Lo que no se puede medir, no existe. Lo que no existe, no aparece en los mapas. Si bien los estudios críticos se han enfocado en poner en duda los marcos de medición, y de visibilización, oficiales y legitimados desde el Estado, es preciso hilar desde los distintos métodos puestos en campo, por un lado, para la producción de datos sobre violencia, en específico violencia contra las mujeres, y por el otro, las categorías analíticas propuestas para registrar, sistematizar y analizar estos datos. La recolección de datos sobre violencia contra las mujeres ha sido impulsada por el movimiento feminista a través de herramientas multimetódicas, a partir de las cuales la medición del fenómeno ha sido clave para entenderlo e impulsar acciones para erradicarlo. A través de la medición estadística, tanto el Estado mexicano como organizaciones de mujeres y la academia, han presentado datos que permiten representaciones cartográficas de las distintas manifestaciones de violencia contra las mujeres para entender su prevalencia, tendencia y distribución espacial. Sin embargo, se evidencia que los datos carecen de perspectiva interseccional, lo que impide entender a profundidad el contexto de violencia, así como las distintas formas de agravio y afectación. Es preciso cuestionar la cartografía oficial a través de contracartografías críticas desde contextos locales, por los cuales la propuesta de poner al centro el territorio cuerpo-tierra de las mujeres se vuelve imprescindible para analizar el despliegue de la violencia entre escalas geográficas, a partir de la experiencia de las mujeres en el contexto de talleres participativos.