y aunque Justine está adolorida, decide seguir adelante con el ritual de embellecimiento. De repente, la cera se adhiere a su piel, Alexia trata de removerla con unas tijeras, pero fracasa y termina cortándose un dedo, mismo que Justine devora.

Desde ese momento, la joven comienza a preocuparse por cómo la perciben los demás; por un lado, quiere ocultar su antropofagia, y por el otro, quiere empezar a ser deseada por los hombres. Ahora Justine se pinta los labios, viste prendas cortas y ajustadas y practica cómo besar frente al espejo. Existen dos pulsiones opuestas en su interior: la que busca matar y la que busca experimentar la vida, así que se decide por esta última y asume a su cuerpo como una entidad poderosa, capaz de despertar el deseo.

La imagen de una mujer joven royendo el tejido muscular de una pierna, con la sangre cayéndole a borbotones por el cuello, resulta poco común e incluso perturbadora, antinatural. No es lo que se asocia con la juventud femenina, en la que la mujer debe asumir un rol de vulnerabilidad permanente, que vuelve necesaria la presencia de un hombre para ayudarla a sortear los peligros de la vida. La mujer caníbal manda estas convenciones sociales al demonio y se reconoce como un ser complejo y lleno de poder.

Desde sus inicios, el cine se encargó de difundir estereotipos sobre las mujeres y los cánones de belleza a los que éstas se debían de ajustar. Hoy, existen directoras que están tratando de imbuir un discurso feminista en sus obras, para resignificar la relación entre la imagen y el espectador. Si antes la mujer era vista sólo como musa u objeto de adoración, ahora ha adquirido un rol activo con el que establece las reglas bajo las cuales quiere ser observada.

La figura de la caníbal emerge como un elemento contestatario a la omnipresente mirada masculina en el cine y propone un nuevo acercamiento a la imagen femenina. De este modo, la sangre que derraman tiene una acción purificadora, que busca limpiar las reglas que las han esclavizado durante siglos.

“Hell is a teenage girl”. Esta frase inaugura la acción en Jennifer’s Body y funciona también para dar fin a este análisis. No han faltado las representaciones de mujeres adolescentes en la gran pantalla, aunque buena parte de ellas falla a la hora de mostrar la complejidad psicológica de esta etapa y sus transiciones. La juventud es uno de los bienes más valorados en la sociedad actual, por lo que el tránsito entre la adolescencia y la madurez aparece como el último resquicio en el que la mujer aún puede resistirse al peso de las presiones externas. El canibalismo emerge entonces como un intento de prolongar esa etapa, convirtiendo a la víctima (la chica indefensa) en verdugo. Una vez superado ese rito de paso, la joven de ojos límpidos renace más poderosa que nunca, consciente de que, si el mundo la muerde con sus miles de reglas e imposiciones, ella cuenta con dientes filosos para retornar la mordida.

Fuentes citadas

Korsmeyer, Carolyn (2017), “Feminist Aesthetics”, en The Stanford Encyclopedia of Philosophy, edición de primavera . Recuperado el 25 de marzo desde: https://plato.stanford.edu/entries/feminism-aesthetics/#AesCatFemCri

Williams, David (1999), Deformed Discourse: The Function of the Monster in Mediaeval Thought and Literature, Canadá, Mc-Gill Queen’s Press, pp. 165-170.

  1. Kusama, Karyn (2009), Jennifer’s Body, filme norteamericano.
  2. Ducornau, Julia (2016), Grave, filme franco-suizo.
  3. De acuerdo al imaginario medieval, los súcubos son demonios que toman la forma de mujeres atractivas y seducen a los hombres, obligándolos a mantener relaciones sexuales mientras duermen.
  4. La figura de la vagina dentada se refiere a la inversión de la cabeza y los genitales, en la que el órgano sexual femenino como orificio se vuelve estructuralmente análogo con la boca” (Williams, 1999) David. Deformed Discourse: The Function of the Monster in Mediaeval Thought and Literature. Mc-Gill Queen’s Press: 1999, pp. 165-170.
  5. The phrase “male gaze” refers to the frequent framing of objects of visual art so that the viewer is situated in a “masculine” position of appreciation” (Korsmeyer, 2017). “La frase ‘mirada masculina’ se refiere al encuadre frecuente de objetos de arte visual para que el espectador se sitúe en una posición de apreciación «masculina.”