¿Cómo mapear la historia?

Armando Méndez Zárate
Posdoctorante El Colegio de Michoacán A. C.
armando.mendez@colmich.edu.mx


Los primeros pasos para mapear

La cartografía es una herramienta fundamental para la historia. Por lo general, cualquier historiador brinca de gusto al encontrarse, entre los expedientes de consulta, un mapa, croquis, carta o plano que ubique nuestra problemática de estudio en el espacio. El hallazgo resulta más relevante si ese texto gráfico es inédito para las investigaciones. Sin embargo, ¿cómo se puede utilizar esa fuente? ¿cómo trasladar ‒si es posible‒ esa cartografía a un mapa contemporáneo? Además de ¿cómo hacerlo y qué herramientas emplear?

Estas cuestiones las abordaré desde mi experiencia personal a partir de la elaboración de mapas. En la maestría (2012-2014) desarrollé un estudio histórico sobre la cuenca del río Ameca en Jalisco durante el siglo XIX (ver mapa 1) (Méndez, 2014). Este estudio me demandó la preparación de mapas que reflejaran el trabajo de archivo, y a la vez representara en cartas actuales mi objeto de análisis. Al fracasar con un tímido intento de copiar y pegar mapas de Google Maps y Google Earth a Paint para “manipular”, polígonos, líneas, etc., rápidamente me percaté que no llegaría a ningún sitio, debido a la cantidad de elementos que necesitaba representar y la poca “amabilidad” de Paint para realizar esas tareas, sin contar el tiempo invertido.

Mapa 1

Fuente: elaboración propia.


Ahí caí en la cuenta, que debía aplicarme en la utilización de programas especializados para elaborar mapas; sobre los cuales realmente desconocía su existencia. Hasta ese momento pensaba, ingenuamente, que los planos se realizaban en escritorios enormes a mano, como si se tratara de un gabinete geográfico decimonónico. Entonces comencé a utilizar ArcGIS, y me abrió los ojos por la cantidad de herramientas y usos con que se podía emplear la información, lo que más me sorprendió fue el manejo de las capas y cómo se podían hacer mapas al “gusto” del investigador, incluido cambiar colores, iconos, líneas, transparencias, y lo más relevante: la geografía de un territorio.

Ese primer acercamiento no fue fácil, pues invertí al menos un año en aprender lo básico, a base de prueba y error. Además, tenía que realizar los ejercicios sólo en equipos de cómputo donde estuviera instalado el software con su licencia respectiva, que era, y sigue siéndolo, bastante costosa para una economía de estudiante. Posteriormente, descubrí QGIS con la ayuda de los primeros tutoriales en YouTube, donde geógrafos y programadores, publican tutoriales y consejos sobre el uso de las diferentes herramientas y la solución a los problemas más comunes, algo así como el hágalo usted mismo.

Los canales que recomiendo para dar un seguimiento a los “youtubersque muestran técnicas, atajos y otros vericuetos de QGIS y ArcGIS son: SIG Arteaga, El blog de Franz y Master GIS. En los tres se pueden encontrar cursos completos para principiantes, intermedios y avanzados. Aunque no son los únicos, ellos se han mantenido en el mundo de los SIG (Sistemas de Información Geográfica), por explicar de forma sencilla la elaboración de mapas y las soluciones a los problemas más comunes que los software presentan. También, en sus páginas web ofrecen cursos con costo.

Actualmente, estoy lejos de considerarme un experto en las herramientas SIG, pues en los últimos cinco años han evolucionado de forma impresionante, ya que han combinado otras tecnologías como el uso del 3D para mapas, el empleo de imágenes satelitales en extremo precisas y variadas, la utilización de drones para levantar fotografías aéreas sobre superficies concretas y el manejo de un lenguaje informático especializado de Python. Además, de la disponibilidad de información SIG generada directamente por instituciones públicas y privadas que se suman al mar de información manipulable disponible para descarga libre por la red.

La construcción de la cartografía con enfoque histórico

Ante la disponibilidad de recursos que pueden ser usados para elaborar los mapas, cabe cuestionarse: ¿cómo utilizarlos para proyectar mapas del siglo XVI o XIX? ¿cómo plasmar en una imagen cartográfica los objetos de estudio? y sobre todo ¿existe un método para hacerlo o es bajo criterio libre del creador de los mapas? Lo primero es determinar cuál software se utilizará para elaborarlos: QGIS, ArcGIS u otra herramienta; una vez que se ha determinado el paso anterior, viene la aplicación en la técnica de conocer las funciones que nos permitan entender los alcances de los programas y tener la paciencia para ir practicando, hasta obtener el mapa que necesitamos.

Es altamente recomendable que toda la información se encuentre debidamente respaldada en una memoria externa de disco duro, con el fin de tener los datos geográficos en carpetas organizadas y disponibles. Esos elementos, deberían estar acompañados de un recorrido de campo que permita observar las características del territorio de estudio y plasmar en el mapa la propuesta de análisis que deseamos transmitir.

Aunque no es un requisito religioso el haber observado el paisaje de estudio, sobre todo por las condiciones de inseguridad en algunos sitios y restricciones en la movilidad; sí ayuda bastante a entender el territorio y, en lo sucesivo, reforzar las propuestas de investigación para que puedan ser retomadas en un mapa. A partir de ese momento, la cartografía con los SIG se convierte en una herramienta más para la interpretación histórica, pues se lleva al papel un argumento respaldado por la geografía y los elementos naturales que la conforman.

No obstante, es posible aclarar algunas limitantes en esta metodología, la cual consiste en construir y elaborar mapas considerando sus fuentes, siempre y cuando exista una base sólida para proyectarla. No podemos inventar puntos de referencia, tampoco crear líneas y polígonos a capricho forzando la información, y mucho menos tergiversando los datos geográficos, como coordenadas o los puntos de referencia. En este sentido, cada capa de nuestra cartografía (archivos shape) deberá reflejar el contenido de nuestras fuentes, entendiendo que estamos proyectando territorios que cambian constantemente.

De este modo, habrá que clasificar la información que sí es posible georreferenciar de aquella que debe construirse desde cero utilizando otras fuentes. Por ejemplo, para crear cartografía histórica a partir de documentos del siglo XVI, son necesarios al menos diez o doce puntos de referencia en el espacio, para que el QGIS o el ArcGis puedan reconocer el territorio y representarlo en un plano “actual”. En contraparte, contamos con los planos y cartografías del siglo XIX o XX, en donde se cuenta con mayores detalles, incluso con elementos que aún están presentes en el territorio, sobre los cuales se pueden obtener fácilmente más puntos que producirán una cartografía “precisa” y un archivo de capa shape de mayor utilidad.

Sin duda es un reto, pero vale la pena intentarlo y practicarlo para poder observar los resultados. La clave para este ejercicio, y otros, se encuentra en el ensayo y error realizable sobre los archivos shape. Aunque sí es indispensable aplicarse en ese proceso básico de conocer las herramientas y limitantes técnicas para la representación cartográfica, además de ser persistentes. El resultado será un mapa histórico ajustado a nuestras necesidades de investigación, que redituará en otras lecturas y miradas que complementan a las fuentes “tradicionales” de la historia.

Una experiencia personal

Las herramientas SIG aplicadas a los estudios históricos me han permitido utilizar la multidisciplinariedad para construir propuestas de investigación basadas en el análisis de la cartografía, proyectadas para el sur de México y Centroamérica, especialmente para sobrepasar las fronteras políticas construidas durante el siglo XIX. En su lugar busco privilegiar un enfoque de estudio del territorio, a partir de las similitudes geográficas, y de la lectura y observación de los paisajes naturales y sociales.

La cartografía histórica me permitió proponer territorios de estudio que privilegiaron las características geográficas y naturales sobre las fronteras políticas. En este sentido, la historiografía en Centroamérica, por lo general, enfoca sus lecturas históricas en una mirada nacionalista de las coyunturas y procesos sociales. A pesar de tener una historia común y una geografía compartida con rasgos sociales bastante similares, las historias localistas exaltan las temporalidades y los momentos históricos como hechos excepcionales, incluso se muestran desconectados de los territorios contiguos. Por ejemplo, el movimiento de independencia durante la década de 1820 o el avance de los cultivos agrícolas de exportación, como el café y la banana, para el siglo XIX y XX.

En la elaboración de la cartografía histórica sobre Chiapas y Centroamérica, me percaté de la relevancia de observar el territorio como otra fuente para reflexionar los procesos históricos (Méndez, 2018: 129). En ese ejercicio propuse entender el territorio centroamericano desde la perspectiva histórica en común, especialmente para mostrar la forma en que las fronteras políticas construidas en el siglo XIX fueron moldeando los Estados nacionales (ver mapa 2).

De este modo, los mapas no son un accesorio en los artículos de investigación, aunque sí pueden ayudar a ubicar a las y los lectores en el espacio de estudio. Los mapas son un documento que exponemos a partir de la elaboración minuciosa y rigurosa por su metodología y técnica, de la problemática abordada y explicada con las fuentes históricas “tradicionales” de archivo.

Mapa 2.- Capitanía General de Guatemala

Fuente: elaboración propia.


Una cartografía histórica involucra horas de análisis frente a la computadora, dolores de cabeza en la elaboración de las capas e incluso, frustración cuando los comandos de los programas de QGIS o ArcGIS no ejecutan las órdenes que les damos y nos dan por resultado errores de ubicación, etiquetas cambiadas, curvas de nivel mal proyectadas o elevaciones en el territorio no adecuadas. Estos inconvenientes deben presupuestarse como parte del trabajo cartográfico.

La intención de enumerar las condiciones que implica el manejo de datos SIG, consiste en reconocer el trabajo de los técnicos e investigadores que se involucran en esos procesos, y concientizar, para otorgar el valor proporcional a la dedicación en este tipo de aplicaciones. Aunque lo más significativo es observar el trabajo final, y sentirse satisfecho con los mapas elaborados, los cuales no serán la última palabra en el caso de los estudios históricos y sociales, antes bien, son otro testimonio de la temporalidad que estamos rescatando.

Los mapas son hojas en blanco sobre los que podemos escribir, para luego aumentar y corregir aspectos sociales manifestados en los territorios de estudio, siempre y cuando estén debidamente respaldados con las fuentes. La tecnología nos ha ayudado a avanzar en las labores de “escritura” mapeando la historia. Los avances en el desarrollo de software y herramientas especializadas SIG están en cambio constante. Estas condiciones, nos obligan a permanecer atentos a las innovaciones y adelantos en las técnicas aplicadas para la cartografía histórica, pues es fácil que las destrezas adquiridas con los equipos de cómputo y programas puedan quedar obsoletas.

En este sentido, en México algunos centros de investigación del Conacyt, como el Programa Especial de Sistemas de Información Geográfica para Ciencias Sociales y Humanidades (ProSIG) del CIESAS o el Colmich Cartográfico de El Colegio de Michoacán, organizaron laboratorios especializados en el uso y elaboración de SIG con enfoque histórico y social. En otros lugares como el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM, el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial y el Laboratorio de Análisis GeoEspacial también de la UNAM, combinan el análisis del espacio desde la perspectiva histórica, social, económica, cultural y ambiental.

Esos laboratorios abrieron opciones para que todas y todos pudiéramos acceder a un conocimiento de las herramientas SIG, avalado por un centro de investigación o universidad. Además de brindar servicios de apoyo a las instituciones de educación superior, organizaciones civiles e instituciones de gobierno en todos los niveles, para producir cartografía útil y abierta a todo tipo de público. Considero que estos esfuerzos fueron fundamentales para revalorar la función de los mapas más allá de los fines ilustrativos que, aparentemente, implicaban su incorporación en las investigaciones.

También, existen esfuerzos institucionales en universidades locales y centros de educación públicos y privados que desarrollan programas SIG y elaboran productos de cartografía histórica y social, con resultados interesantes, pero poco divulgados. Por ejemplo, el Laboratorio de Cartografía y Elaboración de Mapas (LACEM) de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Además de los portales con información SIG de dependencias gubernamentales como el IIEG de Jalisco, INEGI y el portal con los Datos Abiertos del Gobierno de México, los cuales cuentan con información geográfica y shapes con datos valiosos para los análisis espaciales con fines históricos y sociales.

La mayor parte de los laboratorios son de reciente creación, aunque no son los únicos, la mayoría se encuentra en proceso de consolidación. Algunos laboratorios con sus respectivas bases de datos y productos SIG se formaron en la década pasada. En mi experiencia, considero que, gracias a estos lugares experimentales de desarrollo cartográfico ubicados en los centros de investigación enfocados en las ciencias sociales y humanidades, se nos permitió revalorar el patrimonio cartográfico histórico en México, además de incorporar la geografía, física, química y las ciencias naturales a los análisis históricos.

A manera de cierre

Quisiera puntualizar algunos retos de los SIG con enfoque histórico. El primero consiste en la profesionalización de las técnicas para elaborar los mapas a partir de los softwares electrónicos, esto pasa por la creación de diplomados o programas con reconocimiento y validez institucional que respalden y certifiquen los conocimientos adquiridos para hacer cartografías históricas.

Un segundo aspecto, consiste en el acercamiento de estas herramientas como parte de los planes curriculares en la formación de historiadores y científicos sociales, donde la geografía y los SIG no sean vistos como una forma optativa de entender el espacio, antes bien sea considerada un actor fundamental para los análisis históricos.

Finalmente, el punto más relevante y complicado consiste en la difusión de los materiales elaborados por las y los historiadores en los laboratorios SIG. Esto es un reto, pues todas las horas invertidas en la elaboración de cartografía histórica, no tendrá un cauce adecuado, si no llega a tener una incidencia más allá del gremio, ya que al mapear la historia se comprende de una mejor manera el espacio que habitamos, y, por lo tanto, se puede valorar la casa de todos que, a veces, nos da por llamarla: territorio.

Bibliografía


Méndez Zárate, Armando (2014), “Conflictos y usos de los recursos hídricos en el valle de Ameca, Jalisco, 1866-1917”, Tesis de Maestría en Historia, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.

——————- (2018), “Estructuras agrarias, territorio y trabajo: La “Bocacosta” Centroamericana (Soconusco, Guatemala y El Salvador), 1821-1890”, Tesis de Doctorado en Historia, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.