Cuantificar a la población indígena y afrodescendiente del siglo xix

 Ricardo A. Fagoaga Hernández
Secretario Asociación Latinoamericana de Antropología

La “Carta etnográfica” de Antonio García Cubas (1885) es una de las primeras representaciones visuales en donde se conjuga la cuantificación de la población por su “origen” (en un gráfico) y al mismo tiempo se muestra la distribución de la población indígena por sus lenguas en el territorio mexicano (mapa). El mapa de García Cubas tenía como base la carta etnográfica de Manuel Orozco y Berra (1864), la primera elaborada en México, quien utilizó los datos proporcionados por diferentes párrocos quienes le informaron qué tipo de lengua se hablaba en sus parroquias. La información solicitada por Orozco y Berra, y la que tuvo oportunidad de consultar, forma parte de los diferentes proyectos estadísticos del siglo xix que se llevaron a cabo por el Estado y la Iglesia en México.

Carta Etnográfica

Las noticias estadísticas fueron proyectos de recopilación de datos que acompañaron los planes políticos desde la concepción de la idea de México como nación y se llevaron a cabo en diferentes fechas. Los primeros censos y estadísticas del México republicano se mencionan en el decreto de la Soberana Junta Provisional del 28 de diciembre de 1821 y en la orden del Soberano Congreso Constituyente del 30 de marzo de 1822. Esta información estadística se solicitó a todos los ayuntamientos de México mientras el Congreso revisaba los censos de 1791-1793 mandados elaborar por el virrey Juan Vicente de Güemes, Conde de Revillagigedo II, con la finalidad de tener una idea de la cantidad de población del recién fundado Estado mexicano. Sin embargo, las órdenes o no se cumplieron o los censos fueron elaborados sólo por algunos ayuntamientos y quedaron dispersos en archivos municipales o estatales. Con la sanción de la Constitución mexicana de 1824, en la que se especificaba la elaboración de un censo y estadística, aparecieron los primeros manuscritos e impresos estadísticos de diferentes municipalidades y estados de México, que se multiplicaron a lo largo del siglo xix y que siguieron modelos de elaboración semejantes. Las historias de las estadísticas en los diferentes estados de México se pueden consultar en los libros que editó Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell (2016, 2019).

La información solicitada a través de cuestionarios o planillas de preguntas tenían diferentes objetivos. Uno de ellos era la elaboración de censos de jurisdicciones pequeñas (localidades, municipios o parroquias) que permitiera la cuantificación de habitantes a partir de diferentes categorías que clasificaban a la población por edad, sexo, educación (alfabetismo) y en algunos casos por riqueza individual. El Estado mexicano buscaba clasificar a los habitantes para crear nuevas categorías que definieran a la población y al mismo tiempo limitar la participación política de la mayoría sin tener que utilizar categorías coloniales que clasificaban a las personas a partir de una clasificación etno-racial. Por lo anterior, en 1822 se prohibió en el registro público y privado la distinción de los habitantes por su “origen”, que recogía lo enunciado en el artículo 12 del Plan de Iguala (1821), y por esto el Estado y la Iglesia eliminaron la distinción de personas como “europeos”, “africanos” o “indios”. Sin embargo, en la orden se hizo la aclaración de que la distinción por origen se podía seguir llevando a cabo para graduar el pago de aranceles y obvenciones religiosas.

De los diferentes proyectos estadísticos del siglo xix, los únicos que hacen mención a las características etno-raciales de la población son las que elaboraron los párrocos del Arzobispado de México en 1848. Estas estadísticas buscaban recoger datos geográficos de ubicación, extensión, clima, distancia de las localidades en la jurisdicción y qué tipos de producción-industrias existían. Además, se preguntaba por información de los curas que estaban a cargo del curato, su tiempo en la parroquia, su estado de salud, las cofradías y obras pías que existían (incluyendo la mención de reglamentos), el registro en los libros parroquiales (bautismos, matrimonios y defunciones) y los días en que se celebraban fiestas religiosas. De las 37 preguntas o apartados que se tenían que responder sólo cuatro tienen relación con la población total del curato, clasificando por edades a los habitantes (de niños hasta 10 años, jóvenes hasta 20, y el resto de hombres y mujeres), el número de indígenas, el número de castas y el número de blancos.

La gran mayoría de los curas hicieron la distinción de los habitantes, pero otros explicaron porqué no respondían a la pregunta. El cura de Tulancingo, por ejemplo, no podía llenar las tres casillas relacionadas a las “clases”, argumentado “No acostumbrándose ya hace mucho tiempo especificar las castas, no hay datos en los libros para informar sobre ellas”. Otros, como el cura de Malinaltenango, respondieron de una forma más sencilla “Se abolieron desde la independencia”. En la siguiente tabla organizo la información de las 41 parroquias de las que se tienen estadísticas (entre corchetes está la cantidad inferida a partir de las menciones o fracciones de los párrocos)

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La rigurosidad en estas estadísticas variaba de una parroquia a otra. En la mayoría de los casos, los curas únicamente numeraron y clasificaron a la población. Otras estadísticas, las menos, ofrecen más información. En un cuadernillo con nueve estadísticas parroquiales de 1848, el cura escribió un apartado en la estadística de Tenancingo titulado “castas” en donde explicaba las diferencias en el pago de derechos parroquiales, distinguiendo a españoles e indígenas, en este último se incluían a las “demás castas” y se hacía referencia a la parroquia de Malinalco, en especial la Hacienda de Jalmolonga, en donde la población era descendiente de esclavos y de zambos.

La mención a las lenguas indígenas se hace en esta estadística y algo similar sucede con una estadística que se llevó a cabo en el Obispado de Michoacán en 1851. Esta estadística, con menos preguntas que la anterior, sólo solicitaba qué tipos de lenguas se hablaban en las parroquias y no se especificaba el número de habitantes. Los únicos datos de donde se puede saber o establecer un conteo parcial de la población es cuando se hace mención de los aranceles que cada grupo por su origen pagaba y se acompañaba del número de bautismos, matrimonios y defunciones. Este tipo de conteos, por lo que he observado, omitía a la población afrodescendiente y apenas se encuentran menciones de la población indígena.

En los papeles de Orozco y Berra de la Biblioteca Nacional de Antropología se encuentran los informes de los curas que respondieron a su cuestionario y son muy semejantes a las estadísticas de 1848 y 1851 que se encuentran en el Archivo General de la Nación y en los repositorios del Obispado de Michoacán. Con estos informes y las estadísticas mencionadas, Orozco y Berra pudo elaborar la primera carta etnográfica de las lenguas indígenas de México, representando su distribución geográfica en el país y que luego fuera copiada por García Cubas con su respectiva gráfica de población. Sin lugar a dudas, Orozco y Berra y García Cubas tuvieron a su disposición o acceso a estas estadísticas.

Mi interés en resaltar la importancia de las estadísticas de 1848 y de 1851 pues se centra en su importancia para ubicar y cuantificar a la población indígena y afrodescendiente. Es necesario, así lo considero, profundizar en la construcción etno-racial de los habitantes desde las estadísticas del Estado y de la Iglesia en México durante el siglo xix.

Bibliografía

Arrioja Díaz Viruell, Luis Alberto (ed.) (2016), Registrar e imaginar la nación. La estadística durante la primera mitad del siglo XIX. Volumen I. Jalisco, Estado de México, Nuevo México, Oaxaca, Sinaloa, Sonora y Veracruz. México, El Colegio de Michoacán-Universidad Veracruzana-El Colegio de Sonora.

–(2019), Registrar e imaginar la nación. La estadística durante la primera mitad del siglo XIX. Volumen II. Alta California, Baja California, Huasteca potosina, Michoacán, Nuevo León, Tamaulipas, Tepic, Texas, Tlaxcala y Zacatecas. México, El Colegio de Michoacán-Universidad Autónoma de Zacatecas.

García Cubas, Antonio (1985), Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos, México, Debray Sucesores.

Orozco y Berra, Manuel (1864), Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México precedidas de un ensayo de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus, México, Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante.