Catolicismo entre lo social y lo sagrado: Peregrinación de Guadalajara a Tepeyac en el Porfiriato tardío

Robert Curley[1]
Universidad de Guadalajara

Peregrinación a la virgen de Guadalupe frente a la basílica.
Fuente: Mediateca del INAH


Introducción

La organización y celebración de una peregrinación masiva de fieles entre Jalisco y Tepeyac, sitio en donde la Virgen de Guadalupe apareciera ante el indio, Juan Diego, data de la primera década de 1900. El cerro de Tepeyac ha recibido peregrinos desde hace siglos, pero la primera peregrinación organizada desde la Arquidiócesis de Guadalajara con la intención de facilitar el viaje de un grupo masivo a la Ciudad de México tuvo lugar en 1903. Entre esa fecha y 1909 se organizaron seis peregrinaciones masivas, todas al lugar que los fieles consideran la cuna de México.

De acuerdo con el relato oficial de la peregrinación de 1903, la idea de organizar una peregrinación a la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe surgió en respuesta a una epidemia habida en la ciudad de Mazatlán. “Apenas asomó la peste bubónica su horrible faz”, escribe García, y surgió la idea de realizar una peregrinación a Tepeyac para pedir a Guadalupe que librara a Jalisco “del azote de la peste”.[2] El arzobispo de Guadalajara, José de Jesús Ortiz, fijó la fecha y nombró una comisión de personas prestigiadas bajo la dirección de un sacerdote, el presbítero Luis Romo. La comisión debió negociar con la empresa del Ferrocarril Central para asegurar el transporte adecuado para un grupo grande de personas y para ofrecer un precio moderado aprovechando la escala de demanda para el viaje. Siguiendo la pauta de una Carta Pastoral sobre la devoción guadalupana, la comisión debió comunicarse con los párrocos de la arquidiócesis para dejar las instrucciones necesarias para que los peregrinos se trasladaran primero a Guadalajara antes de embarcar como grupo hacia la Ciudad de México. Desde el 13 de abril de 1903 empezaron a salir de Guadalajara los peregrinos, rumbo a su visita al santuario de la “graciosa morenita de Tepeyacatl”, pero la gran mayoría de los fieles viajó como un solo grupo, partiendo a las dos de la tarde del 20 de abril.

En lo que sigue, voy a referirme a tres peregrinaciones que se realizaron en 1903, 1904[3] y 1909[4], todos similares y cómodamente empotrados en un periodo de relativa serenidad previo a la crisis política que desembocó en la revolución mexicana. Las trataré de manera colectiva como un grupo de eventos que comparten rasgos de organización, significado, escala y alcances. Cada una generó con panfleto publicado, poco tiempo después se realizó el viaje y todos los panfletos constan de un resumen o bosquejo de los preparativos, el viaje, la llegada al santuario y los eventos celebrados. Asimismo, cada panfleto reproduce el sermón pronunciado en el santuario y en el caso de la peregrinación de 1909, se incluye otro sermón que se pronunció durante la visita en el Templo Nacional Expiatorio San Felipe de Jesús.

¿Quiénes son los peregrinos? La Iglesia católica es una institución vertical y los relatos de la peregrinación siguen una fórmula esperada. El arzobispo es el peregrino principal, organizador del viaje y representante del catolicismo jalisciense. Le siguen el clero alto de la ciudad catedralicia y se nombran a los párrocos de una veintena de pueblos, aunque son muchos más; en total unos trescientos sacerdotes guían a sus fieles. En adición, participan distintas asociaciones piadosas, entre ellas 240 integrantes de las Hijas de María tan sólo del grupo procedente de la ciudad de Guadalajara. El periódico, La Linterna de Diógenes, hizo un listado de las asociaciones que participaron:[5]

Asociaciones que participaron en la peregrinación de Guadalajara a Tepeyac, 1903

1 Tercera Orden de San Francisco
2 Tercera Orden de Santo Domingo
3 Junta Guadalupana de América
4 Hijas de María de Sayula
5 Hijas de María de Cocula
6 Hijas de María de Zapotlán
7 Hijas de María de Ejutla
8 Hijas de María de Tuxpan
9 Hijas de María de Etzatlán
10 Hijos de José de Zapotlán
11 Apostolado Guadalupano de Señores de Tonalá
12 Apostolado del Santísimo del Tarengo
13 Hijas de María de Tonalá
14 Escuelas parroquiales de Ejutla
15 Escuelas parroquiales de Lagos
16 Apostolado de la Oración de Jalos
17 Hijas de María de Guadalajara
18 Sociedad del Sagrado Corazón de Señores de Soconusco
19 Sociedad de Señores del Inmaculado Corazón de Lagos
20 Sociedad de Madres Cristianas de Guadalajara
21 Consejos Particular y Central de la Sociedad de San Vicente de Paul, Guadalajara
22 Patronato de jóvenes aprendices de Jesús, María y José, Guadalajara
23 Comité de la Prensa Católica de San Francisco de Sales, Guadalajara
24 Apostolado Eucarístico Expiatorio, Guadalajara
25 Santuario de Ntra. Sra. de Guadalupe, Guadalajara

Fuente: Elaboración propia.

La gran mayoría de los peregrinos son fieles de las distintas parroquias de la arquidiócesis. Se agrupan de acuerdo con su párroco o con el dirigente de su asociación y en 1903 suman aproximadamente mil personas que hicieron el viaje de acuerdo con los datos de la arquidiócesis. Cuatro mil personas comulgaron en la misa celebrada el 22 de abril en la Colegiata Guadalupana. El año entrante, la segunda edición de la peregrinación reportó 6 mil asistentes y la edición de 1909 reportó en 4 mil  el número de peregrinos que viajaron de Guadalajara a Tepeyac. En todos los casos, el número de peregrinos presentes en el santuario es mayor que el número de peregrinos jaliscienses; por ejemplo 10mil se reportan para 1903. Esto es porque la peregrinación al Cerro de Tepeyac era popular independientemente de los viajes que organizara una u otra diócesis.[6]

La descripción de la concurrencia termina con una breve descripción del grupo que llegó a Guadalajara procedente del pueblo nahua de Tuxpan Jalisco. “La raza indígena pura tuvo también sus representantes. Un grupo de cerca de 20 inditas de Tuxpan con su traje tradicional asistió a la fiesta. Vestían una especie de enagua de paño negro enrollado al cuerpo graciosamente. Uno como de chal de blanco lino y un saco de la misma tela completaban el traje”. Esta descripción merece comentario, pero no sin antes compararla con otra caracterización similar hecha el año después en la ocasión de la peregrinación de 1904. En ese caso, el narrador comenta que llamó la atención el grupo de indias de Tuxpan por la originalidad de su vestido: “Para cubrirse el busto, ponerse un trapo de algodón que llaman jolotón y que es un cuadro cuyas extremidades, cosidas por los costados, caen por el frente y por la espalda, dejando tan sólo una pequeña parte por donde salen los brazos. En lugar de falda llevan enredados catorce metros de paño finísimo, el cual está cuidadosamente tableado y sujeto á la parte superior por medio de una faja más o menos fina”. La narrativa hace hincapié en que este grupo de mujeres nahuas llamó la atención principalmente al interior de la Colegiata Guadalupana.

Ambos relatos construyen al grupo indígena como “Otro étnico” y lo describe de una manera singular que no corresponde a ningún otro grupo de peregrinos. En ambos casos, el autor tiene interés en sus cuerpos y la vestimenta que los cubre. “La enagua enrolla su cuerpo graciosamente; se cubren el busto con un trapo llamado jolotón que descubre sus brazos”. La primera descripción las caracteriza como “inditas”, en diminutiva y de raza pura. La pureza aquí es polisémica en el sentido de que mimetiza la pureza de la Virgen a la vez que describe a las mujeres indígenas como absolutamente ajenas a la cultura y etnicidad de los demás, los miles de peregrinos que no son descritos corporalmente. La idea de raza se despliega para recordar al lector que México es mestizo.

Quiero reflexionar brevemente sobre las limitaciones de las fuentes. Debido a que son documentos hechos por la Iglesia católica, es limitado lo que se puede afirmar sobre los motivos y la práctica de la peregrinación a nivel de los fieles. Se trata de una mirada oficial, es cierto; pero si estamos atentos al sesgo natural de la fuente, podemos aprovecharla como una crónica bastante fiel de los eventos. No sabremos qué opinaban los individuos, pero podemos aprender mucho sobre el espacio de experiencia colectiva de los peregrinos y algo sobre el horizonte de expectativa que la Arquidiócesis de Guadalajara pretendió articular para el consumo masivo durante el evento y mediante la figura del sermón.[7] Aquí la articulación es compleja.

Simon Coleman advierte sobre la importancia de poner atención a la polisemia del término “articulación”. Por un lado, se puede referir a la expresión, el enunciado de una idea; por otro, a la vinculación de una idea entre otras. Coleman reconoce múltiples articulaciones entre lo que puede representarse como la peregrinación y otras actividades que ponen a prueba la unidad semántica de esta tradición.[8] En los casos que analizo aquí, los organizadores tuvieron una visión ortodoxa de la tradición, pero si consideramos la peregrinación católica a finales del siglo XIX y a principio del siglo XX, queda claro que la ortodoxia misma sufría modificaciones. La peregrinación moderna articulaba una visión politizada de la religión que hacía explícito el contraste entre la cultura cristiana y el liberalismo. Todo esto era nuevo quizás desde la época de reformas liberales a mediados del siglo XIX.[9]

El análisis se centra en la articulación entre tres aspectos de la peregrinación: el ritual, la historia y siguiendo a Koselleck, el horizonte de expectativa. Podemos observar la reproducción de aspectos tradicionales, incluso milenarios, de la peregrinación al lado de innovación e invención.

Ritual (viaje, oración, canto, santuario, adorno, misa, sermón y música)

En términos del ritual, se imponen muchos aspectos tradicionales en el sentido de que se encuentran presentes en peregrinaciones de distintas épocas. En principio, el viaje o traslado, el desplazamiento del hogar a un sitio sagrado y el espacio liminal que se produce al dejar atrás la certitud del hogar y encontrarse a medio río sin alcanzar aun la seguridad de un destino sagrado. Este limbo está presente en todos los tiempos. La colectividad de los peregrinos, sean pocos o muchos, inspira la oración, el canto y la plegaria. Así, los resúmenes cuentan que los peregrinos porfirianos cantan y rezan juntos en el viaje, forjando una colectividad y una identidad religiosa compartida. Todos rezan el rosario en unísono al atravesar el Tajo de Nochistongo, una gran barranca en los límites de los estados de Hidalgo y México que circunnavega el tren siempre a unos metros del abismo. Se comparten los miedos y las esperanzas, así como un ritual primario, a la vez que acompañan al ferrocarril, el modo de transporte más icónico de la revolución industrial. A través del rosario se articula—se expresa—una práctica milenaria de la fe; pero el contexto del ferrocarril ofrece una articulación distinta por medio de una conexión con un mundo nuevo, fincado en el concepto de progreso.[10] Esta mezcla, una devoción milenaria en el contexto de la Revolución Industrial, ilustra bien las paradojas que constituyen la modernidad.[11]

El santuario es otro espacio en donde podemos observar el ritual de la peregrinación. En primer lugar, hay que reconocer que se trata de un espacio sagrado, un destino complejo que evoca emociones fuertes de adoración y reverencia. El lugar central de este espacio sagrado es el templo, La Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe. Es un sitio de oración, pero también un símbolo del poder eclesiástico. El templo se erigió en un espacio sagrado popular, el cerro de Tepeyacatl, en donde la Virgen de Guadalupe apareció al indio Juan Diego. El resumen que publicó la Arquidiócesis de Guadalajara no comenta sobre las prácticas devocionales en el cerro por lo que este espacio ritual se queda en una posición de subalternidad. A cambio, el templo concentra un despliegue denso de ritual.

Central al ritual es el lugar de las flores, puesto que la historia contada por la Iglesia enfatiza la ofrenda de flores que Juan Diego le hizo a la Virgen. En esta tradición, la imagen de la Virgen tiene blancas coronas a sus pies y que adornan su altar, símbolo de su pureza. Pero el santuario se viste de flor, rosas rojas de Castilla, blancas gardenias, gardenias, jazmines, lirios,  azahares y magnolias; colosales ramilletes de color y olor. Un arreglo gigante de rosas blancas y rojas con sus verdes hojas representa el tricolor, la bandera de México. Una estrella de ocho rayos o puntas hecha de flores compuesta de gardenia, jazmín, lirio y azahar domina la vista, colgada arriba de la cripta. Una figura simbólica en el catolicismo, el Islam y en otras culturas, la estrella de ocho puntas se asocia con la Virgen María y puede observarse de color oro como relieve de su manto cerúleo en la imagen famosa de la Basílica.[12]

Historia

El sermón de Luis Silva es un documento extenso y complejo. Más adelante analizaré los usos que  hace de la escritura sagrada, particularmente del Antiguo Testamento. Pero primero, quiero reflexionar brevemente sobre un pasaje que propone un esquema histórico para entender la nación mexicana. El esquema se divide en cuatro partes que corresponden a distintos siglos y que, me parece, quieren sugerir un volksgeist, un carácter nacional y una historia patria. Cada parte se presenta como una viñeta que concentra las características y personajes de su tiempo a lo largo de cuatrocientos años de presencia católica en México.

La primera viñeta corresponde al siglo XVI y Silva la denomina la ”Época de Conquista”. Sobre el siglo escribe: “a la vez que los conquistadores ganaban la tierra palmo á palmo, los religiosos, mensajeros de paz, ganaban las almas para el cielo”. Lo considera un periodo de tiempo juzgado injustamente por los enemigos de la religión. La segunda viñeta representa el siglo XVII y se titula el ”Periodo de civilización”. Aquí se celebra “el rápido progreso de las ciencias y de las artes, se le llama el periodo de la civilización y…el siglo de oro de las letras patrias”. La tercera viñeta corresponde al siglo XVIII y se define por el “regalismo”. “Nuestra nación” resintió “los graves males de la madre patria” que se vio dominada por el absolutismo de los reyes que obstaculizaron a los demás “ordenes de progreso”. La última viñeta alude al siglo XIX y se caracteriza por las llamadas “Revoluciones intestinas”. En esta época “el mar borrascoso de las revoluciones regó con “sangre de hermanos el suelo de la patria”.

La unidad religiosa y el modelo cíclico de la historia

Siglo Grandes hombres
XVI Fray Martín de Valencia
  Fray Pedro de Gante
  Alfonso de Molina
  Bernardino de Sahagún
  Alfonso de la Veracruz
  Antonio Valeriano
  Rodrigo de Sifuentes
  Francisco Tembleque
XVII Diego de Cisneros
  Padre Salvatierra
  Padre Kino
  Fray Diego de Basalenque
  Francisco de Florencia
  Sor Juana Inés de la Cruz
  Juan Ruíz de Alarcón
  Los hermanos Juárez
  Sebastián de Arteaga
  El divino Herrera
XVIII Benito Díaz de Dávalos
  El Dr. Bartolache
  Padre Antonio Alzate
  Fray Junípero Serra
  Fray Antonio Margil
  Fray Manuel Navarrete
  Miguel Cabrera
  Eduardo Tresguerras
  Manuel Tolsá
  Padre Clavijero
  Padre Alegre
  Padre Abad
  Padre Maneiro
  Padre Parreño
XIX ¿Quién está a la altura?

Fuente: Elaboración propia.

Un comentario sobre la visión histórica del autor: En primer lugar, parece entender la historia como una sucesión de tiempos de retos y tiempos de progreso, visto en términos de los éxitos de la fe. A lo largo de los siglos mencionados, se refiere a las inundaciones, el hambre de la sequía y la peste, todos mitigados por los milagros de la Virgen. Los retos más explícitos: los excesos de los conquistadores, de los reyes absolutistas y de los ejércitos de la guerra de la Independencia fueron mitigados por la unidad religiosa definida a través del culto a la Virgen de Guadalupe.

Horizonte de expectativa

En el argumento de Silva, la unidad religiosa, guía y determina la unidad social y la unidad política. Enfatiza referencias importantes al “naturalismo” y “materialismo”. Aquí el primero se refiere a la ideología de que la razón de la naturaleza humana puede resolver todos los retos de la vida, sin el apoyo de la religión. El materialismo, como es de esperarse, se opone a lo espiritual o místico. Sólo el orden sobrenatural puede resolver el problema de la unidad social.[13]

La unidad social es un argumento sobre el mestizaje. Se remite a una narrativa sobre la defensa de los indios hecha por los religiosos en contra de los horrores de la Conquista. De acuerdo con Silva, “el antagonismo de la raza es uno de los males más terribles de que nos habla la historia de los diferentes pueblos”. La Virgen de Guadalupe defiende en contra de esta forma de racismo al fundir ambas razas, conquistadores y conquistados, la azteca y la española, en una sola raza, “en una sola nación que no puede llamarse ni azteca ni española sino mejicana”.[14]

Resuelta la tribulación del racismo, Silva gira su atención sobre un problema que considera moderno, el conflicto de clase. Poderosos elementos de disolución y de ruina surgen en el siglo XIX con la Independencia. Las clases opulentas levantan templos y altares al dios del egoísmo y las masas populares viven con venganza y odio. Se pregunta, “¿quién hará sobre ese abismo el puente de oro de la caridad”? [15] Esta sección hace un llamado indirecto a la filantropía o caridad de las mujeres en una suerte de esfera social. No hace mención del modelo de esferas separadas, pero de todas formas su lenguaje es sugerente:

Digámosle á la dama opulenta y cristiana, que se viste de púrpura y oro, que baje del trono de sus riquezas para que vaya hasta la cabecera del moribundo, pobre y desamparado, á palpar allí la realidad de la vida, y para que en la emoción profunda de su espíritu, arranque de su corazón y de su alma una palabra de cariño y de amor para aquel infortunado que la recibirá como un bálsamo que suaviza sus dolores y como una esperanza consoladora en la partida…Decidle que descienda hasta el tugurio infeliz de la viuda desolada que lleva al pequeño que con ansia le pide pan y sólo encuentra un cuerpo casi sin vida.[16]

El tema aquí es la decadencia de la unidad social, es decir, el abismo de la clase social y el conflicto que de esta cuestión social surge. Primero explica la distancia entre ricos y pobres, luego urge a los pudientes a que hagan actos de caridad y a los pobres a que se levanten de la postración y trabajen por su honra, la pureza de sus costumbres y el amor de su religión. Así podrán legar a sus hijos un nombre sin mancha. La unidad social, entonces, concierne a la raza durante la Colonia y la clase durante el periodo nacional.

La última parte del ensayo trata la unidad política y se analiza a partir de dos citas bíblicas. La primera hace eco a las palabras de Dios a David en el Salmo 131 (132). Esta se refiere al pacto o convenio entre David y el Señor; se conoce como un canto de ascensión, mismo que se identifica tradicionalmente con los peregrinajes. Los versículos 11 y 12 muestran el pacto entre los dos y la condición. Aquí tiene sentido para la época del Liberalismo, en donde el temor de la Iglesia son los gobiernos sin Dios. Aquí dice que Yahvé juró a David una firme promesa que no retractará: “Vástago de tu raza pondré sobre tu trono. Si tus hijos guardaren mi alianza y los mandamientos que Yo les enseñare, también los hijos de ellos se sentarán sobre tu trono perpetuamente.” La alianza es una referencia al Arca de la Alianza que contenía los diez mandamientos. La advertencia es que los gobiernos modernos han roto el pacto, han abandonado el convenio con Dios al fundar un estado que no depende de la Iglesia.

Termina con otra cita bíblica, el tercer libro de Reyes, capítulo 9, versículo 7, en donde Dios advierte a Salomón sobre las consecuencias de apartarse de Sus lecciones. Recordarán que Salomón es el hijo de David y heredero del trono. En el versículo, Dios amenaza con extirpar a Israel de la faz de la tierra, advertencia que se aplica a México en el sermón de Silva. Pero el texto que incorpora y cita como el versículo 7 se lee distinto en el sermón, ampliado para hacer explícito el castigo a los hijos de Salomón. Aquí Israel/México, “se convertirá entonces en un montón de ruinas, serán derribados sus palacios, templos y altares, sus ciudades serán arrasadas, sus hijas burladas, y sus hijos llevados en cautiverio, y vendrá a ser este pueblo que Dios señaló con favores el ludibrio de los pueblos y la fábula de las naciones”.[17]

Esta advertencia se verá reiterada en el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis, en un pasaje que será central a la enseñanza que ofrece el sermón de la peregrinación a Tepeyac el año después, en 1904. En esa ocasión se leerá del Capítulo XI, Verso 19, sobre el fin del reino del anticristo: “Y el templo de Dios fué abierto en el cielo, y el arca de su testamento fué vista en su templo. Y fueron hechos relámpagos y voces y truenos y terremotos y grande granizo.[18]

En conclusión, México es “la montaña de Sión”, la montaña de México, simbolizada por la montaña de Tepeyacatl; el tabernáculo, el Santuario del Señor es la Colegiata. La Virgen de Guadalupe es el Arca de la Alianza y la madre de México a la vez. Los sacerdotes son valientes caudillos de Israel. Juan Diego es símbolo del pueblo mexicano. La virgen aparece a Juan Diego y dice, según Luis Becerra Tanco, sacerdote tasqueño del siglo XVII, soy “Madre del verdadero Dios…es mi deseo que se me labre un templo en este sitio, donde como madre piadosa tuya y de tus semejantes mostraré mi clemencia amorosa y la compasión que tengo de los naturales y de todos los que soliciten mi amparo”.[19] “México no ha vivido, ni vivirá sin el catolicismo”, dice Luis Silva en una oración que resume el espacio de experiencia del catolicismo mexicano a la vez que deja abierto el horizonte de expectativa del siglo XX: la unidad religiosa, social y política o la extirpación de Israel en el Nuevo Mundo.


Bibliografía

Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Fondos Especiales, Miscelánea (BPEJ, Misc.), libro 414, documento 4, Reseña de las fiestas habidas en la Colegiata de María Santísima de Guadalupe, en los días 22 y 23 de abril de 1903, con motivo de la primera peregrinación jalisciense que la Arquidiócesis de Guadalajara hizo a la mencionada colegiata, Guadalajara, Imprenta del Orfanatorio del S. Corazón de Jesús, 1903, p. v.

—————— Misc., libro 321, documento 6, La 2da Peregrinación de la Arquidiócesis de Guadalajara al Tepeyacatl, verificada en abril de 1904. Reseña de la peregrinación. Sermón predicado En la Insigne y Nacional Colegiata Guadalupana, por el Sr. Dignidad Maestrescuelas Dr. D. Ramón López, Guadalajara, Ancira y Hno. Sucs. Imp. 1904.

—————— libro 751, documento 4, Sermones predicados en la Basílica Nacional de Sta. María de Guadalupe y en el Templo Nacional Expiatorio de S. Felipe de Jesús, en la 6.a Peregrinación de la Arquidiócesis de Guadalajara, el 21 de abril de 1909, por el Sr. Chantre Dr. D. Luis Silva y el Sr. Protosecretario de la S. Mitra Pbro. Br. D. Arcadio Medrano (precede a los sermones un Bosquejo de Actualidad), Guadalajara, Tipografía del Orfanatorio del S. C. De J., 1909.

—————— Misc., libro 414, documento 4, Reseña de las fiestas, pp. XVI-XVIII.

Dube, Saurabh (2008) “Asuntos de la modernidad”, en Estudios de Asia y África, vol.43, núm.1 pp. 83-109. Disponible en < https://www.redalyc.org/pdf/586/58611165004.pdf>

Imagen de portada: Peregrinación a la virgen de Guadalupe frente a la basílica <https://www.mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia:443870 >

Javier Fernández Sebastián (2019), Diccionario político y social del mundo iberoamericano, tomo 1, Madrid.

Kárpava Alena y Egor Bagrín (2019) “Historia de la migración transcultural y transnacional de la estrella de ocho puntas”, en Revista Interdisciplinar de Direito Faculdade de Direito de Valença, vol.17, núm. 1, p. 51. Disponible en <https://revistas.faa.edu.br/FDV/article/view/742/563>

Reinhart Koselleck (1993), Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidós, Barcelona. pp. 333-357.

Robert Curley (2015) “Transformación y continuidad en la peregrinación guadalupana durante la segunda mitad del siglo XIX: ¿nuevo significado y fin?”, en Memoria del II Coloquio de Santuarios y Peregrinaciones del Norte y Centro de México, Guadalajara, CIESAS/ITESO, 19-20 de marzo, pp. 78-83.

—————— (2017), “La peregrinación como teatro político en la Revolución Mexicana”, en Culturas políticas y políticas culturales: Escenarios de Asia, África, Europa y América, comps. Ishita Banerjee y Saurabh Dube, México, El Colegio de México, 111-13;

La Santa Biblia, versión Reina-Valera Antigua.

Simon Coleman (2022), Powers of Pilgrimage: Religion in a World of Movement. NY, NYU Press,


[1] robert.curley@academicos.udg.mx

[2] Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Fondos Especiales, Miscelánea (BPEJ, Misc.), libro 414, documento 4, Reseña de las fiestas habidas en la Colegiata de María Santísima de Guadalupe, en los días 22 y 23 de Abril de 1903, con motivo de la primera peregrinación jalisciense que la Arquidiócesis de Guadalajara hizo a la mencionada colegiata, Guadalajara, Imprenta del Orfanatorio del S. Corazón de Jesús, 1903, p. v.

[3] BPEJ, Misc., libro 321, documento 6, La 2da Peregrinación de la Arquidiócesis de Guadalajara al Tepeyacatl, verificada en Abril de 1904. Reseña de la peregrinación. Sermón predicado En la Insigne y Nacional Colegiata Guadalupana, por el Sr. Dignidad Maestrescuelas Dr. D. Ramón López, Guadalajara, Ancira y Hno. Sucs. Imp. 1904.

[4] BPEJ, Misc., libro 751, documento 4, Sermones predicados en la Basilica Nacional de Sta. María de Guadalupe y en el Templo Nacional Expiatorio de S. Felipe de Jesús, en la 6.a Peregrinación de la Arquidiócesis de Guadalajara, el 21 de abril de 1909, por el Sr. Chantre Dr. D. Luis Silva y el Sr. Protosecretario de la S. Mitra Pbro. Br. D. Arcadio Medrano (precede a los sermones un Bosquejo de Actualidad), Guadalajara, Tipografía del Orfanatorio del S. C. De J., 1909.

[5] BPEJ, Misc., libro 414, documento 4, Reseña de las fiestas, pp. XVI-XVIII.

[6] Este tipo de turismo religioso se organizó en muchas diócesis y existe un género de panfletos como los que aquí se analizan, publicados en lugares como Querétaro, Puebla, Colima, San Luis Potosí y otras ciudades.

[7] Reinhart Koselleck (1993), Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidos, Barcelona. pp. 333-357.

[8] Simon Coleman, (2022), Powers of Pilgrimage: Religion in a World of Movement. NY, NYU Press,

[9] Robert Curley (2017),  “La peregrinación como teatro político en la Revolución Mexicana”, en Culturas políticas y políticas culturales: Escenarios de Asia, Africa, Europa y América, comps. Ishita Banerjee y Saurabh Dube, México, El Colegio de México,  111-13; Robert Curley (2015) “Transformación y continuidad en la peregrinación guadalupana durante la segunda mitad del siglo XIX: ¿nuevo significado y fin?”, en Memoria del II Coloquio de Santuarios y Peregrinaciones del Norte y Centro de México, Guadalajara, CIESAS/ITESO, 19-20 de marzo, pp. 78-83.

[10] Sobre los conceptos de revolución y progreso en Iberoamérica, ver Javier Fernández Sebastián, Diccionario político y social del mundo iberoamericano, tomo 1, Madrid, 2009.

[11] Un ensayo crítico sobre el concepto de modernidad que me ha inspirado es Saurabh Dube, “Asuntos de la modernidad”, Estudios de Asia y África, 43(1), 2008, pp. 83-109.

[12] Alena Kárpava y Egor Bagrín, “Historia de la migración transcultural y transnacional de la estrella de ocho puntas”, Revista Interdisciplinar de Direito Faculdade de Direito de Valença, 17:1, 2019, p. 51.

[13] Ibid, pp. 15-16.

[14] Ibid, pp.14-15.

[15] Ibid, pp.16-17.

[16] Ibid, p. 17.

[17] Ibid, p. 18.

[18] La Santa Biblia, versión Reina-Valera Antigua…

[19] 1903, p. 4.