Estefanía Ávalos Palacios[1]
CIESAS Ciudad de México
Fotografía de la autora.
Este ensayo propone analizar etnográficamente la exploración de campo realizada en el Área Natural Protegida de Cuemanco, Xochimilco, Ciudad de México desde la lente conceptual de paisaje de Tim Ingold (2000) y una lectura de la economía política en torno a las prácticas asociadas con ganarse la vida de los interlocutores locales con quienes tuvimos oportunidad de conversar durante la exploración de campo. Dicha exploración tuvo lugar en febrero de 2024 en el marco del seminario impartido en el CIESAS, “Elementos para el análisis del territorio y del ambiente”, a cargo de la Dra. Margarita Pérez, el Dr. Iván Azuara y la Dra. Ariana Mendoza. Consistió en un recorrido grupal sobre trajinera por la zona lacustre y chinampera de Cuemanco, Parque Ecológico Xochimilco, en donde predomina el turismo y la recreación como actividad económica.
La noción de paisaje en Ingold, articulada profundamente a las actividades humanas, me permitió explorar el paisaje de Cuemanco como resultado del entrelazamiento continuo de las prácticas de las personas, de organismos no humanos y de las cosas. A través del recorrido por el sistema de humedales y canales me di a la tarea de observar cómo las prácticas humanas contribuyen a formar el paisaje como un proceso vivo y dinámico. Particularmente, me interesé por las prácticas o quehaceres asociados a la economía y específicamente a las formas de ganarse la vida de los habitantes locales.
Nuestros guías e interlocutores fueron el biólogo José[2] de la Universidad Nacional Autónoma de México quien ha realizado actividades de conservación ambiental en el lugar, el remador local Octavio, y Luis, el propietario-emprendedor de un ajolotario turístico. Ellos fueron quienes trazaron nuestro recorrido, nos compartieron sus narrativas y sus puntos de vista respecto a la vida socionatural y sus tensiones, las cuales involucran a las prácticas económicas que se realizan en Cuemanco.
Tim Ingold, la práctica y el paisaje
En The Perception of the Environment, Ingold (2000) reflexiona acerca de los procesos cognitivos de los seres humanos respecto a su medio ambiental-material. Critica la idea de paisaje circunscrito a lo pictórico, que sitúa a los sujetos “desde fuera” y limitados a la contemplación, y, en cambio, propone concebirlos como partícipes “desde adentro”, en el terreno de la actividad práctica y en relación con el mundo material. Esta perspectiva de paisaje pone en el centro a las actividades prácticas que realizamos los humanos y otros seres, a través de las cuales confeccionamos el entorno que habitamos. Las prácticas son posibilitadoras de la experiencia y son el vehículo con y para el mundo: percibirlo, sentirlo, hacerlo, encarnarlo, preguntarlo, aprenderlo, transformarlo implican la participación activa en una relación atenta y sensible con las cosas (Ingold, 2000, 253).
Además de material, el paisaje es un proceso vivo que sucede en el tiempo y en donde la forma final es fugaz. El paisaje está conformado también por los ciclos rítmicos. En el caso de Cuemanco, por ejemplo, los ciclos de agua de los canales —cada que sube o baja el nivel de agua movilizan prácticas como rellenar las chinampas—, los ciclos agrícolas que definen qué y cuándo cultivar, e incluso los ritmos del turismo que definen la afluencia de visitantes sobre los canales y el flujo de dinero. Lo anterior lleva a Ingold a concebir el paisaje no como algo fijo, sino como algo que nunca termina, siempre en movimiento y transformación. Hay prácticas que escapan a nuestros ojos y, sin embargo, transforman el paisaje, como la manera de habitar de los ajolotes que aún viven en los canales y su relación con otros peces como la tilapia. O bien, la producción de las chinampas turísticas, que representan transformaciones generacionales, como dice Octavio, “los más grandes se aferran a lo de antes”, en cambio él y otros locales introducen nuevas actividades y sustituyen los sembradíos típicos por una actividad nueva que involucra el servicio turístico y la venta de experiencias.
Ingold ha denominado a las prácticas humanas y no humanas que constituyen el paisaje como “taskscapes”, la conversión literal es “paisaje de tareas” pero como Gisbert (2018) propone, resulta más precisa la traducción a “quehacer”. Este planteamiento en torno al paisaje reivindica a los sujetos —personas y otras entidades— como habitantes activos, productores y hacedores de la vida y del mundo. Cuemanco como paisaje es resultado dinámico del entretejido continuo de quehaceres de los seres que lo habitan a través de la relación y la práctica material de sus cuerpos con su entorno: el remador de la trajinera, la chinampa, el podador de las canchas de futbol, el biólogo conservacionista, el agua, el emprendedor turístico, el ahuejote y aquellas actividades que no se ven, las que se realizan en el hogar y que, aunque no forman parte de la esfera pública del trabajo, son esenciales en la constitución del ensamblaje del paisaje.
Economía del paisaje
Mi propuesta es que para analizar etnográficamente dichas prácticas como hacedoras es preciso examinarlas como prácticas situadas y contextualizadas. La práctica de Octavio para remar —coloca el pie derecho al borde de la trajinera, mientras con el izquierdo hace base. Sostiene con dos manos un ocote de tres metros de altura que empuja contra el agua en dirección opuesta, lo alza y repite la coreografía cambiando la dirección de sus pies para dirigir la navegación— es más que la suma de sus movimientos corporales coordinados con las prácticas de otras personas para cambiar y generar el paisaje lacustre y chinampero de Cuemanco. Así como el quehacer de los segadores en el campo de trigo de la obra de Bruegel La Cosecha (1565) que describe Ingold, es algo más que blandir la hoz. Por un lado, ambos quehaceres implican a sujetos que desde-donde-están-parados crean paisaje, pero además el paisaje crea también a los sujetos en tanto que las habilidades y las prácticas que hemos aprendido y que hacemos están en consonancia con el lugar que habitamos. El paisaje y sus habitantes mantienen una relación de creación e influencia recíproca, la cual involucra la producción de los sujetos de un punto de vista sobre su mundo, porque el paisaje habitado es a su vez un lugar desde donde se elabora el pensamiento y el sentir.
Por otro lado, cada fajo de trigo y cada trajinera navegante son, como observa Ingold, solo un momento dentro de un proceso de trabajo, el primero para producir pan y el segundo para producir experiencias turísticas. Dichos quehaceres —como buena parte de las actividades prácticas desplegadas en las sociedades capitalistas— al contextualizarlos en la perspectiva de la economía política, contienen un valor de uso y valor de cambio orientados tanto al sostenimiento de la vida como a la reproducción mercantil. Octavio no rema una trajinera solo por remar, sino que constituye su medio para ganarse la vida, al mismo tiempo que participa en la reproducción de la actividad turística en Cuemanco. En estos términos, al vincular la propuesta de Ingold respecto al paisaje y la práctica con la economía política, los quehaceres inmersos en los procesos de trabajo son de manera indisoluble prácticas generadoras de paisaje y de economía. La economía del paisaje remite a aquellos entretejidos de actos, movilizaciones, coreografías colectivas y quehaceres que requieren los procesos productivos y que dan forma al entorno. ¿Cómo son aquellos quehaceres que producen y reproducen la economía del paisaje en Cuemanco?
Quehaceres mercantilizados y para ganarse la vida
Un elemento vivo fundamental del paisaje en Cuemanco son las chinampas y las personas actuantes sobre estas. Existen, a grandes rasgos, dos formas de propiedad de la chinampa, privada y pública, las cuales han experimentado un cambio de uso de suelo que el biólogo José permite observar. Dicho cambio ha implicado y requerido de la transformación de los quehaceres sobre la chinampa, del paso de la producción agrícola a la generación de nuevos quehaceres volcados al turismo y regidos por el mercado recreativo local. Muchas chinampas se han convertido actualmente en campos de futbol en donde juegan los habitantes de los alrededores de Xochimilco. Los quehaceres que dicho cambio implica involucran a personas para el mantenimiento del zacate que conforma la superficie chinampera, al marcaje de la cancha con cal y al paso de la fabricación y uso de costales rellenos de materia orgánica —característicos de la chinampa agrícola— a los costales de tepetate, grava y malla para sostener la estructura de la chinampa convertida en cancha de futbol.
Dichos quehaceres contribuyen a la transformación y generación del paisaje de Cuemanco, y en dicho proceso, generan tensiones, que emergen al conversar con nuestros interlocutores. Por un lado, la valoración del biólogo José, quien se lamenta de cambio de uso de suelo por múltiples razones, entre ellas la afectación sobre el flujo de humedad entre la chinampa y los canales debido a los materiales para rellenar los costales mencionados, o bien, a la cantidad de agua de riego que se requiere bombear de los canales para mantener el césped de las canchas en lugar de nutrir el suelo en términos agrícolas y del ecosistema. Por otro lado, Octavio, el joven remador, expresa una postura menos tajante y nos explica: él va a jugar futbol a las chinampas los domingos, el cover es de $70 pesos por jugador más $10 pesos por el uso de la cancha, al hacer un cálculo apresurado suponemos que el propietario ingresa poco más de $2,000 pesos por juego. Desde el punto de vista de Octavio, el hecho de que cada chinampa sea propiedad privada, da al dueño la facultad para hacer y usarla como mejor le convenga. De modo que convertirla en cancha de futbol, concluye, es una alternativa redituable económicamente en un contexto en que la producción agrícola lo dejó de ser. El aspecto ambiental que le preocupa al biólogo no es un punto que Octavio destaque en su ecuación. Y a la inversa, en su valoración, José no considera la situación económica de los locales y las formas que han encontrado para ganarse la vida. En este sentido los quehaceres constitutivos del paisaje reflejan algo más.
Otra manera de quehaceres dirigidos a la mercantilización de la chinampa está relacionada con el turismo y la conversión de esta en un espacio de renta para eventos sociales. Durante el recorrido observamos algunas con un amplio jardín y temazcal, se rentan a través de plataformas como Airbnb y ofrecen “una jornada mágica al aire libre” “un lugar para cumplir todos tus deseos y sueños” y “una hermosa vista de la flora y fauna”. El giro de la chinampa como sistema de cultivo a un espacio diseñado para la economía de la experiencia, al igual que las canchas de futbol, resulta más redituable para los propietarios, al mismo tiempo que requiere de una considerable inversión. La introducción de nuevos quehaceres para hacer de la chinampa un Airbnb, una cancha de futbol, un espacio de producción agrícola, etcétera, genera algo que percibo como paisajes dislocados. Es decir, que el conjunto de prácticas que constituyen el paisaje y que Ingold describe como armónicas, rítmicas, conjuntas también suelen producir paisaje desde lo contrapuesto: lo discrepante, estridente y disonante. Así, en el paisaje de domingo en Cuemanco tiene lugar un bautizo al mismo tiempo que un retiro de yoga, un paseo en trajinera con micheladas, un entrenamiento en kayak, una jornada de trabajo agrícola en la chinampa y un juego de futbol.
Para finalizar, otra forma de quehaceres que generan paisaje está relacionada con la manera en que Luis, un joven local propietario de un ajolotario turístico, se gana la vida: se autodefine como un innovador porque ha ido más allá de sus orígenes sociales como agricultor-floricultor a productor de experiencias turísticas. Luis creció en un contexto en que el denominado ecoturismo se convirtió en una oportunidad económica en Cuemanco. Las experiencias que Luis vende consisten, en primer lugar, en un recorrido por un pequeño ajolotario a 30 pesos por persona. Es una casita de carrizo y madera, al interior hay siete ajolotes repartidos en peceras, además de una serpiente, una tarántula y peces. De las paredes cuelgan infografías sobre el ajolote. La experiencia va de la mano de un discurso ambiental que pretende educar y dar información sobre la conservación y valor cultural de dicho animal. Afuera, exhibe de un pequeño huerto en donde siembra arúgula, kale, acelga, cebollín y otros cultivos. Es una especie de copia a escala o puesta en escena de la chinampa productiva que sus abuelos aún trabajan, con la diferencia que su valor es estético, para que el turista la aprecie. Luis se ha empapado, se ha apropiado y ha traducido las prácticas y los discursos de conservación ambiental de académicos, funcionarios y activistas como el biólogo José, para ganarse la vida mediante el ecoturismo. Alrededor, los locales han generado otros quehaceres económicos, por ejemplo, los amigos y familiares de Luis han abierto tienditas a lo largo del recorrido en trajinera para abastecer a los turistas de alimento, bebida y el servicio de baño; también cocinan y venden comida como quesadillas y tacos, refrescos, agua y cerveza.
Los propietarios de ajolotarios, de las canchas de fútbol, las chinampas para eventos sociales, los comerciantes y los remadores de las trajineras conforman un circuito de actividades económicas mediante las que los lugareños se ganan la vida o ingresan un extra a partir de la movilización y atracción de visitantes. Como ejemplo, nuestra propia visita, la exploración de campo también abonó a la actividad turística y se trazó de la siguiente manera: abordamos un servicio de trajinera por el que pagamos más de $900 pesos, la cual pertenece a un propietario que cuenta con 22 trajineras más. Octavio, un joven que trabaja como remador, obtiene $50 pesos por hora, él compite con las trajineras motorizadas que ahorran la fuerza de trabajo y el esfuerzo físico que el remador gasta para movilizar la trajinera. Octavio conoce a Luis, el ajolotario, y nos llevó con él quizá porque es solo su conocido o porque consigue una cuota por cada turista que lleve. A Octavio le pagamos $30 pesos por el recorrido y $7 pesos por el uso del baño. Cada fin de semana, hay una circulación de dinero a través del consumo turístico que genera el paisaje económico, dicha circulación no se ve, no se palpa ni se toca, pero es un elemento que también moldea y produce el paisaje. Del mismo modo que las prácticas designadas a ganarse la vida, a reproducir la vida, son también generadoras de paisaje. En ese sentido, podríamos analizar los ritmos de los quehaceres constitutivos de paisaje a los que remite Ingold como ritmos materiales, conformados por las relaciones sociales que sustentan y entrelazan los procesos de trabajo.
El concepto de paisaje de Ingold nos proporciona herramientas para analizar los procesos materiales, las prácticas con los procesos socionaturales a diferentes escalas. Es una herramienta para pensar la generación del paisaje desde diversas perspectivas como la economía política, la ecología, las emociones, etcétera. El presente ensayo es apenas una introducción a un intento de ensamblaje de perspectivas de análisis territorial y de la economía política que pretende poner en el centro a las personas, situadas en entretejidos mercantiles, como productores de la vida y de su mundo inmediato. Otro aporte de Ingold dirigido a los antropólogos en formación —y recordatorio a los profesionales— está asociado a nutrir la sensibilidad para escuchar, sentir y oler el paisaje para actuar sobre él. Nos recomienda situarnos como aprendices, como cazadores novatos que han aprendido la importancia de escuchar a sus mentores, los interlocutores, y los relatos de la historia, el presente y el futuro del paisaje que habitan.
Bibliografía consultada
Gisbert-Alemany, E. (2018). El paisaje es quehacer: La creatividad sostenible de las prácticas éticas y afirmativas. Feminismo/s, 32, 157-179.
Ingold, T. (2000). The Perception of the Environment: Essays on Livelihood, Dwelling and Skill. Routledge.
- Estudiante de Doctorado en Antropología. Correo: e.avalos@ciesas.edu.mx ↑
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Los nombres de los interlocutores han sido sustituidos por seudónimos. ↑