De rebeliones y agencia, tres casos en clavede resistencia. Siglos XVII a XIX, Oaxaca y Yucatán

Laura Machuca Gallegos[1]
CIESAS Peninsular

En este trabajo analizaré tres rebeliones indígenas en diferentes siglos y diversos lugares. En su acepción antigua resistencia significa “oponerse a la acción o violencia de alguna cosa, y defenderse de ella” (Real Academia Española, 1737). Los pueblos indios por muchos siglos vivieron resistiendo, implementando en su cotidianidad tácticas, actuando de acuerdo al momento, a través de fugas, robos o rumores, fingiendo enfermedad, retrasando los pagos de los tributos, etcétera (Scott, 2004). Pero si las circunstancias sobrepasaban lo aguantable, se pasaba a planear, controlar y prever, es decir, a la rebelión, una forma más activa y violenta de resistencia, que era resultado de la estrategia (De Certeau, 2000: XLIX-LI, 42-45).

Se tiene conocimiento de estos actos a través de los documentos judiciales, que presentan la versión oficial de la historia, muchas veces tergiversada por la traducción al español por parte de las autoridades. Pero también los historiadores han mostrado su riqueza, cuando se busca con paciencia la voz de los de “abajo”. Se asume que los participantes en las rebeliones, tumultos, revueltas y disturbios, etcétera, eran sujetos activos, conscientes de su realidad y capacidad de agencia.

Me acercaré a tres diferentes rebeliones, la de Tehuantepec ocurrida en marzo de 1660, la de Canek en Yucatán en 1760 y la de Nohcacab también en Yucatán en 1843.

La rebelión de Tehuantepec de 1660 y el repartimiento de mercancías

Tehuantepec era una provincia de indios en cuya cabecera habitaban zapotecos. La región estaba integrada por varios nichos geográficos y otros grupos étnicos: mixes, chontales, ikoots (huaves) y zoques.

En Tehuantepec, el repartimiento de mercancías ya funcionaba desde fines del siglo XVI sin haber tenido consecuencias graves, más que las quejas de los indios por el abuso de algunos funcionarios tanto indios como españoles. En este sistema comercial un funcionario provincial, en este caso el alcalde mayor, la máxima autoridad, vendía mercancías a crédito a los indígenas a precios inflados y, a su vez, les compraba su producción local a precios más bajos que el mercado. Existía cierto equilibrio y negociaciones, hasta que el alcalde mayor Juan de Avellán no respetó estos acuerdos.

La rebelión de 1660 es considerada como uno de los más grandes movimientos indígenas en el siglo XVII, pues unificó a varias alcaldías mayores (Tehuantepec, Nexapa, Villa Alta e Ixtepeji) con un único objetivo: acabar con, o por lo menos disminuir, la opresión española. Esta expansión del movimiento se explica por la existencia de un circuito de comercio indígena, que vinculó a las provincias, que se remonta a la época prehispánica, y que creó redes comerciales de solidaridad y de información (Machuca, 2007 y 2008). Sobre todo se comerciaba la sal que se producía en las salinas de Tehuantepec, muy apreciada por su sabor y blancura.

Avellán rebasó la capacidad productiva de las comunidades pues no daba oportunidad de tener un excedente para llevarlo a vender libremente al mercado, ni les daba la libertad de elegir a su propio cabildo. Además era tal la rudeza de sus castigos que incluso asesinó a un cacique. El lunes 22 de marzo de 1660, en plena semana santa, los indios de la villa de Tehuantepec lo mataron a él y a tres criados. Argumentaron que la causa eran las numerosas cargas y abusos, pero que no estaban ni contra Dios ni el rey.

Ellos reivindicaban el derecho a elegir sus propias autoridades sin intervención de terceros y la libertad de comerciar sin los repartimientos que imponía el alcalde. Así, los rebeldes eligieron a los miembros de su nuevo cabildo. El movimiento pronto se extendió a las provincias vecinas. Además, la rebelión coincidió con un periodo en que se registraba merma de población, sequía, malas cosechas y problemas de abasto de maíz (Díaz Polanco, 1992, 2022).

La rebelión fue larga, duró un año y dos meses, aunque poco se sabe de lo que sucedió en ese ínterin. Tal vez la lejanía del lugar con la ciudad de México, donde se tomaban las decisiones, y la escasa población española (60 hombres) influyeron para que las autoridades no actuaran pronto. Don Alonso de Cuevas Dávalos, obispo de Oaxaca, fue uno de los primeros que trató de encontrar una solución pacífica. No obstante, el oidor Juan Francisco Montemayor y Cuenca, enviado del virrey, persuadiendo a los rebeldes de que llegaba a pacificar, acabó violentamente con el movimiento. Algunos cabecillas fueron condenados a la horca; otros recibieron azotes, trabajo en obrajes y destierro. A las mujeres, que tuvieron una presencia activa en el movimiento, siendo “las peores y las más obstinadas, osadas y valientes pedreras’’, se les cortaron los cabellos y a algunas se les mandó azotar.

Esta rebelión constituyó un hecho fundamental en la afirmación de la identidad regional de los pueblos del Istmo, pues en la memoria histórica de la gente quedó el recuerdo de su participación y todavía se conmemora.  Todos los pueblos se unieron con la consigna “Haremos Tehuantepec” (Díaz Polanco y Manzo, 1992: 118; Machuca, 2008).

La rebelión se extendió por varias jurisdicciones gracias a la red comercial que permitía el intercambio de bienes y de noticias, pero también porque estos pueblos compartían un sistema de creencias común: el ideal del regreso de los señores nativos.

El oidor Alonso Montemayor y Cuenca refiere lo siguiente:

con persuadirse unos a otros que había llegado ya el tiempo de salir de la opresión de los españoles y cumplidose el plazo en que habían de salir de una laguna donde estaban escondidos el rey de Tehuantepec y de los zapotecas… llamado Congun y el de la Villa Alta y de la nación de los mixes… llamado Condoique con que alborotados con este embeleso trataban estas provincias de una misma conspiración.[2]

El rumor se había expandido.

Los alcaldes mayores posteriores tampoco olvidarían el movimiento de 1660, incluso uno de ellos escribió: “estos naturales tienen de soberbios lo que otros de humildes y son hijos de atrevimiento por cuya razón les he tenido gran respeto y se los mantendré…”.[3]

La rebelión de Canek de 1761

Canek fue un hombre que decía que era Dios y se hizo coronar rey. Los historiadores han documentado su vida antes de este hecho (Patch, 2002; Bracamonte, 2004 y Bracamonte y Solís, 2005). En el pueblo de Cisteil logró congregar un buen número de indios que se sublevaron el año de 1761.

El movimiento de Canek fue posible porque en la conciencia de la gente maya estaba viva aún la profecía del arribo de un hombre-Dios, un héroe que liberaría al pueblo de la opresión, mismo patrón que en Tehuantepec. Además, Canek se autonombró Moctezuma y dijo que provenía del oriente. Varios pueblos creyeron que él era el esperado. Canek había crecido en el cristianismo e hizo sus propias adaptaciones.

Dos tendencias ideológicas existían entre los mayas coloniales según la hipótesis de un autor: los que aceptaron las reglas de los españoles y establecieron un pacto colonial con ellos y los que se opusieron a la conquista y fomentaron la huida a la montaña como forma de emancipación (Bracamonte, 2005). De hecho, la sublevación se inserta en una estructura socioeconómica particular: predominio del repartimiento de mercancías, como en Tehuantepec, del pago del tributo, desarrollo de las estancias ganaderas, y deterioro en el papel desempeñado por las élites locales.

A decir de Robert Patch (2002), el movimiento mesiánico de Cistel se transformó en una insurrección para mostrar quién tenía autoridad. El comerciante español Diego Pacheco se hospedaba en el mesón del pueblo y Canek con sus hombres le preguntaron el motivo de su presencia. Al parecer su respuesta no convenció: trató a Canek de borracho y dijo que como español podía quedarse donde fuera. Solo se ganó ser asesinado el 19 de noviembre. El maestro de coro corrió a propagar las noticias. Al día siguiente un grupo de 15 milicianos de Sotuta que acudieron a la represión de los alzados fue atacado y la mayoría de sus integrantes muertos, incluyendo el capitán Tiburcio Cosgaya.

En los días siguientes llegaron al pueblo rebelde diversos caciques y principales a otorgar la obediencia al nuevo rey, llevándole regalos, acompañados de grupos de hombres armados. El día 20 se celebró la entronización del rey indígena. Se estima que, en una semana, entre 1,200 y 2,500 mayas se congregaron en Cisteil bajo las órdenes de Canek, quien abolió los tributos y repartimientos y nombró un gobierno de mayas libres.

Se calcula que un contingente de tres mil hombres armados cercó el pueblo y el día 26 por la tarde ya se había derrotado a los rebeldes. Canek huyó con su gente, pero fue capturado el día 30 de noviembre y conducido a la cárcel de la ciudad de Mérida. El movimiento fue efímero, solo duró 11 días. Canek murió atenazado en la plaza pública de Mérida el día 14 de diciembre. El pueblo de Cisteil fue arrasado y cubierto de sal, aunque sólo fue el centro de la rebelión que incluía a otros poblados cercanos y lejanos. Sin duda existió toda una región de la rebelión, que falta analizar. 

La rebelión de Nohcacab

En mayo de 1839, Santiago Imán, un oficial del ejército perteneciente a los sectores medios, se rebeló en Tizimín contra el gobierno central y a favor del sistema federal. Lo acompañaban como lugartenientes José María Vergara y Pastor Gamboa. Estos últimos se valían de los caciques locales y de su influencia en la gente para reclutar soldados. Imán se alió con los mayas, ofreciéndoles la abolición de las obvenciones. En pocos días, varios pueblos secundaron su pronunciamiento, entre ellos Tixhualactún, pueblo cercano a Valladolid.

En 1841 sucedió la declaración de independencia de Yucatán y las negociaciones con México. El presidente Santa Anna mandó un contingente para recuperar el territorio y en Campeche y Yucatán se organizaron juntas patrióticas y guardias nacionales, entre las que se encontraban las secciones de Oriente y de la Sierra, dirigidas por varios líderes. Entre ellos estaba Pastor Gamboa, quien llamó a los mayas a pelear con ellos, y fue quien permitió atacar la hacienda Uxmal, para sacar algún botín, sin sospechar las consecuencias.

El lunes 10 de abril de 1843 un contingente de mayas orientales y de Nohcacab (unos 50 hombres) llegó a la hacienda Uxmal (y después también a su anexa Chetulix). La consigna era sólo tomar unas cuantas cabezas de ganado. Los “orientales” saquearon las trojes e hicieron repartición de carne y maíz. Había tres hombres en la hacienda: el mayordomo Félix del Castillo, su compadre José Antonio Romero, y el mayoral Basilio Collí. En particular con éste se ensañaron, quizá por ser maya: lo azotaron, lo abofetearon, lo patearon, y lo colgaron en suspensión.

El miércoles 12, Domingo Cen de Tixhualactún, ayudado por Gerónimo Izá y Francisco Javier Tacú —ambos de Nohcacab—, asesinó a estos tres hombres, les cortó la cabeza y los mutiló en sus partes genitales.  La situación se volvió más dramática dado que los hechos pasaron justo en la Semana Santa (ya vimos que la rebelión de Tehuantepec también sucedió en esas fechas). Aparentemente era el inicio de una rebelión.

Un autor la llamó “La rebelión de Nohcacab: prefacio inédito de la guerra de castas” (Güémez, 1992). Después de los sacrificios, sucedió la matanza de ganado y la repartición de carne y maíces a todos los que se acercaran a pedirlo, y lo mismo se repitió en Chetulix. También destruyeron los libros de las haciendas, donde seguramente se anotaban las cuentas y se llevaba la administración.

El pueblo de Nohcacab tuvo que tomar una posición. Convocaron a una reunión la noche del mismo miércoles de los asesinatos, en la que según los testimonios se juntaron 400 hombres. Por tal razón el cacique de Tixhualactún, Laureano Abán, fue acusado de “sostener una sublevación y conspiración” en donde ya se hablaba de “disminuir” el número de “blancos”.[4] El rumor se extendió y creó preocupación en la población.

En ese momento los hechos de Uxmal cobraron una nueva dimensión. De la táctica de Certeau, de la espontaneidad, se pasó a la estrategia. Como ha estudiado Scott en su libro sobre las formas cotidianas de resistencia (2004), una cosa es vivir con el resentimiento y pensando en el día de la venganza y otra cuando llega la hora de actuar.  Los mayas justificaron los asesinatos como un acto de expresión política, pues alegaron que habían acabado con la vida de tres centralistas (a favor de la anexión), un argumento a su favor, que sirvió también como pretexto para sacar un resentimiento acumulado desde mucho tiempo atrás.

Las autoridades se encargaron de cortar el movimiento rápidamente y a todos los implicados se les abrió un proceso judicial. Fueron encarcelados y condenados a diez, ocho y cinco años de cárcel. Domingo Cen fue fusilado en el Campo Marte el 4 de enero de 1845.  A Nohcacab como castigo por los hechos referidos se le cambió su nombre a Santa Elena. Además, el pueblo fue consumido por el fuego dos veces en 1849, en asaltos perpetrados por los mayas rebeldes una vez iniciada la Guerra de Castas en 1847.

Comentarios finales

Si observamos las tres rebeliones analizadas, nos damos cuenta de que un punto en común es hacer notar la inconformidad con una parte del sistema establecido, pero no contra él en su totalidad. Es decir, sin cuestionar propiamente su existencia. En la rebelión de Tehuantepec o en la de Canek la idea era tener gobiernos independientes, pero siempre se encontraban en el marco de la religión católica y el rey. El asesinato también es una característica común, y se puede entender como la necesidad de tener una víctima expiatoria, que representa al sistema al cual se critica. En Nohcacab incluso iba ligada a prácticas rituales.

En el caso de las rebeliones de Tehuantepec y de Canek, hay detrás el desarrollo de estrategias y tácticas que funcionaban al mismo tiempo; en el caso de Nohcacab, del siglo XIX, podemos ver que fueron las tácticas cotidianas las que más funcionaron.

El rumor fue fundamental en los tres movimientos. Solo así podían extenderse y atraer a la gente. Si bien la rebelión de Nohcacab se inserta más en el contexto político del siglo XIX, en las de Tehuantepec y Canek todavía están latentes las ideas mesiánicas y la vuelta de los señores originales (lo cual no quiere decir que estas ideas no continuaran en el siglo XIX).

Dos de los movimientos coinciden con Semana Santa, quizá porque en los días de guardar es más fácil juntar a la gente, y también la contraparte está ocupada en las celebraciones. En las tres podemos ver que funciona la noción inicial de resistir, “oponerse a la acción o violencia de alguna cosa, y defenderse de ella”.

Bibliografía 

Bracamonte y Sosa, Pedro
2004    La encarnación de la profecía Canek en Cisteil, México, D. F., CIESAS / ICY / Miguel Ángel Porrúa (Colección peninsular).

Bracamonte y Sosa, Pedro y Gabriela Solís Robleda
2005    Rey Canek. Documentos sobre la sublevación maya de 1761, México, D. F., CIESAS (Colección peninsular, Memoria documental).

De Certeau, Michel
2000    La invención de lo cotidiano 1. Artes de hacer, México, D. F., Universidad Iberoamericana / ITESO.

Díaz Polanco, Héctor
1992    El fuego de la inobediencia. Autonomía y rebelión india en el obispado de Oaxaca, México, D. F., CIESAS.

Díaz Polanco, Héctor
2022    El gran incendio. La rebelión de Tehuantepec, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica.

Díaz Polanco, Héctor y Carlos Manzo
1992    Documentos sobre las rebeliones indias de Tehuantepec y Nexapa. (1660-1661), México, D. F., CIESAS.

Güémez, Arturo
1992    “La rebelión de Nohcacab: Prefacio inédito de la Guerra de Castas”, Relaciones, vol. 52, pp. 167-202.

Machuca Gallegos, Laura
2007    Comercio de sal y redes de poder en Tehuantepec en la época colonial, México, D. F., CIESAS / Fomento Cultural BANAMEX.

Machuca Gallegos, Laura
2008    Haremos Tehuantepec, una historia colonial (siglos XVI-XVIII), Oaxaca, Dirección General de Culturas Populares CONACULTA / Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Oaxaca / Fundación Alfredo Harp Helú / CIESAS.

Machuca Gallegos, Laura y Carmen Méndez Serralta
2011    Un desorden de consideración y trascendencia: los mayas y los acontecimientos de Nohcacab, Uxmal y Chetulix en 1843, México, D. F., CIESAS.

Patch, Robert
2002    Maya Revolt and Revolution in the Eighteenth Century, Nueva York, Sharpe.

Real Academia Española
1737    Diccionario de la Lengua Castellana, Tomo 5, Madrid, imprenta de Francisco del Hierro.

Scott, James C.
2004    Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, México, D. F., Era.

Archivos

Archivo General de Indias (AGI)

Archivo General de la Nación (AGN)

Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY)

Recomendación de video

Sobre la rebelión de Tehuantepec:

Canal Once
2024    Conmemoraciones – La Rebelión de Tehuantepec (03/04/2024), YouTube, 3 de abril, https://www.youtube.com/watch?v=6G3UMPu79zg.


[1] laurama@ciesas.edu.mx.

[2] Archivo General de Indias, Patronato, vol. 230 r. 4 f. 20v-21.

[3] Archivo General de la Nación, Indios, vol. 42, exp. 109, 2 de mayo de 1719.

[4] “Causa instruida al Cacique de Nohcacab y otras personas por los robos y homicidios cometidos en las haciendas Uxmal y Chetulix”, AGEY, Justicia, penal, vol. 33, exp. 7, 1843, f. 6v (pieza 2)