Dólares, cheques y criptomonedas en blue. Transformaciones en el mercado financiero ilícito en el Buenos Aires de la pandemia

María Soledad Sánchez
CONICET/IDAES-UNSAM
mssanchez@unsam.edu.ar


Fuente: Ilustración de Ichan Tecolotl


Introducción

El 20 de marzo de 2020, la Argentina inició un extenso periodo de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), como principal herramienta de prevención ante la expansión global del Covid-19, que modificó profundamente la economía y la vida cotidiana de los barrios de la ciudad de Buenos Aires. Tanto en términos de la interrupción de la circulación de personas, como de caída de la actividad comercial, el centro de la ciudad fue una de las zonas más afectadas (CEP XXI, 2020). Las otrora agolpadas calles de la City porteña quedaron prácticamente vacías. Los empleados de las firmas de servicios, comerciales o financieras que se ubican en los grandes edificios céntricos pasaron, en una proporción muy significativa, a teletrabajar desde sus hogares. Los miles de turistas que diariamente caminaban sus antiguas calles ‒en busca de algunas de sus piezas patrimoniales, pero también de la compra y venta de dólares paralelos que ofrecen los llamados arbolitos, con una cotización superior a la oficial, en ciertas calles y esquinas de la City‒, desaparecieron con el cierre de las fronteras. Su efecto sobre el tejido comercial del centro está a la vista de cualquiera que transite hoy sus calles: buena parte de los comercios bajaron las persianas y los locales u oficinas ofrecidas en alquiler no encuentran quien las ocupe.

Estos cambios impactaron también sobre el mercado paralelo de divisas que se concentra en la City, produciendo transformaciones en las actividades cotidianas y en las estrategias de negocios de las cuevas financieras, como se denomina al conjunto heterogéneo de agentes financieros que participan de la compra y venta ilegal de dólares. Al tratarse de un mercado que realiza operaciones ilegales de divisas, depende de la presencialidad. Al circular dinero no registrado, sus operaciones no pueden digitalizarse, como lo hicieron muchos mercados, comercios y transacciones a partir de la pandemia: los intercambios de dólares en las cuevas se realizan en efectivo y el dinero físico exige la copresencia. Las transacciones paralelas demandan que, tras las infinitas conversaciones, presenciales o telefónicas, en las que se producen las negociaciones y fijan los precios (Sánchez, 2018), dólares y pesos pasen finalmente de mano de mano.

La cuarentena interrumpió súbitamente la circulación de las personas y, con ella, se volvió también más lenta y dificultosa la circulación del dinero (Luzzi y Sánchez, 2021). En este texto nos proponemos describir de modo exploratorio las transformaciones en el orden de lo cotidiano, como diría Bill Maurer (2012), del mundo ilícito de las cuevas. Describiremos cambios en las formas de organización y en las estrategias de negocios producidas por el contexto socioeconómico de la pandemia del Covid-19, a partir del seguimiento de dos cuevas financieras que se ubican en el centro financiero de la ciudad de Buenos Aires.[1] La heterogeneidad de los casos, en cuanto a su configuración y posición en el mercado, nos permitirá además problematizar el impacto diferencial de las transformaciones en curso.

Cuando el dinero y las personas dejaron de circular por la City. Reconfiguraciones en la vida cotidiana de las cuevas

Si bien el mercado paralelo de divisas tiene una larga historia en la economía local, en las últimas dos décadas, la compraventa ilegal de dólares adquirió una renovada relevancia económica y política en la Argentina (Luzzi y Wilkis 2019; Sánchez, 2017). El contexto de la pandemia no fue la excepción: en particular cuando en septiembre de 2020, el gobierno de Alberto Fernández implementó nuevas restricciones que limitaron la compra de dólares en el mercado oficial (cada vez más demandados por compradores minoristas y cada vez más escasos en las arcas del gobierno), la cotización del dólar paralelo o blue podía leerse junto a los números de casos y muertos por coronavirus en los reportes diarios de noticias.

A pesar de que actualmente es posible encontrar cuevas y comprar dólares blue en gran parte de los barrios residenciales de clase media o media alta de Buenos Aires (Luzzi y Wilkis, 2019), puede decirse que el mercado ilegal del dólar continúa siendo un mercado territorialmente centralizado en la City porteña. Al igual que las grandes instituciones financieras del mercado formal, las cuevas también se localizan preferentemente en el centro financiero de la ciudad: mayoristas (financieras, casas de cambio, sociedades de bolsa, bancos comerciales), corredores y cuevas conforman un complejo circuito donde lo legal y lo ilegal se conecta y articula, haciendo posible la transformación cromática ‒cualitativa, para decirlo con Zelizer (2011)‒ de dólares blancos oficiales, a dólares blue.

Si el inicio de la cuarentena marcó una transformación de esa zona de la ciudad, que muchos auguran irreversible, el impacto sobre el circuito de las cuevas fue heterogéneo, variando según su posición en el orden social del mercado (Sánchez, 2018). Para ello, y retomando los usos nativos por parte de los agentes del mercado, vamos a distinguir analíticamente dos tipos de cuevas, según la locación y la composición de la clientela, indicadores del tipo y volumen de transacciones que realizan.

Por un lado están las cuevas que se ubican en locales comerciales: desde estructuras dentro de agencias de turismo, agencias extrabancarias de cobro de servicio o agencias de envío de dinero; por otro están las más pequeñas e improvisadas, en las clásicas joyerías y numismáticas, inmobiliarias o comercios de rubros diversos. La mayor parte de la clientela de estas cuevas está compuesta por compradores o vendedores de divisas que realizan transacciones por montos pequeños (menores a 500 dólares) y de modo ocasional ‒aunque algunas puedan tener también clientes más estables‒ que realizan transacciones de mayor volumen. Turistas, profesionales, comerciantes o pequeños ahorristas que llegan hasta el microcentro de la ciudad buscando cambiar dólares, atraídos por la cotización blue o bien por el carácter informal de la transacción. Es por esa venta callejera que estas cuevas trabajan con los denominados arbolitos, vendedores que ofrecen a viva voz el cambio paralelo en la vía pública y trabajan a comisión para las cuevas. “Cambio, troco, exchange” podía escucharse a lo largo y ancho de calles como San Martín o Florida, con el objetivo de atraer clientes ‒en su mayoría, turistas‒ para llevarlos luego hasta la cueva a concretar la operación. Es por la amplia presencia de las pequeñas operaciones minoristas que se las conoce como las cuevas del chiquitaje.

Juan es un joven que no supera los 40 años que, desde comienzos de 2012, tiene una cueva de cambio dentro de una de las numerosas galerías comerciales que se asoman entre las sucursales de bancos comerciales, casas de cambio y los altos edificios de oficinas de la City. Próxima al ingreso general de la galería, rodeada por comercios que venden accesorios tecnológicos, productos importados, recuerdos de una visita a la Argentina, perfumes “truchos” y libros usados, una agencia de turismo hace de fachada para la cueva: mientras que en la planta baja se venden viajes y tours turísticos, en el entrepiso al que se accede por una empinada escalera de caracol, una suerte de gran box con seguridad digital, con dos ventanillas vidriadas para atender al público, opera la cueva.

Con el inicio del ASPO, la galería comercial se cerró y, con ella, también la cueva. Luego de algunas semanas sin trabajar, Juan comenzó a recibir llamados y consultas por whatsapp de clientes que querían cambiar dólares: la creciente “brecha” entre el precio oficial y el blue (que pasó de 84 pesos al inicio del ASPO, a más de 120 sólo un mes más tarde) permitía a los clientes obtener una ganancia haciendo puré entre las cotizaciones. Juan decidió ir a buscar dinero, sus contadoras de billetes, máquinas y lápices detectores de billetes falsos a su local y comenzar a trabajar desde su casa. Contrató para ello “una moto de confianza” para hacer entregas a domicilio. A diferencia de las transacciones que realizaba en su local, donde podía llegar un turista a cambiar 100 dólares, desde su hogar debía evaluar los montos y agrupar varias operaciones para acceder a realizar la transacción. A fines de abril, Juan me decía: “No me muevo por 100 dólares. Por 500 puede ser, pero si junto varias operaciones”. Si bien el servicio de delivery era algo que Juan, como muchas otras cuevas, ofrecía con anterioridad a la pandemia para ciertos clientes (más estables y que operan montos más significativos), este pasó a ser su único modo de operar en los inicios del ASPO, limitado a los clientes que tenían su número telefónico y a los que llegaban por recomendación.

En mayo, Juan pudo volver a su oficina en la galería (haciendo delivery y recibiendo a muy pocos clientes), pero el centro seguía vacío. Las transacciones diarias que llegaban a la cueva a través de los arbolitos ‒turistas, empleados de la zona, visitantes haciendo trámites o buscando dólares‒ se habían perdido. Aun cuando el ASPO llegó a su fin meses más tarde y muchas actividades fueron nuevamente habilitadas, las calles del centro habían perdido su tradicional movimiento. Y con él, muchas de las cuevas del chiquitaje, las que dependían exclusivamente de la venta diaria en la calle, cerraron. También la mayoría de los arbolitos dejaron de trabajar. En el caso de Juan, si bien una parte importante de sus operaciones provenía del cliente que llegaba espontáneamente de la calle, fueron sus clientes estables (y los que llegaron por recomendación), atraídos en los primeros meses por la brecha y luego por la imposibilidad de acceder al mercado oficial, los que le permitieron readaptarse en el año de la pandemia. En estos días, Juan está incluso considerando sacar a los arbolitos de la calle por falta de ventas y porque podría, de ese modo, recortar el gasto mensual destinado a la protección policial, que les permite a estos vendedores ofrecer cambio en la calle. Como todo mercado ilícito o informal (Misse, 2002), la vida cotidiana de las cuevas, especialmente en la City, depende de la tolerancia y la protección en el terreno de las fuerzas policiales.

No todas las cuevas son, sin embargo, como la de Juan: existen otras que no tienen acceso directo desde la calle, ni trabajan con arbolitos. Estas cuevas se localizan en oficinas dentro de edificios con seguridad, en algunos casos como parte de otra estructura financiera formal: financieras, agencias de seguros, cooperativas o mutuales de crédito y ahorro. Operan con una clientela más estable, donde los clientes llegan por recomendación personal (de otros clientes, amigos, familiares, conocidos) y donde se realizan operaciones de mayores montos (no sólo de individuos sino también de empresas, en su mayoría pequeñas y medianas (PyMEs), que tienen una doble contabilidad).

Charly es un hombre que comenzó su cueva hace ya 20 años, en el contexto que siguió a la crisis del 2001, cuando el fin de la paridad legal entre peso y dólar vigente por más de una década en la Argentina hacía renacer el negocio especulativo entre las cotizaciones de la divisa. Hoy trabaja en una oficina de dos ambientes, vigilada por cámaras, dentro de un edificio con seguridad en el ingreso. Si bien considera que, con la pandemia, fueron las cuevas más pequeñas y los arbolitos de la zona los que “se quedaron sin negocio”, la cuarenta le trajo dificultades. A pesar de que su clientela se hace a partir de la recomendación “de boca en boca” y pudo, con excepción de las primeras semanas, continuar trabajando desde su oficina, tuvo que achicar su estructura: de los cinco jóvenes empleados que trabajaban con él antes de la cuarentena, ahora quedan tres, que realizan las operaciones cotidianas y hacen entregas. La fuerte crisis en las pequeñas y medianas empresas, que cuenta entre sus clientes, influyó en su actividad. Sólo con la llegada de las restricciones en septiembre aumentó la demanda: “A vos no te dejan comprar dólares, entonces tenés que venir acá a comprar y yo tengo más trabajo”. El impacto del vaciamiento del microcentro, en cambio, no se trató tanto para él de la pérdida directa de clientes, como de la transformación de las condiciones para operar cotidianamente: un microcentro vacío es, para Charly, un microcentro más inseguro. Le preocupa el aumento de los robos y, afirma, “es más fácil marcar” (esto es, identificar o señalar) a cualquiera de sus jóvenes empleados que cotidianamente trasladan el dinero de las operaciones escondido dentro de sus cuerpos o en alguna mochila.

La reorganización de las estrategias de negocios: la muerte de la calle, la caída de los cheques y la llegada de las criptomonedas con la pandemia

Aunque algunas se dedican de modo exclusivo al cambio de dólares blue, las cuevas son generalmente mucho más que agentes cambiarios. Las cuevas suelen brindar distintos servicios financieros: descuentan (o cambian) cheques, hacen cable (transferencias desde/hacia el exterior), y en algunos casos también otorgan créditos o toman inversiones –todo ello de modo informal–, lo que permite evadir la contabilidad del Estado (Sánchez, 2018, 2019). Por ello, el impacto de la pandemia fue más allá de la compraventa de dólares blue: afectó de manera desigual al resto de las estrategias de negocios y promovió la incorporación de nuevas prácticas en las cuevas.

En el caso de Charly, además de dólares, su cueva cambia cheques. Si bien solía ofrecer el descuento de cheques de pago diferido (emitidos a 30-360 días), la inestabilidad y el riesgo de aquel negocio hizo que, en los últimos años, Charly únicamente cambie cheques contra acreditación en cuenta. El cliente entrega el cheque, Charly espera su acreditación y le entrega luego el efectivo, a cambio de una comisión. Además de individuos que carecen de cuenta bancaria o bien que buscan eludir la declaración de dichos ingresos, son muchas las PyMEs, que manejan parte de su economía en la informalidad, las que recurren cotidianamente al cambio informal de cheques en una cueva (o financiera) (Sánchez, 2019). “El volumen cayó radicalmente a partir de la pandemia”, me dice Charly. “No hay cheques porque no hay movimiento industrial, comercial”. El hecho de trabajar únicamente contra acreditación (y no con diferidos), lo dejó al margen de un problema extendido al comienzo de la cuarentena, cuando se agravó la crisis de la cadena de pagos: el de “los cheques que vinieron de culo”, es decir, el fuerte aumento de los cheques rechazados. Si la caída de la actividad económica redujo el cambio de cheques, fueron muchos los clientes que consultaron para “hacer cable”: transferir dinero a una cuenta en el exterior del país, sin declararlo oficialmente, otro de los servicios ofrecidos por Charly, que considera creció en cuarentena.

En el caso de Juan, la pandemia significó, como dijimos, la pérdida de la venta la calle: “Lo que es la calle murió. No tengo turismo, no tengo comercio, no tengo gente caminando, no tengo Tribunales…”. Cuenta, además, que aparecieron nuevos jugadores: “Mucha gente que se puso a comprar y a vender dólares, de amigos, de conocidos, y no tiene los mismos gastos que tengo yo y por ahí paga lo mismo que yo”. Si bien Juan también, aunque en mucha menor medida, hace cable y cambia cheques, el actual contexto lo llevó a buscar nuevas oportunidades de negocios. Con la pandemia, crecieron exponencialmente las FinTech (desde las billeteras virtuales a los brokers online y casas de cambio digitales o exchanges) y, también con ellas, ciertas formas de inversión como las criptomonedas, que se convirtieron localmente en un canal para eludir las restricciones a la compra de dólares oficiales. A modo de referencia, según datos difundidos por Binance (una de las mayores plataformas de intercambios de activos digitales a nivel global), la cantidad de usuarios para invertir en criptomonedas se ha multiplicado por diez desde el 2020 en la Argentina, con una parte importante de jóvenes menores a 25 años. En ese contexto, Juan tomó algunos cursos sobre criptomonedas, abrió su propia billetera virtual para operarlas (wallet) y comenzó a ofrecer un nuevo servicio, para atraer clientes: “el servicio de ingreso y egreso a las criptomonedas, con una metodología que se entra y sale de las cripto por medio de USDT,[2] que es como una criptomoneda negra, digamos. Es la criptomoneda que se rige por el dólar”. El cliente le solicita que ponga dinero en su wallet y Juan se la deposita, a cambio de una comisión. A pesar de que la rentabilidad es pequeña (el 1% del monto depositado en su caso, aunque hay cuevas que cobran comisiones más altas, especialmente cuando se convierte en una forma alternativa de hacer cable), se obtiene en dólares, por lo que Juan apuesta a encontrar cada vez más clientes que quieran invertir montos elevados (actualmente, ha operado mayoritariamente montos bajos, menores mil dólares). En tanto las criptomonedas no están reguladas como dinero, sino que son consideradas bienes, son operaciones que carecen de restricciones o controles por parte de las autoridades monetarias, y es por ello que Juan las llama operaciones “negras”.

Breves comentarios finales

La pandemia produjo efectos, tanto espaciales como temporales, en la circulación del dinero (Luzzi y Sánchez, 2021). Con las restricciones de movilidad, muchas personas dejaron de trabajar presencialmente, otras tantas de consumir, y el dinero desapareció físicamente durante largos meses de las calles. Las cuevas no quedaron ajenas a aquellos cambios: el contexto de la pandemia transformó la vida cotidiana de un circuito ilícito que depende del paso de los dólares de mano en mano.

El impacto y las formas en las que los agentes respondieron a él fueron diversos, dependiendo de la posición ocupada en el orden del mercado. Las cuevas más afectadas fueron aquellas cuevas que dependían de manera exclusiva de la venta callejera al chiquitaje en el centro financiero de la ciudad: cuando las personas (sobre todo los turistas) dejaron de circular, las pequeñas cuevas y sus arbolitos perdieron su clientela. Otras se adaptaron a las nuevas condiciones gracias a la posesión de una clientela más estable, que llega por recomendación personal, o por la ampliación del servicio de delivery de dólares a domicilio. La pandemia impulsó, además, cambios en las estrategias de negocios informales de las cuevas: mientras que impactó seriamente sobre el cambio de cheques, motorizó las transacciones por cable y, en consonancia con transformaciones más extendidas en la sociedad, incorporó a la compraventa de criptomonedas entre sus servicios.

Bibliografía

Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI) (2020), “Informe de Panorama Productivo. Evolución de los principales indicadores de la actividad productiva”, Ministerio de Desarrollo Productivo. Buenos Aires, noviembre. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/noticias/cep-xxi-informe-de-noviembre

Luzzi, Mariana y Ariel Wilkis (2019), El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019), Buenos Aires, Crítica.

Luzzi, Mariana y María Soledad Sánchez (2021), “Cobrar, pagar, transferir en un contexto de aislamiento. Estrategias públicas y privadas sobre el dinero frente a la crisis”, en Gerardo Gutiérrez Cham, Susana Herrera Lima, Jochen Kemner (eds.), Pandemia y crisis: El Covid-19 en América Latina, Guadalajara, Editorial Universidad de Guadalajara, pp. 272-295.

Maurer, Bill (2012), “The Disunity of Finance: Alternative Practices Towestern Finance”, en Karin Knorr Cetina y Alex Preda (eds.), The Oxford Handbook of the Sociology of Finance, Oxford, Oxford University Press, pp. 413-430.

Misse, Michel (2002), “Rio como bazar: a conversão da ilegalidade em mercadoria política”, en Insight Inteligência, vol. 3, núm. 5, pp. 12-16.

Sánchez, María Soledad (2017), “La re-producción del dólar blue como número público en la Argentina de la posconvertibilidad”, en Revista Mexicana de Sociología, vol. 79, núm. 1, pp. 7-34.

——————— (2018), “¿Cuánto vale el dólar? El orden social y moral de los mercados cambiarios ilegales”, en Ariel Wilkis (ed.) El poder de evaluar. La producción monetaria de jerarquías sociales, morales y estéticas en la sociedad contemporánea, s.l..Unsam Edita y Universidad del Rosario Editorial, pp. 49-66.

——————— (2019), “Siguiendo a los cheques. Transacciones financieras entre lo legal y lo ilegal en la City porteña”, ponencia presentada en el III Simposio de Antropología entre lo legal y lo ilegal en el CIESAS Nordeste, México, 13 de noviembre.

Zelizer, Viviana (2011), El significado social del dinero, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

  1. Los testimonios de los cueveros se recabaron entre abril de 2020 y mayo de 2021. Dadas las condiciones de aislamiento, la mayoría de los registros se realizaron por vía telefónica y whatsapp. Se realizó además una entrevista presencial y observaciones en el centro de la ciudad en febrero de 2021. Este trabajo es la continuación de investigaciones previas que recuperaremos a lo largo del texto.
  2. Tether (o USDT) es una de las llamadas stablecoins (monedas digitales diseñadas para mantener un valor 1 a 1 con el dólar) más extendidas.