Ariadna Itzel Solis Bautista[1]
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
«y cuando hablamos tenemos miedo
de que nuestras palabras no se escuchen
ni sean bienvenidas
pero cuando estamos calladas
todavía tenemos miedo.
Así que es mejor hablar.
recordando
no se suponía que íbamos a sobrevivir.»
Letanía de la supervivencia
Audre Lorde
“La escritura que deja un hoyo en el dedo”. Fotografía: Ariadna Solis.
La forma en que llegué a la investigación sobre la indumentaria de la comunidad a la que pertenezco es fundamental para este texto: soy una mujer yalalteca migrante de segunda generación que habita la Ciudad de México; he transitado espacios académicos privilegiados y en algunas ocasiones he vestido el huipil que da cuenta de mi pertenencia: lhall xha o, en español, huipil de Yalálag. En este sentido, no puedo decir que soy especialista en textiles, ni mucho menos en temas relacionados en mi comunidad; en cambio, el espacio académico para mí ha sido un lugar fronterizo en el que, por un lado, he podido dar cuenta de los intereses y mecanismos con los que se suele estudiar a las naciones “indígenas” y, por otro, un lugar contradictorio desde el que puedo hablar y posicionarme con respecto a la manera de hacer investigación desde y para la comunidad de la que soy parte.
Cuando se estudia la indumentaria “indígena” en México, lo más común es encontrar metodologías que buscan, en las distintas prendas que estudian, significados, técnicas y/o materiales, todo esto es muy importante. Sin embargo, en la gran mayoría de estas investigaciones se ha dejado fuera justo aquello que hace que un textil se vuelva indumentaria: el cuerpo de quien lo produce y lo porta. Por lo tanto, la voz, los saberes y los deseos de las personas que resguardan su producción y su uso,[2] generalmente quedan invisibilizados en la producción académica. Para esto toca mencionar desde ya, que, como parte de las dinámicas de sostenimiento de la vida en muchas comunidades, estas prácticas de tejer, bordar, coser y vestir no están separadas: quién hace la ropa y quién la usa generalmente es un mismo cuerpo individual y comunitario.
En México, se ha llamado ”indígenas” a un conjunto de naciones que anteceden a formaciones sociopolíticas como el Estado-nación o conceptuales como las etnias. Sin embargo, es un término que, a personas de estas distintas naciones, nos servirá para poner sobre la mesa un conjunto de experiencias generacionales y genealógicas que tienen carácter político, económico y social (Tuhiwai, 2016: 34) pero que se encuentran localizadas.[3] Se trata de un cuestionamiento frontal a la categoría que nos permite hablar desde un piso común a pesar de las especificidades lingüísticas, culturales y geográficas que cada nación tiene.
Ahora, el cuerpo de las mujeres indígenas es un cuerpo en el que se han marcado diferentes formas de violencia, entre ellas el racismo, la precarización de la vida, consecuencia del despojo y la violencia simbólica, no son cosas menores. En los estudios sobre indumentaria, una y otra vez podemos observar que este cuerpo, que ha sostenido históricamente los saberes de producción, circulación y uso de prendas, desaparece. Aparece la voz de los especialistas, pero no aparecen las memorias, los deseos y las experiencias de mujeres que se han dedicado toda su vida a esta labor. Tampoco aparecen las experiencias de mujeres que con su uso sostienen todo un legado que les ha sido heredado y que se actualiza con cada espacio que las mujeres indígenas ocupan.
Hablar de mujeres indígenas cuando se habla de indumentaria en ese sentido es fundamental, pues somos nosotras quienes a pesar del sistema misógino y racista en el que vivimos, hemos sostenido el uso, la producción y la comercialización de nuestra indumentaria a través de generaciones. Insistir en el papel central que han tenido las mujeres indígenas en la transmisión y actualización de los saberes que nos permiten vestirnos de determinadas maneras es importante, puesto que, para dar cuenta de la violencia que vivimos las mujeres indígenas, no sólo es necesario hacer investigación desde herramientas feministas sino también desde posturas claramente antirracistas, siempre teniendo en cuenta que nuestra indumentaria es tanto un legado simbólico como material: es la prenda pero también una forma de subsistir y existir en el mundo.
Las investigaciones sobre textiles e indumentaria indígena, en ese sentido, deberían funcionar para combatir frontalmente las diversas violencias que viven las mujeres indígenas y hacer las investigaciones de manera respetuosa, de tal forma que las comunidades puedan hacer uso de la sistematización académica de sus saberes para su uso y beneficio. En última instancia es un deseo que las mujeres indígenas direccionemos las investigaciones de la manera en que nos pareciera más pertinente, con nuestros términos, con nuestros ritmos y con nuestros métodos.
Este posicionamiento lo retomo de la Unión de Mujeres Yalaltecas, un movimiento que se pronunció ante la violencia económica, política y epistémica de su tiempo. De éste retomo su posicionamiento cuyo párrafo inicial inaugura una serie de inquietudes respecto a nuestro lugar como mujeres indígenas en el que las “acciones en la que los estudios confluyan a una reflexión para mejorar nuestras propias condiciones de vida y a partir de nuestra propia realidad”.[4] Hablar de la indumentaria y sus usos, es por eso, para las mujeres, indígenas una herencia de lucha contra la colonialidad, contra el sistema patriarcal y contra la precarización y el despojo de la riqueza de nuestras vidas.
Disciplinas como la antropología, la historia del arte o los estudios de moda si bien por mucho tiempo se han dedicado a pensar en los sistemas en los que las prendas se activan: los económicos, los sociales y los simbólicos han presupuesto y construido siempre los intereses de estos estudios desde lugares “objetivos” que poco contribuyen a las preocupaciones e intereses de las comunidades que son objeto de estudio. Una diferencia fundamental de muchxs investigadorxs pertenecientes a las comunidades que estudiamos, es que, estos intereses no sólo no pueden ser objetivos de ninguna manera, sino que también, como investigadorxs indígenas (que reconocemos a nuestra comunidad pero que también somos reconocidas por ella), al investigar nuestro vestir,[5] al investigar nuestras prendas tenemos una serie de compromisos y responsabilidades (Klein, 2017: 51-70), de los cuales tenemos que asumir las consecuencias.
Esto nos obliga en principio, a asumir en nuestras prácticas, formas que se inscriben en los sistemas normativos indígenas vigentes mal llamados usos y costumbres. Es decir, las formas éticas deben estar en congruencia con nuestros objetivos de investigación y viceversa, pero también es nuestra obligación hacer traducciones formales y lingüísticas de las investigaciones que realizamos, de manera que contribuyamos con bienes comunes materiales e inmateriales para la misma comunidad.
Con esto, estoy dando cuenta del cuerpo comunitario que también, muchas veces por ignorancia, por negligencia o por pereza mental, muchos investigadores “externos” a las comunidades desaparecen en sus metodologías y en las mismas investigaciones que realizan. Hasta la fecha no me he encontrado con una investigación “externa” que haya pasado por los mecanismos de asambleas o que haya derivado su investigación en material de divulgación para la comunidad de la que extrajo información. Es mi deseo que esta afirmación sea más fruto de mi ignoracia, pero lo cierto es que es una cuestión sistemática. En ese sentido, no tiene ningun propósito llenar estantes de tesis, investigaciones o acervos con textiles si los baúles de la memoria material y simbólica de nuestras abuelas se vacían. Con más urgencia que nunca debemos insistir que las investigaciones que realizan diferentes personas sobre objetos, usos y problemáticas de nuestras comunidades deban tener pertinencia y pertenencia comunitaria.
Ahora, cuando hablamos de los entramados comunitarios, el cuerpo y la indumentaria, tenemos que tener en cuenta también que estos tienen sus complejidades. Por ejemplo, los usos de la indumentaria tienen un potencial de reconocimiento y de conversaciones entre mujeres indígenas de contextos cercanos a los nuestros. Específicamente, dentro de contextos de migración, por ejemplo, nos permiten reconocer a otras mujeres migrantes de varias generaciones y dar continuidad a las distintas comunidades a las que pertenecemos. Con ello también se abre la posibilidad de reconocer la historia de violencia y despojo territorial a la que todas las naciones indígenas están sujetas.
En contextos de migración se vuelve más evidente que nunca que el territorio también se viste y no sólo de forma simbólica, las materias primas con las que son elaborados los textiles están íntimamente relacionadas con temas de patrimonio biocultural: recursos como el algodón, la corteza de encino, tienen una íntima relación con el territorio y su cuidado. Queda la pregunta en estos contextos ¿cómo podemos contribuir al cuidado de estos recursos naturales, técnicos y simbólicos cuando estamos alejados de nuestros territorios geográficos? Situaciones como los recientes incendios en la Sierra Norte de Oaxaca nos obligan a fortalecer redes de solidaridad y estrategias de lucha que, si bien son puestas en marcha en la indumentaria, son más complejas que usar huipiles un día a la semana.
La historia de la indumentaria y de sus usos tampoco puede dejar de lado la historia de despojo lingüístico: el habla. La lengua, tan fundamental al pensar el cuerpo individual, el cuerpo comunitario ha sido cercenado por el proyecto colonial, las ideas de modernidad y progreso. Hemos dejado de usar y de nombrar a nuestros huipiles con la especificidad de nuestros idiomas, de nuestras experiencias, de su vínculo tan estrecho con nuestros territorios y los recursos naturales que habitan en ellos. Un ejemplo de esto es que llamamos “huipiles” de manera genérica a un sinfín de prendas que tienen una especificidad y pertenencia lingüística. Muchas de las investigaciones no se han preocupado de dar cuenta de este universo lingüístico en términos formales, técnicos y de materias primas. Así, esta forma de contar no sólo en nuestros propios términos, pero también con nuestros propios conceptos puede contribuir con una forma de soberanía retórica (Groleau, s.f.) que juega un papel fundamental en la autodeterminación a nivel político y simbólico de nuestras comunidades.
Ahora, un último punto, pero no menos importante, es la circulación de estos objetos fuera de nuestros entramados comunitarios: ver textiles de alto valor material, simbólico y económico en medios de circulación que poco tienen que ver con lo comunitario nos permite poner sobre la mesa una tercera experiencia, que es el extractivismo epistémico[6] del que son objeto todos los entramados de vida que habitamos. Con esto hablamos de acervos estatales y privados que acumulan parte de nuestra historia sin que el acceso a esta información esté garantizado para nuestras comunidades. Tocaría preguntarse cuántas mujeres que tejen, bordan o usan huipiles en su día a día tienen acceso a la información acumulada en museos especializados, bibliotecas o colecciones, hace mucha falta trabajo dentro de estas instituciones para que el acceso a la información sea realmente garantizado para las comunidades cuya historia está involucrada en la formación de estos acervos. Con respecto a esto el Movimiento Nacional de Tejedoras Mayas de Guatemala ha propuesto una serie de metodologías[7] que se inscriben en la política pública, la investigación y el trabajo comunitario en la recuperación de la memoria y los saberes respecto a sus prendas, si bien es un gran ejemplo de las estrategias que se han formulado por diferentes frentes, hace falta que cada comunidad determine las fórmulas que mejor se acomoden a sus contextos y preocupaciones, en esto la investigación tiene un papel central.
Vestir nos permite reconocer de manera encarnada y localizada formas actualizadas de pertenecer, muchas veces contradictorias y que se encuentran atravesadas por los procesos antes descritos. Vestir nos permite dar cuenta del espacio contradictorio entre violencia y resistencia que atraviesa las vidas de personas que aún son reconocidas por comunidades indígenas específicas. Es por eso que dentro de las investigaciones textiles no sólo es necesario reconfigurar las metodologías herencia de la colonialidad del saber (Lander, 2000),[8] sino también dar cuenta del cuerpo individual, colectivo y comunitario que ha sostenido su uso a pesar de las violencias.
Por eso el título de este texto, de todas las veces que he usado el huipil de mis abuelas, la fiesta, la comunidad han sido los espacios en donde mi presencia no ha sido instrumentalizada, estudiada o fetichizada. En cambio, en la investigación, que aún hace parte de un sistema capitalista y colonial, usar el huipil sigue siendo una herida abierta que necesita ser cuidada y curada, el espacio investigativo puede ser esa arma de dos filos: puede contribuir a solidificar las estructuras vigentes o constribuir a desmantelarlas, las preguntas seguirán siendo necesariamente: ¿cómo y para quién?
Bibliografía.
(AFEDES) Asociación Femenina para el Desarrollo de Sacatepéquez (2020), Nuestros tejidos son los libros que la colonia no pudo quemar. El camino del Movimiento Nacional de Tejedoras Mayas de Guatemala, Guatemala, Tujaal Ediciones.
Ahmed, Sara (2020), ¿Para qué sirve? Sobre los usos del uso, Barcelona, Edicions Bellaterra.
Cantú, Norma E. y Hurtado, Aída (eds.), MeXicana Fashions: Politics, Self-adornment, and identity construction, University of Texas Press: 2020.
Groleau, Amy “Soberanía retórica: repensando el arte popular a través de movimientos en arte indígena en los EEUU” en Seminario de Artes Populares en el siglo XX. Disponible en: http://artepopular.esteticas.unam.mx/
Klein, Naomi. “Danzar el mundo para traerlo a la vida: conversación con Leanne Simpson, de Idle No More”, en Tabula Rasa (Bogotá), núm. 26 (enero-junio 2017).
Lander, Edgardo (comp.) (2000), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Clacso, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires.
Lewis, Reina “Hijabs: the Politics and Price of Cloth”, en The Funambulist 03 (enero-febrero 2016): 38-41. disponible en: https://thefunambulist.net/news/the-funambulist-magazine-03-jan-feb-2016-clothing-politics-now-published
Lozano de la Pola, Riánsares (2021), “El Lento Desvanecimiento: Huellas, Conversaciones y Políticas de la Localización”, en Transversal Orientations, MoMA 2021. Disponible en:
https://post.moma.org/el-lento-desvanecimiento-huellas-conversaciones-y-politicas-de-la-localizacion/
Tarlo, Emma (1996), Clothing Matters: Dress and Identity in India, Chicago, University of Chicago+.
Tuhiwai Smith, Linda (2016), A descolonizar las metodologías, Santiago, Lom Ediciones.
[1] Doctorante de Historia del Arte
nietadelasnubes@gmail.com
[2] En ese sentido retomo la noción de “uso” que la teórica feminista Sara Ahmed propone en su libro ¿Para qué sirve? Sobre los usos del uso traducido al español en 2020 y publicado en inglés en 2019. En este libro, Sara Ahmed trabaja una genealogía muy cuidadosa sobre el término “uso”, pone énfasis en los afectos que esta práctica actualiza en el tiempo, en el espacio y en los cuerpos que la activan, así para Ahmed, los usos son aquellos gestos que mantienen algo vivo. De la misma manera, esta propuesta conceptual busca explicitar que la historia del uso implica tensionar esta relación de afecto y de instrumentalidad. El uso, por lo tanto, es una esfera íntima y social, por lo que existen diferentes usos del uso y estas diferencias son importantes, aunque no siempre evidentes. Ver más: Sara Ahmed. ¿Para qué sirve? Sobre los usos del uso, Barcelona, Edicions Bellaterra 2020.
[3] En este punto me refiero específicamente a lo que Rían Lozano nombra como “políticas de localización”, éstas se refieren a una forma de accionar desde lugares y cuerpos concretos “aunque no necesariamente estables, atravesados por sus marcas y conformados a través de sus experiencias”. Ver más en Riánsares Lozano de la Pola, “El Lento Desvanecimiento: Huellas, Conversaciones y Políticas de la Localización”, en Transversal Orientations, MoMA 2021, disponible en:
https://post.moma.org/el-lento-desvanecimiento-huellas-conversaciones-y-politicas-de-la-localizacion/
[4] Pronunciamiento Unión de las Mujeres Yalaltecas, 1977, Archivo personal de Juana Vásquez.
[5] Retomo la noción de vestir de los clothing studies y las clothing politics, los cuales, a diferencia de los estudios de la moda, se han hecho desde un lugar racializado y como un espacio de resistencia. Esta traducción que he hecho “estudios del vestir” y “políticas del vestir”, dan cuenta de las propuestas hechas desde lugares como la India, desde las comunidades migrantes racializadas en Francia y las múltiples luchas de pueblos indígenas en América Latina que son actualizadas a través de elementos estéticos como las prendas. Ver más Emma Tarlo, Clothing Matters: Dress and Identity in India. Chicago, University of Chicago: 1996; Reina Lewis “Hijabs: the Politics and Price of Cloth”, The Funambulist 03 (enero-febrero 2016): 38-41, disponible en: https://thefunambulist.net/news/the-funambulist-magazine-03-jan-feb-2016-clothing-politics-now-published, también retomo las experiencias de vestir huipiles de mujeres mexicanas vertidas en el libro de Norma E. Cantú y Aída Hurtado (eds.) MeXicana fashions: Politics, self-adornment, and Identity Construction, Texas, University of Texas Press, 2020.
[6] Retomo este concepto de Leanne Simpson en donde expone los procesos de despojo, acumulación que tienen consecuencias directas en la vida de las personas que habitan un territorio, en donde las identidades se cristalizan y se exotizan, de manera que las relaciones más significativas sean principalmente mercantiles. Todo esto acompañado de procesos de despojo de recursos naturales. Naomi Klein, “Danzar el mundo para traerlo a la vida: conversación con Leanne Simpson de Idle No More,” en Tabula Rasa, Bogotá , núm. 26 (enero-junio, 2017): 51-70. https://doi.org/10.25058/20112742.188
[7] AFEDES: Asociación Femenina para el Desarrollo de Sacatepéquez, Nuestros tejidos son los libros que la colonia no pudo quemar: El camino del Movimiento Nacional de Tejedoras Mayas de Guatemala. (Guatemala: Tujaal Ediciones, 2020).
[8] Edgardo Lander (comp.) (2000), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.