María Cristina Sánchez Mejorada[1]
UAM Azcapotzalco
Citlalli Guadalupe Esparza González[2]
Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM)
En la discusión sobre el crecimiento desmedido de la Ciudad de México y sus áreas conurbadas y la problemática que genera, ha quedado marginada la inadecuada gestión de sus recursos hídricos a partir de la desecación de los lagos del valle, en realidad cuenca, y de los diversos cuerpos de agua de la Ciudad de México, como un proceso complejo que ha involucrado diferentes obras de desagüe, así como un conjunto de prácticas extractivas de recursos naturales para la apropiación, uso y explotación de ríos y manantiales con fines de urbanización y fabriles, que paulatinamente han deteriorado y precarizando las condiciones ambientales de toda la ciudad.
En específico, en Álvaro Obregón, la operación de las fábricas y la construcción de vialidades a favor de automóviles utilizando los antiguos cauces de los ríos, amplió la brecha entre naturaleza y sociedad, siempre de acuerdo con los requerimientos de élites políticas y económicas. La canalización del agua cristalina propia del “bosque de agua” al suroriente de la demarcación, hoy conocido como el Parque Nacional Desierto de los Leones, para alimentar desde el siglo XIX a la industria papelera de Peña Pobre y Loreto en San Ángel, fomentó la paulatina invasión de dicho territorio por asentamientos urbanos ilegales que se han ido comiendo las zonas verdes para hacer grandes asentamientos urbanos, centros comerciales y megaproyectos de carácter privado, que a su vez poco a poco han atraído asentamientos de migrantes pobres que ocupan cañadas y antiguos cauces de ríos, hoy convertidos en vialidades, carentes de planificación y servicios adecuados.
Esta inadecuada gestión y gobernabilidad de los recursos hídricos (Morales Esquivel, 2022: 14), afectó en general a toda la zona de la sierra de las Cruces, al poniente de la ciudad, en donde la orografía es un complejo sistema de barrancas que se extiende por las demarcaciones Álvaro Obregón, Cuajimalpa de Morelos, Magdalena Contreras y Miguel Hidalgo, cuyas depresiones geográficas servían de cauce en los escurrimientos naturales de ríos, riachuelos y precipitaciones pluviales, y acabaron siendo vertederos de basura, complicando aún más la cuestión hídrico-ecológica de la zona (Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, 2016).
Hacia el norponiente, el papel de la industria cementera y la extracción de grava y arena en la toda la zona, provocó además de la tala indiscriminada de árboles la contaminación y desvío del caudal natural de los ríos, así como la generación de nuevas formas de empleo con el consecuente aumento poblacional de mano de obra barata, borrando finalmente los límites de los polígonos comunitarios (Morales Esquivel, 2022: 7).
El crecimiento de la insalubridad, escasez de servicios básicos, inseguridad, y violencia urbana, convirtieron a la demarcación en un amplio laberinto donde el espacio público consistía en calles congestionadas, tráfico de automóviles y rutas de transporte publico saturadas, lo cual las autoridades, tanto a nivel de gobierno central como local, han tratado de resolver sobre la marcha, priorizando los intereses de la gran industria y comercio en Santa Fe, que ha quedado atrapada en medio de esto, buscando soluciones hacia la metropolización de la ciudad con el Estado de México.
La presente investigación forma parte de un rastreo que involucra de manera más amplia la perspectiva de la permanente vulnerabilidad y riesgo en la que se encuentran los habitantes de la alcaldía Álvaro Obregón, que afecta sobre todo las zonas rurales o semi rurales donde proliferaron asentamientos irregulares en lugares minados, cañadas con peligro de derrumbe o inundaciones, con una enorme cantidad de basureros que afectan la salud pública, y azolvan presas y ríos casi hasta su desaparición, con la consecuente tala de árboles indiscriminada y quema de suelo.
Sin embargo, para el objeto de este artículo que es un primer acercamiento a toda esta problemática, haremos referencia en específico al proyecto constructivo del tren interurbano llamado El Insurgente, que busca la comunicación entre la Ciudad de México y la capital del Estado de México, Toluca, en la zona donde colinda con el vaso de contención de la presa de Tacubaya (tramo tres), y sus afectaciones sobre la comunidad existente en esta zona.
La “cultura del riesgo” que surge con el primer proceso migratorio
El crecimiento poblacional y la configuración territorial actual, vinculada a la lógica de toda la ciudad, se definieron a partir de las políticas de industrialización adoptadas durante el gobierno de Miguel Alemán Valdés en los años cincuenta, cuando empezaron a consolidarse en esta demarcación varias industrias cementeras y algunas otras de menor tamaño que atrajeron una primera oleada migratoria de los estados de México, Michoacán, Guerrero, y del Bajío, para garantizar en determinado momento las prioridades ante las nuevas realidades industriales, el crecimiento urbano y el control político, sin darle relevancia a los mecanismos de habitabilidad para lograrlo.
Debido a este enfoque “modernizador”, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX surgieron asentamientos espontáneos de muy escasos recursos en busca de trabajo y poco a poco fueron creciendo colonias populares cuya “informalidad” rebasaba los criterios de la ley, que “se comían” áreas verdes importantes invadiendo bosques, lomeríos y cañadas, sin que nadie tomara en cuenta realmente sus necesidades sino hasta que ocurría algún desastre, y entonces buscar las autoridades una solución ineficaz y parcial. Este desamparo fue convirtiendo a los nuevos colonos en personas acostumbradas a sobrevivir a partir de sí mismas, convirtiendo su circunstancia en una forma de vida donde los pobladores negociaban su existencia, siempre atravesada por mecanismos de control clientelar y de corrupción, como una forma de resistencia pasiva ante los mecanismos del poder que los invisibilizaban, creando fuertes lazos de arraigo y pertenencia, en sitios donde se jugaban la vida ante posibles desastres. Se convirtieron en gestores, se organizaron para apoyarse entre todos, sentando las bases de riesgo y vulnerabilidad que a la larga contrastarían, fuertemente, con el avance de las industrias de la construcción, de papel y textil, así como con el afianzamiento de asentamientos de muy alta plusvalía como el complejo residencial y comercial de Santa Fe, o bien en la zona de San Ángel.
Este proceso también desarticuló algunas zonas culturales e históricas, como ocurrió con la demarcación de Tacubaya, que actualmente se encuentra dividida en tres alcaldías distintas: quedaron en Álvaro Obregón colonias como la Bellavista, Real del Monte, Cove, José María Pino Suárez, Tolteca, Carola, Pólvora, El Capulín (objeto de este estudio), las Victorias o Cristo Rey, en su mayoría de ingresos medios a muy bajos; en la alcaldía Miguel Hidalgo quedaron las colonias de Observatorio, Daniel Garza, Lomas de la Palma, 16 de Septiembre, América, Tacubaya o Escandón, de nivel socioeconómico medio, y la de San Miguel Chapultepec de más altos ingresos; y en la alcaldía Benito Juárez se ubican San Pedro de los Pinos, Tacubaya y Escandón, de ingreso medio y alto. Estas dos últimas alcaldías han sido las más favorecidas por los procesos de urbanización y entubamiento de los ríos que ocasionaban en ellas periódicas inundaciones.
Todo lo cual dejó en situación de mayor vulnerabilidad y riesgo a los asentamientos en Álvaro Obregón que nunca fueron una prioridad en las políticas públicas de entonces. Surgieron infinidad de colonias populares construidas sobre cañadas, zonas minadas o relleno sanitario, cuyos habitantes se apropiaron de tierra con sus propios e insuficientes recursos, sufriendo constantes inundaciones por el desbordamiento de los ríos, deslaves provocados por las lluvias, hundimientos sobre zonas minadas, entre la proliferación de la basura y plagas de ratas, la deforestación y la contaminación de las aguas, defendiendo sus escasas propiedades con uñas y dientes, por su necesidad de arraigo y apropiación de un espacio mínimo, aun cuando en ello se les fuese su propia vida. Surge de este modo una característica peculiar como forma de vida que llamaremos “cultura del riesgo”, en la que los pobladores han preferido aferrarse a un mísero terreno sobre el que se construyen casas a la orilla de despeñaderos, minas o ríos, como una forma de resistencia pasiva ante la desconfianza de perderlo todo gracias a unas autoridades cuyas prioridades e intereses han estado fincados en atender a zonas más privilegiadas (Esparza González, 1991), como veremos más adelante en las inmediaciones de la presa de Tacubaya.
La segunda oleada migratoria en los años setenta y las reubicaciones
En una segunda etapa de “modernización”, se empezaría a transformar la zona norponiente de la entonces delegación Álvaro Obregón con la ampliación del Anillo Periférico, en 1972 la terminal del metro Observatorio y la terminal Central de Autobuses del Poniente en 1979, y con la construcción del nuevo edificio delegacional que antes estuviera en San Ángel, modificando con todo ello el tráfico de personas y vehículos y sobre todo en los asentamientos urbano populares que empezaron a ser reubicados en aras del “bien común” (Esparza y Cuellar, 2019), iniciando el cambio en los usos del suelo, aumento comercial y proliferación de asaltos y delincuencia por doquier. Todo lo cual no fue casual, pues siempre existió la perspectiva de generar una conectividad desde esta alcaldía con la zona industrial y financiera del Estado de México y con su capital en Toluca, así como favorecer a zonas residenciales como Santa Fe. También, con diversas vialidades, unir al poniente con el oriente y sur de la ciudad.
Aquí cabría resaltar que ante estas modificaciones urbanas nunca existió ningún atisbo de gobernanza que permitiese tomar en cuenta los intereses de los habitantes menos favorecidos, cuyas necesidades estuvieron atravesadas por procedimientos caciquiles y clientelares que sacaban provecho de la informalidad, ilegal o no, de los asentamientos irregulares y que, con el pretexto de la vulnerabilidad y riesgo de muchos de ellos, acababan reubicándolos a sitios iguales o peores que los que antes habitaban. Nuevas colonias igual de onerosas surgieron a raíz de estas reubicaciones y desalojos, como fueron Jalalpa el Grande, La Araña, Golondrinas, El Pirú, La Presa, Puerta Grande o Butacas. También ocurrió el desdoblamiento de las primeras colonias construidas en los cincuenta, donde muchos familiares acabaron poblando las segundas, como en la colonia de el Capulín, sobre relleno sanitario. Era tal la necesidad de una casa, que la gente en esos rumbos acabó instalándose en lugares como caballerizas, cuevas o sobre relleno sanitario y basureros (Esparza y Cuellar, 2019).
Por otra parte, el aumento de la gentrificación, con la edificación de grandes desarrollos privados, plazas comerciales y obras de infraestructura, fue impactando barrancas e importantes zonas boscosas. Es el caso de Santa Fe, la Supervía Poniente y el tren interurbano denominado el Insurgente, en medio de la proliferación de asentamientos irregulares plenos de contaminación y ausencia de servicios eficientes.
El problema hídrico social
Por sus características fisiográficas, la alcaldía Álvaro Obregón, ubicada al poniente, a lo largo de la sierra de las Cruces, se diferencia de otras alcaldías porque se encontraba en ella la mayor concentración de cauces y barrancas de toda la cuenca de México. Las corrientes de agua formaron ocho subcuencas pluviales correspondientes a los ríos Tacubaya, Becerra, Mixcoac, Tarango, Tequilazco, Tetelpan, Texcalatlaco y Magdalena, abastecidos por agua de lluvia y por cinco manantiales infiltrados en la montaña (UIA / Casa Meneses, 2020) los cuales, a pesar del parcial entubamiento, mantienen aún su escurrimiento todo el año. Dichos afluentes se caracterizan por tener en su parte baja presas derivadoras, con la inicial finalidad de evitar inundaciones en la Ciudad de México.
Originalmente, su construcción buscaba propiciar el infiltramiento de agua limpia como recarga artificial del acuífero, pero el grado de contaminación de sus aguas en medio del hacinamiento social las rebasó, volviéndolas obsoletas.
Sobresale en este sentido el problema de la abundancia de basura arrojada directamente a los cauces o a través de tiraderos clandestinos, ubicados principalmente en la zona norponiente de la alcaldía, lo que provoca focos de contaminación, así como descargas de aguas residuales directamente al suelo y a los cauces. Las zonas más afectadas, pero no las únicas, son la cuenca del río Becerra y la cuenca del río San Borja. Cabe anotar que en la cuenca del río Becerra se presentaron los problemas más graves ya que en su cauce principal y en los afluentes designados como barranca Presidentes y barranca Golondrinas, además de la acumulación generalizada de basura y azolve, existió y existe relleno sanitario con procedimientos de construcción no adecuados (PAOT, s. f.).
Esta situación caótica, podemos ejemplificarla a partir del estudio de caso del río y la presa Tacubaya, vinculado a la construcción del tren interurbano, que detallaremos de aquí en adelante.
El caso del río Tacubaya
El río Tacubaya nace en las laderas del cerro Cuajimalpa, se dirige por el noreste hasta unirse con el río Becerra y después forma parte del río de la Piedad; sus principales alimentadores son los manantiales de Santa Fe.
En 1942 se desarrollaron obras para controlar los ríos Mixcoac, Becerra y Tacubaya encauzando sus aguas hacia el río Hondo con objeto de disminuir el peligro de inundaciones en la capital. En 1952 se inauguró el viaducto Miguel Alemán que recibió las descargas de los ríos de la Piedad, Tacubaya y Becerra, sellando con ello la relación del agua entubada con la historia de la ciudad, a costa del ecosistema natural convertido en vialidades automotrices (VIllasana y Gómez, 2017).
En cuanto a la contaminación, a causa de la utilización como drenaje del río Tacubaya y zanjas aledañas, objeto de este estudio, como sólo tenían corriente durante la temporada de lluvias, se ocasionó que todo el resto del año se convirtieran en depósitos abiertos donde se acumulaban las inmundicias, convirtiendo las calles que atravesaban en verdaderos focos de insalubridad.
Las fosas sépticas, a falta de drenaje, que eran las que generalmente poseían todas las casas particulares en el pueblo de Tacubaya, tenían el inconveniente de que en su construcción no se había seguido ninguna norma técnico-sanitaria, pero el verdadero problema que representaba este tipo de excusados era que en su mayoría estaban construidos cerca de pozos o cisternas de agua potable que resultaban contaminados, merced a la permeabilidad del subsuelo que permitía las filtraciones. Son de imaginarse los graves efectos que esto tenía sobre la salud de la población (Miranda Pacheco, 2014).
La solución a estos graves problemas se llevó a cabo de manera coyuntural y muchas veces improvisada ya que
paradójicamente, las mejoras realizadas en el sistema de saneamiento de la cabecera municipal fueron hechas de tal modo que el agua de las lluvias no podía entrar a sus colectores y derramarse, como antes lo hacía, en el río de Tacubaya y en la zanja de La Barranquilla. (Miranda Pacheco, 2014: 205)
Dando como como resultado que, en la parte alta de la demarcación, donde las colonias populares se hacinaron con deficiente urbanización, la provisión de agua fuera escasa y contaminada en colonias como Bellavista, Vistahermosa o Primera Victoria Sección Bosques. Según testimonios de los habitantes de ésta última (Esparza y Cuellar, 2019) las construcciones eran en extremo pobres y primitivas y se hacinaban en ellas familias numerosas. No fue sino hasta que esta situación hizo crisis, en los años cincuenta, con el derrame de las aguas negras hacia colonias más céntricas y prósperas de la ciudad, como San Pedro de los Pinos, Nápoles o la Condesa, cuya importancia socioeconómica era mayor, que se tomaron medidas para el entubamiento parcial de los ríos.
Un buen ejemplo de esto es el caso de la colonia Condesa, afectada desde el siglo XIX por inundaciones recurrentes de aguas negras del río Tacubaya, en la que entonces habitaban eminentes personalidades como Fernando Pimentel y Fagoaga, figura de primera importancia en las finanzas del país durante el porfiriato; Guillermo de Landa y Escandón, regidor del Ayuntamiento de México en 1900 y gobernador del D. F. a partir de 1903, o Pablo Macedo, miembro de varias comisiones en el gobierno de Porfirio Díaz; por nombrar los más importantes. La política pública, más interesada en resolver el problema a dichas personalidades que en buscar de manera integral un equilibrio eco-hidrológico en la zona, diseñó las primeras presas de contención a mediados del siglo XX, entre las que se encontró la presa de contención de Tacubaya.
La presa de contención de Tacubaya
En la alcaldía Álvaro Obregón existen 13 presas para la contención de las aguas pluviales: Tacubaya y Ruiz Cortines, en el río Tacubaya; Becerra I, II y III, en el río Becerra; Mixcoac, en el río del mismo nombre; Tarango, en el río Tarango; las presas Tequilazco y La Mina, en el río Tequilazco; la presa Olivar, en el río Tetelpan; la presa Texcalatlaco, en el río del mismo nombre; la presa Pilares, en el río San Ángel Inn; y finalmente la presa Anzaldo, sobre el río Magdalena (UIA / Casa Meneses, 2020), lo que denota la perenne necesidad de encauzar y contener las aguas, antes que buscar su reciclamiento en beneficio del ecosistema prolífico al que pertenecieron.
La presa Tacubaya es una obra hidráulica que fue construida en el año de 1936 para prevenir los picos de avenidas al poniente de la ciudad de México, con una capacidad original de 700,000 m3 de agua, y se encuentra ubicada en la calle Leandro Valle de la Colonia Liberales de 1857, colindando con las colonias del Capulín, Liberales de 1987, Pólvora o Molino de Santo Domingo, en Álvaro Obregón. Al momento de su creación no existía urbanización a sus alrededores ni otras presas cercanas, pero la creciente sobrepoblación poco a poco la fue invadiendo, incluso al interior del vaso de la presa, sobre todo en momentos de poca afluencia de agua, con una serie de asentamientos urbanos, lo cual fue ocasionado la contaminación generalizada del líquido con basura. Esto ha causado que cada cinco años en promedio, en temporada de lluvias, existan grandes inundaciones en las colonias aledañas (UIA / Casa Meneses, 2020).
En su tesis de ingeniería civil, Alma Iris Barrientos Lugo, (2018), comenta que la existencia de esta presa es un peligro sanitario, ya que al observar fotografías obtenidas de la Conagua, puede observarse como «el vaso de la presa contiene mucha basura que no solo puede obstruir el paso del agua, sino también ocasionar enfermedades como cólera, fiebre tifoidea, poliomielitis, meningitis, hepatitis, diarrea en caso de tener contacto con ella» (Barrientos, 2018), y la amenaza de desborde afectaría construcciones importantes como el metro Observatorio y una escuela pública, el CECATI 194, muy cercana a ella, así como a las colonias arriba mencionadas.
El caso de la colonia el Capulín y Liberales de 1857
Desde que se anunció el proyecto constructivo del tren interurbano El Insurgente, en el 2012, los vecinos afectados, acostumbrados a velar por sus propios intereses frente a la autoridad, se llenaron de dudas. En un principio, se les había planteado que el tren pasaría por el pueblo de Santa Fe, por encima de la avenida Constituyentes, sin embargo, este recorrido se fue modificando sin mediar ninguna explicación al respecto. Ahora pasaría por el lecho de lo que fuera el Río Tacubaya, que se originaba en Cuajimalpa y bajaba por la Alcaldía Álvaro Obregón hasta la ciudad.
Y aquí es donde se origina el conflicto principal, pues la perspectiva urbanística se centró en la reutilización del cauce de lo que fuera un importante río que alimentaba a la ciudad, para construir sobre del mismo, en algunos casos pasando sobre relleno sanitario, una pesada obra de infraestructura para la vinculación con el Estado de México.
Desde 1950 a lo largo del cauce del río Tacubaya se habían construido tres represas, la Ruiz Cortines, la Tacubaya, y la Totolapan, para evitar inundaciones hacia la zona central de la ciudad, en torno a las cuales proliferaron muchas colonias de origen popular sin ningún control poblacional.
De acuerdo a un artículo publicado en 2023 por el reportero Arturo Contreras Camero, en la página digital Pie de Página, encontramos un elemento muy esclarecedor sobre la pésima gestión hídrica en relación a la presa de Tacubaya, pues, como la fotografía lo demuestra, la construcción del tren interurbano El Insurgente, priorizó el trazo de esta obra pública sobre lo que fuera el cauce del río Tacubaya, en su mayoría entubado y la orilla de la actual presa de contención (Contreras Camero, 2023).
El implante de los pilotes que deberían sostener la vía elevada para el paso de esta importante obra vial no tiene ningún tipo de distancia mínima para el paso del tren, prácticamente al lado de las viviendas y en las orillas del vaso regulador de la presa, afectando sobre todo a las colonias El Capulín y Liberales de 1957, que desde el inicio de esta obra han empezado a sufrir por la falta de agua y un paulatino aumento del tráfico en la zona. Como parte de la cultura de supervivencia propia de sus habitantes, desde 2015 los vecinos se empezaron a organizar para exigir alguna explicación al ir descubriendo afectaciones en sus viviendas por el constante golpeteo de las perforaciones, aun cuando las autoridades les aseguraban que eran problemas menores.
En 2015 alrededor de 100 vecinos colocaron barricadas con llantas y bloquearon el paso a las obras del tren interurbano, demandando la entrega de dictámenes de riesgo por las afectaciones del tren a 33 viviendas, además de la indemnización para los negocios locales afectados (Bravo, 2025). Reunidos en el Parque de la Cabalgata, al que llamaban «de la Digna Resistencia» recibieron la llegada de cientos de granaderos en mayo de 2015 para disolver el cierre que hicieron en la avenida de Las Torres. El encuentro fue violento y, según recuerdan los vecinos, hubo detenidos y personas golpeadas por demandar información sobre la obra, así como el impacto social y ambiental que se podría esperar.
La angustia y el desgaste de los habitantes de estas colonias, siempre en resistencia, alcanzó su clímax en 2023, cuando tras una copiosa lluvia, la colonia de El Capulín sufrió una gran inundación con aguas negras atribuida por las autoridades al desbordamiento de las presas Tacubaya, y las de Becerra y Ruíz Cortines, vinculadas a la zona, afectando alrededor de cincuenta viviendas (Sánchez, 2024). Desde la perspectiva de sus habitantes, tuvo otra causa. Según cuentan algunos vecinos, la inundación fue provocada por las obras del tren, ya que para que no se inundara la zona donde se hacían las perforaciones, se liberó la compuerta de la represa Tacubaya, llevando miles de litros a las colonias aledañas, dañando con ello muebles e inmuebles de decenas de familias (Contreras Camero, 2023).
Durante este fenómeno meteorológico, el agua residual alcanzó hasta un metro de altura al interior de las casas, donde se quedó acumulada. En algunas viviendas de calles cercanas a la avenida Las Torres y Sur 127, el primer piso quedó totalmente cubierto de aguas negras.
La versión oficial, según el Sistema de Aguas de la Ciudad de México, fue que esto también se debió a la obstrucción de la red de drenaje por la basura, que tras liberarse bajó con gran fuerza hasta ingresar a las casas (Quintero, 2023). Las autoridades respondieron con la restitución de los bienes afectados, gracias a un seguro de daños contratado por la empresa constructora, logrando con ello mantener las protestas a raya.
Las afectaciones en estas colonias han seguido creciendo por las obras de construcción del tren que corren desde de la cortina de la presa Tacubaya hasta la avenida de Las Torres. Cuando, en enero de 2024, se estaban implantando algunas columnas para cargar las trabes del viaducto, sufrieron la caída de una dovela en un área ampliamente poblada.[3]
En un comunicado emitido por la Secretaría de Obras y Servicios de la capital, se informó que la grúa que realizaba una maniobra de colocación “presentó una falla que originó el hecho” y afortunadamente no hubo reporte de personas heridas.
Y poco después, en abril del mismo año,
Cerca de las 3.00 de la mañana nuevamente una lanzadora de trabes y dovelas —una estructura metálica parecida a una grúa— de unos 200 metros de largo y de más de 800 toneladas de peso, se desplomó en el espacio de trabajos de construcción del Tren El Insurgente (tren Interurbano que pretende conectar Ciudad de México y Toluca), en la alcaldía Álvaro Obregón. (Se desploma…, 2024)
A esto hay que agregar que, debido a que esta colonia fue edificada en suelo de relleno sanitario, se han experimentado constantes microsismos a causa de las recientes obras del tren interurbano y muchos vecinos temen que las inundaciones hayan sido también propiciadas por estas grandes edificaciones de infraestructura sobre un piso inestable y cercano a la presa. Actualmente, los vecinos continúan en un plantón permanente frente a las obras del tren, bloqueando su trabajo de manera intermitente, pero sin romper el dialogo con las autoridades. Manifiestan que ellos no se encuentran en contra de que se construya el tren, pero siguen exigiendo medidas de seguridad y un dictamen de riesgos para sus viviendas, muchas de las cuales presentan desprendimiento de loza, cuarteaduras y humedad (Imagen Noticias con Francisco Zea, 2025).
Conclusiones
Los ejemplos y testimonios son muchos y se suceden como una pesadilla que rebasa cualquier verosimilitud. ¿Cómo es posible que subsistan estas condiciones de insalubridad y falta de políticas públicas adecuadas para atender a la población que sobrevive, casi de milagro, en las inmediaciones de la presa de Tacubaya?
Es evidente que existe una enorme alteración y destrucción del ecosistema regional, en donde el constante encarecimiento del suelo en las zonas centrales de la Ciudad de México provoca que la gente de escasos recursos emigre hacia la periferia y se asiente en suelo de conservación. Al no haber políticas generales de regulación metropolitana, la regulación secundaria queda en manos de la política interna de la alcaldía, que históricamente ha actuado con discrecionalidad, de acuerdo a las reglas que dicta el mercado inmobiliario, en detrimento de sus habitantes más pobres.
En general, podemos ubicar en los procesos de transformación prioritaria de ríos y cañadas de la alcaldía Álvaro Obregón cuatro elementos que han incidido en la transformación del paisaje rural y semi urbano con una aglomeración poblacional altamente vulnerabilizada y con muy bajas condiciones de vida: la canalización del agua para atender las necesidades de la gran urbe, el paulatino desdoblamiento poblacional en los pueblos originarios que han habitado en la demarcación, la implantación de áreas industriales sobre todo para la construcción de la ciudad, como fue el caso de las minas de arena o la industria cementera, o bien para las fábricas de papel de Loreto y Peña Pobre, y la inevitable migración pobre en busca de trabajo hacia estas florecientes industrias, han sido la causa principal de las actuales condiciones de vida, a lo que habría que agregar la priorización de la política de metropolización urbana, sin tomar en cuenta las necesidades de la población vulnerable.
Es urgente la implementación de un cambio de paradigma desde la perspectiva urbana a partir de la Gestión Integral de Recursos Hídricos, concepto que encuentra sus antecedentes en la Primera Conferencia Internacional sobre el Agua y el medio Ambiente (CIAMA), celebrada en Dublín en enero de 1992, que promueve una mejor gestión y gobernabilidad de los recursos hídricos. Sus principios son los siguientes:
1. El agua dulce es un recurso finito y vulnerable, esencial para sustentar la vida, el desarrollo y el medioambiente.
2. El desarrollo y manejo del agua deberían ser participativos, involucrando a planificadores y a formuladores de políticas en todos los niveles.
3. La mujer desempeña un papel fundamental en la provisión, manejo y protección del agua.
4. El agua tiene un valor económico en todos los usos de esta que compiten entre sí y debería reconocerse como un bien económico. (ICWE, 1992)
Entendiendo que se requiere un proceso que promueva de manera integral el aprovechamiento coordinado de los recursos, tomando en cuenta a todos los actores involucrados, vecinos, activistas, autoridades locales y metropolitanas, para consolidar el reordenamiento, limpieza y viabilidad del territorio, como un ecosistema económico, político y social.
Nota: Fotografías proporcionadas por las autoras.
Referencias
Documentos y estudios institucionales
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Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT) (s.f.). Barrancas de la Ciudad de México. https://paot.org.mx/centro/programas/delegacion/alvaro01.html
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Wikipedia. (s.f.). Tacubaya. https://es.wikipedia.org/wiki/Tacubaya
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- Profesora investigadora| Correo: mcsmfl@hotmail.com.
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- Doctorante en Estudios de la Ciudad, UACM |Correo: cesparzagonzalez401@gmail.com
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https://lucesdelsiglo.com/2024/01/18/suma-dificultades-tramo-iii-del-tren-interurbano-cdmx/