Karla Consuelo Rivera Téllez[1]
PPELA-UNAM
Mural hecho por el colectivo Nazas Gráfico (Región Lagunera). En él aparece Laura Herrera, cocinera tradicional de la Tribu Negros Mascogos. De fondo algunas espinas y cactus que hacen referencia a la vegetación del lugar.
La Tribu Negros Mascogos es un pueblo afromexicano asentado en la localidad de El Nacimiento, municipio de Melchor Múzquiz, Coahuila, a unos 370 km de la capital del estado y a 181 km de la frontera con Estados Unidos. Por su lejanía geográfica con respecto a la mayoría de los pueblos negros de México y su particular historia ligada al periodo esclavista en la Costa Este de los Estados Unidos, ha sido un pueblo que, hasta hace muy poco, había estado fuera de la lucha por el reconocimiento de los pueblos afrodescendientes y por lo tanto, ha sido una de las últimas comunidades en adherirse al movimiento afromexicano.
No fue sino hasta 2018, cuando se llevó a cabo el XIX Encuentro de Pueblos Negros en El Nacimiento, que la comunidad tuvo conocimiento de la existencia de otros pueblos negros que se encontraban luchando por sus derechos políticos y el reconocimiento constitucional desde hace más de 20 años. En este sentido, la palabra “afromexicano(a)”, acuñada en 2011 durante un foro organizado en Charco Redondo, Oaxaca, aún no ha sido completamente apropiada por la comunidad como parte de su identidad.
Con este panorama como contexto, la inclusión de la pregunta de autoadscripción enfocada a poblaciones afromexicanas durante el Censo 2020 no tuvo resonancia en dicha comunidad, por lo que la aplicación de la pregunta “De acuerdo con su cultura, historia y tradiciones, ¿se considera usted negro(a), es decir, afromexicano o afrodescendiente?” no tuvo la respuesta esperada por los encuestadores del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
La lucha internacional por el reconocimiento de los pueblos afrodescendientes incluye no solo sus derechos políticos, sino el reconocimiento estadístico para la medición de las desigualdades y sus condiciones de vida. En el caso específico de las poblaciones étnicamente diferenciadas, en América Latina se ha aplicado el concepto de “enfoque étnico” en las boletas censales utilizando un amplio espectro de términos identitarios de acuerdo al contexto y las necesidades de cada país.
Partiendo de que los censos constituyen el mecanismo más fiable no solo para identificar y caracterizar a grupos específicos de población étnicamente diferenciados sino para el monitoreo de las desigualdades, y de que América Latina representa una de las regiones más heterogéneas en cuanto a composición étnica, uno de los mayores retos a los que se han enfrentado los Estados ha sido la inclusión de esta diversidad en los sistemas censales y estadísticos de cada país. Ante este panorama, surge la pregunta planteada por Del Popolo (2008) sobre cómo definir un conjunto de variables que permitan abarcar con suficiencia estas identidades en los instrumentos de recolección de datos.
En este sentido, uno de los desafíos más complejos que se han presentado para los departamentos e instituciones encargados de generar estadísticas nacionales ha sido la inclusión de la diversidad étnica en las boletas censales. La discusión ha girado en torno a las formas de identificar a la población afrodescendiente en los censos de población, y el dilema principal ha sido si la pregunta de identificación étnica debe dirigirse hacia el criterio racial-fenotípico o a indicadores étnico-culturales, ya que, siguiendo al mismo Del Popolo, la definición de la pregunta y las categorías utilizadas en las boletas censales constituyen un factor determinante en los resultados obtenidos.
En México, como en otros países de la región, la discusión central para el diseño de la pregunta censal dirigida específicamente a las poblaciones afromexicanas[2] giró en torno a decidir si la pregunta se referiría a rasgos fenotípicos, como el color de piel, o a cuestiones de pertenencia étnica-cultural. Sobre el primer punto, es importante señalar que en el contexto mexicano las afrodescendencias no están vinculadas únicamente al color de piel o rasgos físicos sino a la herencia histórica y cultural de los pueblos que se autoadscriben como negros.
Para sorpresa de muchos, en México, el hecho de que se hayan reunido varios integrantes del movimiento e instituciones aliadas para definir la categoría con la cual se reconocería oficialmente a esta población, no garantizó que las personas que viven en zonas que se reconocen como negras se identificaran con el término afrodescendiente o afromexicano, ni en la Encuesta Intercensal del 2015 ni en el Censo 2020.
En parte, lo anterior se debió a que, como ha dicho Restrepo (2021: 17) en otro contexto, “el término afrodescendiente no viene ‘desde abajo’ sino que es una imposición ‘desde arriba’, propuesta por las burocracias y la academia”, y a que las discusiones y la toma de decisiones se generaron en espacios centralizados y geográficamente alejados de muchos pueblos y comunidades afrodescendientes que se identifican con otros términos locales, como el caso de los Negros Mascogos en Coahuila o los jarochos y morenos en Veracruz.
Para ilustrar esta dificultad se tiene el caso colombiano, en donde el organismo encargado de generar las estadísticas del país, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), incluyó una pregunta racial en el censo de 1993, en el que los resultados mostraron que solo el 2% de la población se identificó como afrocolombiano. La razón de esto, siguiendo a Andrews (2016), se encontró en la manera en que había sido formulada la pregunta: “¿pertenece a alguna etnia indígena o comunidad negra?”. En este caso, la categoría “comunidad negra”, para la mayoría de las personas colombianas, hacía referencia a los asentamientos de población mayoritariamente negra, como las islas de San Andrés y Providencia o el Chocó y no a cualquier asentamiento mayoritariamente afrocolombiano o a la propia idea de comunidad como agrupación simbólica de pertenencia. Por esta razón, aquellos afrocolombianos que no vivían en las regiones apuntadas no se reconocieron bajo la categoría de “comunidad negra”.
Con el objetivo de que esta subestimación no se volviera a repetir en el censo del 2005, los funcionarios del DANE orientaron la pregunta específicamente hacia los grupos étnicos incluyendo el concepto de pueblo, cultura y rasgos físicos: “De acuerdo con su cultura, pueblo o rasgos físicos… es o se reconoce como:”.[3] Con este cambio en la estructura en la pregunta, se logró que el 10.5% de la población se reconociera dentro de alguna de las categorías que abarca la afrodescendencia en Colombia.[4] Aunque, si bien la cifra favoreció a la población afrodescendiente, algunos activistas criticaron al organismo encargado por no haber incluido la categoría “moreno”, vocablo utilizado popularmente por afrocolombianos en la costa del Caribe.
En este sentido, Del Popolo (2008) advierte que conviene tomar en cuenta que la estructura de la pregunta puede influir en la respuesta del encuestado ya que, aunque el criterio aparentemente sea el mismo, el enunciado de la pregunta incorpora elementos conceptuales heterogéneos que pueden inducir respuestas diferentes en cada caso.
En México, debido a la persistente idea en torno al mestizaje como única vía legítima para dotar de identidad a la Nación, la población afrodescendiente del país ha sido borrada de los imaginarios y discursos oficiales, lo que ha dado pauta a su exclusión en todos los ámbitos de la vida pública y política del país. En este sentido, no es de extrañarse que muchas comunidades alrededor del país no se sintieran identificadas con el término “afromexicano” durante el Censo 2020. Tal fue el caso de la comunidad Negros Mascogos, quienes, en su mayoría, respondieron negativamente a la pregunta de autoadscripción.
Para contextualizar esta experiencia, tenemos que en 2020, unos días antes de la aplicación del censo, se llevó a cabo una campaña de carácter local, en el Municipio de Melchor Múzquiz, Coahuila, para familiarizar a la comunidad con la pregunta de autoadscripción dirigida a población afromexicana. Con el fin de conocer sus posibles respuestas, en la plaza principal del pueblo se leyó a varias personas la pregunta que los entrevistadores del INEGI debían hacer a la población: “Por sus costumbres y tradiciones, ¿se considera usted afromexicano, negro o afrodescendiente?”, a lo que la mayoría de las personas respondían negativamente.
Al respecto, una integrante de la comunidad comentó: “es difícil que la gente se reconozca como afromexicana porque la palabra es nueva para nosotros y para México. Si tú llegas y le preguntas a un Negro Mascogo: ¿Oye, tú eres negro o eres afromexicano?, él te va a decir: Yo soy Negro Mascogo”.[5]
Expuesto este panorama, y considerando otras experiencias en América Latina, se puede decir que en numerosos casos las estimaciones censales fallan debido a varios factores, entre los que destacan la falta de pertenencia cultural o contextualización en la redacción de las preguntas con enfoque étnico, el desconocimiento de los términos locales utilizados para la autoidentificación, así como la ausencia de una capacitación adecuada para el desempeño de los encuestadores en campo.
Observar las disparidades semánticas entre las preguntas y categorías que se utilizan en los censos de cada país es importante para conocer otras experiencias pero también para reconocer que los cambios en la estructura de las preguntas pueden arrojar resultados diferentes que, desde luego, redundarán en aspectos centrales de la política pública dirigida a la población en cuestión. En este sentido, las instituciones y organismos encargados de generar estadísticas de población deben considerar que las diversas maneras de formular las preguntas censales pueden incitar al individuo encuestado a adoptar diferentes posturas frente a su propia identidad étnica.
Como se ha revisado, el enfoque étnico, incorporado recientemente a los sistemas estadísticos nacionales, plantea un desafío significativo dada la complejidad étnica y cultural que caracteriza a los países de nuestra región.
Para que las comunidades afrodescendientes puedan estar ampliamente representadas en las próximas encuestas censales se requiere redoblar los esfuerzos debido a que, a pesar de que los términos afrodescendiente y afromexicano(a) son internacionalmente reconocidos, ha sido una decisión global que se generó por agentes externos y, por lo tanto, ha costado que las comunidades alejadas se apropien estas formas de autoidentificación. La simple inclusión del enfoque étnico en las boletas censales no es suficiente, sino que el tratamiento del tema es mucho más complejo y tendría que ir más allá de la sola adición de una o más preguntas relativas al tema (Schkolnik, 2009).
De aquí que, para subsanar muchos de los problemas señalados, se torne necesario necesaria la participación de las propias comunidades y personas que se identifican como negras, afrodescendientes, morenas, jarochas, etc., en todas las etapas del proceso censal, desde el diseño y formulación de la pregunta de autoadscripción, hasta su participación como encuestadores y encuestadoras dentro de sus propias comunidades, así como en la sistematización, el análisis y la difusión de los resultados obtenidos.
El caso de la Tribu Negros Mascogos representa un claro ejemplo de que las afrodescendencias en México y en Latinoamérica se manifiestan de diferentes maneras y a través de múltiples identidades que cambian de acuerdo con el contexto social, de tal forma que su ubicación geográfica, cultura, historia, tradiciones, e incluso su relación con otros grupos, determina en gran medida sus mecanismos de pertenencia y autoidentificación, así como el establecimiento de vínculos y compromiso con las luchas y las causas afromexicanas.
De manera que, retomando a Del Popolo (2008), el mayor desafío en la inclusión del enfoque étnico en las boletas censales de América Latina radica en determinar cuáles son los indicadores más adecuados para cada dimensión, tomando en cuenta el contexto de cada país, cada estado y cada comunidad y, sobre todo, en identificar cómo formular las preguntas para captar la multidimensionalidad de las identidades étnico-raciales.
Bibliografía
Andrews, G. R. (2016). Los afrodescendientes en los censos latinoamericanos, 1776-2011. Claves. Revista De Historia, 2(2), 257-278. https://doi.org/10.25032/crh.v2i2.11
Del Popolo, F. (2008). Los pueblos indígenas y afrodescendientes en las fuentes de datos: Experiencias en América Latina. CEPAL. http://repositorio.cepal.org/handle/11362/3616
Restrepo, E. (2021). ¿Negro o afrodescendiente? Debates en torno a las políticas del nombrar en Colombia. PerspectivasAfro, 1(1), 5-32, https://doi.org/10.32997/pa-2021-3541
Schkolnik, S. (2009). La inclusión del enfoque étnico en los censos de población de América Latina. Notas de Población, (89), 57-100. https://repositorio.cepal.org/handle/11362/12857
- karla.riveratellez@gmail.com ↑
- El diseño de la pregunta de autoadscripción se llevó a cabo mediante varias reuniones entre organizaciones civiles y académicos(as) pertenecientes al movimiento afromexicano para ser incluida en la Encuesta Intercensal 2015. ↑
- Las posibles respuestas eran: 1. Indígena; 2.Rom; 3.Raizal del archipiélago de San Andrés y Providencia; 4.Palenquero de San Basilio; 5.Negro(a), mulato(a), afrocolombiano(a) o afrodescendiente; 6.Ninguno de los anteriores. ↑
- Raizal, palenquero, negro, mulato, afrocolombiano o afrodescendiente. ↑
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Comunicación personal (28 de agosto de 2021) ↑