Definitivamente, la razón no basta: acerca de La turbulencia de los sentidos, de Manon Brand
Mauricio Sánchez Álvarez
Laboratorio Audiovisual, CIESAS Ciudad de México
Imagen tomada del sitio https://www.filmaffinity.com/es/film801511.html
El Centro Sismológico de Tokio, siempre pendiente de indicios de anomalías que revelen la presencia de un eventual movimiento telúrico, ha detectado que en la bahía Comeau en el oriente de Canadá, la marea se ha retirado inexplicablemente. Y sin pensarlo dos veces, envía para investigar el asunto a una de sus especialistas, Alice Brady, quien curiosamente también nació en ese lugar, que apenas recuerda. Así que Alice llega con su montón de aparatos para integrarse a la pequeña legión de científicos y periodistas que indagan el extraño incidente, y con no poca curiosidad personal. Lo que encuentra, además de mediciones que poco revelan, es la madeja de un verdadero Macondo, cuyo hilo sigue para deshilvanar el misterio de la desaparición de la marea. Una niña sonámbula, Camille, que camina las calles del pueblo a las horas en que debería subir y bajar el mar, y cuyo padre, Marc, piloto de un avión contraincendios, sigue buscando rastros de su esposa, Marie, desaparecida tras un terrible accidente aéreo en las inmediaciones del pueblo. Una mujer que prefiere atender su restaurante de noche para no estar cerca de los golfistas que ahora practican en la playa desierta de agua. Y otro hombre que tras la retirada del mar se siente ahora atraído hacia otros hombres. Todo en medio de un calor desmedido en un sitio donde, en tiempos habituales, no se requiere aire acondicionado, por lo cual todo el mundo suda. Un lugar en el que, como dice Catherine, la amiga periodista de Alice, quien cubre el tema para una revista etno-eco-feminista, el aire huele a sexo.
Sin saberlo, Alice es la clave que despejará la interrogante. Al ligar las caminatas nocturnas de Camille con los ritmos de la marea, ella advierte la importancia de la desaparición de Marie ‒la ausencia‒ con la retirada del mar: ambas situaciones implican ausencia, vacío. Se entera que otro piloto contraincendios ha recogido un bulto raro al cargar agua y, sospechando que se trata del cadáver, ha arrojado el chorro respectivo en un sitio lejos de las llamas. Alice entonces, busca y encuentra con la ayuda de tecnología georreferencial el lugar en que efectivamente yace Marie. Poco a poco el resto de las piezas empiezan a encajar. Una vez recuperados los restos de Marie, el pueblo, hasta entonces desorientado, se une alrededor del duelo. El amor, que hasta entonces ha estado entre paréntesis, y que ha estado enlazando, entre otros, a Alice y Marc, empieza a cuajar. Y cuando cuaja, la tierra, en efecto, se sacude como nunca, rompiendo cuanta cosa… y el mar regresa a su sitio. No sin antes sumir a Alice en una muerte temporal. Su resurrección, con todas las implicaciones que ello tiene en una sociedad con cimientos cristianos, también es el triunfo y la paz de todos.
Me parece que La turbulencia de los sentidos permite pensar, entre otras, que podemos acercarnos todo lo que queramos al mundo mediante aquello que llamamos tecnología y ciencia. Pero nuestro encuentro con éste, el ser uno con el mundo, sólo lo será cabalmente si aportamos el afecto. Sólo entonces se puede hablar correctamente de cosmos como el orden debidamente establecido.