¡Ave! Dr. Ron

José Jaime Huerta Céspedes[1]
CIESAS Sureste

Fotos: Teresita Santiago (2022).

La partida terrenal del Dr. Ronald Byron Nigh Nielsen es una pérdida irreparable para la comunidad del CIESAS del sureste. Una persona cabal y congruente con sus pensamientos y acciones. Apasionado de sus estudios y comprometido con las personas con las que participaba analizando el conocimiento campesino, tratando siempre de hacer posible una economía justa para quien siembra, trabaja y cosecha los granos, frutos y semillas que todos nosotros usamos para alimentarnos. Este es un sincero y breve homenaje a la persona que conocí y que se convirtió en mi consejero académico, y que me brindó la grata oportunidad de tratar, conocer y disfrutar de su emoción investigativa, conocimiento social y amor por las ciencias sociales.

Mi experiencia como estudiante dirigido por el Dr. Ron fue, desde su comienzo, satisfactoria. Lo cierto es que desde antes de entrar a CIESAS Sureste yo esperaba que fuera él quien dirigiera mi proyecto, ya que estaba a la cabeza de la vertiente de “Naturaleza, sociedad y cultura”, en la que un proyecto sobre perros callejeros podía y debía entrar. Al revisar los planes y tipos de proyectos de cada profesora y profesor del plantel en San Cristóbal, me imaginé colaborando y aprendiendo de su conocimiento.

El primer contacto con él fue en la entrevista de filtro para conocer a los posibles participantes del doctorado. Me llenó de entusiasmo conocerlo y escuchar de su interés en la propuesta de investigación que planteé para participar en la convocatoria. Sus comentarios fueron siempre asertivos y claros con la intención de afirmar la importancia de generar una investigación como la que propuse. El Dr. Ron me demostró con ello de su sincera inclinación a favorecer mi propuesta y hacerla crecer. Así fue que comencé a reconocer en la personalidad del Dr. Ron a un mentor abierto a la discusión de nuevos temas, y, sobre todo, receptivo a elaborar desde la antropología un conocimiento novedoso.

En este sentido, le debo al Dr. Ron el haber sido aceptado como miembro de la generación 2019-2023 del doctorado en Antropología Social del CIESAS Sureste. “Todos reconocían que tu proyecto era novedoso e interesante, pero nadie quería comprometerse, yo lo tomé, creo en ti y en el proyecto”, me dijo con su entonces voz pausada. “Estoy seguro de que es un proyecto con futuro y con mucho que aportar a la antropología”, concluyó. Así comenzó nuestra primera reunión, ya que había sido asignado como mi tutor. Me pasó una serie de lecturas y me pidió revisarlas: “es una propuesta interesante, pero necesitamos ampliarla o bien concretar si es que solo te interesa trabajar con refugios. A mí me parece que podemos mejorar mucho más y llevarla a otro nivel”, me retó.

Como profesor, tuve la fortuna de tomar dos clases en 2019 en un Seminario de debates contemporáneos y un curso entero con él en 2020. En cada sesión, el Dr. hizo gala de su gran conocimiento y comprensión sobre temas ambientales y culturales. El seminario fue justo al momento en que se estaban dando a conocer las primeras noticias del virus SARS-CoV-2, y él, con gran intuición, auguró en esos momentos que el problema sería grande y poco grato para la sociedad mundial. En el segundo caso, ya en pleno confinamiento y con modalidad a distancia (cursos virtuales les llamaron), se dedicó a compartir el mejor de los entendimientos sobre lo que estaba sucediendo. Sobre la pandemia tuve con él largos y fructíferos diálogos e intercambio de bibliografía, resultando en la escritura de un artículo que publiqué bajo su guía y asesoría.

Un hombre ameno, amable y con gran sentido del humor, así fue siempre el Dr. Ron conmigo. Me invitó a varios desayunos en su Casas del Pan. Allí supervisaba mi trabajo, pero, sobre todo, compartió con franqueza sus experiencias y contemplaciones con sus gatos y perros. Decía que los animales nos mostraban una forma distinta de acercamiento y contacto con la naturaleza y la sociedad, claro, para aquellos que tenían la paciencia de observarlos y reconocer en ellos su inteligencia. Nunca dejó de animarme y alentar mi trabajo de tesis; lamento profundamente su ausencia corporal.

En el invierno del 2022, tuvo a bien invitarme al festejo navideño que organizaba junto con su esposa Kippy, quien conmigo fue también amable y generosa. Una velada tranquila y cálida en la que me presentó a una parte de su familia, con quienes compartí la mesa, cena y navidad fantástica. “¿También trabajas cosas de la milpa y esas cosas?”, me inquirió su hijo. “No. Trabajo sobre perros callejeros”, le respondí. “¡Wow!, qué bien, primera vez que escucho que acepta otro tipo de trabajos. Salud por eso”. Brindamos. Hubo música a cargo de Kippy (flauta transversa) y su hijo (guitarra clásica); una noche afable que ahora atesoro en la memoria.

La ocasión en que me presentó a Kippy no la olvidaré: “Mira, ella es Kippy”, me dijo. “Hola, Jaime, Ron habla mucho de ti y de tu proyecto, que me parece también muy interesante y noble, ya quiero leerlo”. Le di las gracias, al tiempo que el doctor me decía: “mi novia de veinte años”. Ella lo miró y dirigió una sonrisa amorosa, la cual él le regresó, tomando su mano.


  1. Doctorante en Antropología Social | Correo: uerta_joce@outlook.com