Carta al Dr. Jesús Ruvalcaba Mercado, dondequiera que esté

Zofia Piotrowska-Kretkiewicz
Universidad de Varsovia

Muy estimado Profesor:

Le escribo ahí dondequiera que esté. Todavía no sé cómo se llama este reino al otro lado del arcoíris. ¿Es el Tonatiuhichan u «hogar del sol» a donde partieron los guerreros aztecas que murieron en el transcurso de la batalla? No está escrito dónde se van los antropólogos que han fallecido con la pluma en la mano en medio de una vasta batalla por enriquecer a la humanidad con el conocimiento y en el proceso de educar a un nuevo ejército de combatientes que harán este trabajo diligentemente.

Si alguno de sus contemporáneos merece sentarse en el paraíso junto a los valientes guerreros aztecas, es usted, Dr. Ruvalcaba. Si el Tonatiuhichan realmente existe, entonces este lugar honorable le pertenece a usted.

En lugar de un cuento de hadas, hay que contar un triste cuento para los que se quedaron:

No más allá de las siete montañas, no más allá de los siete bosques, no más allá de los siete mares, sino en una casa en Tlalpan, vivía una vez el famoso investigador de la Huasteca, gran amigo de muchos. No era un príncipe, no era un hada ni un caballero medieval. A pesar de ello, realizó buenas obras, aunque las ocultó bajo la máscara del humor y a veces la ironía. Siempre dispuesto a bromear. Trataba tanto a las personas como a los animales con comprensión y paciencia. Esto lo puede confirmar su perra Sully, que cruzó el puente del arcoíris hace mucho tiempo.

¿Y cómo logró hacer tanto por la ciencia y por amigos, conocidos, estudiantes e incluso extranjeras perdidas? Quién sabe, como dicen en la Huasteca. Y sin previo aviso, cruzó al otro lado del arcoíris. Y eso fue para muchos de nosotros como un mundo al revés, como un rayo caído del cielo, como un mal chiste. Y, eso, no era una broma en absoluto.

Es reconfortante saber que ahora usted está en buena compañía al otro lado del arcoíris, junto con el Dr. Juan Manuel Pérez Zevallos, el Dr. François Lartigue, y el Dr. Lorenzo Ochoa. Pero todavía lo necesitamos mucho. Esto es muy difícil de aceptar. Y aún queda mucho por hacer.

Me pregunto ¿quién tenía tanta prisa por escuchar sus pláticas? Quizás allí haya una gran falta de buenos investigadores huastecólogos. Y por eso de repente nos quitan a la gente más valiosa. Tal vez….

Me da mucha vergüenza, y sé que al otro lado del arcoíris, donde usted se encuentra, todo está claro y no se puede engañar. Lamento mi egoísmo, porque escribo solo de mi pérdida.

Ya ha pasado algún tiempo y todavía no quiero creer que no nos encontraremos durante el próximo Encuentro, que no vendrá a Polonia, que no nos encontraremos en el Parque Krasiński. En mi egoísmo, me parecía que siempre podría beneficiarme de su bondad, nobleza, generosidad y paciencia. De repente, alguien golpeó el gran libro de su vida y no habrá otra oportunidad. Fue gracias a usted que he podido regresar a México y la Huasteca tantas veces. Gracias a usted, he podido participar en todos los Encuentros de investigadores de la Huasteca desde el año 2000.

Usted era el único que se preocupó por cómo yo iba a financiar mis viajes a México. Usted se preocupaba por buscar financiamiento para ayudarme a pagar los viajes, siempre me invitaba a su casa… y yo siempre aprovechaba sus invitaciones.

Usted me motivó a hacer lo que todavía no sé hacer: organizar la investigación científica, presentar y exponer los resultados y publicarlos en español, traducir libros de antropología de inglés a español. Y si todavía no lo hago bien, es sólo mi mérito… disculpe, mi culpa.

No sólo me motivaba sino apoyaba y ayudaba enormemente. Nadie, por desgracia, tendrá esta paciencia infinita para mí y no me dará una nueva oportunidad. Tuve falsas esperanzas de que usted, Dr. Jesús Ruvalcaba, me daría otras mil oportunidades de mejora, que yo no aprovecharé por enésima vez.

Quedo en deuda con usted de manera enorme.

*

Llegué a México y a la Huasteca en octubre de 1999. Usted nos recogió en el aeropuerto a mí y a Aleksandra. Y usted vio algo lo que todavía es mi gran pecado. Constantemente me hace falta espacio en mis maletas y mochilas. Soy terrible empacando y estoy tratando de empacar la mitad de la casa. Cuando usted vio esta montaña de maletas y paquetes pesados, me preguntó si me iba a mudar a México para siempre. Y en cierto modo así sucedió. Porque nunca he perdido esta conexión con México y con la Huasteca gracias a usted, Dr. Ruvalcaba.

Bromeamos muchas veces diciendo que organizaríamos el próximo encuentro en Polonia, en “la Huasteca polaca”. Esta broma probablemente nunca se hará realidad, pero gracias al usted traje un pedazo de la Huasteca aquí a Polonia, gracias a usted he contagiado el interés por la Huasteca, el amor a la Huasteca, a muchas personas de este lejano país.

Me gustaría volver a reírnos juntos de esta polaca que anda “pol aquí” y “pol allá”. De Sofía, a la que muchos huazalinguenseses saludaban inicialmente (cuando por primera vez llegue a Huazalingo) con el nombre de Apolonia, ya que todo el mundo conoce este nombre y ¿quién habrá escuchado de un país como Polonia?

Y sigo preguntándome:
¿Dónde se fue a dar un paseo?
¿Se ha liberado simplemente de la dominación ilusoria del tiempo lineal pagano,
y volvió al tiempo cíclico sagrado?
Nos vemos durante el próximo xantolo. Después de todo, no olvidará regresar a probar los riquísimos tamales.
Dr. Ruvalcaba, no le digo Adiós,
digo Hasta pronto.

Espero que nos prepare un lugar modesto, un rinconcito huasteco, ahí al otro lado de arcoíris. Con un buen zacahuil para los que comen carne y con frijoles de epazote para la extraterrestre de quien sabe dónde como yo. Estoy segura de que ahí no faltará un buen huapango.

Nos vemos luego.
Atentamente,
Zofia Piotrowska-Kretkiewicz