Autonomías en la ciudad. Territorios fragmentados en los pueblos originarios de la Ciudad de México

Martha Angélica Olivares Díaz
Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Foto «Mural contra la gentrificación en el Pueblo de Xoco» de Paulina Villalobos en Wikimedia Commons.

La presencia/permanencia de comunidades y culturas originarias en las ciudades representa la resistencia y la reinvención de estas y sus patrimonios dentro de un territorio que por excelencia se ha coronado como símbolo de la modernidad y el despliegue capitalista a través del tiempo. Los pueblos originarios de la Ciudad de México constituyen identidades culturales cruciales para tal análisis, pues no obstante los intensos procesos de transformación espacial, usos y urbanización experimentados en la cuenca de México, los pueblos siguen siendo portadores de una identidad cultural específica, territorios y sistemas de organización comunitaria propios, que los hace diferentes de los habitantes del resto de la urbe.

Los territorios de los pueblos originarios han sufrido una suerte de cambios, afectaciones, fragmentaciones e imbricaciones a lo largo de varios siglos que se identifican, desde los primeros asentamientos mesoamericanos, la conquista-colonia, la modernización, la industrialización y ahora la ciudad neoliberal. Su permanencia constituye una de las raíces de la diversidad cultural de la Ciudad de México, reconocida en su constitución local desde el año 2018, en su Artículo 2, que nomina como “Ciudad Pluricultural, Plurilingüe y Pluriétnica” sustentada en sus pueblos originarios y en las comunidades de indígenas residentes. Reconociendo a los primeros, en sus artículos del 57 al 59 como sujetos de derecho:

1) Esta Constitución reconoce que la Ciudad de México tiene una composición pluricultural, plurilingüe y pluriétnica sustentada en sus pueblos y barrios originarios y comunidades indígenas residentes.

2)Se entenderá por pueblos y barrios originarios y comunidades indígenas residentes lo siguiente: a) Los pueblos y barrios originarios son aquellos que descienden de poblaciones asentadas en el territorio actual de la Ciudad de México desde antes de la colonización y del establecimiento de las fronteras actuales y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, sistemas normativos propios, tradición histórica, territorialidad y cosmovisión, o parte de ellas;

3). Se reconoce el derecho a la autoadscripción de los pueblos y barrios originarios y comunidades indígenas residentes y de sus integrantes. La conciencia de su identidad colectiva e individual, deberá ser criterio fundamental para determinar a los sujetos que se aplicarán las disposiciones en la materia contenidas en esta Constitución”.

(Constitución Política de la Ciudad de México,SEPI, 2019:18-19).

I.-Los pueblos originarios en la Ciudad de México

Son colectividades, que por su cosmovisión y engranaje cultural que no puede ser consideradas parte de la cultura urbana totalmente, pero tampoco un reducto de grupos ancestrales y de culturas inamovibles en el tiempo, los originarios, son grupos sociales asentados en el territorio de la hoy Ciudad de México, algunos descendientes de sociedades de la cultura náhuatl y otomí, lo que les da el carácter de ancestralidad y otros más reconfigurados en periodos posteriores como la Conquista- Colonia, o la modernización, la industrialización, y procesos socioespaciales más recientes, en los cuales adquirieron elementos que nutrieron su identidad cultural y su praxis, (como por ejemplo el sentido de religiosidad católica- mesoamericana (sincrética) que reproducen al día  de hoy en sus fiestas patronales y otras ritualidades, su organización comunitaria con base en sistemas construidos sincréticamente como las mayordomías, cofradías, sus formas de representación o gobierno propio,  reconfiguradas desde la  Colonia como los jueces de paz y luego en el municipio como las foráneas y hoy Subdelegaciones o Coordinaciones Territoriales, que siguen siendo para algunos originarios una forma de representación a nivel comunitario).[1] En síntesis, los pueblos originarios son colectividades que se asientan dentro del territorio de la ciudad, pero que tienen una lógica comunitaria no urbana, basada en sistemas organizativos de parentesco (familias troncales), y en una cultura de raíz mesoamericana sincrética, que se expresa mayoritariamente en sus ciclos festivos religiosos. Poseen un territorio material y simbólico sobre el cual despliegan su vida ritual y que es de uso comunitario, algunos todavía tienen posesión de los mismos, en forma comunal o ejidal, en los cuales sustentan su vida productiva en lo agrícola o forestal. Actualmente, hay pueblos más urbanizados que han perdido la posesión de su territorio, ubicados hacia el centro, norte y oriente, y otros más rurales concentrados con posesión parcial o total de sus territorios, ubicados más hacia el sur de la misma ciudad.

Se tienen registrados, de acuerdo con diversos estudios antropológicos, más de 200 pueblos originarios que aún persisten en la urbe, (Mora, 2000). También diversos padrones o reconocimientos del entonces Gobierno del Distrito Federal reconocieron, en su momento, a más de cien pueblos originarios, por ejemplo, la Gaceta del GDF del 13 octubre de 2011, enlistan a 145 pueblos originarios. Un estudio más reciente de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (2020), enlista a 139 pueblos originarios y 58 barrios, reconociendo que más del 50% del territorio de la Ciudad de México está conformado por antiguos pueblos y barrios de origen precolonial, colonial con identidad étnica y con instituciones comunitarias propias, parte de la diversidad cultural de la urbe.

Paradójicamente,  la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios e Indígenas Residentes (SEPI) creada en el año 2018, ha impulsado un sistema de registro, que condiciona sus derechos, reconociendo sólo a  55 pueblos originarios, haciendo controversial su identidad y su ejercicio de derechos, bajo un esquema clientelar asimilacionista que pretende homogeneizar a los pueblos originarios a esquemas esencialistas  y ahistóricos, que más allá de su catalogación para identificarlos, y que puedan ser beneficiarios de políticas públicas y programas derivados, condiciona su existencia  y su participación política como sujetos de derecho a un registro burocrático.

Más allá de sus reconocimientos institucionales, los pueblos originarios deben ser comprendidos como grupo social étnico de larga permanencia y reproducción cultural en la urbe; que expresan diversidades étnicas, con lo que al mismo tiempo cuestionan el modelo de ciudad, de una sola manera del habitar y del ser en la ciudad; a su vez su organización social y territorial propia basada en sistemas de cargos adaptados de distintas formas a sus condiciones sociopolíticas específicas, en un complejo institucional en el que se pueden reconocer figuras de representación comunitaria, electos internamente en cada pueblo, que dan cuenta de su autonomía en la praxis, para organizar su vida comunitaria en diferenciación o en sincretismo urbano con lo urbano.[2]

 II.-El territorio de los pueblos originarios

Los siglos XIX y XX fueron para los originarios los periodos de mayores transformaciones espaciales, pues la ciudad se fue construyendo sobre sus territorios, tan es así que muchos de ellos han quedado absorbidos por la mancha urbana. La idea centralista y federalista del proyecto de nacional mexicano, y al ser el territorio de la cuenca del Valle de México sede de los poderes nacionales y de concentración industrial empujó a los pueblos hacia su desruralización e incorporación a la dinámica urbana. Recordemos que en 1824 se crea el Distrito Federal para albergar los poderes del estado nación mexicano, esta condición de centralidad empujó diversas divisiones y organizaciones territoriales debido a su importancia en el despliegue de un proyecto nacional.

Es importante señalar que el proceso de conformación territorial de la ciudad, en la primera parte del siglo estuvo marcado por una dicotomía urbano-rural, primero  por la importancia de ser sede del centro de poder nacional y de la industrialización del país, y segundo por la sobrevivencia de los pueblos y la aplicación de la reforma agraria, producto de la Revolución hacia la segunda década del siglo; en donde de los primeros repartos de tierra, así como de restituciones se dieron en el D.F, así de 1914 a 1940 muchos pueblos se convirtieron en sujetos agrarios, complejizando  más las características de lo rural, lo étnico, lo agrario de los pueblos en la ciudad,  lo cual impactó y le dio un carácter peculiar al desarrollo territorial que tendría la ciudad a posteriori. (Cruz, Carbone,2012).[3]

También, el régimen municipal jugó un papel muy importante durante un largo periodo en el territorio de la cuenca del Valle de México, la reorganización de los pueblos originarios  provocó una profunda fragmentación y una gradual pérdida de la autonomía en sus territorios, sumándose a la transformación a la cual se habían enfrentado anteriormente en la organización colonial segregacionista en congregaciones o pueblos de indios, pues hasta antes de la llegada de los españoles se tenía conocimiento de más de 200 asentamientos o poblaciones ancestrales (Gibson, 2012). La desaparición de la figura del municipio y la coronación de la Ciudad en 1928, le dio las características político-territoriales en un Departamento del Distrito Federal con 13 delegaciones, que para 1970 se tendrían ya las 16 sumando otras tres, que hoy conocemos como alcaldías (Azcapotzalco, Álvaro Obregón, Coyoacán, Cuajimalpa Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Iztacalco, Iztapalapa, Magdalena Contreras, Miguel Hidalgo, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan, Venustiano Carranza y Xochimilco).[4]

La consolidación del proyecto de espacio central y moderno industrial le fue ganando poco a poco terrenos al lago a causa de la desecación de la cuenca, y también a los territorios agrícolas, sobre todo por la demanda de vivienda y servicios que exigía el crecimiento demográfico -espacial, poco a poco se fueron habilitando nuevos fraccionamientos habitacionales y colonias para las clases trabajadoras y medias. La lógica de expansión urbana partió del centro hacia las periferias, primeramente, los territorios del centro y norte de la ciudad fueron los primeros en transformarse para lo urbano y para la consolidación de la centralidad y la industrialización, lo cual se traduce en que sean los pueblos de esta zona los primeros en fragmentarse, prácticamente en la zona de Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y Miguel Hidalgo la población originaria se redujo y hacia el norte en Gustavo A.  Madero, y en Azcapotzalco en donde paradójicamente a pesar de la fragmentación aún persisten más de una veintena de pueblos originarios, tragados por la urbanización y que han perdido la mayoría de sus territorios. En la década de los 60 y 70 la ciudad avanzó hacia territorios como Coyoacán, Álvaro Obregón y Benito Juárez, en este último territorio, por ejemplo  con el entubamiento de ríos como Mixcoac, la Piedad y  Churubusco, se terminó con la vida rural productiva de pueblos, como Coyoacán, Xoco o la Piedad Auhehetlán. Actualmente estas alcaldías cuenta con una decena de pueblos, también fragmentados por lo urbano, le siguieron los pueblos del sur oriente como Iztapalapa Iztacalco, que por la necesidad de vivienda, fueron territorios para urbanización popular informal y de la periferia.

En la década de los 70 y 80 la urbanización avanzó hacia zonas de reserva ambiental al sur de la ciudad incorporando a la dinámica urbana de expansión a Tláhuac, Xochimilco, Tlalpan, Magdalena Contreras (Cruz, 2000:103). Finalmente, el crecimiento poblacional explosivo que había tenido la ciudad en un largo periodo se comenzó a tener un impasse en la década de los 80, tanto por el nuevo modelo económico y la crisis, que se reflejó en la transformación de las zonas industriales, el desempleo y degradación urbana evidenciada por el sismo del 1985, en donde las rutas migratorias se abrieron más allá del centro del país. Sin embargo, esta crisis no produjo una desaceleración urbana (Garza,2003), si no por el contrario, se coadyuvó a un modelo más desordenado de urbanización y precarización que se extendió sobre suelo de conservación[5], y los territorios de los pueblos rurales, que habían preservado parte de su territorio productivo-ambiental, inaugurando así en los pueblos una dinámica territorial compleja por la llegada de avecindados.

Hacia las recientes décadas de los años 2000, 2010 y 2020, la ciudad sigue creciendo sobre territorios rurales y suelo de conservación como Milpa Alta, esto porque en la primera década del periodo mencionado,  la ciudad tendría un viraje  hacia la consolidación de una ciudad de servicios y neoliberal, abriéndose  a la inversión  privada en la construcción de la ciudad, en donde ciertas políticas locales[6] influyeron en la conversión, renovación y especulación de los espacios construidos para transformarlos en  espacios para la acumulación y el consumo, así como el desplazamiento de sectores populares, pueblos y barrios originarios y de sectores medios por los procesos de gentrificación y despojo urbano  (Olivares ,2020) (Olivares, De  la Torre,2024). Esta segunda urbanización de corte neoliberal, ha traído como consecuencia una profunda fragmentación territorial en los pueblos originarios ya urbanizados, como los mencionados anteriormente,  ubicados hoy en las alcaldías de Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Azcapotzalco, Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, Coyoacán, Benito Juárez,  Álvaro Obregón, Iztacalco, Iztapalapa  y una amenaza latente de despojo en los pueblos originarios de carácter rural y con posesión de la tierra, como Xochimilco, Tlalpan, Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Tláhuac, Milpa Alta.

Para ejemplificar lo anterior, se enuncia el caso del pueblo de San Sebastián Xoco en la Alcaldía Benito Juárez, pues su ubicación, fue estratégica para la expansión urbana, algunas de las primeras expropiaciones que se dieron en la zona, fueron para diversos usos urbanos, como el de la industria cinematográfica de los Estudios Azteca (hoy Grupo Radio Fórmula) ubicado en avenida Coyoacán y Universidad(Arceo, et al, 2021:107), sus transformaciones radicales, serían resultado del entubamiento de sus ríos como el del Río Churubusco (1950-1960), pues al ser un territorio de vocación rural, cambiaría la vida de sus habitantes y de su espacio-paisaje ( op.cit.:54).[7]Xoco es considerado ya una colonia urbana, dentro la visión de organización territorial  para la ciudad,  pues la urbanización se tragó al pueblo originario[8],en el espacio encontramos grandes avenidas principales que lo circunscriben como avenidas como: Universidad, Cuauhtémoc, Río Churubusco, Popocatépetl, México- Coyoacán, Circuito Interior, al tiempo que en su espacio interior encontramos al pueblo en pequeños callejones, trazas antiguas como el puente de Xoco  y caserones con patios grandes, donde viven familias ampliadas, que contrastan con las nuevas familias de departamentos de lujo de menos de 80 metros cuadrados.

Xoco es emblemático por la situación de despojo urbano neoliberal, en donde los pueblos quedan atrapados por las irrupciones inmobiliarias y en complicidad con la autoridades locales, que omiten sus derechos[9], resalta el megaproyecto de Mitikah, que desde el año 2019 ha venido generando una serie de conflictividades socio territoriales por la magnitud de la obra, resalta la modificación de su traza espacial y de sus entradas principales por el cierre- privatización de la calle Real de Mayorazgo y el impacto paisajístico ambiental que se dio por la tala de más de  50 árboles -parte del proyecto-, así como los diversos daños a la capilla del Santo Patrono San Sebastián Xoco, del desplazamiento forzoso y la gentrificación que viven los pobladores al verse replegados en el pago de servicios y rechazo a su vida comunitaria. Actualmente en Xoco viven menos de 200 familias originarias y uno de los principales temores es que el pueblo desaparezca, pues además de los problemas de ruido, agua, movilidad se va dando un aumento en la cuota de servicios básicos como agua, predial, luz, etc., lo que ha hecho que muchos originarios se vean en la necesidad de dejar su territorio de origen.  Como lo expresan en algunos testimonios:

es que esto ya no es el pueblo, quieren que terminemos vendiendo, pues los servicios son muy caros, 40 o 50 mil  pesos de predial, no hay agua… cuando Mitikah según se le permitió la perforación de un pozo y que iba a hacer también para el pueblo y ya casi no tenemos agua, hay que pedir pipas, también los carros se avientan por el cierre de la calle de mayorazgo, nuestras calles son chiquitas y acá se vienen a estacionar cuando hay ventas nocturnas en Palacio de Hierro, y ya no se puede ni caminar por el pueblo “estamos enterrados y encerrados en un hoyo,  todo  ha cambiado con tantos edificios, ya no vemos la luz, y en las fiestas hay que pedir todos los permisos para la procesión en la fiesta patronal, además de que vivimos mucho rechazo de los nuevos vecinos por nuestras tradiciones.” “lo que le pase a Xoco les pasará a los demás pueblos, pues todos somos hermanos y sufrimos las mismas condiciones de despojo” (Julia Torres habitante de Xoco)

Podemos sostener entonces, que las diversas fragmentaciones territoriales en los pueblos originarios que la dinámica urbana les ha impuesto, los ha llevado a una pérdida gradual de su patrimonio material y cultural, así como de organización social, que ha minado las posibilidades de su autonomía.  Pues esta – la autonomía- se construye en las posibilidades colectivas de un grupo social para poder organizar su vida comunitaria en función de un territorio determinado, y acorde a los propios sentires, imaginarios y concepciones culturales, en torno al presente y futuro de su vida social. Recordemos que las principales propuestas autonómicas son de orden territorial, debido a la importancia que tiene en el despliegue de las acciones sociales, en la reproducción social, en el modo de producción y en la organización comunitaria de la vida misma, fundamento identitario de los grupos sociales y de las identidades étnicas de los pueblos indígenas u originarios.

El hecho de que la dinámica espacial capitalista de ciudad, despoje territorialmente a la mayoría de los originarios, condiciona los ejercicios de la autonomía a la creatividad política, de otros modos de hacer lo político, que logren vencer desde lo comunal, las lógicas individualistas, de propiedad privada y mercantilistas impuestas.[10]El reto para los pueblos originarios insertos en la ciudad, es construir una política de lo común y para la reproducción de la vida, que posibilite imaginar un futuro articulado a sus particularidades culturales, que les permita seguir siendo originarios, una política de los excluidos y negados, que les permita hacerse visibles y transformar sus condiciones de opresión y fragmentación por lo urbano, una política comunitaria, que rompa con la hegemónica[11] y sólo así el horizonte de emancipación será posible.

Bibliografía  

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https://www.iecm.mx/iecm-da-bienvenida-a-los-5-nuevos-pueblos-originarios-de-la-ciudad-de-mexico/

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Sobrino, J. (2003). “Zonas metropolitanas de México en 2000: conformación territorial y movilidad de la población ocupada” en Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 18, núm. 3. México: El Colegio de México


  1. Hasta fechas más recientes los originarios en la posibilidad de su autonomía en la ciudad y, en el marco de un reconocimiento constitucional para el ejercicio de derechos políticos, como la libre determinación y el gobierno propio, que les posibilita transitar de una autonomía comunitaria, a una autonomía política, han realizado intentos de figuras de representación ( 4º nivel de gobierno) como los Concejos de Gobierno de San Andrés Totoltepec en Tlalpan o en San Luis Tlaxialtemalco en Xochimilco. Con todo y que su ejercicio se halle aún muy envuelta en visiones clientelares y asimilacionistas, que no sólo niegan contradictoriamente las capacidades de toma de decisiones de los pueblos originarios, sino que revictimizan su condición, al disputarles el poder con acciones de cooptación política, negación y violencia del ejercicio de sus derechos.
  2. Es de notar figuras más recientes como los Concejos de Gobierno en los pueblos de Tlalpan (San Andrés Totoltepec) y Xochimilco (San Luis Tlaxialtemalco), los cuales reinventaron la figura del Coordinador Territorial y/o Subdelegado, hacia una figura más colectiva y  menos sujeta al poder de la Alcaldía, o las Asambleas Ciudadanas del pueblo de Xoco, para tener una figura de defensa legal ante los megaproyectos como fue el caso del despojo del proyecto urbano Mitikah, Ciudad Viva- Ciudad Progresiva. O los ejercicios Declarativos de los pueblos de santa Cruz Atoyac o Lucía Chantepec. Esta reinvención  política de organización comunitaria, ha significado en los originarios un ejercicio de autonomía y de formas de representación que los pueblos han defendido como parte esencial de su vida comunitaria y de la producción social de su espacio comunitario de manera autónoma en un espacio urbanizado. (Olivares,2013).
  3. Es de subrayar que a posteriori se conforman nuevas municipalidades como la de General Anaya (1922) Iztacalco (1923), la división de Tláhuac y Xochimilco (1926) y la creación de Magdalena Contreras (1927) (Ibid: 83-84).
  4. “El periodo que abarca de 1940 a 1980 fue donde hubo mayor avance de la urbanización en la historia del país. La población aumentó de 19.7 a 66.8 millones de habitantes, con una tasa de crecimiento anual de 3.1% debido también a una alta tasa de natalidad y una drástica caída en la tasa de mortalidad. El grado de urbanización aumentó del 20.1% al 52.8% a lo que abonó el masivo éxodo rural hacia las ciudades (Sobrino, 2003:1).
  5. En la CDMX 59% del territorio es Suelo de Conservación, del cual el 70% es propiedad social, territorio de los Pueblos Originarios.
  6. Como el Bando 2, la Norma 26 y la Norma 30.
  7. La traza urbana de Xoco se fue consolidando como un nodo estratégico  de servicios culturales y de comercio, la Sociedad de Autores y Compositores (1956), la edificación de oficinas de la Secretaría de Educación, Plaza Universidad (1969), Cineteca Nacional  (1974) Centro Bancomer (1976), Radio IMER (1983), Centro Coyoacán (1989), El Cantoral (2012)  y más recientemente en las décadas de 2010-2020, el Hospital San Ángel Inn, City Park, City Towers, Aghata, y el complejo urbano denominado Ciudad Viva-Ciudad Progresiva Mitikah.
  8. Desde 1971 lo que era considerado administrativamente pueblo, cambio de nomenclatura
  9. La constitución local menciona que los pueblos originarios tienen derecho a ser consultados, en el caso de Xoco se violó ese derecho, pues ni siquiera fueron considerados como pueblos.
  10. Esto lo vemos reflejado en las formas de organización social en el territorio de pueblos como el de Xoco, que si bien son de índole comunitaria, que  dista mucho de las organizaciones vecinales más urbanas, también se va dando nuevas forma de organización más modernas en donde se han retomado algunas figuras más de corte participativo-civil, aunque su contenido sigue siendo la forma de organización más allegada a lazos de parentesco y decisiones en colectivo, como la figura de la Asamblea Ciudadana del pueblo de Xoco, la cual surgió en el año 2021 para defender su territorio y tradiciones ante la embestida de los nuevos proyectos de urbanización, la cual ha tenido un impacto significativo en la percepción espacial y en la vivencia identitaria de ser un pueblo originario, urbanización con la cual  se han sentido amenazados en su patrimonio cultural  y replegados socio espacialmente, pues la construcción de nuevos complejos residenciales,  ha venido cambiando drásticamente el paisaje, y la vida cotidiana en el transitar por las calles, así como por la llegada de nuevas dinámicas socio espaciales y estilos de vida de los nuevos vecinos y usuarios del territorios.
  11. Actualmente se encuentran en pausa los instrumentos de planeación a 20 años para la CDMX (Ciudad de México), la oposición de los pueblos originarios con respecto al Programa general de ordenamiento territorial (PGOT) que abriría una tercera clasificación del suelo (suelo rural) los puso en alerta por los peligros de su urbanización y su menor blindaje con respecto a Sueldo de Conservación, entre otros temas.