Dos comunidades totonacas de mediados del siglo XX. Una propuesta metodológica de Carmen Viquiera y Ángel Palerm

 

Dra. María Teresa Rodríguez

Investigadora CIESAS-Golfo y

Responsable institucional de la Cátedra Ángel Palerm (CIESAS-UIA-COLMICH-UAM)


Durante el periodo que va de 1948 a 1951, Carmen Viqueira y Ángel Palerm realizaron trabajo de campo en distintas localidades del Totonacapan, como parte de un proyecto sufragado por el Institute of Social Anthropology de la Smithsonian Institution y el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, bajo la dirección de Isabel Kelly. Uno de los resultados de dicha investigación fue el artículo titulado “Alcoholismo, brujería y homicidio en dos comunidades rurales de México”, publicado en la revista América Indígena en 1954.[1]

Estas breves líneas constituyen una invitación a la lectura de este interesante artículo, novedoso para su época en términos metodológicos y rico en interpretaciones y descripciones etnográficas. Destaca entre sus virtudes la coherencia conceptual y la cuidadosa estructura del texto, lo que revela un trabajo de campo riguroso. Viqueria y Palerm eligieron para este estudio dos comunidades totonacas contrastantes en términos ecológicos: Eloxochitlán, Puebla, municipio enclavado en las estribaciones de la Sierra Madre Oriental, y Tajín, una pequeña localidad de la costa veracruzana. Han pasado sesenta y seis años desde la publicación del mencionado artículo; las dos localidades analizadas por nuestros autores han experimentado cambios profundos en términos sociales, culturales, políticos y ambientales, así como situaciones de conflictividad relacionadas con el patrimonio cultural –en el caso de Tajín–. Sin embargo, es preciso recordar que para entender el presente es imprescindible mirar al pasado.

Los autores se interesaron por entender las diferentes respuestas de los habitantes de estas dos localidades en tres ámbitos de la vida social: el consumo de alcohol, la recurrencia a la magia y la brujería, y los homicidios, lo que a su entender constituían tres problemas típicos de un sector importante de México. Desde el inicio llaman la atención sobre los riesgos de las generalizaciones prematuras, subrayando la necesidad de un enfoque interdisciplinario; en congruencia con este planteamiento, su propuesta metodológica estuvo dirigida a la combinación de dos métodos: el etnográfico y el psicológico. Implícitamente desarrollan también una perspectiva comparativa.

Tajín y Eloxochitlán, afirman, presentan un mismo sustrato cultural, pero el proceso de transculturación diverge en magnitud –y, en consecuencia– en las instituciones afectadas. Existe semejanza “racial” y cultural, pero las diferencias ambientales inciden en el proceso de transculturación. “Las causas, los móviles, las formas de ejecución, las consecuencias y la actitud social ante el homicidio, por ejemplo, son extraordinariamente distintas de una comunidad a otra. Lo mismo podríamos decir del alcoholismo y de la brujería” (Palerm y Viqueira, op. cit.: 1). A continuación resumo los principales elementos registrados por los autores para sustentar su análisis. Sin embargo, es ampliamente recomendable leer el texto completo para apreciar su profundidad analítica y etnográfica.

En Eloxochitlán la población es monolingüe de totonaco, la tierra es escasa y es notable la presión demográfica sobre ella. El eje de la vida común es la organización política local. En Tajín, en cambio, gran parte de sus habitantes son bilingües; hay abundancia de tierra y se cultiva y comercializa la vainilla a los vecinos mestizos. El eje de la vida común es la organización familiar. En ambas localidades las mujeres tienen propiedad de la tierra por herencia y trabajan en el campo, y en el comercio en el caso de Eloxochitlán.

Los habitantes de Eloxochitlán deben resistir la embestida de nahuas y mestizos sobre sus tierras, por ello se refugian en una fuerte solidaridad de grupo y en la magia. Los sentimientos de comunidad y solidaridad son fundamentalmente defensivos y dirigidos hacia el exterior. El ejercicio de la autoridad es despótico y coactivo, siendo frecuentes las multas, encarcelamientos y trabajos forzados. La fuerte organización política relega los conflictos individuales al ámbito legal y a la magia y excluye los enfrentamientos físicos.

En cambio, en Tajín es la familia extensa la base de la vida común, compuesta del pater familias, sus mujeres, los hijos solteros y casados, las nueras, las hijas solteras y los nietos. La poliginia, el sororato y el levirato son socialmente aceptados. La solidaridad de grupo es endeble y los conflictos individuales tienden a resolverse mediante venganzas que en ocasiones culminan en homicidios.

Resulta de particular interés la interpretación que Viqueira y Palerm desarrollan en este artículo sobre la orientación de las prácticas mágicas, uno de los aspectos centrales de su investigación. El panteón totonaco, señalan, se compone de deidades y seres sobrenaturales que personifican a los elementos de la naturaleza, como el viento, la lluvia y el bosque, frecuentemente sincretizados con los santos católicos. Pero mientras que para los vecinos de Tajín estos seres y deidades son protectores y magnánimos, para los de Eloxochitlán asumen un carácter maligno y amenazante. En Eloxochitlán se vive en un terror permanente debido a las acciones de los brujos y a la iniquidad de los seres sobrenaturales. En Tajín la brujería maligna es prácticamente inexistente, en todo caso, si algún perjuicio puede atribuírsele se adjudica a los totonacos de la Sierra. En Eloxochitlán la gente teme constantemente a los castigos de los seres sobrenaturales y al actuar de los brujos, mientras que en Tajín los shamanes dedican su sabiduría a curar enfermedades; aquí los rituales son propiciatorios de fertilidad y abundancia y no se orientan a causar daño a enemigos potenciales.

Por otro lado, en referencia al consumo de alcohol, en Eloxochitlán es sistemático y aceptado en todo tipo de eventos públicos, rituales y festivos, sin embargo, la embriaguez no conlleva agresividad por parte de los consumidores; tiene un carácter pacífico y festivo, aunque sí implica la pérdida de días de trabajo e incluso el empeño o venta de tierras. En Tajín, en cambio, la ingesta de alcohol es menos frecuente, pero cuando se realiza da lugar a conductas agresivas y peligrosas.

En congruencia con su orientación analítica, los autores señalan que para los habitantes de Eloxochitlán las condiciones relacionadas con la consecución de medios de subsistencia generan ansiedad, lo que deriva en el uso excesivo de bebidas alcohólicas. Existe también una “angustia difusa por todo el ámbito de la cultura” (ibid.: 20). La embriaguez es una forma de escape y deformación de la realidad, lo que puede relacionarse con las frustraciones orales infantiles. Es decir “la constelación psicocultural boca-ingestión-ansiedad por la comida-frustración oral infantil-mentalidad mágica-deformación de la realidad, predetermina precisamente el alcoholismo en Eloxochitlán” (ibid.: 21). La agresión se canaliza principalmente en las prácticas de magia malévola y no en confrontaciones físicas como riñas, peleas u homicidios. En cambio, en Tajín el consumo de alcohol es menos generalizado, pero incide en un detrimento de la eficacia del control social; esta disminución de límites propicia que afloren entre los consumidores los impulsos agresivos y peligrosos que no se presentan bajo condiciones normales.

Los autores retoman el concepto de carácter social planteado por Erich Fromm, para referirse a la base de adaptación del individuo a su sociedad. De acuerdo con Fromm, es en la etapa infantil –en el seno familiar– cuando los individuos adquieren el carácter que les permite ajustarse a los requerimientos adecuados para la vida en sociedad. Con base en ello, Viqueira y Palerm aseveran que en Eloxochitlán y Tajín el carácter social está básicamente determinado por una situación específica que tiene tres aspectos esenciales: marginalismo racial, social y cultural; desintegración de la cultura original; y fracaso de la transculturación.

Para nuestros autores la marginalidad se relaciona con la posición de un grupo humano que no se ha asimilado a la cultura dominante. Dicho proceso encuentra en Eloxochitlán grandes resistencias, mientras que en Tajín se manifiesta cierta adaptabilidad y mayor aceptación de los nuevos elementos culturales. Proponen que el contraste geográfico y ecológico entre ambas localidades es altamente significativo en este proceso. En Tajín, la riqueza natural y el cultivo de la vainilla permiten la acumulación de bienes; los elementos tecnológicos contribuyen a reforzar la unidad familiar. En Eloxochitlán en cambio, la pobreza de recursos naturales robustece el papel de la magia, la religión y la cohesión del grupo; al mismo tiempo, la importancia relativa del comercio como empresa individual debilita los vínculos familiares. La hostilidad –presente en ambos lugares– se formula de diferentes formas: en Tajín se manifiesta en agresión física, mientras que en Eloxochitlán se expresa en agresión mágica. Este contraste se relaciona directamente con la estructura sociocultural y el carácter social.

Viqueira y Palerm ponen en práctica en este artículo la propuesta metodológica consistente en un uso simultáneo de binomio cultura y personalidad y de la exploración individual. Enfatizan que la labor del psicólogo no consiste solamente en analizar los resultados de sus protocolos, sino que debe estudiar los mecanismos psicosociales tomando siempre como base los datos culturales que el antropólogo considera más significativos. De acuerdo, pues, con los planteamientos de Erich Fromm para el estudio del carácter social, subrayan que la observación no debe enfocarse solamente en la educación y las experiencias infantiles, sino sobre todo en la estructura total de la sociedad y el contexto cultural global. En definitiva, nuestros autores plantean que la estructura sociocultural y psicosocial de cada grupo predetermina la intensidad y las formas específicas de la agresividad. Revela sus puntos focales y los factores que la desencadenan, así como las posibilidades de su control social e individual, de su represión y canalización.

Por último, pero no menos importante, es la aseveración de que “el criterio metodológico que hemos seguido funciona bien cuando el grupo estudiado es social y culturalmente homogéneo. Cuando el grupo es heterogéneo y bien diferenciado, se hace necesario recurrir al manejo del concepto de personalidad de status” (ibid.: 26). Este planteamiento sugiere la dificultad de desarrollar la propuesta metodológica de Viquiera y Palerm, en el contexto de vida de los pueblos y familias indígenas del México de hoy.

  1. Palerm, Ángel y Carmen Viqueira (1954) “Alcoholismo, brujería y homicidio en dos comunidades rurales de México”, América indígena, vol. XIV, núm. 1, pp. 7-36.http://www.ciesas.edu.mx/Clasicos/Publicaciones/Index.html