Sergio Gallardo García[1]
CIESAS Ciudad de México
Foto 1. Pastor Woo Sang-bom con Alfredo Romero en la primera sede de la embajada de Corea del Sur. Lomas de Chapultepec, Ciudad de México. 1966.
Recuerdo el día cuando por primera vez lo conocí. Fue a inicios del 2014, en la sala Lucio Mendieta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en un evento organizado por una estudiante de Relaciones Internacionales en colaboración con una comisión de derechos humanos de la ONU, en el que se presentaron las condiciones de los migrantes y refugiados norcoreanos. La charla no fue muy afortunada y la participación de Alfredo Romero como comentarista fue crítica pero amable, señalando los vacíos y exageraciones con las que se suele representar a Corea del Norte.
Aunque ya lo había visto por los pasillos de la Facultad, andando casi siempre con un apresurado paso pero con gran porte, luciendo siempre su cuidada barba blanca −por la cual mi generación de sociología lo ubicada como «el profe Ho Chi Minh»−. Pero fue en esta ocasión cuando advertí que me había estado encontrando en la explanada alta y baja de nuestra querida «polakas» al investigador pionero en estudios sobre la migración coreana en México (con sendas incursiones de trabajo de campo en Mérida, Ciudad de México y Tijuana), tema que yo buscaba explotar en mi tesis de licenciatura preguntándome sobre la presencia coreana en la Zona Rosa de la Ciudad de México.
Tiempo después, entre nuestras primeras reuniones de trabajo, él, acompañando mis pesquisas de investigación como parte de mi comité de tesis, me confiaría que en ese encuentro logró identificarme por mi permanente sonrisa durante todo el evento. También me refirió que su interés en Asia nació de la inquietud que le generó la comprensión de las razones por las cuales se inmolaban los monjes budistas durante la guerra de Vietnam, y su descubrimiento de la imbricación que tenían el pensamiento y las prácticas religiosas con el sentimiento nacional y la ideología política en esa región del mundo. Esto le llevaría después a contrastar el caso de Vietnam, un país multiétnico y multicultural que nunca se dividió, con el de Corea, donde el discurso proclamaba la “homogeneidad étnica”, anclando a la división en los intereses geopolíticos de Estados Unidos y la (entonces) URSS, lo cual era muy discutible.
La realización de este número, dedicado a pensar las migraciones coreanas, coincide con la celebración de sus 50 años de docencia y 80 años de vida. Por ello, comparto a continuación unas breves notas personales por las que considero que Alfredo se ha vuelto un referente obligado en los estudios coreanos en América Latina, en especial para quienes nos adentramos a investigar las migraciones al continente provenientes desde la península coreana.
Medio siglo de cátedra sobre Asia
Alfredo fue el primer estudiante mexicano en hacer una estancia de estudios de posgrado en Corea del Sur, a mediados de la década de los años sesenta del siglo pasado, incentivado por la apertura del Centro de Estudios Orientales en la UNAM, cuyo propósito era abrir una veta de especialización y formación de profesionistas en estudios asiáticos, intento que no se pudo cumplir, porque casi de inmediato, el Centro cerró sus puertas. Este precedente no tendría continuidad en esta universidad sino hasta la creación del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África (PUEAA) en 2017. Por consiguiente, su retorno a México no fue muy afortunado. No obstante, su formación en estudios asiáticos le abrió la puerta para incorporarse, en 1970, a la docencia en Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Esta afiliación le ofreció también a ese joven investigador la ocasión de empezar su trabajo de investigación sobre Asia. Así, de manera paralela a la docencia en la UNAM, empezó a colaborar con el programa de posgrado del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, institución que desde su fundación en 1964, ha sido el epicentro en México de formación de especialistas en estudios sobre Asia. Allí, en los años noventa, se instituyó el primer programa de posgrado en estudios coreanos que desafortunadamente se interrumpió.
Esta experiencia de vinculación entre estas dos casas de estudio le permitió a Alfredo colaborar, a invitación de la doctora María Elena Ota Mishima, en un equipo de investigación coordinado por ella, el cual buscaba plantear nuevas rutas de investigación sobre distintos flujos de inmigración asiática a México que, hasta ese entonces, escasa atención había merecido. La catalogación y análisis de los documentos del Registro Nacional de Extranjeros, y demás folios resguardados en el Archivo General de la Nación, le permitieron a Alfredo iniciar una nueva experiencia de estudio y desbrozar el camino que abrió la brecha de los estudios de la migración coreana en México.
Actualmente, Alfredo participa también como uno de los especialistas docentes en distintas ofertas educativas relativas a los estudios de Asia en México, por mencionar algunas: en el Diplomado de Estudios sobre Asia del PUEA; los cursos en línea sobre Corea, impartidos por la Universidad Autónoma de Nuevo León, auspiciados por el programa para América Latina de la Korea Foundation; la reciente iniciativa del centro de educación continua de FLACSO-Ecuador de organizar cursos sobre Corea y los seminarios que Alfredo ha organizado junto con el Círculo Mexicano de Estudios Coreanos. Cabría además agregar su participación inicial en organizaciones académicas donde se discuten las investigaciones en curso y terminadas sobre el tema, con colegas de toda América Latina, como la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África (ALADAA) y el Encuentro de Estudios Coreanos en América Latina (EECAL).
Foto 2. Alfredo Romero compartiendo su archivo personal de documentos sobre migración coreana con la Asociación de Descendientes Coreanos en la Ciudad de México. Colonia Juárez, Ciudad de México. Febrero de 2020.
Por ello, Alfredo Romero ha sido reconocido como el pionero de los estudios coreanos en México, quien por mucho tiempo, fue el único que se dedicó a realizar investigaciones y publicaciones sobre el tema, hasta que, en la década de los noventa, también convergieron las investigaciones sobre arte y religión de la antropóloga doctora Silvia Seligson, las indagaciones sobre diplomacia del doctor José Luis León Manríquez y las investigaciones económicas del doctor Juan Felipe López Aymes.
A partir de entonces, Alfredo dejó de ser “llanero solitario” para convertirse en guía y mentor de distintas generaciones −no sólo de México−, que desde diferentes disciplinas y programas de licenciatura y posgrado, tienen como objeto de investigación el estudio de la historia y cultura de la península coreana.
Con medio siglo de cátedra fraternal y apoyo horizontal para impulsar de manera documentada a quien busca adentrarse en este campo de estudios, considero que los aportes de Alfredo van más allá de ser un pionero, según nos lo dejan ver sus múltiples citaciones en referencias en trabajos e investigaciones de diferentes colegas en toda América Latina, se ha convertido en un clásico de los estudios coreanos.
Con clásico me refiero a todo el rigor de la palabra, pues no es posible hacer un escrito o un nuevo avance en estudios sobre migración coreana, historia social de Corea o relaciones diplomáticas sin antes consultar, estudiar y citar su obra como obligado punto de partida.
Aportes al estudio de la migración coreana en América Latina
La participación de Alfredo en el ya mencionado proyecto de investigación sobre inmigraciones asiáticas a México dio como resultado en 1997 la publicación de lo que considero es el texto clásico sobre la migración coreana, no sólo en México sino en América Latina: Huellas del paso de los inmigrantes coreanos en tierras de Yucatán y su dispersión por el territorio mexicano” (Romero, 1997). En sus 41 páginas de extensión contiene la historia de más de 90 años, desde la decadencia de la dinastía Yi en la península coreana y la política migratoria del Porfiriato, hasta el auge demográfico de Tijuana como una frontera latente después de la Segunda Guerra Mundial. El texto sigue en forma historiográfica los primeros pasos de las personas coreanas que arribaron a México en 1905 y otras presencias en América Latina.[2]
Con una prosa atractiva, el texto lleva la centralidad de analizar las cédulas encontradas en el Registro Nacional de Extranjeros para hacer inferencias y seguir rutas de información que eventualmente se materializan en la historia concreta de personas y familias, quienes van apareciendo al final del texto como manifiesto vivo de esta migración. Se trata no solo de personas entrevistadas que son descendientes de esta primera migración, sino -y así cierra el texto- como continuadores de una historia que “aún hoy se escribe y todavía está a la espera de su narrador” (Romero, 1997: 161).
Considero que los atributos de clásico de este inaugural texto no están sólo en este cruce de fuentes primarias de las cédulas con entrevistas, donde se deja ver una escuela etnográfica de su formación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales −de constatar el dato frente a la realidad− con la realización de entrevistas situadas en distintas regiones del país; además, es el único texto hecho hasta la actualidad que ha puesto a dialogar documentos y fuentes primarias consultadas tanto en Corea del Sur y México como en Japón.
Alfredo consultó documentos en japonés, resguardados en el Archivo Diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, que contrastó con otros que halló en el Archivo Histórico Genaro Estrada y el Archivo General de la Nación, así como otras fuentes primarias que revisó en Corea del Sur.
Gracias a estas indagaciones y cotejo de documentos en varios idiomas, tenemos una fiel traducción de lo publicado en el periódico Jwangsong shimun el 24 de diciembre de 1904 como la invitación a venir a trabajar a México, palabras que leyeron (o escucharon de voceros) las primeras familias coreanas que se embarcaron en el Ilford, y que eran desconocidas para sus descendientes radicados en Tijuana, como me di cuenta al citarlas en una ponencia que di en esa ciudad, lo cual causó mucha emotividad (Gallardo, 2019).
Huellas del paso de los inmigrantes coreanos (Romero, 1997) sienta las bases del primer mapeo de las primeras familias coreanas que se dispersaron y eventualmente se asentaron tanto en Cuba como en diferentes regiones de México a partir de 1909. Por medio de entrevistas, presenta, de un lado, las motivaciones y complicaciones, y de otro, los oficios desempeñados y las principales ciudades donde se fundaron asociaciones coreanas que ayudaron a mantener una cohesión e identidad que persiste hasta ahora: Matanzas (Cuba), Mérida, Ciudad de México, Champotón, Coatzacoalcos y Tijuana (México).
Producto de este seguimiento es su publicación Coreanos en la Ciudad de México (Romero, 1999), en la cual narra la inserción de estas familias coreanas en las calles de la colonia Guerrero y otras zonas cercanas al Centro Histórico. Allí, se mencionan en forma detallada los establecimientos, tiendas, oficios y experiencias que tuvieron en la capital, y cómo este asentamiento mantuvo una estrecha relación con los desplazamientos hacia Tijuana y también una comunicación constante con las familias que permanecieron en la península yucateca.
Otro de los aportes a visibilizar es que en sus posteriores publicaciones, Alfredo ha hilado sus resultados de investigación con una explicación de los nuevos flujos migratorios, ahora provenientes únicamente desde Corea del Sur, desde una visión comprensiva de la historia de la península coreana, para así entender las diferencias entre estas distintas inmigraciones y sus respectivas implicaciones a la hora de estudiarlas (Romero, 2005, 2009ª y 2009b).
Foto 3. Alfredo Romero junto al Dr. Chaimun Lee, reunidos como ponentes en la conferencia anual de la Asociación Coreana de Estudios de Asia Central. Montañas de Tian Shian en Almaty, Kazajistán. 2001.
Esta propuesta epistémica, que materializada en toda su obra, se puede observar también en el artículo sobre la bailarina Choi Sǔng-Hǔi, bailarina que realizó una gira por Estados Unidos, Europa y América Latina entre 1939 y 1940, que le permite reflexionar sobre los orígenes y características de la danza moderna, enfatizando cómo la movilidad entra en juego en su enunciación como folklórica, moderna o tradicional, a partir de dar cuenta de la recepción del performance de esta artista en distintos países del mundo, Japón y la propia Corea (Romero, 2019). A su vez, como él lo ha expuesto, esta gira puede ser considerada como la primera ola artística internacional coreana en nuestro continente.
Esto lo ha llevado a plantear puntualmente, recuperando tanto la iniciativa de Patrick Maurus (2018) de “las tres Coreas” como la discusión suscitada en la Red Francófona de Estudios Coreanos, que todo estudio sobre la migración coreana −o de cualquier aspecto histórico o cultural relativo a la península coreana−, debe partir del entendimiento de que hoy en día existen al menos tres realidades coreanas que comparten una historia común, cuyo desarrollo contemporáneo las sitúa en entidades diferenciadas con sus propias particularidades a tener en cuenta: Corea del Norte, Corea del Sur, y la realidad coreana de Xiaoxian, en China. Incorporando esta «Tercer Corea», se comprende también a las demás comunidades coreanas esparcidas fuera de la península (Romero, 2017) en tanto realidades coreanas fuera de la península. Con estos aportes, Alfredo ha marcado una escuela crítica de pensamiento e investigación sobre las migraciones coreanas, que no sólo es recuperada en México, sino entre colegas coreanistas en Argentina, Brasil, Chile y Colombia; que lo coloca en una posición de clásico en este campo de estudios aún en ciernes.
Alfredo como sabonim de los estudios coreanos
Quizá por el impacto cultural que tuvo la película Karate Kid (1984), hemos adoptado o conocemos bastante bien la palabra sensei, y la asociamos a figuras de enseñanza y sabiduría como el “profesor Miyagi”. En lengua coreana la palabra adecuada a esta figura sería sabonim, que es empleada en la disciplina y arte marcial del taekwondo y que quiere decir, ‘honorable profesor’.
Así como las y los profesores de taekwondo tienen que llegar al nivel máximo de cinta negra y tener cierto récord de competencias y años de docencia para ser reconocidos con este mote. De manera similar, Alfredo ha llegado a ser un sabonim de los estudios coreanos, no sólo por ser un pionero estudioso y profesor de cátedra, sino por ser un maestro de vida que ha formado e invitado de manera empática a varias personas a sumarse al camino de la investigación −dentro y fuera de la academia− vinculada con Asia, particularmente con la península coreana.
En su andar, tiene más de treinta publicaciones en español e inglés, en distintos libros y revistas internacionales dentro y fuera de México. No es algo menor decir que esa producción la ha acompañado con, al menos, según el registro de TESIUAM, con 32 asesorías de tesis en el campo de los estudios de Asia y varias sobre migración coreana.
Su quehacer científico desborda la disciplina de las relaciones internacionales, donde se puede apreciar esa escuela formativa que muchas veces ha comentado que recibió «con los Pozas». Esta pareja de sociólogos-antropólogos consideraba al trabajo de campo etnográfico como requisito metodológico indispensable para cualquier investigador en ciencias sociales, para generar confianza y un ámbito de horizontalidad tales que le permitiera acceder de manera amplia a más datos cualitativos que nutrieran los intereses de su investigación.
Así lo ha hecho Alfredo y no sólo por la escuela antropológica de los Pozas, sino por ese etnógrafo innato que ha resultado ser: curioso y amable, muy observador, de charla cautivadora, además de excelente bailarín; que ha llevado sus pasos de vida y de investigación a todos los rincones de este y el otro lado del Pacífico, encausando como sabonim una escuela de legados en los estudios de migración coreana en América Latina.
Alfredo: ¡Un apretado lóoch de parte de todes quienes nos consideramos tus estudiantes!
Foto 4. Alfredo Romero y Sergio Gallardo entrevistando a la nieta de Victoria Lee, María Eugenia Olsen. Puerto Progreso, Yucatán. 2020.
Bibliografía
Gallardo García, Sergio (2019), “Coreanos en Tijuana y Baja California”, conferencia dictada en el Seminario de Estudios sobre Inmigrantes, Gremios y Lugares Emblemáticos de Tijuana, organizado por Carlos Antaramián. 26 de septiembre de 2019. El Colegio de la Frontera Norte, Archivo Histórico de Tijuana, Instituto Municipal de Arte y Cultura, Tijuana.
Romero Castilla, Alfredo (2019), “Las An-danzas de Ch´oe Sŭng-Hŭi, por teatros de América Latina”, en Chakana. Revista Internacional de Estudios Coreanos, 3: 43-60.
—————— (2017), Corea en la encrucijada de su historia, Coordenadas 2050, Cuadernos de la Coordinación de Humanidades, México, UNAM.
—————— (2009a), “Coreanos. Su presencia ayer y hoy”, en Carlos Martínez Assad (coord.), La ciudad cosmopolita de los inmigrantes, tomo I, México, Gobierno de la Ciudad de México, pp. 283-305.
—————— (2009b), “De Choson a Chosen: Unión y fractura de la nación coreana», en José Luis León Manríquez (coord.), Historia Mínima de Corea, México, El Colegio de México, pp. 69-116.
—————— (2005), “De colonos a trabajadores migratorios. El proyecto de colonización del Porfiriato y la inmigración del Este de Asia a México”, en Revista Asia y América, vol. 5, núm. 2, pp. 101-132.
—————— (2000), “The Korean Immigration to Mexico”, en Seong-sook, Yim (ed). La Corée, le peuple et ses valerurs culturelle d’hier à aujourd’hui, Montreal, Les Presses de l’Universite de Montréal, pp. 139-158.
—————— (1999), “Coreanos en la Ciudad de México”, en Clara Jusidman (ed.), Babel Ciudad de México. vol. 2, Asiáticos en la Ciudad de México, México, Gobierno del Distrito Federal, pp. 9-23.
—————— (1997), “Huellas del paso de los inmigrantes coreanos en tierras de Yucatán y su dispersión por el territorio mexicano”, en María Elena Ota Mishima, Destino México. Un estudio de las migraciones asiáticas a México, siglos XIX y XX , México, El Colegio de México, pp. 123-166.
- Egresado del doctorado en Antropología, CIESAS-Ciudad de México |s.gallardo@ciesas.edu.mx ↑
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La primera migración coreana registrada al continente es de 1903 a Estados Unidos, específicamente a las plantaciones de azúcar en Hawái y posteriormente a los campos agrícolas de California. ↑