Tomás Gómez Mata[1]
CIESAS Peninsular
Introducción
En enero de 1955, bajo la iniciativa del entonces rector, el Dr. Manuel Nava, se inauguró la Facultad de Humanidades en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP). Durante el discurso de apertura, uno de sus fundadores, el profesor Ramón Alcorta Guerrero, enfatizó la importancia de una universidad sólida, comprometida con abordar los problemas regionales con fuerte compromiso y proyecto social, aludiendo a la crisis política y de gobernabilidad que atravesaba San Luis Potosí en ese momento:
Pero si queremos que nuestra Universidad sea plenamente útil a la comunidad y llegue a ejercer una influencia saludable y permanente sobre la conciencia social […] con miras a lograr una Universidad localizada y concreta, fuertemente enraizada en nuestra realidad, hemos establecido en consecuencia como propósito fundamental de la nueva Facultad [de Humanidades] contribuir al estudio y solución técnica de los problemas regionales y nacionales que son de su incumbencia. […] Queremos acabar de esta manera con la universidad “que no está en ninguna parte” o que se sitúa “en un lugar cualquiera” de espaldas a las necesidades e inquietudes de la comunidad, a la que simplemente se había ignorado. (Alcorta Guerrero, 1959)
El discurso de Alcorta subraya la necesidad de conectar la universidad con las realidades sociales regionales y locales, oponiéndose a la idea de una institución desvinculada que ignora las necesidades de la comunidad y opera al margen de los problemas específicos de su entorno sociopolítico, como los generados por el cacicazgo de un hombre: Gonzalo N. Santos. Asimismo, el profesor justificó la creación de la nueva facultad como una herramienta clave para impulsar una transformación social profunda.
El general Gonzalo N. Santos ejerció el poder mediante un régimen autoritario en el que la formación de instituciones quedó supeditada a su arbitrio. Las consecuencias de este control fueron la implementación de políticas públicas caracterizadas por la arbitrariedad y, en sus excesos, por una combinación de violencia institucional y personal (Monroy y Calvillo, 1997: 289). Aunque su mandato oficial como gobernador de San Luis Potosí abarcó de 1943 a 1949, Santos mantuvo una influencia política total gracias a la complacencia de las autoridades federales, lo que permitió el surgimiento de un nuevo cacicazgo con un fuerte control en las esferas más altas del estado. Sin embargo, la oposición a su régimen fue en aumento, especialmente entre los sectores medios y la clase profesional de San Luis Potosí.
El objetivo del presente trabajo es analizar la trayectoria de vida del profesor universitario Ramón Alcorta Guerrero, entre 1955 y 1962, evaluando su influencia desde el ámbito educativo como impulsor de la creación de la Facultad de Humanidades en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y su incursión en la política local, y cómo su liderazgo junto al Dr. Salvador Nava contribuyó a la movilización social y política desde la universidad contra la dominación del régimen caciquil del general Gonzalo N. Santos, en la búsqueda de la democracia y mayor participación ciudadana en San Luis Potosí.
El estudiante Alcorta y su experiencia en la lucha por la autonomía universitaria
Ramón Alcorta Guerrero nació en Tamuín, en la región huasteca, el 6 de septiembre de 1910. A los nueve años, su familia se trasladó a la capital potosina, donde completó su educación básica. En 1926, ingresó al Instituto Científico y Literario, donde descubrió su pasión por la geografía y la historia, disciplinas que despertaron su curiosidad intelectual. Tras concluir sus estudios preparatorios, se matriculó en la carrera de Jurisprudencia en la misma institución, y, en 1930, aún como estudiante, se unió a la planta docente de la Preparatoria, impartiendo las asignaturas de Geografía Física y Humana durante más de siete años (Pedraza, 1970: 147-149).
Participó activamente en el movimiento estudiantil que luchó por el restablecimiento de la autonomía y la libertad de cátedra en la universidad potosina en 1934.[2] Existen dos factores que hicieron efectiva y definitiva la devolución de la autonomía a la institución. Primero, la presión ejercida por los estudiantes encabezados por Alcorta, que exigían una “verdadera autonomía” y luchaban por garantizar la libertad de cátedra, debido a que los gobernadores seguían controlando las designaciones del rector y de algunos catedráticos. Segundo, la coyuntura política nacional relacionada con la disputa sobre la educación socialista en el ámbito universitario. Cuando se planteó la posibilidad de reformar a nivel federal el artículo 3º de la Constitución Política, los estudiantes inconformes de San Luis Potosí se organizaron dentro del movimiento del “Directorio Estudiantil Pro-Reforma Universitaria”.
Los integrantes de dicho directorio, Ramón Alcorta Guerrero, Miguel Anaya R., Cástulo Betancourt, Juan Puente Gómez, Alberto Aragón, Federico Rodríguez H. y Francisco Rodríguez, publicaron un Manifiesto en el que se pedía explícitamente que la Universidad de San Luis Potosí tuviese una “verdadera autonomía”, por el control de los gobernadores sobre la designación del rectorado y algunos catedráticos (Rivera y Montejano, 1998: 46). Argumentaban que la autonomía en la universidad potosina no sería un privilegio, sino una garantía para su propia existencia (Estrada Alcorta, 2017: 24). El manifiesto, publicado el 12 de enero de 1934 y firmado por los estudiantes antes mencionados del recién creado Directorio Estudiantil Pro-Reforma Universitaria, decía:
Frente a la nueva situación del Instituto Científico y Literario del Estado [la universidad] investido de una autonomía provisional, y que vive en estas horas un periodo como ningún otro de excepción y optimismo, el Directorio Estudiantil Pro-Reforma Universitaria organizado con el fin de la laborar por la Autonomía y reorganización del plantel hasta hacerla una realidad, cree un deber suyo dirigirse a todos los estudiantes y profesionistas y en general a la opinión pública para informar nuestra actitud y la verdadera posición que adoptamos ante los problemas de dicha institución. (Rivera y Montejano, 1998: 46)
Se denunciaba el servilismo de algunos profesores de la institución y su falta de compromiso con la situación prevaleciente en la institución. Se abogaba por una verdadera reforma que garantizara la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, exhortando a los docentes a no limitarse a ser meros ocupantes de vacantes, sino a asumir un papel activo y visible en la transformación de la universidad.
Mientras funcionarios y catedráticos sean nombrados extraños al plantel sin vinculación sensible con el Instituto, sin responsabilidades ante él, no existirá capacidad en funciones ni interés en sus gestiones y el peso de toda pretendida Reforma caería únicamente sobre los alumnos del Colegio y en vez de los saludables resultados que se pretendiera sólo se producirían víctimas; sobre los estudiantes pesaría con toda su fuerza el prurito de la imperfección que siguiera sirviendo a tantos moralizadores oportunistas para ensayar sus virtuosidades [sic] “oficiales” de capacidad, honradez y celo, sin darse cuenta o aparentándolo, que es inútil tal empresa sin ellos, por sus cargos viciados de origen, son los primeros en ponerse al margen de la misma. […] En este sentido la AUTONOMÍA deseada viene a restablecer el equilibrio entre los elementos que integran el Instituto, que al permitir nombrar su personal por sí mismo funcionarán todos con igual responsabilidad puesto que ésta será la contraída ante la Institución y no ante el Gobierno del Estado. (Rivera y Montejano, 1998: 47)
El documento termina agradeciendo a nombre de los estudiantes la labor del general Saturnino Cedillo, y en especial al gobernador del estado, el general Ildefonso Turrubiartes, “esperando pronto se sirvan completar su labor al conceder al Instituto la Autonomía definitiva”. En este contexto, el cacique local Saturnino Cedillo aprovechó la situación para distanciarse de las políticas educativas federales y apoyó a los estudiantes otorgando la autonomía, marcando el inicio de su confrontación con el gobierno federal. Desde que el cacique mostró animadversión hacia algunas de las políticas impulsadas por el gobierno cardenista, como la implementación de la educación socialista, y, con ello, el sometimiento de la libertad de cátedra, se ganó las simpatías de los universitarios potosinos.
La trayectoria académica del profesor Alcorta
A principios de 1937, Ramón Alcorta renunció a sus cátedras en la universidad potosina y se trasladó a la Ciudad de México en busca de mejores oportunidades académicas y profesionales. Después de trabajar en varios colegios y escuelas particulares, ingresó como profesor de tiempo completo en la Escuela Preparatoria Núm. 1 de la UNAM, dedicándose a la enseñanza de la Geografía, cargo que desempeñó hasta su jubilación en 1969. En 1939, Alcorta, junto con otros colaboradores, fundó la Revista Mexicana de Geografía, publicación del Instituto de Geografía de la UNAM. Poco a poco, Alcorta se consolidó como un destacado geógrafo en la Ciudad de México, reconocimiento que culminó en 1943 cuando fue nombrado catedrático de Geografía Humana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (Pedraza, 1970: 150-151).
Fue socio activo de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística desde 1941, y director del Boletín de esa institución en dos periodos, de 1942 a 1944, y de 1946 a 1953. En 1941, junto con José Francisco Pedraza, Alcorta elaboró la Bibliografía histórica y geográfica del estado de San Luis Potosí, un parteaguas en la historiografía potosina. De 1948 a 1962 fue profesor de la especialidad de Geografía en la Escuela Normal Superior en la Ciudad de México (Castañeda Rincón, 2004: 995).
Al fundarse la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en 1951 se incorporó como profesor de Geografía Humana en dicha institución hasta su jubilación. En la misma universidad se le nombró director del Seminario de Geografía del Departamento de la Facultad de Filosofía y Letras, dirigiendo trabajos de investigación y tesis profesionales. Su vida personal y académica trascurrió entre San Luis Potosí y las largas estancias que realizaba en la ciudad de México.
El profesor Alcorta y su encomienda con la creación de la Facultad de Humanidades
Dada su probada experiencia en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades, en 1954 se le encomendó organizar el proyecto de la Facultad de Humanidades en su alma mater, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Alcorta sabía de la necesidad de fortalecer esa área en la universidad potosina. Además consideraba que, como baluarte de la cultura, la institución debía ser el faro moral que guiara a la sociedad en el contexto político que la entidad atravesaba. Con por las carreras de Letras Españolas, Historia, Geografía y Arqueología, la Facultad de Humanidades fue inaugurada el 2 de enero de 1955, y el profesor Alcorta fue designado como primer director de ella. En el discurso inaugural señaló:
Frente al notorio atraso político y por ende social en que ha vivido casi siempre y vive ahora más que nunca nuestra entidad, en trágica contradicción con su vocación cultural y con sus aspiraciones de mejoramiento social, la Universidad comprende bien que es necesario crear un nuevo tipo de universitario. Acaso esté reservado a esta Facultad de Humanidades contribuir a la formación de ese nuevo hombre que tanto claman nuestras circunstancias […] La misión política del hombre de cultura —nos dice Benedetto Croce— es una misión política en tanto es una misión moral: la de salvar los valores permanentes y universalmente humanos contra toda superposición de valores empíricos, particulares y contingentes. (Alcorta Guerrero, 1959: 10-11. Las cursivas son mías)
En esta última frase se puede leer entre líneas que la misión moral del universitario potosino era combatir los valores “empíricos, particulares y contingentes” del régimen caciquil que imperaba en San Luis Potosí. La oposición al gobierno que se conformó dentro de la UASLP se nutrió de profesionistas universitarios y estudiantes de las facultades de medicina, de química y de humanidades, espacios académicos afines al Dr. Manuel Nava. Su prestigio rebasó el ámbito universitario, desde su posición académica y con el apoyo de un sector del alumnado potosino, se confrontó al “cacique huasteco” Gonzalo N. Santos. El conflicto entre este y el rector se reflejó a través de la prensa local, e involucró dentro de la pugna política a diversos sectores sociales de la ciudad de San Luis Potosí.
El 19 de febrero de 1955, apenas un mes después de la inauguración de la Facultad de Humanidades, el profesor Ramón Alcorta sufrió un atentado mientras se encontraba en compañía de Salvador Penilla López y Manuel Loyo en el restaurante La Oficina, ubicado cerca de la Plaza de Armas y del Palacio de Gobierno. El incidente comenzó cuando un individuo llamado Gilberto Zamarrón inició una discusión con Alcorta. Durante el forcejeo, Zamarrón sacó una daga y la clavó en el brazo izquierdo del profesor. Afortunadamente, la herida no fue grave y Alcorta recibió atención médica de inmediato, mientras que Zamarrón fue detenido. El ataque, se infiere, pudo ser orquestado por Santos, al ver a Alcorta y la Facultad de Humanidades como una amenaza (Cabello Díaz de León, 2024: 2-6).
Para comprender la posición de algunos universitarios como Alcorta con respecto a la animadversión hacia el cacique, cabe mencionar que años atrás, a fines de los cuarenta, el entonces rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Dr. Augusto Díaz Infante, decidió entregarle a Gonzalo N. Santos una medalla de reconocimiento por haber otorgado durante su gobierno la “autonomía” a la Máxima Casa de Estudios (UASLP, 2000: 9). El Dr. Salvador Nava, que en ese momento fungía como profesor de la Escuela de Medicina, protestó como miembro del Consejo Directivo Universitario y se negó a firmar el acta oficial correspondiente (Calvillo, 1986: 17). Salvador Nava reprobó la decisión del rector Díaz Infante, ya que la “Autonomía Universitaria” había sido otorgada en 1923 por el otrora gobernador Rafael Nieto (Torres y Delgado, 2011: 173). Quizá pareciera un hecho menor, pero en palabras de Tomás Calvillo, la actitud de Salvador Nava “muestra ya la conducta política de quien encabezaría una década más tarde, el movimiento popular ciudadano en contra de Gonzalo N. Santos” (Calvillo, 1986: 17).
El movimiento navista surgió como una suma de grupos sin otra identificación más que el antisantismo, es decir, la oposición férrea al gobierno controlado por el cacique, cuya expresión política fue masiva, donde la plaza pública era el lugar privilegiado del discurso. Según Gama, con este componente pluriclasista, sin ideología definida, sin un programa, sin estructuras orgánicas y con un liderazgo personalizado en la figura de Salvador Nava, se logró lanzar su candidatura al gobierno de San Luis Potosí en 1961 (Gama, 1997: 148).
Esta situación traería problemas considerando que la Facultad de Humanidades fue el bastión de la lucha “navista” desde 1958. A Alcorta se le reconoció por su participación de manera activa en la lucha cívica por la democracia que encabezó Salvador Nava, y fue considerado como uno de los “ideólogos” del navismo. Incluso, de manera desproporcionada, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) reprodujo las acusaciones de los sinarquistas en contra suya, catalogándolo como “comunista” por su apoyo a la candidatura de Nava para la gubernatura de San Luis Potosí en 1961.[3]
El cierre de la facultad ante los embates del oficialismo
Tras la muerte del rector Manuel Nava en 1958, la UASLP entró en un periodo de inestabilidad durante el cual fuerzas políticas externas intentaron vulnerar su ya de por sí frágil autonomía. El gobierno del estado presionó al Consejo Directivo Universitario para que designara como rector al doctor Jesús N. Noyola para completar el período inconcluso de Nava (1956-1960). Noyola, un académico cercano al gobierno estatal, consolidó la influencia del poder político en la vida universitaria.
La disidencia política y estudiantil, que había desafiado al régimen priista desde la universidad, fue derrotada, marcando el destino de la institución en las décadas siguientes. Así comenzó una etapa en la que la UASLP quedó alineada con los intereses políticos y económicos del poder imperante. Aunque Noyola no era un improvisado en los asuntos universitarios —había sido rector en dos periodos anteriores, 1944-1946 y 1946-1948, durante la influencia del cacicazgo santista—, su nuevo nombramiento para el periodo 1960-1964 consolidó la subordinación de la universidad a las fuerzas políticas estatales.
Con pleno conocimiento de los sucesos políticos que involucraban a la UASLP, en agosto de 1962, el rector Jesús N. Noyola, con el consenso del Consejo Directivo Universitario, tomó la medida precautoria de cerrar la Facultad de Humanidades, que en ese momento se consideraba un bastión de los simpatizantes navistas. El rector justificó la decisión argumentando que la facultad no justificaba su costo anual de 250,000 pesos y que, desde su creación bajo la rectoría de Manuel Nava, no había producido ningún profesional titulado. Se propuso una reorganización académica, y se formó una comisión encargada de implementarla (“Clausura la UAP la Facultad de Humanidades”, 1962).
Sin embargo, la “reestructuración” nunca se llevó a cabo, y la facultad fue clausurada definitivamente. Esta decisión, eminentemente política, respondía a la consigna gubernamental de evitar cualquier movilización dentro de la universidad. Todo el mobiliario, equipo y local de clases fueron reasignados a la Escuela de Comercio de la misma institución. Testimonios de la época indican que el desalojo de estudiantes y profesores de la facultad fue llevado a cabo de manera violenta por el entonces secretario de la UASLP, Guillermo Medina de los Santos, y el prefecto de la Preparatoria, Alfonso Lastras Ramírez (Estrada Alcorta, 2011: 240).
La decisión política del cierre de la facultad que había ayudado a crear representó un duro golpe para el profesor Alcorta, y las reacciones adversas por parte de la comunidad de la Facultad de Humanidades no tardaron en manifestarse. Los miembros refutaron los argumentos presentados y responsabilizaron no sólo al rector, sino también al director de la facultad, el licenciado Antonio Rosillo Pacheco, acusándolo de “ceder para complacer a los grupos y tendencias representados en el Consejo” (“Refutan razones los maestros y alumnos”, 1962). Además lo señalaron como responsable de fomentar antagonismos entre la dirección y el cuerpo docente.
Según los profesores, como la Dra. Emma Susana Speratti, Ramón Alcorta, Ricardo Mena, José Villaseñor y Josefina de Ávila Cervantes, el director Antonio Rosillo había descuidado la situación de la facultad y facilitado, ante el rector y el Consejo Directivo Universitario, su disolución definitiva (“A la opinión pública”, 1962). Alineado con los intereses del rectorado, el líder estudiantil de la Federación Universitaria Potosina (FUP) declaró que no hubo motivaciones políticas en el cierre de la Facultad de Humanidades, afirmación que distaba mucho de la realidad. Además, desestimó las protestas del grupo de estudiantes que consideraron la clausura un atropello.[4]
Consideraciones finales
Con el cierre de la Facultad de Humanidades de la UASLP, San Luis Potosí perdió un baluarte para el desarrollo cultural y político de la entidad. Ramón Alcorta Guerrero, al frente de esta iniciativa, había sembrado las semillas de un cambio profundo en la sociedad potosina, desafiando el autoritarismo del cacicazgo de Gonzalo N. Santos. La clausura de la facultad representó un acto de censura que frenó abruptamente este proceso de transformación.
Su desaparición dejó un vacío en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en el área de las Ciencias Sociales y Humanidades, un espacio que tardó casi medio siglo en ser parcialmente ocupado con la creación de la Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades. Sin embargo, aunque esta nueva entidad recuperó parte del legado de Ramón Alcorta Guerrero, aún no ha logrado consolidarse como el bastión crítico y propositivo que vislumbró el profesor Alcorta.
Aunque se ha reconocido su importante labor en el ámbito académico y su compromiso con la enseñanza de las ciencias sociales y las humanidades, el profesor Ramón Alcorta también dejó una valiosa producción bibliográfica antes de su muerte en 1970, a los 59 años. Es igualmente relevante recuperar su legado como figura clave en la construcción de una comunidad universitaria comprometida con el cambio social de su época, reconociéndolo como uno de los consejeros más influyentes del movimiento navista.
Referencias bibliográficas
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Calvillo, T. (1986). El navismo o los motivos de la dignidad.
Castañeda Rincón, J. (2004). Formación de profesores de geografía en la Escuela Normal Superior de México. Una visión retrospectiva: 1924-2000. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 9(23), 975-1004.
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Estrada Alcorta, Y. (2011). Contextos, actores y procesos en la construcción de la Facultad de Humanidades en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí [Tesis de Maestría en Historia]. El Colegio de San Luis.
Gama Ramírez, J. de J. (1997). San Luis Potosí: una alternancia política conflictiva. En M. Larrosa y L. Valdés (coords.), Elecciones y partidos políticos en México 1995 (pp. 145-156). Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa.
Monroy Castillo, M. I. y Calvillo Unna, T. (1997). Breve historia de San Luis Potosí. Fondo de Cultura Económica.
Pedraza, J. F. (1970). Semblanza de Ramón Alcorta Guerrero. 1910-1970. Archivos de Historia Potosina, 1(3), 147-156.
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Torres, M. G. y Delgado, E. (2011). La Universidad Autónoma de San Luis Potosí en la construcción de su autonomía, 1913-1923. En D. Piñera Ramírez (coord.), La Revolución Mexicana y las universidades estatales pioneras. 1917-1925 (pp. 163-196). Universidad Autónoma de Baja California.
Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) (2000). Compilación de Legislación Universitaria.
Hemerografía
Clausura la UAP la Facultad de Humanidades. (1962, 22 de agosto). El Sol de San Luis.
Refutan razones los maestros y alumnos. (1962, 23 de agosto). El Sol de San Luis.
No hay interés político: Hernández Mata. Cursos intensivos ofrece el Rector mientras surge una comisión pro-Facultad de Humanidades. (1962, 24 de agosto). El Sol de San Luis.
A la opinión pública. (1962, 24 de agosto). El Heraldo.
- Doctorante del posgrado en Historia |Correo: t.gomez@ciesas.edu.mx ↑
- La Universidad Autónoma de San Luis Potosí había adquirido su autonomía en 1923 con el gobierno de Rafael Nieto, pero en enero de 1925 el gobernador en turno, Aurelio Manrique, derogó el decreto 106 de Nieto y con ello anuló la autonomía universitaria. Véase Rivera y Montejano (1998: 44). ↑
- AGN, DFS, Ficheros, Fichero 1, Cajón 5, 4163, Alcorta Guerrero Prof., Exp. 100-22-18. ↑
-
En la nota periodística, el reportero, que permanece anónimo, señala que al cuestionarle las razones del cierre al rector Jesús N. Noyola, le negó información, lo amenazó y pretendió intimidarlo (“No hay interés político: Hernández Mata”, 1962). ↑