Bloque #1. Impactos de la pandemia (economía, salud física y emocional)

Juan José Olvera: Bienvenidos a quienes nos ven y escuchan en México, Monterrey y más allá de las fronteras. Mi nombre es José Juan Olvera Gudiño. “Al son de la pandemia: conversatorios sobre su impacto en la música popular” es un evento llevado a cabo por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Este conversatorio quiere poner sobre la mesa la manera cómo las personas que se dedican a la música popular han sido afectadas por la pandemia y la contingencia, y la forma como han enfrentado esta situación, incluyendo sus restricciones de movilidad, la cancelación del lugar en donde se trabaja, pero también la manera como han buscado alternativas a todas estas limitaciones, utilizando [entre otros elementos] la creatividad y las nuevas tecnologías.

Quisiera que hoy abordáramos tres ejes. El primero es el impacto económico, físico y emocional en los músicos, incluyendo quienes están al micrófono ahora o quienes están invitados aquí. El segundo eje son las reacciones diversas para enfrentar la enfermedad y la contingencia, es decir, las alternativas que ellos se han buscado, se han creado; y el tercer eje es el papel del Estado ha hecho o dejado de hacer, desde la perspectiva de los que estamos en este conversatorio. Podemos arrancar de la parte personal, para luego extendernos a la parte de la comunidad de músicos, desde nuestra percepción, de lo que conocemos al respecto del tema que nos toca.

Sabemos que la música popular ‒en particular en la música en vivo‒, no solamente es una de las áreas de la actividad económica que se cierra primero, sino también es una de las últimas que se abre. [Además,] existen muchas otras áreas de la actividad económica vinculadas a la música popular que cayeron. Se cerraron foros y mucha gente que tenía proyectada una agenda anual de trabajo, de la noche a la mañana, se quedó sin nada.

Reflexionar también que próximamente vamos a cumplir ya dos años de pandemia. En el primer año hubo cierto tipo de estragos. En el segundo, a finales del 2021, hubo cierto regreso de actividades y ahora (enero 28, de 2022) estamos, en otra escalada, en otra ola. Me gustaría comenzar con esto, Luisa Fernanda Patrón para que nos pudieras compartir sobre el impacto económico por un lado, el impacto físico, es decir, nosotros sabemos que a nuestra querida Luisa, padeció del [o de la] Covid, y también del impacto emocional, porque debemos reconocer que, aunque no tengamos [o] no hayamos padecido la enfermedad, el encierro y en particular para los músicos, la falta de trabajo y la falta de participación, la falta de generación de todas estas energías que salen al escenario y se tienen que eliminar porque no hay, nos afecta también en lo emocional.

Hombre sonriendo con lentes

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Luisa Fernanda Patrón: Quiero agradecer al panel, principalmente al CIESAS por la conversación en grupo que vamos a empezar. No me había puesto a escribir y a pensar en todo esto. Vamos a empezar por el impacto económico. Definitivamente el colapso ha sido total, el trabajo institucional y privado se redujo en un 99.9 por ciento en el terreno musical, al menos en mi caso, aunque yo no sólo me dedico a eso. [También] soy productora y locutora en la radio pública. Y bueno, pues de eso he sobrevivido en estos tiempos, recibo un pago modesto, pero la gota es constante; entonces, me concentré en eso. Se estrangularon todas las posibilidades de trabajo y se fueron dando diferentes programas a nivel estatal y a nivel federal. Sin embargo, todos muy reducidos.

En el caso sanitario y médico, el poco recurso que yo guardaba de colchón y el préstamo que finalmente pudo calificar para el Banco del Bienestar, se me fueron primero apoyando raza y a familiares con oxígeno, consultas y solidaridad, para luego tener mi propio Covid, que fue muy grave y que me dejó intensas secuelas por meses. Entonces pues ahí se me fue todo; ¡qué bueno que lo tenía!

En cuanto a lo emocional y mental, lo pudiera definir con una sola palabra, que es pánico. Creo que la incertidumbre, el pánico y la infodemia nos abrazó como un pulpo, dejándonos sin respiración. Todo el trabajo escénico tiene mucho que ver con el fluir de las energías, pero el caso del grupo Tayer, quienes nos dedicamos a la difusión de la memoria musical, por el tipo de espectáculos que nosotros hacemos, el contacto es el intercambio [presencial], lo interactivo es fundamental. Para nosotros eso se perdió. Al no tener esa interacción también nos fuimos alejando de otras posibilidades [virtuales], que eran producciones de pésima calidad, porque las instituciones no estaban preparadas para eso. Lo adelanto porque ya hablaremos de las estrategias de las instituciones culturales, pero eso ocurrió muchísimo.

Por otro lado, también en el caso del grupo Tayer, la distancia física entre los músicos se fue acentuando, porque muchos trabajan para otras fuentes. En el caso mío, como que nos tenían amedrentados, de manera tácita, como que no debíamos de salir para no enfermarnos y seguir haciendo nuestro trabajo. Mis compañeros, por ejemplo, que trabajan para instituciones como Telmex y otras compañías, no podían salir en público en un evento, por pena de ser corridos, entonces no se podían exponer.

En lo personal, también me fui alejando mucho de las redes, que todos los días aparecían con bajas [fallecimientos]. Además, el trabajo que yo venía haciendo para la radio pública, que era de preproducción mía, con realización [en] cabina, yo lo tenía que hacer [todo nuevo] y no tenía experiencia para eso. Me agoto muchísimo el estar frente a la pantalla [de la computadora], estar en reuniones por Zoom. La verdad he consumido muy poca cultura, además de la mala calidad de muchas de las cosas que se hicieron; eso realmente me ha deprimido muchísimo, me ha tenido en mucha oscuridad.

En el año 2020 y en el 2021, recibí un par de reconocimientos que para mí hubieran sido como sentir que estoy en época de cosecha después de treinta y tantos años de trabajo, de labor, de trabajar por recuperar y compartir el patrimonio intangible, la memoria cultural. Sin embargo, fueron eventos tan bizarros, tan pospuestos, luego ahí con careta y cubrebocas, que la verdad es que para mí tiene un sabor muy agridulce. Terminé llorando por días, después el Covid me pegó muy duro y, al igual que ustedes, he perdido muchos compañeros y familiares. Yo creo que ahí le paramos porque ya [solloza] ¿Cuántos minutos llevo?, me quedan cuatro ¿verdad?

Juan José Olvera: Sí, no te preocupes. No tienes que ocuparlos pero…

Luisa Fernanda Patrón: Me quedan cuatro minutos y quiero ver de mis notas, qué fue lo que excluí por ir en taquigrafía.

Juan José Olvera: Mientras tanto, te decimos gracias, Luisa porque, cuando yo visualicé esto [del conversatorio] hace varios meses, imaginé que todos íbamos a terminar llorando en un momento u otro, por la lógica circular de compartir nuestros pesares, nuestras incertidumbres ¿verdad?, pero también por sentirnos entre colegas, entre gente a la que le ha pasado lo mismo, entonces tú no te preocupes, si quieres continuamos, si quieres, con tranquilidad, revisa tus notas y continua…

Luisa Fernanda Patrón: Quisiera sólo terminar diciendo que, tal vez, a diferencia de muchos, ha sido mi época más improductiva. No sólo fui afectada con la falta de presentaciones del grupo Tayer, sino con otra serie de actividades que vengo realizando como promotora cultural, como el Encuentro con la Música Norestense que tenía una continuidad de seis ediciones y que también se cayó de repente. Es decir, todo lo que era mi actividad se vio trastocada y, como efecto dominó, [afectó] a todas las personas o grupos con los que de alguna manera habíamos creado redes, para darles presencia en su quehacer, para proveer su sustento, un incentivo económico y un incentivo profesional.

La cara de una mujer

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Sergio («Pájaro») Treviño Torres: Me ganó Luisa todo lo que yo iba a decir, hombre. Siempre tú Luisa, Siempre eres así [bromea]. El impacto económico está a la vista, ¿no? En mi caso, estaba preparado para una crisis como esta. Estaba muy preparado, porque yo ya estaba jodido desde antes. Entonces ya no me tomó de mucha sorpresa, porque teníamos algunos problemas que son los problemas típicos de alguien con un proyecto como el nuestro: autogestivo y todo esto que apuesta por los géneros musicales no tan comerciales. Pero también los músicos, de alguna manera estaban preparados. El oficio de músico es hermoso y muy emotivo, hay mucha retroalimentación, pero en general, hay cierta precariedad, o sea, los músicos, generalmente, salvo excepciones, no viven con un sobrante de ingreso. En la mayoría de los casos se vive con un sueldo decoroso, pero que no deja para tantos lujos. Pero pasar de esta precariedad a quedarte sin empleo de un día para otro, sí trastoca toda tu vida, ¿no?

Fui testigo igual que ustedes, que Luisa, que tú, Olvera, de cómo los amigos músicos entraron en una etapa de mucho conflicto. Primero económico y después emocional, y algunos con problemas médicos también, porque los músicos generalmente tienen también otras labores, la mayoría. Pero también estas labores se bloquearon: las clases en las escuelas, tocar en otros lugares. El músico se vio entonces ante un panorama desolador. Te están cortando de tajo tu actividad esencial. En la mayoría de los casos que yo vi, por el oficio mismo, hay cierta capacidad creativa para resolver conflictos. Hay también cierta disciplina que es necesaria para aprender un instrumento. Creo que todo esto ayudó mucho a la mayoría de los músicos, quienes tuvieron que encontrar las maneras, aunque no todos lo resolvían pronto. Fui testigo de muchos casos, de amigos músicos, conocidos o gente que no conocía, que empezaron a vender, primero sus instrumentos para ir sorteando. También tengo que decir que hubo mucha gente que estuvo apoyando. Por supuesto, nuestro gran amigo Antonio Martínez, quien lamentablemente se nos fue en junio, pero que le dio tiempo, aunque muy poco, de mostrarse como era él toda la vida, y él empezó también a apoyar a mucha gente. Entonces los músicos tuvieron que hacer de todo.

Supe de un caso raro, bueno, no raro. El hermano de mi gran amigo, Roy Galván,[1] se dedica a hacer ventanas, cocinas y todo esto. Un día fui y le pregunté: ¿Oye cómo te va?, y dice: “Me está yendo muy bien”, y digo: “Ay, pues qué padre, pero… ¿por qué?” Dice: “Mira, mucha gente, incluidos muchos músicos, han tenido la idea de poner tacos [le pedían construir los carros y gabinetes para el efecto]. Otros [músicos] más, a gastarse sus ahorros, empezaron a ver la manera. Muchos volvieron con la mamá; algunos, la esposa trabajaba… y así.

En el sentido emocional, sí nos pegó duro porque, como decía Luisa Fernanda, trabajamos con base en emociones, tanto propias como ajenas, y somos personas quizá con una sensibilidad mayor que el resto de la comunidad, sin que esto sea mejor o peor, simplemente así somos. El problema con los músicos y esta crisis es que, aunque somos el oficio, o de los pocos oficios donde realmente nos gusta el trabajo que hacemos. Es decir, no es trabajo, es un hobby. Ningún músico va y dice “chin me tengo que ir a tocar”, todo mundo vamos con gozo al oficio, lo que no pasa con otros trabajos, no quiero decir ninguno para no herir susceptibilidades. Pero como hay una fuerte identificación de tu oficio con tu persona, o sea, con tu esencia, entendiendo la esencia como aquello que uno es, que lo hace ser de esa manera y no de otra. La esencia de un músico es tal, que si se la quitas, nos la quitas, dices: “bueno y ahora qué voy a hacer si no toco, ¿quién soy?, o ¿para qué vivo?”. Aunque se oiga muy drástico. Cualquier otro oficio, no sé… si alguien pierde su trabajo siendo cajero del OXXO, no creo que diga: “Oh dios mío, qué haría si no estoy diciendo que se ‘cayó’ el sistema”. Al músico le quitas eso y queda muy poco, le quitas el alma, cosa que nos pasó a todos. El músico, pues sí, tocas en tu casa y ensayas, pero, como dice Luisa Fernanda, tiene mucho que ver el contacto con el público. No es igual que te den un like en la página, a sentir y ver cómo al público le das alegría, cómo le das una emoción que lo haga llorar, cómo lo pones a bailar. Eso te retroalimenta y tú gozas junto con ellos. Entonces, al quitarte eso, pues sí es una cosa muy frustrante…

Y por supuesto que, en la cuestión emocional, sí siento que, como todos, ha habido mucha depresión, mucha ansiedad, sobre todo por la falta de certeza: ¿Qué va a pasar?, o ¿cuándo se va a acabar esto?, ¿cuándo voy a trabajar de vuelta? Y eso nos lleva a la parte médica, porque cuando sucedió este repunte[2] muchos músicos salieron a tocar, porque estaban ávidos de expresarse y también ávidos, necesitados de trabajar y ahí perdimos a varios. El caso de nuestro gran amigo Adan Moreno,[3] que cuando se quitaron ciertas restricciones, se fueron a tocar por muchos lados y, aunque se cuidaban pues les llegó el virus y el querido Adan no salió bien librado. También se nos fue, por ejemplo, el gran «Cuquín», un excelente músico, su hermano Raúl[4] también, aunque también luego se cuidaba mucho. En el grupo en el que estaba tenía gente que le acomodaba su batería, él nada más llegaba a tocar, pero por cuidarse, lo que hacía era él mismo subir desde su casa la batería a su carro, bajarla en el evento, armarla, desarmarla, llevarla al carro, y otra vez a su casa, para poder estar más seguro. Sin embargo, de alguna manera se contagió y se nos fue.

Entonces, sí nos ha pegado mucho, como a todos, esta pandemia. No sé en qué porcentaje, pero he sabido como de siete amigos músicos y todos muy queridos. También algo muy raro es que, si recuerdan, [en este periodo] se nos ha ido gente muy, muy importante en cada área de la cultura, aunque no fue de Covid: nuestro amiguísimo Manuel Yarto, Toño Martínez, Óscar Zensei González,[5] Rogelio Villarreal, «Cuquín». En mi caso, fue muy particular [la muerte de Luis Eduardo] Aute, Óscar Chávez [este sí, de Covid]. Gente muy importante que seguramente, de haber estado, habría sido un pilar para que mucha gente sufriera menos. Imagínate lo que Toño hubiera estado haciendo. También, poquito antes de esto, se nos fue nuestro gran Pepe Charango,[6] que también seguramente estaría ideando cosas para apoyar. Entonces, pues, así está la situación.

A los que más nos ha pegado, ha sido obviamente a los freelance, que somos, yo creo, el 90% de los músicos, entonces no es poquita cosa. Y eso abre el tema de, por ejemplo, cómo darle al gremio, alguna cierta certeza de seguridad social, que es un tema que ha estado por ahí siempre pero nunca se ha aterrizado.

Juan José Olvera: Gracias Sergio. Con este comentario nos has abierto una ventana para pensar en el impacto en los músicos en el sentido, no de que pierdan el trabajo o la oportunidad de expresarse, sino de que alguna parte de su audiencia querida por ellos, fiel, siempre interactiva, propositiva, la que tú siempre quisieras tener, ha fallecido. Ese es otro impacto, es decir, quien te va a ver durante años y se convierte, de espectador y fan [a] un amigo, después observas su ausencia. Es una ausencia de algo más grande, que no tienes fácilmente con quién llenar, ¿verdad?

Erik “Fusca” Mejía: Es un honor estar con ustedes. Conozco la trayectoria de todos, del doctor Olvera también, de su trayectoria como académico y me hubiera gustado también que estuviera Gabino Palomares, porque, pues es uno de los compositores que yo admiro. Bueno, para empezar, hay que señalar que en el rap y en la cultura hip hop, no vivimos del rap. Esto lo hacemos principalmente, ahora sí, por amor al arte, a la cultura, a los cuatro elementos del hip hop[7] y, pues, también porque nos gusta. No lo vemos como un hobby, sino como un estilo de vida. Pensamos en rap, hacemos rap, improvisamos rap, vivimos por el rap, y siempre con esos elementos del espíritu del conocimiento, el espíritu del emprendimiento callejero y los cuatro elementos del hip hop. Al menos en la escena del rap regio, en el noreste, el 1% vive del rap, ya sea por medio de las redes sociales, de las visitas en YouTube, de Spotify y de otras plataformas.

El impacto económico de esta crisis ya lo habíamos sentido desde antes. Desde los inicios del rap, en los años noventa, donde “Pájaro” [Sergio Treviño] nos brindaba el espacio, nos “hacía precio” a los grupos para exponer allí en La Tumba. No se generaba mucho en los eventos, a veces quedábamos tablas, a veces ganábamos. Ya en la década de los noventa vivimos la opresión policiaca, la discriminación, los prejuicios y la guerra de las pandillas también. Como quiera, el rap comienza a desarrollarse. Surge una época de oro a partir de los 2000, pero nos pega otra “pandemia” en el 2009, que es la narcoviolencia. No podemos salir también a eventos, no podemos hacer eventos, y aun así, resistimos. Supuestamente, se controla por el 2013; hay un renacer en el rap, pero nos pega la actual crisis del Covid.

Muchos grupos viajamos a toda la República, a eventos de rap organizados también por gente como nosotros. Hay un pago significativo, poco pero lo hay. Antes de la pandemia, ya se tenían planeadas tocadas por parte de muchos organizadores; muchos eventos. Yo veía en las redes sociales cómo comenzaban a cancelarse; también se cancelaban eventos a beneficio. Se hacen mucho los eventos a beneficio por el cáncer, para personas que han perdido su patrimonio, evento por algún otro estado que ha vivido alguna crisis, un terremoto, inundaciones, todo eso se perdió. En el rap la mayoría somos de clase baja o media baja. Trabajamos en fábricas, en el comercio informal, vendiendo ropa, a veces hay trabajo, a veces no; no tenemos prestaciones, no hay seguro.

Yo vivía en un privilegio entre comillas, porque tenía la beca del CIESAS, pero estaba esa incertidumbre de que se iba a terminar y: “¿qué voy a hacer?, ¿qué voy a hacer después?, ¿dónde voy a trabajar?” Muchas personas perdieron su trabajo porque vivían del comercio, las ventas comenzaron a bajar. Yo tengo un proyecto con mi esposa, ella trabaja en la cooperativa de la escuela. Y, pues perdió su trabajo. Entonces ya no había ningún ingreso en la familia. Nos vimos en una crisis muy, muy fuerte, cuando se terminó la beca. Fue también en este punto donde muchos raperos comenzaron a publicar que no tenían ni para comer en un día. Y ahí estamos hablando de pobreza extrema. Por medio de las redes, empezamos a colaborar con gente que sí se estableció en su trabajo, que tenía un mejor trabajo. Obviamente los organizadores también generaban algo de ingresos en sus eventos, no mucho, pero era algo, pues también perdieron parte de esos ingresos.

En el aspecto físico, perdimos a muchas personas, ya sea raperoescuchas o exponentes. Me tocó ver en redes sociales los moños negros de grandes exponentes del rap, también de miembros de mi crew.[8] Gente joven de 30 a 39 años que habían padecido esta enfermedad y que su familia necesitaba un recurso. Cuando esto sucedía, cuando alguien fallecía por esas causas ‒lo vivimos en durante la guerra contra el crimen organizado‒, siempre se hacía un evento para apoyar a la familia. Ahora no podíamos colaborar del todo con nuestros carnales, con nuestra gente, con nuestra familia.

Y en el aspecto emocional, aunque ya estábamos acostumbrados desde los inicios a ser los estigmatizados, porque muchos vivimos en las periferias, en barrios considerados peligrosos, fue un fuerte impacto de estar encerrado, no vivir el hip hop. El hip hop es muy, muy físico. Es el graffiti, exposición del muralismo, el tornamesismo, el evento en vivo, el baile, y a lo que yo me dedico que es el rapeo o el MC. No sentir esa adrenalina que cada año, desde el 2013, teníamos al viajar a eventos más grandes en la Ciudad de México, al colaborar con los internos de cierto reclusorio, reclusorio sur, reclusorio oriente, reclusorio norte, y convivir con ellos. Cada año esperábamos al menos en el grupo donde yo rapeo, dos o tres eventos de ese tipo. Un evento fuerte y después visitar los reclusorios para compartir nuestra música y presentarnos en vivo. Y todo esto en dos años se perdió. A partir de los comienzos de la pandemia, nosotros no hemos viajado fuera del estado. Hemos ido a Saltillo, pero pues aquí está muy cerca, pero ya no, ya no se han hecho eventos como se hacían antes para la Ciudad de México.

Eso te quita una parte de tu ser, una parte de la esencia del hip-hopero, del rapero, que es más performático como ya les había mencionado, y esto no solamente nos sucedió a nosotros. Muchos grupos que vivían de los eventos se vieron en la necesidad de realizar otro tipo de trabajos, de migrar, de realizar otras estrategias, otras estrategias que ya estaré comentando en el siguiente bloque y que son muy interesantes. Pero en sí, esto fue el impacto económico, físico y emocional, al menos desde mi punto de vista, en la escena del rap en Monterrey.

Juan José Olvera: Destacas que hay sectores de la música que ya están acostumbrados a estar precarizados, a no tener mucho. De manera que cuando no se tiene nada, la diferencia no es muy grande. Sin embargo, la diferencia entre muy poco y nada es, como dice Eric, que estás rayando en la extrema pobreza. Los impactos, entonces, son muy fuertes, pero también muy diversos [entre los mismos músicos] porque los ámbitos de la música son muy diversos y los invité a ustedes porque representan ámbitos muy distintos. Hubiera estado muy bien escuchar a Gabino [Palomares], pero bueno, quizá[s] haya oportunidad de hacer otro conversatorio.

  1. Roy Galván es parte de una familia de constructores de instrumentos, específicamente membranófonos, siguiendo la labor de su padre, quien abrió su taller hace más de 60 años.
  2. Se refiere a la tercera ola de la pandemia, a partir de julio 2021, que fue precedida por una baja en los contagios en mayo y junio.
  3. Bajista y cantante de la banda de rock metálico IRA, quien falleció en julio de 2021.
  4. Kukin (guitarrista) y su hermano, Raúl Carmona (baterista), músicos de jazz, fallecieron en 2021.
  5. Oscar González “Zensei”, fue un virtuoso de la guitarra, que lideró el movimiento del jazz en Nuevo León, quien falleció el 24 de mayo de 2020, de un infarto, a los 49 años.
  6. José Garza, «Pepe Charango», fue un músico norestense, fundador del Grupo Pionero y del Grupo Tayer, de canto norestense tradicional
  7. «Fusca» Mejía se refiere a las artes plásticas callejeras (Graffiti), el baile callejero (B-boing), el manejo de tornamesas (DJing) y la música rap, los cuatro elementos con que se identifica a la cultura hip hop.
  8. Grupo, agrupación juvenil, comunidad de músicos y/o escuchas. En este caso, se refiere a Fusca Familia.