De reflexividad y prácticas extractivas

Elvira Ivonne Muñoz Morales[1]
Investigadora posdoctoral en CIESAS Occidente

Cosecha. Fotografía: Ivonne Muñoz Morales, año 2022. Cieneguillas, Zacatecas.


Introducción

En este trabajo autoetnográfico pretendo mostrar mi experiencia reflexiva en el trabajo de investigación que actualmente realizo como parte de mi estancia posdoctoral en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Unidad Occidente, denominada: “Uso agrícola del agua en la región centro de Zacatecas. Desafíos y alternativas en un contexto de sobreexplotación y estrés hídrico”En ella, llevo a cabo un análisis integral del agro extractivismo en la región centro del estado de Zacatecas, con la meta de profundizar en el estudio del uso del agua por parte del sector agrícola; los procesos políticos e institucionales que se suscitan alrededor de la gestión del agua subterránea y las prácticas agro extractivas en el polígono de estudio, con base en tres ejes de análisis: estructura agraria, uso de agua e intervención de agentes públicos y privados.

El diseño metodológico inicial proponía un acercamiento a las prácticas propias del entorno rural, con especial atención en la producción agrícola bajo sistemas de riego. Por lo tanto, me planteé la posibilidad de apoyarme en las herramientas etnográficas para profundizar en el trabajo de campo, pues se trata de una fase muy importante para la investigación. Sin embargo, situaciones no previstas limitaron mi acercamiento al área de estudio y devinieron en cambios en el abordaje. En virtud de ello, centro este ejercicio reflexivo en lo que considero dos momentos clave de mi trabajo: primero, como ya lo mencioné, el trabajo de campo, y segundo, el proceso de escritura.

De esta forma, el texto se divide en tres apartados. En el primero, presento un breve análisis sobre el término y ejercicio de la reflexividad. Se revisan algunas de sus concepciones y se establece la convergencia entre la posición autorreflexiva acerca de las condiciones en las que se plantea y desarrolla la propuesta metodológica y hermenéutica, y el acto de pensarnos en el momento de la acción misma de una manera continua, dinámica y subjetiva, como el enfoque desde el que comparto y reflexiono sobre mi propia experiencia. Posteriormente, en los apartados segundo y tercero, respectivamente, abordo el ejercicio reflexivo durante mi trabajo de campo y, posteriormente, al escribir mis hallazgos, fase en la que aún me encuentro. El trabajo revela cómo fue mi proceso para hacer consciente la necesidad de una práctica reflexiva y en qué sentido su integración beneficia el quehacer científico. Finalmente, presentó algunas reflexiones a manera de conclusión.

La reflexividad en las ciencias sociales

En años recientes, la reflexividad ha cobrado mayor trascendencia en el contexto latinoamericano de las ciencias sociales. Existen diferentes acercamientos y concepciones con respecto a ella, sin embargo, desde este trabajo, exploro la combinación de la posición autorreflexiva acerca de las condiciones en las que se plantea y desarrolla la propuesta metodológica y hermenéutica (Grimson, 2003: 67-68), así como la propuesta de ver la reflexividad como el acto de pensarnos en el momento de la acción misma de una manera continua, dinámica y subjetiva (Bourdieu, 1984; De la Cuesta-Benjumea, 2011; Frausto, 2015). Reconocer nuestras dudas y certezas, igual que las de quienes escribimos.

Puedo decir entonces, que concibo la reflexividad como un ejercicio consciente y permanente en el quehacer investigativo que pone de manifiesto nuestra incapacidad por mantenernos imparciales y objetivos, pues somos seres humanos atravesados por creencias, valores, conocimientos previos, experiencias y sesgos que, de manera involuntaria –o no- llevamos al plano del trabajo, contradiciendo los preceptos positivistas de la ciencia tan ampliamente difundidos como el supuesto de la invisibilidad del investigador en el campo a la hora de interactuar con los sujetos de estudio (Iturrieta, 2017: 6), la no contemplación de la perspectiva de los actores y la presunta neutralidad de las técnicas e instrumentos (Bertoldi et al., 2008: 98).

No es de extrañar, entonces, que al iniciar un proyecto de investigación, como en mi caso, nos veamos motivados por un interés incluso personal. Investigamos problemáticas y fenómenos que nos interesan, que nos cuestionan o que conocemos, al menos en cierta medida. En este sentido, la reflexividad posicional (Meo, 2010) cobra importancia, pues implica que, como investigadores, nos posicionemos respecto al proceso de investigación, las relaciones e interacciones en el trabajo de campo, así como la forma en la que presentamos y representamos los resultados. Es decir, una constante conversación interna; escuchar y situar el yo dentro de los marcos metodológicos y epistémicos; analizar críticamente cómo los afectamos y somos afectados por ellos, cuestionando permanentemente nuestras propias creencias y conocimientos (De la Cuesta-Benjumea, 2011; Osorio, 2014), promoviendo un proceso de investigación más transparente y abierto.

En mi trabajo, es importante que quien generosamente me lee, sepa que soy una mujer que creció en un entorno rural en el que una parte importante de mi familia y de la propia comunidad, se dedicaba a las actividades agrícolas en pequeña escala, antecedentes que atraviesan mi trabajo, que me llevan a identificarme con los pequeños y medianos agricultores, así como a tener información, conocimientos y experiencias que pueden facilitar mi intervención, pero que también se presentan en forma de prejuicios respecto a los hallazgos que espero encontrar y que no siempre coinciden con lo que realmente encuentro. Entonces me asumo en la disyuntiva de presentar mis resultados sin convertirme en un juez de ellos, sino sólo como la realidad que existe, o interpelarnos a través de un discurso crítico.

Este ejercicio de reflexividad no sólo se orienta a mi ejercicio como investigadora, sino que, como señala Guber (2018: 53), también significa un constante proceso de revisión, análisis crítico y ajuste de todas las fases de la investigación: el diseño teórico y metodológico, el trabajo de campo y el proceso de escritura. Y es precisamente en estas dos últimas etapas, en las que pretendo concentrarme en los siguientes apartados, con el propósito de compartir cómo incluso de manera involuntaria, la reflexividad ha sido para mí un ejercicio que me ha ayudado a mejorar mi andar entre lo individual y lo colectivo.

        

Rescatando el trabajo de campo: entre la inseguridad y la pandemia

Si bien es cierto que no se pueden separar ‒como entes diferenciados‒ los distintos momentos de una investigación, en este apartado he decido detenerme a reflexionar en mi trabajo de campo, espacio central para mi encuentro con los sujetos investigados. Como señala Piovani: para enfrentar la epistemología y la técnica, los fundamentos más abstractos del conocimiento social y las técnicas instrumentales empleadas para producir y validar ese conocimiento, es preciso ir a campo (2018: 91).

De acuerdo con Bourdieu y Wacquant (citado en Muñiz et al., 2018: 129-143), la reflexividad, encaminada a realizar un autoanálisis, se presenta con claridad en tres momentos durante el trabajo de campo: 1) al tomar una serie de decisiones con relación a las actividades que realizaremos (momento anticipatorio); 2) en el encuentro mismo, in situ (momento dialógico); y 3) en una primera revisión de las entrevistas realizadas (momento analítico).

Vayamos por momentos. Cuando ingresé a la estancia posdoctoral, que actualmente realizo en CIESAS Occidente, me propuse el reto de llevar a cabo un trabajo “más etnográfico”. Durante mis estudios de posgrado el trabajo de campo siempre fue un pilar muy importante, sin embargo, una de las cosas que como socióloga he admirado de los antropólogos, es su capacidad de “volverse comunidad” con su objeto de estudio, la virtud de crear intersubjetividad en el investigador como resultado de esos prolongados periodos de trabajo de campo intensivo de los que Guber hace referencia (2018: 66). Así que, apoyada en las herramientas de la etnografía, busqué un acercamiento más profundo y permanente con los agricultores de riego en la región centro de Zacatecas como mis sujetos de estudio, y el uso del agua subterránea en sus procesos productivos, como objeto de estudio.

Como sabemos, no existe investigación que no implique ajustes y toma de decisiones a lo largo de su ejecución. En este ir y venir entre el diseño estructurado y emergente de la investigación, uno de los grandes cambios que nos trastocó fue la aparición y recrudecimiento de la pandemia por Covid-19. Es importante mencionar que mi proyecto posdoctoral encuentra precedente en el trabajo que realicé durante el doctorado, en el que me concentré en la producción de monocultivos para la industria, con énfasis en el uso del agua en los procesos de reconversión agrícola. Ambos temas guardan estrecha relación y algunas de las personas a las que entrevisté durante el doctorado han tenido la generosidad de continuar abriéndome sus puertas en este proceso de profundización en el análisis, así que es común que regrese a ciertos sitios, pues la región de estudio es la misma, razón por la que me tomaré la libertad de tomar ejemplos de ambos momentos a fin de ilustrar este análisis autorreflexivo.

En este momento anticipatorio, el contacto directo que había previsto se vio afectado por la pandemia, sin embargo, debo aclarar que en el sector rural –al menos el área en la que trabajo- la gente no se aisló por completo, y como mi estrategia fue acercarme a los sujetos de estudio de la mano de los asesores técnicos a los que la gente ya identificaba como parte de la comunidad, yo también era bienvenida sin que sintieran que una extraña llegaba y que deberían cubrir los protocolos Covid, más allá del lavado de manos. Al principio me pregunté si no era una irresponsabilidad de mi parte dejar de usar el cubreboca, seguir saludando de mano y continuar reuniéndome con personas a las que podía poner en riesgo. Ante la apertura, decidí continuar, aunque no de forma tan cercana como lo había planeado, y justifiqué mi decisión en el hecho de que nuestros encuentros solían ser al aire libre, de que siempre llegaba con mis manos lavadas y desinfectadas para poder saludar a mis interlocutores y procuraba con mucha discreción, mantener la sana distancia en la medida de lo posible, pues no quería que los productores sintieran que iba con miedo o comenzaran a percibirme como alguien ajena a ellos.

No obstante, hubo otro fenómeno que afectó, de manera más directa mi trabajo en campo: la intensificación de la violencia perpetrada por grupos criminales, situación que comenzó a preocupar a los productores porque algunos de ellos se convirtieron en blanco de extorsiones y secuestros. Hasta hace unos años, los productores consideraban a Zacatecas como un lugar de paso en los problemas de narcotráfico del país, en algunas zonas serranas era sabida la presencia de grupos criminales y el resguardo de cultivos de amapola, sin embargo, en la región centro no había manifestación constante de la operación de dichos grupos.

La transición que significó la guerra contra el narco como política de Estado, generó una “reconfiguración” de sus fuerzas, de manera que en Zacatecas comenzó una disputa por el territorio que se ha intensificado en tiempos recientes. Los productores dejaron de ver el fenómeno como algo lejano. Las extorsiones a quienes iban prosperando, los secuestros y la ocupación ilegal de algunos ranchos agrícolas se ha convertido en una constante. Incluso algunos agricultores entrevistados consideran las extorsiones ya como parte de sus gastos fijos. Esta situación no sólo me obligó a no tener la presencia permanente que inicialmente yo había previsto, sino también a que la gente fuera más reservada al hablar conmigo porque sentían miedo y desconfianza.

Esta realidad, afectó también el momento dialógico del trabajo de campo. Aunque siguiendo a Guber (2018: 57), no sólo registramos lo que los sujetos hacen y dicen, sino que analizamos las diferentes formas en las que ellos y nosotros tenemos de conocer y dar a conocer nuestro conocimiento. Ahora necesitaba imaginar, como propone Susan Street (2008: 5) a los sujetos de estudio empleando estrategias ocultas y ajenas al tema investigado a la hora de compartirme sus experiencias o explicar su conducta. Pude entender que las y los entrevistados estaban siendo más reservados como resultado de sus temores y desconfianza, miedos que yo misma compartía al trasladarme a los espacios de encuentro.

Inicialmente, esta situación me generaba cierta frustración, pues pensaba que mi trabajo de campo no estaba generando la información que yo quería o que sería un estudio muy limitado, sin embargo, luego de pensarlo y de discutirlo con amigos y colegas, pude comprender que el trabajo in situ sí estaba brindándome información importante sobre cómo la actividad agrícola estaba siendo atravesada por intereses fácticos, que además se apropian de recursos comunes, como el agua, que ha sido un tema de interés para mí.

De esta manera, en el tercer momento correspondiente al trabajo de campo, concebido como analítico, entendí que debería volver y enriquecer mi propuesta metodológica cada vez que fuera necesario, esta vez, agregando dos variables que no había considerado: la pandemia y la inseguridad. Dejar de ver la investigación como algo estático y abrirme al propio ejercicio de reflexividad que los entrevistados hacían cuando yo los invitaba a responder mis cuestionamientos. Después de todo “quien escucha abre las puertas al mundo de representaciones del otro y permite comprender en profundidad el relato” (Muñiz et al., 2018: 130). Esta apertura a los otros, a su historia y a la posibilidad de reformular mis propias hipótesis, es parte de mi ejercicio de reflexividad que atraviesa los tres momentos del trabajo de campo, y que me permite llegar al momento de escribir mi trabajo pensando en compartir los hallazgos, como lo reviso en el siguiente apartado.

Escribir, borrar, rehacer…

En este apartado me detendré a repensar mi proceso de escritura. ¿Qué hago ahora con esta información? ¿Por dónde comienzo a armar este rompecabezas?  Cuando me siento frente a la computadora para comenzar a escribir, mi mente recrea pasajes, empiezo a imaginar “partes” del trabajo, pienso qué podría incluir, comienzo a crear índices tentativos y a organizar y planear el trabajo… aunque muchas veces no me sujete a esa planeación. Debo decir que el proceso de representar de forma escrita los hallazgos de mis investigaciones es una de las partes que más disfruto, pero también que más me conflictúa, y en ocasiones, esa hoja blanca que tengo al frente también me paraliza. Mientras escribo pienso en quienes leerán y en quienes contribuyeron con la información que comparto, pienso en mi sentir y en el impacto que quiero que el artículo tenga. Cuestiono si tiene alguna utilidad lo que hago y si estoy siendo clara en lo que quiero decir. Por supuesto que eso en sí mismo es ya un ejercicio reflexivo.

Estas descripciones, análisis y construcciones argumentales que escribimos, pretenden mostrar al “otro”; las prácticas y conceptos con que viven y piensan (Guber, 2018: 54), pero inevitablemente entretejidas con el “yo” del investigador (Street, 2008: 3-4). En ese aspecto, cada vez es más común que como investigadores, decidamos visibilizarnos, contrario a la creencia positivista de que podría restarle objetividad al trabajo. Después de todo, como propone Díaz (2016ó 7) “todo discurso se expresa desde una posición moral” y lo que escribo habla de lo que estudio, pero también habla de mí, de ahí la importancia del posicionamiento del yo social del investigador en y fuera de la investigación y el carácter perspectivo de sus representaciones, como sugiere Inés Meo (2010: 86).

Como he mencionado ya, aunque en cierta manera tenía clara mi identificación con los pequeños y medianos agricultores, e identificaba los procesos extractivos para con la agroindustria, al inicio de mi trabajo justifiqué mi postura sólo en el análisis teórico que me daba elementos para ello y en una crítica al sistema de producción de capitalista. Mi tesis de doctorado, por ejemplo, no menciona ninguna identificación personal hacia los sujetos de estudio y hasta la fecha, me es difícil escribir en primera persona un artículo porque pareciera que “esos detalles” podrían restarle objetividad, de acuerdo con los preceptos de mi formación previa. Empero, el carácter de la reflexividad, plantea precisamente la imposibilidad de describir un mundo como si fuera absolutamente exterior al investigador mismo (Grimson, 2003: 69).

Además, me sorprendía que la información obtenida en campo no concordaba con mis hipótesis iniciales. Por poner un ejemplo, en el análisis que hicimos sobre el uso del agua subterránea por parte de la agricultura y la producción de cebada para la industria cervecera bajo esquemas de agricultura por contrato (Muñoz y Tetreault, 2020), la evidencia documental y el análisis permitió identificar procesos de concentración en manos de muy pocos productores que atienden mercados emergentes y que son impulsados desde el Estado y la industria, a través de alianzas público-privadas para la producción de monocultivos bajo esquemas cuestionables de compra-venta. Razones por las que yo sentía que esta investigación “podía dar luz” sobre los tratos injustos que se establecen en la agricultura por contrato, para mejorar sus condiciones. Sin embargo, fue muy revelador descubrir, durante mi trabajo de campo, que esos tratos que yo consideraba injustos, eran bien vistos por los agricultores. Incluso algunos me llegaron a pedir que les ayudara a “investigar” cómo podían entrar al esquema o cómo podían venderle más a Grupo Modelo.

Pero eso no coincidía con mi idea preconcebida. Fue importante tener la apertura necesaria para comprender que mis intereses como investigador y los de los sujetos de estudio pueden ser divergentes y eso es completamente válido, porque nuestras premisas y prioridades son diferentes, además de que el trabajo agrícola tiene un importante componente cultural: la agricultura representa valores, costumbres, medios de subsistencia, instrumentos y símbolos. Yo quería mostrar, desde un enfoque aislado, las desventajas de la producción de cebada bajo los esquemas contractuales que establecía Grupo Modelo. Ellos querían, desde la realidad del campo zacatecano que viven, saber cómo ser partícipes de esos esquemas. El diálogo tendió los puentes para poder entender, desde una perspectiva integral, ambas condiciones.

En este contexto recuerdo mucho que un lector de mi trabajo me observó que estaba presentando a los agricultores de cebada, en su relación con Grupo Modelo como personas sin agencia, fácilmente manipulables e ingenuos. Me sorprendió mucho encontrar que, a través de mi relato, yo configuraba esa imagen tan alejada de la realidad. Los agricultores se organizaban, buscaban alternativas, se movían. Sin embargo, en mi afán por mostrar críticamente lo que yo catalogaba como tratos injustos, dejé de lado muchos relatos de los productores, entre ellos, las largas explicaciones de por qué la agricultura por contrato era deseable para ellos, incluso bajo las condiciones en las que se establecía. Me di cuenta que mi voz estaba opacando las voces de los sujetos de estudio, y más aún, que yo no hacía explícito que la que hablaba era mi voz, así que en los meses posteriores me dediqué a revisar detenidamente mi trabajo, a preguntarme por qué escribía esto y no otra cosa, a repensar si estaba dándole la justa dimensión a mis interpretaciones y también a procurar mayor claridad en mi postura al escribir.

Este ejercicio resultó revelador y se trasladó a mis posteriores visitas a campo, como una vocecilla que me recuerda que hay cabida para todos los testimonios, incluso aquellos con los que no sienta afinidad. Que la información documental y en campo no siempre coincidirá y en ello radica precisamente la riqueza de la investigación, y también que mi percepción de la realidad no tiene por qué ser universal. Mi historia de vida, mi acercamiento con el objeto de estudio, mi sentido y genuino interés por los procesos agroextractivos, no pueden, aunque quisiera, sostener generalizaciones desde mi única concepción. De ahí la importancia de un diseño metodológico robusto, de preferencia revisado y discutido entre pares, así como un ejercicio permanente de apertura y reflexividad, que den soporte a los hallazgos derivados de la investigación.

Pues siguiendo a Burawoy (2018: 12), somos parte del mundo que estudiamos, y en este escenario, elegir ser reflexivos permite un ejercicio más crítico de la investigación. Muchos autores, preocupados por recuperar esta tradición de pensamiento crítico en América Latina, proponen precisamente la práctica reflexiva desde la acción y sobre la acción, como estrategia para mejorar la forma de abordar los complejos problemas sociales, rescatando el sentido crítico y emancipatorio de la investigación (Boron, 2006; Wallerstein, 2007). Sentido que constantemente se ve amenazado por intereses económicos y políticos que interfieren con la autonomía de la ciencia. De manera que esta reflexividad dialógica-solidaria rompe con la figura del científico individual, productor independiente de conocimientos y se relaciona con la construcción de conocimiento vinculada a actores y realidades (De Sousa Santos, 2006, citado en Ghiso, 2017: 259).

Conclusiones

La incorporación de un ejercicio reflexivo en los diferentes momentos de una investigación, devela un compromiso permanente por parte del investigador con el análisis, revisión y asunción de nuestra postura e influencia en el proceso de investigación. Como seres humanos nos acercamos a un fenómeno y lo interpretamos de acuerdo con nuestras propias creencias, experiencias, prejuicios, valores y conocimientos. Tenerlo claro y permitirnos cuestionar nuestro quehacer desde el lugar en el que nos situamos, no sólo enriquece la investigación, sino que también permite integrar de manera consciente esas subjetividades y examinar críticamente nuestro devenir.

Como se observó, la práctica reflexiva es transversal a todos los momentos previstos en la investigación, no se trata de volver cada tanto sobre nuestros pasos, se trata de integrarla de manera permanente, es decir, de llevar a cabo un ejercicio permanente de investigación reflexiva, desde el diseño de nuestra investigación, hasta la representación escrita de nuestros resultados y hallazgos. Lo que Carmen de la Cuesta denomina como conciencia del investigador (2011: 164), entendida como la conexión permanente que tenemos con la situación que investigamos.

Mi propósito con este ejercicio autoetnográfico fue mostrar cómo he incorporado la reflexividad a mi trabajo de investigación y cómo se trató de un proceso paulatino para hacerlo de manera consciente. Implica, como sugiere Teresa González (2009), estar continuamente buscando un equilibrio entre la flexibilidad del proceso y la rigurosidad del mismo a través de la reflexividad. Para, una vez interiorizado, visibilizar su importancia en la reconfiguración de la investigación ante situaciones no previstas, así como en el continuo hacer y rehacer que supone el trabajo de investigación. Es claro que se trata únicamente de un testimonio que no ofrece modelos unívocos. Mi propósito es sólo compartir mi testimonio, desde la complejidad que supone la reflexividad de una investigadora sobre su propia práctica, y mostrar a esta como una herramienta fecunda en la investigación social.


Bibliografía

Boron, Atilio (2006), “Las ciencias sociales en la era neoliberal: entre la academia y el pensamiento crítico”, en Tareas, núm. 122, Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/panama/cela/tareas/tar122/03boron.pdf

Bertoldi, Sandra, Viviana Bolleta y Milka Mingardi Minetti. (2008), “Operaciones de desplazamiento del campo reflexividad”, en Ciencia, Docencia y Tecnología, núm. 37, pp. 95-106. Disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-17162008000200005 

Burawoy, Michael (2018), “Prefacio: ciencia y reflexividad”, en Juan Ignacio Piovani, y Leticia Muñiz (coords.), ¿Condenados a la reflexividad? Apuntes para repensar el proceso de investigación social, Buenos Aires, CLACSO-Biblos, pp. 12-15.

De la Cuesta-Benjumea, Carmen (2011), “La reflexividad: un asunto crítico en la investigación cualitativa”, en Enfermería Clínica, vol. 3, núm. 21, pp. 163-167.

Díaz de la Rada, Ángel (2016), “La reflexividad analítica sobre lo humano. Algunas certezas morales de un antropólogo social”, en Anuario del Centro de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Calatayud, núm. 22, pp. 7-17. Disponible en: http://www.calatayud.uned.es/web/actividades/revista-anales/22/01-01-AngelDiazdeRada.pdf 

Frausto Gatica, Obed (2015), “La sociología de la ciencia y la reflexividad científica”, en Acta Sociológica, núm. 67, pp. 193-220. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0186602815000158 

Ghiso, Alfredo Manuel (2017), “Reflexividad dialógica, como experiencia de epistemes sentipensantes y solidarias”, en El Ágora. Revista de Ciencias Sociales, vol. 17, núm. 1, pp. 255-264. Disponible en: https://revistas.usb.edu.co/index.php/Agora/article/view/2823/2446 

González, Teresa (2009), “Flexivility and Reflexivity”, en Qualitative Research. Index Enferm, vol. 18, núm. 2, pp. 121-125. Disponible en: https://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1132-12962009000200012&script=sci_arttext&tlng=en

Grimson, Alejandro (2003), “Algunas consideraciones reflexivas sobre la reflexividad en antropología”, en Oficios Terrestres, núm. 14, pp. 56-72. Disponible en: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/46859

Guber, Rosana (2018), “‘Volando rasantes’ …etnográficamente hablando. Cuando la reflexividad de los sujetos sociales irrumpe en la reflexividad metodológica y narrativa del investigador”, en Juan Ignacio Piovani y Leticia Muñiz Terra (coord.), ¿Condenados a la reflexividad? Apuntes para repensar el proceso de investigación social, Buenos Aires, CLACSO-Biblos, pp. 52-73.

Iturrieta Olivares, Sandra (2017), «Ideas sobre reflexividad en las Ciencias Sociales Latinoamericanas», en Estudios Avanzados, núm. 27, pp. 72-91. Disponible en: https://www.revistas.usach.cl/ojs/index.php/ideas/article/view/2971/2697 

Meo, Analía Inés (2010), “Reflexividad e investigación social. Herramientas para su análisis y su práctica en el caso de la sociología cualitativa argentina”, en Praxis Sociológica, núm. 14, pp. 83-100.

Muñiz, Leticia Magali, Juliana Frassa y María de la Paz (2018), “Hacia un encuentro de reflexividades: la entrevista biográfica como interludio del proceso de investigación social” en Juan Ignacio Piovani y Leticia Muñiz Terra (coord.), ¿Condenados a la reflexividad? Apuntes para repensar el proceso de investigación social, Buenos Aires, CLACSO,- Editorial Biblos, pp. 120-146.

Muñoz, Ivonne y Darcy Tetreault (2020), “Reconversión agrícola a la cebada para la producción de cerveza en Zacatecas”, Carta Económica Regional, núm. 126, pp. 133-156. Disponible en: http://www.cartaeconomicaregional.cucea.udg.mx/index.php/CER/article/view/7749/6897 

Osorio Pérez, Oscar (2014), “La importancia de la epistemología y reflexividad en la investigación científica”, en Eutopía, núm. 21, pp. 46-56.

Piovani, Juan Ignacio (2018) “Reflexividad en el proceso de investigación social: entre el diseño y la práctica”, en Juan Ignacio Piovani y Leticia Muñiz Terra (coords.), ¿Condenados a la reflexividad? Apuntes para repensar el proceso de investigación social, Buenos Aires, CLACSO-Biblos, pp. 74-92.

Piovani, Juan Ignacio y Leticia Muñiz Terra (2018), “Introducción”, en Juan Ignacio Piovani y Leticia Muñiz Terra (coords.), ¿Condenados a la reflexividad? Apuntes para repensar el proceso de investigación socialBuenos Aires, CLACSO-Biblos, pp. 16-21. Disponible en: https://www.jstor.org/stable/j.ctvn5tzjw.1#metadata_info_tab_contents 

Street, Susan (2008), “Un recuento autoetnográfico: la representación y la reflexividad a prueba en la investigación del movimiento magisterial democrático”, en Revista Electrónica Sinéctica, núm. 30, pp. 1-17. Disponible en: https://sinectica.iteso.mx/index.php/SINECTICA/article/view/194/187 

Wallerstein, Immanuel (coord.) (2006) Abrir las Ciencias Sociales, Informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, Madrid, Siglo XXI Editores. 


[1] ivonnemm23@gmail.com