Cuerpo humano e ideología

 

Alfredo López Austin*


Todos sabemos que el cuerpo es tacaño, artimañero, que no le cumple a uno todos los días de la misma manera. Y en un descuido se nos arruinan los aceites y cuesta trabajo abrir los ojos.

Arturo Azuela. Un tal José Salomé

1. INTRODUCCIÓN

Una antigüa concepción del cuerpo humano

Las palabras que Arturo Azuela pone en labios de su personaje poseen la aplastante universalidad de una preocupación cotidiana: la preocupación por el funcionamiento de este complejo mecanismo que constituye al hombre. Y junto a ella está siempre presente la necesidad de un sistema ideológico que explique la constitución y el desarrollo de los procesos vitales. No puede ser de otra manera, si el cuerpo humano es núcleo y vínculo general de nuestro cosmos, centro de nuestras percepciones, generador de nuestro pensamiento, principio de nuestra acción, y rector, beneficiario y víctima de nuestras pasiones.

Las concepciones que se forman acerca del cuerpo humano (como el cuerpo mismo) son meollos receptores, ordenadores y proyectores de las esferas físicas y sociales que las envuelven. El estudio de estas concepciones debe partir del conocimiento de las sociedades que las crean y, recíprocamente, puede dar debida cuenta del mundo natural y social en el que los creadores han vivido. La relación entre estas concepciones y la acción y el entorno humanos es tan íntima como se creyó en la antigüedad que lo era el vínculo entre el microcosmo y el macrocosmo.

Con este trabajo pretendo aproximarme al pensamiento que, acerca del cuerpo humano, tuvieron los pueblos nahuas que vivieron en la época del violento choque de Mesoamérica y España. La distancia temporal y la calidad y cantidad de las fuentes condicionan, obviamente, la percepción del investigador contemporáneo. Parece, desde el presente, como si todos los antiguos nahuas hubiesen participado exactamente de las mismas concepciones acerca del organismo humano. Es la miopía que producen nuestras limitaciones. Si se debatían los intereses contrarios entre dirigentes y dirigidos, entre sociedades en expansión y sociedades que sufrían la expansión ajena, entre campesinos, artesanos y comerciantes, entre subgrupos étnicos o de distinto nivel tecnológico, no debió de ser homogénea la producción ideológica, y a la diversidad de intereses debió de corresponder la de particulares cosmovisiones que hacían diferentes los conceptos relativos al organismo humano. Por ahora la imagen es casi indistinta y corresponde, mayoritariamente, al producto de la ideología dominante. Ni siquiera es posible percibir (como sí lo es en otros ámbitos) cuál de la información que nos proporcionan las fuentes deriva del lego y cual del especialista. Transmito, pues, una visión homogeneizada con el tiempo, que puede atribuirse, muy en abstracto, al pueblo náhuatl.

La mayor parte de las fuentes que utilizo son testimonios escritos en letra latina, y entre éstos he dado preferencia a los de lengua indígena. Más adelante, y en diversos apartados, haré las críticas de algunas fuentes. La elección de este tipo de documentos obedece a que en ellos queda plasmada en forma más cierta y precisa la ideología, tanto en las expresas manifestaciones de una concepción como en las huellas involuntarias, de las que se extrae la información por medio del análisis semántico. Las fuentes de otro tipo (las iconográficas entre ellas) pudieran llevar por ahora a resultados en los que la subjetividad del investigador hiciera marchar la pesquisa por caminos más inseguros.

La elección de las fuentes escritas en letra latina conduce a establecer los límites del objeto de estudio, que serán en este caso los que abarcan las concepciones de los pueblos de habla náhuatl que habitaron el Altiplano Central de México, ya que fue esta la región en donde se produjeron los documentos más ricos. La época estudiada, como quedó dicho, es la de los siglos inmediatos a la Conquista, puesto que en ella se fijaron en letra latina las tradiciones prehispánicas y se crearon valiosas obras que se refieren a la vida mesoamericana. Cabe advertir, sin embargo, que sólo se abarcará el problema relativo al pensamiento indígena prehispánico, y no al colonial. El conocimiento del primero es paso lógico previo para cualquier estudio que se realice acerca de las concepciones coloniales, que por ahora quedarán a un lado.

No debe extrañar al lector que en el estudio de los conceptos sobre el organismo humano, su constitución y su funcionamiento, se incluya el tema referente a las almas, que en otras tradiciones culturales se encasilla en apartados diferentes. Nada hay que autorice a suponer que en el pensamiento mesoamericano existiese una dicotomía cuerpo-alma. La materialidad de las entidades anímicas según el pensamiento indígena es, por el contrario manifiesta.

Cabe advertir, por último, que, pese a que la investigación versa sobre los antiguos nahuas, he utilizado como fuentes auxiliares las que se refieren a pueblos indígenas de distintas lenguas y de diversas épocas. En su momento quedarán expuestas las razones que justifican este uso; y siempre se hará la aclaración pertinente que puntualice época y grupos de los que derivan los informes.

LOS CONCEPTOS ACERCA DEL CUERPO HUMANO Y LOS ESTUDIOS REFERENTES A LA IDEOLOGÍA, A LA MEDICINA Y A LA TAXONOMÍA

Estimo que el estudio de las concepciones relativas a la constitución y funcionamiento del cuerpo humano es importante, cuando menos, en tres campos de la investigación acerca del pensamiento náhuatl. El primero de ellos es el muy general de la ideología. Ésta, como conjunto sistematizado de representaciones, ideas y creencias que históricamente surgen en una sociedad dada, incluye la visión de la parte central y más importante del cosmos: el ser humano. Las concepciones del organismo humano guiaron y justificaron el comportamiento práctico de los distintos componentes de la sociedad, dirigiéndolo a la satisfacción de las aspiraciones e intereses de los particulares grupos sociales, y haciéndolo servir frecuentemente como medio para la reproducción de las relaciones sociales. Las diferencias entre sexos, edades, grupos sociales, las relaciones de gobierno, la división y distribución del trabajo, los valores morales o el fundamento del control social, descansaron, en buena medida, en una particular concepción del cuerpo humano que hacía físicamente distintos a esclavos y a libres, a malos y a buenos, a nobles y a plebeyos, a jóvenes y a viejos o a hombres y mujeres, reforzando las reglas de distribución de las funciones sociales de cada hombre. Por ello es útil el estudio de estas concepciones y el de los factores materiales que determinaron su existencia.

Es obvia, por otro lado, la importancia del estudio de las concepciones del cuerpo humano dentro del contexto de la cosmovisión, que las engloba. Existió todo un complejo de proyecciones por el que se concibió el cosmos a partir de un modelo corporal e, inversamente, que explicó la fisiología humana en función de los procesos generales del universo. Esto hace indispensable el conocimiento de las concepciones referentes al organismo humano a todos los que pretendan penetrar en el complejo pensamiento cosmológico de los mesoamericanos. Pueden ser ejemplos de los puntos centrales de este tipo de relaciones el de la pluralidad de las entidades anímicas; el de las relaciones de mutua dependencia entre el dios tutelar y su pueblo protegido, o el del fundamento mágico biológico del poder de los gobernantes.

Un segundo campo de investigación del pensamiento náhuatl en el que es indispensable el estudio de las representaciones de la constitución y funcionamiento del organismo humano es, naturalmente, el de la historia de la medicina. Se necesita determinar, por ejemplo, lo que en las concepciones mesoamericanas era el estado corporal ideal, o lo que se creía eran los procesos de mantenimiento y pérdida del equilibrio orgánico. También es preciso esclarecer el fundamento de las teorías etiológicas y terapéuticas dentro del complejo general de las ideas acerca del mundo natural y social.

En tercer lugar quiero mencionar el campo de los estudios taxonómicos. El simple inventario de las partes constituyentes del cuerpo humano en la concepción de los pueblos nahuas puede ser buena base para estudios taxonómicos, con todas las ventajas que, para descubrir las relaciones de género-especie y de todo-parte, ofrece el ámbito de la nomenclatura de los diversos componentes orgánicos del hombre. No en balde numerosos trabajos recientes de taxonomía encuentran en el sistema de nomenclatura del cuerpo humano un objeto de estudio suficientemente firme y preciso. La objetividad misma de la mayor parte de las relaciones de clasificación y el parentesco léxico de la terminología anatómica hacen de la nomenclatura del cuerpo humano uno de los campos más idóneos para este tipo de investigación.

CUERPO HUMANO Y SOCIEDAD

El propósito central de este libro ha sido el de explicar un sistema ideológico y su ubicación en la vida de las sociedades que le dieron existencia. El trabajo comprende, indisolublemente ligadas, la investigación de las concepciones del cuerpo humano, la de las condiciones sociales que hicieron posible tales concepciones, y la del papel que dichas concepciones desempeñaron en la dinámica social. El cumplimiento de propósitos meramente descriptivos e interpretativos de un aspecto dado de la cultura de un pueblo, objetivo de los trabajos monográficos, marca todavía el derrotero de muchas investigaciones de nuestro medio académico. Aun bajo el inaceptable supuesto de la autonomía absoluta de la superestructura (supuesto que sirve de base a muchas de estas investigaciones), el enfoque resulta insuficiente. Da como resultado un cuadro en el que es imposible discernir jerarquía, peso e interrelaciones de los datos acumulados en el sistema mismo en que se ubican. Su dinámica queda explicada por la simple transformación de las ideas en la mente de los pensadores. Si a esto se agrega la interpretación de la cultura como respuesta a universales necesidades intelectuales del hombre, y si los “logros” se aprecian desde las también supuestamente universales tablas de valor, la calidad ahistórica del cuadro aumenta considerablemente, y el papel de historiador llega a concebirse como el de un descubridor de valores eternos, olvidados, factibles de ser revividos en beneficio de las sociedades contemporáneas.

El sistema ideológico objeto de este trabajo sirvió para captar el ámbito más ligado al ser humano, sobre el que la acción cotidiana es más viva y constante: el propio cuerpo del hombre. Conviene detenernos un poco para descubrir en unas cuantas líneas las características más sobresalientes de las sociedades de las que surgieron las concepciones estudiadas. Más adelante se volverá sobre el tema.

Estas sociedades estaban estructuradas como formaciones en las que diversas comunidades, propietarias colectivas de la tierra, coexistían con un poderoso aparato gubernamental centralizado que se sustentaba en el tributo extraído a los productores directos, miembros de las comunidades, a través de las mismas. La producción básica era la agricultura. Los agricultores usufructuaban la mayor parte de la tierra con fundamento en la distribución que cada comunidad hacía entre las familias de productores directos. Estas familias se beneficiaban de parte de los frutos extraídos a los campos de cultivo. Otra parte de las tierras de propiedad comunal eran trabajadas en común, y los productos se destinaban ya a los gastos de la comunidad, ya al pago de los tributos. La producción artesanal mayoritaria estaba organizada sobre la base de la comunidad agrícola, puesto que muchos especialistas eran al mismo tiempo agricultores que dividían su tiempo entre ambos tipos de actividades, o se habían convertido en artesanos de tiempo completo conservando su forma de organización.

La esclavitud, en el sentido estricto del término, no existía, por lo que la explotación se daba fundamentalmente sobre hombres libres, agricultores con derecho de usufructo, miembros de comunidades propietarias de las tierras. La pertenencia a la comunidad era la fuente de sus derechos; pero la comunidad era para los dirigentes un cómodo medio de extracción del tributo.

La explotación se daba por medio de la apropiación que hacía el grupo dominante de una parte del producto que excedía al indispensable para asegurar la subsistencia de los productores. Pero también se beneficiaba del trabajo directo de los miembros de la comunidad, que acudían a las obras públicas o que contribuían con servicios al sostenimiento particular de determinados funcionarios. En forma estricta, no se daba la explotación a través de la propiedad privada de los medios de producción. Sin embargo, eran importantes los “falsos feudos”, a través de los cuales ciertos miembros del grupo dominante, por concesión del soberano, se apropiaban en forma directa de los bienes y servicios que en un territorio dado se entregaban como tributo.

El grupo privilegiado obtenía el grueso del tributo en forma colectiva, fundando su derecho en la retribución como dirigente de la sociedad global. Quedaban así fusionados el aparato gubernamental, el grupo privilegiado y el complejo de los linajes gobernantes. Todo este organismo dominante estaba personificado en el tlatoani, señor supremo que hacía descansar su poder en su vínculo con la divinidad. El tlatoani distribuía la tierra, regía el culto que propiciaba la producción agrícola y dirigía las actividades militares. Su actividad principal tendía a mantener el orden social en el que los explotados contribuían al sostenimiento de los gobernantes, más por la idea de la existencia de una obligación “natural”, fundada en el orden divino, que por la imposición forzada.[1]

Las características expuestas incluyen las sociedades estudiadas entre aquéllas cuyo modo de producción dominante es el denominado asiático, que tiene como base la coexistencia de comunidades campesinas que conservan la propiedad de la tierra, y un fuerte aparato gubernamental constituido por los explotadores. Veremos a lo largo del libro las correspondencias de las relaciones de producción de estas sociedades y la forma en que los individuos inmersos en ellas habían concebido su propio cuerpo. Apreciaremos cómo las concepciones se explican de manera plausible en la constante referencia a las relaciones sociales. Pero debe advertirse que la correspondencia entre las relaciones de producción y la ideología no son rígidas, ni esquemáticas, ni mecánicas. El problema ha de enfocarse tomando en cuenta la rica complejidad social y las particularidades de los sistemas ideológicos, entre ellas su propia dinámica y sus específicas estructuras, a lo que me referiré más adelante.

La investigación se ha hecho con base en el estudio de las interrelaciones del todo social. Para tal efecto han debido ser tomadas en cuenta la determinación en última instancia de las relaciones socioeconómicas en la producción del pensamiento; la estructuración de los elementos ideológicos en sistemas particulares relativamente autónomos; la articulación del sistema estudiado con el resto de los sistemas ideológicos; las funciones de cohesión, dominación y defensa propias de la ideología, y la correspondencia de la dinámica de la infraestructura con las dinámicas propias de los distintos sistemas ideológicos.

En el estudio de las interrelaciones entre la infraestructura y la superestructura se tuvieron siempre presentes los posibles movimientos de flujo y reflujo. Así como la ideología está condicionada en última instancia por las relaciones de producción, éstas se apoyan firmemente en la cosmovisión para justificarse y reproducirse. Si se toma en cuenta la importancia del convencimiento y de la concepción de la normalidad y la costumbre en este tipo de sociedades, podrá aquilatarse el papel que en ellas tiene la persuasión, superior al ejercicio de la violencia.

Los antagonismos sociales reflejados en la ideología se dieron en múltiples niveles y entre diferentes tipos de grupos sociales. Fue necesario buscar cuáles antagonismos pudieron reflejarse en forma más clara en el sistema estudiado, y establecer tentativamente una jerarquía, a fin de orientar la investigación. En el modo de producción dominante de las sociedades estudiadas destacan como relaciones esenciales la unidad entre las comunidades propietarias de la tierra y el aparato gubernamental, y la oposición que surge dialécticamente de tal unidad entre los miembros de estas comunidades y los del grupo privilegiado. La oposición fundamental recibió mayor peso en el análisis de las fuentes y en la interpretación del sistema ideológico estudiado. Pero la riqueza de las relaciones sociales hizo tener siempre presentes otros tipos de vigoroso antagonismo, entre ellos los surgidos en el interior mismo de las comunidades, que dieron origen a importantes formas ideológicas de cohesión.

El valor de la costumbre y la normalidad como puntales de la ideología llevó a suponer que en las sociedades estudiadas el peso de la tradición era muy grande. Este supuesto llevó a que se admitiera la posibilidad de que el material analizado fuese de muy diversa antigüedad, y que la persistencia de los elementos más antiguos se debiera a la refuncionalización. Hasta donde fue posible, y con base, primero, en la comparación de las ideas y creencias de las sociedades estudiadas con las de algunos otros pueblos mesoamericanos, y segundo, en el desarrollo histórico de los antiguos nahuas, se trató de distinguir los elementos tradicionales antiguos de los más recientes. Recíprocamente, la distinción auxilió en el estudio de la interpretación de las transformaciones del sistema.

Cabe insistir en que las limitaciones de las fuentes impidieron en muchos casos la comprobación de los supuestos, por lo que éstos quedaron calificados simplemente como tales. Preferí enunciarlos en calidad de supuestos a omitir su mención. Siempre existe la esperanza de que investigaciones más profundas o miradas más perspicaces corroboren lo que en un primer intento quedó apenas sugerido por los indicios.

Por último, pretendí extraer del sistema ideológico estudiado las características más conspicuas que pudieran particularizar un tipo de mentalidad en sociedades que participan del mismo modo de producción dominante. La confrontación de este estudio con el de especialistas que realicen investigaciones paralelas acerca de otros pueblos comprobará mis aciertos y señalará mis errores y omisiones.

La temática

He ordenado la exposición del material investigado de tal manera que la información y las interpretaciones ofrecidas vayan apoyando paulatinamente las subsecuentes. Los capítulos pueden ser agrupados en cuatro etapas de presentación:

1. La primera corresponde a un panorama de la cosmovisión de las sociedades estudiadas. Con esta base el lector podrá, desde un principio, ir ubicando la información y las interpretaciones relativas al sistema ideológico estudiado en el complejo al que dicho sistema estaba articulado y a las condiciones sociales que le dieron origen. La abstracción total de los sistemas, tan cara a algunos historiadores de las ideas, impide la comprensión de los sistemas abstraídos, al cercenárseles sus articulaciones con el todo social. Pertenece a esta primera etapa el capítulo “La cosmovisión”.

2. La segunda etapa de presentación está dedicada a las descripciones de las partes del cuerpo y sus funciones. El grado de explicitud de las fuentes da lugar a una subdivisión: por una parte, trato los componentes del cuerpo que en las concepciones europeas de la época se clasificaban como materiales. Por otra, los que equivaldrían, según los conquistadores, a lo espiritual: las entidades anímicas. De los primeros obtenemos una información, si no abundante, cuando menos explícita. Para el registro de los segundos en las fuentes documentales hubo trabas firmes: la más grave, la incomprensión de los españoles, cuyas ideas sobre el alma eran muy diferentes a las concepciones indígenas; la reducción en el tratamiento de los temas “idolátricos” que pudieran ser peligrosos al quedar registrados documentalmente, y el buen cuidado que debieron de tener los indígenas para tratar asuntos que los comprometieran. La investigación de los centros y las entidades anímicas requirió de técnicas especiales, y esto dio origen a la necesidad de que fuesen tratados por separado. La primera parte de esta etapa está constituida por los capítulos “Las partes del cuerpo humano” y “Panorama del cuerpo humano”. La segunda, por los capítulos “Los centros anímicos” y “Las entidades anímicas”.

3. En la tercera etapa se buscó el sentido que para los antiguos nahuas tenían la vida sobre la tierra y la existencia en el más allá. En estos capítulos, obviamente, aumenta la importancia de las interrelaciones de las concepciones del cuerpo humano y la vida social. Incluye la valoración de la vida, en relación con el disfrute de los goces terrenales; la sujeción a las normas éticas; las fuerzas cohesivas del individuo con su comunidad; las bases de los vínculos familiares, y las prácticas y creencias relacionadas con la muerte y la existencia en el más allá. Forman esta tercera etapa los capítulos “La vida sobre la tierra”, “Equilibrio y desequilibrio del cuerpo humano”, “La edad y el sexo” y “El cuerpo y la muerte”.

4. En la cuarta etapa se pretende ligar los temas particulares con la amplia temática de la primera etapa, explicando la ubicación de las concepciones del cuerpo humano en las generales de la cosmovisión. En esta parte del libro pudieron ser abordados temas que se relacionan con la estratificación social, con las facultades de los especialistas en el manejo de lo sobrenatural, con el poder de los gobernantes, y con la mística guerrera y la política de conquistas. Integran esta cuarta etapa los capítulos “El cuerpo en el cosmos” y “El cuerpo y la estratificación social”. Por último, en el epílogo, se expusieron las características más conspicuas que pudieran particularizar un tipo de mentalidad en sociedades en las que el modo de producción asiático es dominante.

IDEOLOGÍA y COSMOVISIÓN

La ideología

Pretendo en este trabajo tres objetivos que se intersectan (sic): Primero, exposición de las concepciones relativas al cuerpo humano, mismas que formaban parte de un sistema ideológico del que no existe en las fuentes una mención explícita. Se trata, en cierto modo, de hacer aflorar los datos implícitos y semiexplícitos de los textos para integrar, hasta donde es posible, los componentes del sistema. Segundo, mostrar las relaciones sistemáticas de los elementos ideológicos. Si la ideología se concibe como un todo estructurado, si es coherente y lógica (independientemente de que las concepciones del mundo natural y de la sociedad se aproximen o se alejen de la realidad), las diversas representaciones, ideas y creencias acerca del cuerpo humano deben poseer una relativa congruencia. Tercero, hacer manifiestas las funciones ideológicas existentes, esto es, exponer cómo el sistema ideológico validó y dirigió la acción de los miembros de la sociedad, satisfaciendo los intereses de los grupos sociales que expresaron sus particulares aspiraciones e ideales como si fueran los generales y convenientes para la sociedad global.

Trataré de comprobar, de acuerdo con lo anterior, tres puntos centrales: que las concepciones relativas al cuerpo humano formaban parte de un sistema ideológico; que dicho sistema se integraba

a otros para formar una cosmovisión; y que con base en su inclusión en el complejo ideológico, el sistema servía para satisfacer particulares intereses de determinados grupos.

Es necesario aclarar, aunque sea en forma somera, el significado de algunos términos que aquí se utilizan. El básico, y al mismo tiempo el que ofrece mayor dificultad de precisión, es el de ideología. Bastante conocidos son la complejidad del problema y el vigor de la polémica acerca del concepto ideología en la literatura marxista. No encontrará aquí el lector una exposición razonada de argumentos que sustente una propuesta a la solución del problema. Me ciño estrictamente a enunciar las notas que sirvan al lector para ubicar mis razonamientos en torno al sistema ideológico concreto que en este libro abordo.

a. La ideología está formada por un conjunto de representaciones, ideas y creencias. Incluye, por tanto, desde los más simples actos del entendimiento hasta los conceptos más elaborados; desde las simples preferencias o actitudes hasta los valores que rigen la conducta de un grupo social.

b. Es un conjunto sistematizado. Sus elementos se encuentran articulados entre sí par una relativa congruencia interna que los estructura.

c. Las representaciones, ideas y creencias están condicionadas socialmente, en última instancia, por las relaciones de producción.

Cabe citar aquí a Marx y a Engels:

La producción de las ideas y representaciones de la conciencia aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual de los hombres se presentan todavía, aquí, como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son productores de sus representaciones, de sus ideas, etc.; pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde.[2]

d. El condicionamiento social no es advertido por el propio productor del proceso ideológico. Al respecto dice Engels:

La ideología es un proceso que se opera por el llamado pensador conscientemente, en efecto, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas propulsoras que lo mueven permanecen ignoradas para él; de otro modo, no sería tal proceso ideológico.[3]

e. A través de la actualización de las representaciones, ideas y creencias del conjunto sistematizado, se tiende a la satisfacción de las aspiraciones, objetivos e ideales de un grupo social. Esto último permite distinguir, como lo hace Miriam Limoeiro Cardoso, dos planos distintos de la ideología: por un lado el plano abstracto, que comprende sistemas articulados de ideas; por otro, el plano de actualización de esas ideas y de su institucionalización.[4]

Dentro del plano abstracto conviene deslindar, como recurso operativo, otros conceptos (sistema ideológico, cosmovisión y complejo ideológico), cuya precisión es necesaria tanto para explicar los niveles de articulación de la ideología como para orientar la investigación al descubrimiento de los procesos del caso concreto estudiado.

Los sistemas ideológicos

La acción del hombre se desarrolla en forma heterogénea en muy diversos campos, entre los que pueden distinguirse el político, el religioso, el moral, el estético, el filosófico, el mágico y otros más. La división de estos campos, obviamente, varía en las distintas sociedades. Cada uno de estos campos comprende un ámbito del universo (ya natural, ya social, ya real, ya imaginario, mixto en la mayoría de los casos) sobre el que el hombre actúa, creando para ello una forma particular de conciencia social, en cuya integración participan, otorgándole especificidad, la naturaleza del ámbito de acción, el tipo de acción y las relaciones sociales que la enmarcan.

Figura 1


Esta forma particular de conciencia social se cristaliza en el plano de lo concreto, en formas particulares de acción, que incluyen instituciones, prácticas, normas, reglas, medios de transmisión ideológica y, en fin, todo medio de realización directa de las funciones de la acción en el campo particular. La forma particular de la conciencia social cristaliza también, en el plano de lo abstracto, en un sistema ideológico particular, en el que los elementos ideológicos van siendo delimitados y estructurados por la relativa conciencia interna. Ambos planos de la conciencia social se ligan en forma indisoluble por la estrecha reciprocidad de sus influencias.

Cada sistema ideológico se caracteriza como un conjunto articulado de elementos ideológicos delimitados por particulares formas de acción sobre un particular ámbito del universo. El sistema ideológico posee peculiaridad estructural y dinámica, pero está también articulado tanto al resto del plano ideológico como a la estructura social.

Los elementos ideológicos se encuentran articulados entre sí por una relativa congruencia. La articulación opera como un mecanismo lógico, axiológico y emocional que enlaza los diversos elementos de un sistema, estructurándolos en un cuerpo jerarquizado y coherente, eliminando u ocultando sus contradicciones y creando nuevos elementos que son necesarios para la concordancia interna. Sin embargo, la congruencia es relativa, puesto que en todo sistema existe una dinámica que altera y reconstituye los elementos ideológicos y sus articulaciones, dinámica generada tanto por factores internos del sistema como por los externos, entre éstos las contradicciones de las relaciones de producción, que se proyectan como contradicciones ideológicas.

Debe insistirse en que la particularidad de los sistemas no deriva exclusivamente del ámbito del universo sobre el que se ejerce la acción humana particular. Los ámbitos se imbrican entre sí, o quedan algunos comprendidos en otros. Por ejemplo, los sistemas ideológicos de la magia, de la religión y del mito tienen ámbitos imbricados, y se refieren en común a dioses, a poderes, a seres sobrenaturales menores y a almas. En cambio, las formas de acción del campo mágico, del religioso y del mítico son muy distintas entre sí, diferenciadas por las particulares funciones de la acción en cada uno de los campos, por las técnicas específicas, por las instituciones propias, por sus característicos medios de transmisión ideológica, etcétera.

Entre las particularidades de cada sistema ideológico están su estructura y la lógica que lo rige. Así, los principios jurídicos, establecidos para explicar, generar y jerarquizar los ordenamientos sociales cuyo cumplimiento sanciona el poder público, operarán por fuerza con muy diversa lógica a la de los principios del sistema estético, que rigen la apreciación y la producción de valores de belleza. Otra particularidad es la dinámica propia de cada sistema ideológico. Sus elementos y su estructura son afectados de muy diversa manera por factores de transformación, ya sean éstos internos o externos. Obviamente, los factores internos de transformación son distintos en cada sistema; pero aun los factores externos coincidentes tendrán en los distintos sistemas ideológicos un efecto de distinta intensidad y diferirá también la velocidad de transformación. Todos los sistemas ideológicos están condicionados, en última instancia, por la infraestructura; pero mientras en algunos sistemas la transformación se opera de inmediato y en forma conspicua, en otros sistemas los efectos de las transformaciones infraestructurales producirán cambios lentos y menos aparentes. Uno de los sistemas ideológicos más sensibles a las transformaciones infraestructurales es el político; las repercusiones se producen en breve tiempo sobre los elementos y la estructura de este sistema, alterándose de inmediato la congruencia relativa que le da cohesión. En cambio, las transformaciones en el sistema mágico se hacen patentes en un tiempo más prolongado. Entre los distintos sistemas se produce así un desfase, y cada uno de ellos se caracteriza por su ritmo de cambio, por la velocidad y violencia de sus transformaciones y por las específicas formas de la alteración de la congruencia de sus elementos.

Las cosmovisiones

La independencia de los distintos sistemas no es absoluta. Todos están firmemente articulados entre sí, ya por compartir el común condicionamiento de la infraestructura, ya por la existencia de factores que se dan en un nivel estrictamente ideológico. Cada miembro de la sociedad, al actuar en los distintos campos particulares, se ve precisado a mantener una relativa congruencia entre sus diversas representaciones, ideas y creencias, tanto en su interioridad psíquica como en la cotidiana acción al lado de sus semejantes y en la comunicación que ella exige. El pensamiento mismo no puede existir si no está fundado en la congruencia.

Por cosmovisión puede entenderse el conjunto articulado de sistemas ideológicos relacionados entre sí en forma relativamente congruente, con el que un individuo o un grupo social, en un momento histórico, pretende aprehender el universo.

La pertenencia de la cosmovisión tanto al individuo como al grupo social es, en realidad, la doble cara de la moneda. El individuo es producto de su sociedad; pero el pensamiento se da en el individuo. Ningún individuo posee una cosmovisión idéntica a la de otro; pero la cosmovisión sólo surge de las relaciones sociales. La indivisibilidad del proceso no impide, sin embargo, que la articulación de los sistemas tenga que ser entendida de distinta manera a nivel individual y a nivel de grupo social, como se verá enseguida.

Utilizo el término grupo social, demasiado amplio, porque la naturaleza misma de la cosmovisión no permite una precisión mayor. Por grupo social puede entenderse todo conjunto de hombres vinculados entre sí por actividades, intereses y fines comunes. La idea de cosmovisión se hace inseparable de la de grupo social, ya que las particulares concepciones del mundo corresponden a intereses, ambiciones, anhelos, cultura e, incluso, grado de enajenación de los diferentes grupos sociales. Las bases de integración de los grupos son múltiples. El uso de un concepto tan amplio como el de grupo social implica que las unidades de estudio pueden tener muy variada y relativa dimensión, que unas incluyen a otras y que se intersectan (sic).

La absoluta conjunción de los sistemas ideológicos en la cosmovisión es posible sólo en el individuo. A nivel de grupo social, el conjunto articulado de sistemas ideológicos se da parcialmente, alcanzando distinto grado de homogeneidad en los distintos grupos sociales. Nunca, obviamente, podrá entenderse ésta como una conjunción absoluta.

La cosmovisión, insisto, es un producto cultural colectivo. Forma un macrosistema de comunicación, en el que cada mensaje cumple requisitos mínimos de inteligibilidad, de coparticipación intelectual entre emisores y receptores, y de establecimiento ‒casi siempre inconsciente‒ de reglas a través de cuyo cumplimiento las ideas pueden ser recibidas, aceptadas y asimiladas por el coparticipante. En esta forma el contenido de la cosmovisión integra un acervo para cuya estructuración no es necesaria (ni posible) una mente individual de comprensión totalizadora. Cada miembro del grupo social posee un caudal personal en constante transformación que se traslapa con el de sus compañeros de grupo, que se corrige y que reproduce alteraciones durante los procesos de comunicación y de actuación. Y cada miembro del grupo posee, además, una base lógica que lo hace un potencial receptor de un número de elementos conceptuales muy superior al de los que maneja normalmente. Estos procesos unificadores dan a la cosmovisión su relativa congruencia general, así como las contradicciones provocan y matizan su transformación.

Tomando en cuenta las relativas y variadas dimensiones y las diversas bases de la integración de los grupos sociales, los grados de homogeneidad de los sistemas que constituyen una cosmovisión serán también muy variados. Pese a la importancia de los grupos constituidos con base en la ubicación de sus miembros en las relaciones de producción, históricamente puede darse mayor homogeneidad en los grupos cuya integración descansa en otras bases: cultura, lengua, religión·, profesión, etcétera. Esto da lugar a que participen en grupos ligados por cosmovisiones de alto grado de homogeneidad individuos que ocupan una posición antagónica en las relaciones de producción. Como corolario, al realizarse a través de la ideología las aspiraciones, objetivos e ideales fundamentales de un sector del grupo, el otro sector, inconscientemente, estará colaborando en perjuicio de sus propias aspiraciones, objetivos e intereses fundamentales.

Es necesario mencionar que algunos de los sistemas ideológicos se caracterizan por robustecer la articulación y la congruencia del resto de los sistemas. En sociedades como las mesoamericanas, uno de los sistemas que cumplen tan importante función es el de la mitología, cuyo contenido tiene notable injerencia en los sistemas religioso, moral, mágico, médico y otros.

El complejo ideológico

Por complejo ideológico debe entenderse el conjunto articulado de las cosmovisiones de los diversos grupos que, en una época dada, integran una sociedad. El estudio del complejo ideológico comprende el de los conflictos que se producen entre las distintas cosmovisiones, ya que el contenido y las funciones de estas cosmovisiones no sólo son diversos, sino en muchos casos antagónicos. Pongamos por caso el de un grupo social subordinado que en un momento histórico se vincula a su deidad patrona de tal manera que las formas culturales llegan a robustecer la cohesión del grupo hasta un extremo inconveniente para el grupo en el poder. El conflicto tratará de resolverse a nivel ideológico. Las formas cultuales serán interpretadas por el grupo dominante como heterodoxas y causantes de disolución social. Por su parte, el grupo subordinado responderá también a nivel ideológico (independientemente de que elija cualquier otro medio de respuesta) atribuyendo heterodoxia a las concepciones religiosas del grupo en el poder, y considerando lesiva cualquier injerencia en materia religiosa. El análisis de un conflicto de esta naturaleza permitirá captar el problema no sólo en el plano ideológico, sino en la vinculación del conflicto con las contradicciones infraestructurales; dará a conocer las funciones concretas de imposición, cohesión y defensa de la ideología, y la interrelación existente entre el plano abstracto de la ideología y el plano de su actualización.

El estudio del complejo ideológico también comprende el de la dominación de una cosmovisión en un momento histórico dado, y el de los medios que utiliza el grupo que la impone para presentarla como la única verdaderamente válida y conveniente para toda la sociedad.

Figura 2


Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.[5]

Las cosmovisiones se encuentran trabadas de manera tan estrecha en el complejo ideológico, que dan la impresión de formar una ideología única. Esta trabazón se debe en buena medida a la actividad reductora del grupo dominante. Pero en esta trabazón es muy importante también la presencia de la tradición cultural.

La tradición cultural en el complejo ideológico

En el complejo ideológico están contenidos elementos de diversa antigüedad. Al transformarse la sociedad, los viejos elementos reciben nuevas y disímbolas cargas funcionales. No todos, obviamente, pueden ser revalorados y refuncionalizados. Muchos van perdiendo la congruencia con las diversas cosmovisiones, hasta los extremos de desvincularse y permanecer como supersticiones, o disolverse por completo.

En una sociedad primitiva, en la que existen mínimas diferencias entre sus miembros, las creencias comunes tienen una función primordialmente cohesiva. Conforme se va ahondando la asimetría de las relaciones y la diversidad y divergencia de intereses, las diferencias ideológicas se perfilan más nítidamente; pero en la transición no se pierden, por fuerza, los elementos anteriores, sino que van siendo modificados y refuncionalizados paulatinamente para justificar las relaciones de dominación. Sobre el antiguo acervo y congruentes con su contenido, se van montando los nuevos elementos necesarios, con aparente ortodoxia, mayor en cuanto que los detentadores del poder político adquieren el control de las instituciones encargadas de sistematizar la ideología.

El proceso de reutilización de elementos ideológicos con mínima o nula violencia, permite la persistencia de representaciones, ideas y creencias comunes en sociedades que participan de una misma tradición, pese a que en ellas pueden existir muy diversos niveles de desarrollo. En estas sociedades podrán apreciarse, junto a las grandes diferencias originadas por la transformación dispar, elementos cosmológicos nucleares, fundamentales, que son comunes. Esto es particularmente claro en las diversas sociedades mesoamericanas, lo que amplía, obviamente, las posibilidades de investigación.

Las cosmovisiones marginales

Las cosmovisiones subordinadas pueden llegar a tener un peso considerable dentro del complejo ideológico cuando los grupos sociales que las generan poseen recursos idóneos para la producción intelectual y para la difusión de su pensamiento. Situación muy distinta es la de los grupos sociales que se encuentran insuficientemente integrados desde el punto de vista ideológico a la sociedad global, independientemente de que su economía esté plenamente articulada al modo de producción dominante.

Esta situación se da como consecuencia de un proceso de dominación colonial, en el que los dominados pertenecen a una tradición cultural muy distinta a la de los dominantes. Es el caso de numerosos grupos indígenas en el régimen colonial español en América. La magnitud de la coerción ejercida a través de la fuerza pública, la fuerza económica o la burocracia colonial, disminuyó la importancia de la penetración ideológica de los dominantes, sobre todo en aquellas zonas en las que la imposición ideológica de los conquistadores era más onerosa. Mientras los conquistados mostrasen un barniz de conversión, mientras la coerción mantuviera su eficacia y mientras el pensamiento y las costumbres nativas no representasen un peligro de subversión, de resistencia a la opresión, de desvío a la orientación política o de escándalo, se toleró la supervivencia de la ideología indígena.

Los indígenas hubieron de establecer, difícilmente, una precaria congruencia entre dos tipos muy diversos de cosmovisiones, casi sin comprender una de ellas, en tanto que las cosmovisiones indígenas fueron consideradas por los conquistadores oprobiosas y culturalmente atrasadas. El resultado fue un pensamiento que tampoco alcanzó una desarrollada congruencia con la ideología de los dominadores; pero que al menos recibió su aprobación por no ser (en términos generales) antagónico. Este pensamiento quedó estimado como propio de sociedades que mantienen una condición de minoría de edad, concepción que, obviamente, robustece la ideología del grupo dominante y justifica la persistencia de las medidas coercitivas.

Por su parte, el grupo dominante se interesó por inculcar a los dominados sólo un poco más del mínimo que garantizara la reproducción de las relaciones productivas. Esto dio como resultado la reducción de la dinámica del pensamiento indígena.

Entre ambos tipos de cosmovisiones surgió y fue incrementada una brecha de incomprensión mutua: la indiferencia del dominante hacia el pensamiento indígena, y la imposibilidad del indígena de participar del pensamiento dominante más allá de ciertos límites permitidos. La articulación de ambos tipos de cosmovisiones es estrecha; pero su congruencia es mínima.

La incongruencia de las cosmovisiones dentro del complejo ideológico ha servido, según las circunstancias históricas, tanto para la defensa de los intereses de los dominados como para sostener la acción de los dominantes. Por una parte, la función cohesiva de la ideología protege a los grupos sometidos; por la otra, limita a los dominados el acceso a importantes medios de defensa y crea el mito de la necesidad de tutela.

La dinámica del desarrollo intelectual es muy distinta entre dominadores y marginados. Esto produce un considerable desfase. En las cosmovisiones marginadas, las representaciones, ideas y creencias se transforman lentamente, dando la falsa impresión de que los indígenas se mantienen ajenos a las relaciones sociales de la sociedad global. No sólo no se mantienen ajenos, sino que la reducción de su dinámica ideológica debe explicarse dentro del contexto del proceso de explotación existente. Las grandes transformaciones de la sociedad global repercuten, indudablemente, en las cosmovisiones indígenas; pero es más notoria la refuncionalización de los elementos ideológicos que la transformación de éstos.


* López-Austin Alfredo (1980), Cuerpo humano e ideología. La concepción de los antiguos nahuas, México, II-A UNAM, (Fragmento).

  1. Esto último debe entenderse como principio general, pero era frecuente que la fuerza de las armas sometiese a los pueblos conquistados que no estaban convencidos del derecho divino de los opresores.
  2. Marx y Engels, La ideología alemana, s.p.i., pp. 25-26.
  3. Carta de Federico Engels a Franz Mehring, Londres, 14 de julio de 1893. Marx y Engels. Obras escogidas, s.p.i., II, p- 502.
  4. Limoeiro Cardoso, La ideología dominante, s.p.i., pp. 12 y 22.
  5. Marx y Engels, La ideología alemana, s.p.i, pp. 50-5l.